TENNANT CREEK, Australia — En Tennant Creek, una ciudad del Territorio del Norte de Australia, a la mitad del continente desde Sídney, no hay campos de fútbol marcados. Por lo tanto, una mañana de la semana pasada, antes de que llegaran casi cien niños para jugar un torneo de todos contra todos, tuvieron que disponer tres campos con conos, banderas y arcos portátiles en un gran óvalo de césped.
Los niños fueron transportados en autobús desde escuelas de toda la región de Barkly, una enorme extensión del interior del país que es casi del tamaño de Finlandia, pero con una población de apenas unos 8000 habitantes. Para algunos, el viaje implicó recorrer largos tramos por caminos de tierra llenos de baches. Una escuela llevó a doce estudiantes, cerca de una tercera parte de todo su número de inscritos. Otra no trajo suficientes para formar un equipo, así que pidió prestados a dos jugadores de una comunidad cercana cuyas familias son parte del mismo grupo lingüístico aborigen.
Los niños y las niñas de distintas edades jugaron juntos. Durante dos días, el deporte que se puede jugar en todas partes animó a una comunidad en la que la distancia respecto al escenario principal de la Copa Mundial Femenina es algo más que tan solo miles de kilómetros.
“Es un auténtico carnaval de fútbol”, afirmó Annastashia August, una niña de 11 años de Tennant Creek que es warumungu, los guardianes tradicionales de la tierra donde ahora se encuentra la ciudad.
El fútbol es el deporte favorito de Annastashia, pero apenas fue el segundo carnaval de fútbol en su ciudad. Ambos eventos surgieron de la iniciativa de John Moriarty, el primer aborigen australiano convocado a una selección nacional de fútbol, quien espera utilizar este deporte para ayudar a mejorar las vidas de los niños indígenas de comunidades remotas.
Los derechos de los pueblos indígenas fue una de las causas sociales que la FIFA decidió destacar en el Mundial de este año. Los organizadores del torneo han reconocido a las comunidades indígenas de Australia y Nueva Zelanda, los dos países sede, por medio de medidas que incluyen el uso de los nombres tradicionales junto con los más comunes en inglés para cada ciudad anfitriona, ondear banderas indígenas en los estadios y la realización de ceremonias de Bienvenida al País a cargo de representantes de los dueños tradicionales de la tierra donde se celebren los eventos.
Moriarty, un hombre yanyuwa de 86 años que fue convocado por primera vez a una selección nacional australiana en 1960, mencionó que estos gestos eran apreciados, pero que era necesario un “contenido” detrás de ellos. Tanto él como los otros miembros de Indigenous Football Australia, un consejo que apoya su iniciativa que lleva el nombre de John Moriarty Football (JMF), les han pedido un apoyo significativo a los programas comunitarios indígenas de los órganos rectores del fútbol australiano y mundial. Según John Moriarty Football, recibieron menos de 20.000 dólares australianos, unos 13.000 dólares estadounidenses, del órgano rector del fútbol de su país, Football Australia, desde que Moriarty inició el programa en 2012.
“De no ser por programas como JMF, los caminos para que los niños de Tennant Creek llegaran al fútbol de élite, por no hablar de un torneo de la Copa Mundial, serían inexistentes, un sueño imposible”, escribió Moriarty en un correo electrónico. “Pero el talento para el fútbol en el campo es extenso y el potencial del fútbol para romper el ciclo de desventajas intergeneracionales es inmenso”.
Football Australia apuntó hacia la creación de su Grupo Nacional Asesor Indígena hace dos años, el cual incluye a la delantera australiana Kyah Simon, de ascendencia aborigen, y afirmó que su plan Legacy ‘23, creado para seguir desarrollando el deporte después del Mundial, incluye el financiamiento de una competencia de Primeras Naciones en Nueva Gales del Sur. Courtney Fewquandie, una mujer butchulla y gubbi gubbi que trabaja como directora general de Primeras Naciones en Football Australia, comentó que el grupo asesor había acordado una reunión con Indigenous Football Australia después de la Copa del Mundo, la cual esperaba que fuera “el primer paso para avanzar juntos”.
