En un despejado viernes de julio, un grupo de 20 personas de diferentes ámbitos profesionales (un entrenador deportivo, un ejecutivo de televisión, un propietario de una empresa de relaciones públicas) se sentaron en torno a una mesa repleta de frutos secos y fruta en Montauk, Nueva York, para aprender a escribir un diario.
Con una copa de vino blanco en la mano y el puerto como telón de fondo, la instructora Laura Rubin dirigió un debate sobre las ideas preconcebidas del grupo acerca de esta práctica.
“La última vez que escribí un diario fue en 1988, en un viaje al Tíbet”, aseveró un hombre. “Mi madre me dijo: ‘Nunca recordarás estas cosas a menos que las escribas’”.
“Mucha gente solo escribe un diario cuando viaja”, respondió Rubin. “¿Pero acaso no quieres disfrutar y saborear toda tu vida?”.
“Yo no he tocado un diario desde que era niño porque mi madre siempre los leía”, añadió otro participante.
“Eso no es poco común”, respondió Rubin, calificando esto como un “trauma típico de llevar un diario”. Las razones continuaron: era una práctica solo para chicas adolescentes; era algo útil solo en casos de crisis; daba demasiado miedo averiguar qué aparecería en la página.
“Voy a hacerlos cambiar de opinión a todos y por supuesto que tengo un método de enseñanza que he probado y comprobado, pero no lo haré por esa razón”, dijo Rubin. “Sino porque escribir un diario funciona. Te ayuda a cumplir tus objetivos”.
‘No soy una instructora de yoga de Topanga’
Rubin, de 50 años, quien vive en Sag Harbor, Nueva York, fundó una empresa llamada Allswell Creative en 2015 que imparte talleres en todo el mundo para enseñarle a la gente a llevar un diario. Su objetivo principal es llegar a personas que no se inclinarían de manera natural por llevar un diario (en entornos “que no se asocian con pantuflas de peluche y bálsamos para el baño”), en especial a quienes trabajan en el mundo empresarial estadounidense o en otros entornos de mucha presión (por ejemplo, ha trabajado con veteranos heridos). Durante la mayor parte de su vida, Rubin trabajó en el mundo empresarial estadounidense o como emprendedora. Dirigió una agencia de comunicaciones de mercadotecnia en ambas costas de Estados Unidos que representaba a megaempresas de moda y a grandes fundaciones burocráticas. “Como procedo del mundo empresarial, entiendo el entorno excepcional en el que operan”, afirmó. “No soy una instructora de yoga de Topanga”.
Rubin también ha escrito un diario durante la mayor parte de su vida. “Me ayudó a dejar grandes puestos de trabajo, a no casarme con aquel tipo y a cambiar de residencia”, explicó. “Ha sido mi brújula desde que tenía 8 años”.
De este modo, Rubin sabía que los beneficios de llevar un diario eran demasiado buenos para reservarlos solo para la gente preocupada por el bienestar. De hecho, podrían tener mayor relevancia para las personas que trabajan.
“Llevar un diario nos da la oportunidad de hacernos las preguntas correctas y mantener un registro. ¿Cómo me siento? ¿Esta es la mejor manera de aprovechar mi tiempo?”, aseveró.
Algunos estudios demuestran que escribir un diario o llevar una terapia de escritura ayuda a reducir la ansiedad, el estrés y los sentimientos depresivos e incluso a curar lesiones con mayor rapidez.
Rubin ha organizado talleres para empresas como Netflix y, próximamente, Nasdaq. Algunos centros de trabajo incluso la contratan para ayudar a los trabajadores a gestionar su salud mental.
“Sobre todo en nuestro sector, la industria del entretenimiento, la gente trabaja 12 horas diarias y tiene clientes muy estresantes”, comentó Nikki Seidlin, directora de recursos humanos de Endeavor, quien organizó talleres para trabajadores en sus oficinas de Los Ángeles y Nueva York.
“Los trabajadores estresados y nerviosos son los que presentan más problemas, así que queremos darle a la gente una herramienta”, señaló, que les permita “externar sus emociones en la página en lugar de dejar que emerjan de manera poco productiva”.
Seidlin añadió que los talleres eran voluntarios y que en ellos participaban agentes, ejecutivos, asistentes ejecutivos y personal de clasificación de correspondencia.
Otras empresas tienen objetivos específicos. “Hay una agencia de mercadotecnia digital para la que hice un taller y estaban todos extenuados, porque trabajan en sus teléfonos y miran una pantalla todo el día”, explicó Rubin. “La mujer que me contrató quería que sus trabajadores tuvieran algo que les ayudara a contrarrestar el agotamiento”.
Una fundación privada contrató a Rubin para dirigir un taller meses después de la muerte de George Floyd, dándoles a los trabajadores, según relató, “un canal para expresarse en privado en medio de lo que podría ser un proceso de confrontación durante el cual era probable que afloraran muchas emociones”.
“El método de las microdosis para escribir un diario”
El taller de Montauk fue patrocinado por Whalebone, una marca de surf que publica una revista y vende artículos, para la comunidad. “Quiero que sea un momento en el que todos juntos podamos bajar el ritmo”, señaló Eddie Berrang, presidente y editor de Whalebone.
Durante las dos horas que duró el taller, Rubin guio a los participantes a través de distintos ejercicios.
Durante cuatro minutos, el grupo escribió todo lo que vio, oyó o notó. Otras partes del taller se dedicaron a aportar ideas para bajar un poco el ritmo o a anotar listas de cosas que les gustan a los participantes.
Cuando se acabó el tiempo, Rubin preguntó: “¿Sintieron algún cambio en cuanto a su presencia?”. Muchos asintieron.
Añadió que podían repetir la dinámica durante unos minutos todos los días en casa. “Es como el método de la microdosis para escribir un diario”.
Laura Rubin de Allswell dirige un grupo de personas de diferentes ámbitos profesionales durante un taller de escritura de diario en Montauk, Nueva York, el 28 de julio de 2023. (Lindsay Morris/The New York Times)