Lejos de este ir y venir en los niveles más altos del deporte, continúa el trabajo comunitario que defiende Moriarty. La exposición de Moriarty al deporte ocurrió después de que lo separaron de su madre a los 4 años y lo llevaron a hogares para niños en otras partes del país, conforme las políticas de la época que permitían al Estado separar a decenas de miles de niños de sus madres aborígenes. A los niños indígenas separados de sus madres durante esa época se les conoce como las Generaciones Robadas. Ahora, aunque muchas comunidades siguen sufriendo las secuelas de las políticas coloniales, Moriarty está dirigiendo recursos y atención hacia zonas remotas, principalmente indígenas, como aquella de donde lo sacaron.
El torneo de fútbol celebrado la semana pasada en Tennant Creek reunió a jóvenes jugadores de toda la región en colaboración con el departamento de educación del territorio. Sin embargo, John Moriarty Football mantiene una presencia diaria en Tennant Creek, donde tiene una oficina en la escuela primaria y trabaja con más de 300 niños indígenas a la semana en la ciudad y las comunidades cercanas.
Cada semana, las clases tienen un bloque en su horario para lo que llaman “tiempo John Moriarty”, en el que aprenden y practican habilidades futbolísticas y hacen ejercicios de respiración que pueden ayudar a regular el comportamiento de los estudiantes. El periodo termina con un tentempié de fruta fresca, cuyo precio puede ser prohibitivo en las zonas remotas del Territorio del Norte. En semanas recientes, las clases también han visto videos de la selección australiana, conocida como las Matildas, que ha atraído la atención y el apoyo de la nación durante su paso hacia las semifinales de la Copa del Mundo, donde se enfrentarán a Inglaterra el miércoles en Sídney.
Ros Moriarty, la pareja de John y cofundadora de su organización sin fines de lucro, afirmó que Football Australia expresó interés en su trabajo hace unos años. Comentó que esas conversaciones no llegaron a ninguna parte, porque parecía que a la federación solo le interesaba encargarse de las iniciativas bajo su paraguas. (Fewquandie, la representante de Football Australia, señaló que esas conversaciones tuvieron lugar antes de que ella trabajara en la federación).
“Da la sensación de que es casi un espacio olvidado dentro de Football Australia”, opinó Allira Toby, una mujer kanolu y gangulu que ha jugado en el máximo circuito profesional femenil de Australia y forma parte del consejo de Indigenous Football Australia. “Podría haber —hay— tanto talento en las comunidades rurales donde nunca tienen siquiera la oportunidad de considerar la posibilidad de practicar deporte o fútbol en ese espacio de Australia, porque simplemente no existen las vías que deberían existir”.
Cuando el carnaval de fútbol de Tennant Creek se acercaba a su fin, los miembros de la comunidad se reunieron en torno al óvalo empastado. Los ancianos. El director de la escuela. Una enfermera y un agente de la policía. La prima a la que Annastashia llama hermana mayor.
Tennant Creek High School, un bachillerato cuyos alumnos forman parte del programa de John Moriarty desde hace cuatro años, ganó el trofeo. Se recogieron los campos de fútbol improvisados, pero no por mucho tiempo. La furgoneta del John Moriarty Football, con la bandera aborigen en el tablero, volvería a la carretera a la mañana siguiente, rumbo a la comunidad de Ali Curung, para asegurarse de que el deporte que se puede jugar en todas partes se practique ahí.
Pairs Bates, de 12 años, en un torneo de fútbol en la ciudad de Tennant Creek, cerca del centro del enorme y poco poblado Territorio del Norte de Australia, el 10 de agosto de 2023. (Isabella Moore/The New York Times)
Un torneo de fútbol para niños de primaria y bachillerato en la ciudad de Tennant Creek, cerca del centro del enorme y poco poblado Territorio del Norte de Australia, el 10 de agosto de 2023. (Isabella Moore/The New York Times)