Antes de ir a ver “Barbie”, la coleccionista de muñecas Laura Maar tenía sus dudas. Al ver las primeras imágenes, a Maar no le gustó la manera en que la película retrata a la amiga embarazada de Barbie, Midge (su muñeca favorita), ni a Allan, el amigo de Ken al que le queda toda la ropa de su camarada. “Como que me molestó que fuera un personaje apocado en la película, porque él no es así para nada”.
Maar seguía procesando lo que había visto la primera vez que vio el filme, dirigido por Greta Gerwig, cuando fue a una segunda función. “Pero la segunda vez, de verdad me encantó”, reconoció Maar, una maestra de preescolar de 49 años en el sur de California. “Traté de dejar mis preguntas de lado y luego, conforme avanzó la semana, la gente me preguntaba: ‘¿Quieres ir a ver la película?’, y yo les decía: ‘Claro, vamos’”. Cuando hablé con Maar, ya había visto la película cinco veces y planeaba volver a verla.
“Barbie”, protagonizada por Margot Robbie, se ha convertido en un fenómeno indiscutible, pues ha recaudado 1000 millones de dólares en taquilla y ha inspirado a audiencias a vestir sus mejores prendas rosas. Pero los coleccionistas como Maar ya eran aficionados a Barbie desde mucho antes. Poseen cientos o incluso miles de muñecas y tenían altas expectativas para el debut en la pantalla grande de su mejor amiga en imagen real. Hablé con 10 coleccionistas —muchos de los cuales llegaron a nuestras entrevistas en video vistiendo mercancía de Barbie de color rosa intenso y mostrando a sus muñecas con orgullo— para averiguar si la película superó la prueba de fuego con su grupo de seguidores más exigente.
Liliana Saldaña, de 36 años, una profesora de inglés a nivel bachillerato en Laredo, Texas, que estima tener más de 400 muñecas Barbie, sintió “golpes emocionales por todas partes”. Relató que salió de la sala de cine con manchas de rímel corrido en sus mejillas. “Me sentí tan complacida de que hubiera tantas referencias a los antiguos aficionados de Barbie”.
Taylor Brione Ballard, de 31 años, una planeadora de eventos en Houston que tiene 350 muñecas, dijo que la película también la hizo llorar. “La niña que estaba sentada junto a mí me dijo: ‘Chica, te escuchamos llorar’”. Ballard, que en su mayoría colecciona muñecas Barbie negras, explicó que la muñeca siempre la había inspirado y que la película “realmente destacó por qué a la gente le puede gustar Barbie, lo inspiradora que es, cómo es una figura de poder femenino”.
Otros coleccionistas se vieron reflejados en la historia. En la película, resulta que quien juega con la Barbie protagonista no es una niña pequeña, sino una madre (America Ferrera) cuya hija es adolescente ya no quiere jugar con la muñeca. A fin de cuentas, las humanas acompañan a Barbie en su viaje de autodescubrimiento. “¿Sabes? Si cepillar el cabello de mi Barbie y hablar de ella con otras personas me hace sentir más ligera en el alma y el corazón, eso no es algo malo, no tiene absolutamente nada de malo”, afirmó Beth Largent, una cantante de ópera de 61 años en Massachusetts. “Para mí, esa fue una de las grandes enseñanzas de la película: que las personas reales parecen cambiar gracias a sus interacciones con Barbie, y eso es lo que Barbie ha sido para mí también”.
Roland Moreno, de 31 años, empezó a coleccionar las muñecas hace unos tres años cuando vivía en Chicago. Gracias a Barbie conoció a Matthew Keith, que ahora es su novio, y se mudó a Los Ángeles. “Barbie es como un escape”, comentó Moreno. Como reflexión sobre el personaje de Ferrera, agregó: “Ella quería escapar de su situación triste. Entonces, sí, yo también quiero escapar de mi situación”.
A Moreno le gustaron los “guiños” que Gerwig les lanzó a los coleccionistas, como una aparición breve de la muñeca Skipper a quien le crecía el pecho, y los textos en la pantalla que señalaban los nombres reales de los conjuntos que Barbie tenía en su clóset. “Lo primero que pensé fue: ‘Eso es genial’”, narró. “Pero luego también pensé que todo eso va a costar más ahora”. Varios coleccionistas con quienes habló The New York Times también apreciaron la referencia al muñeco de colección, ahora cancelado, conocido como “Ken Sugar Daddy” (cuyo nombre en realidad se refiere al hecho de que es dueño de un perro llamado Sugar).
Pero los coleccionistas también se pusieron quisquillosos con algunos detalles. Jian Yang, un vendedor de 43 años en Singapur que posee 12.000 muñecas, mencionó que los vestuarios “parecían hechos a mano; no parecían de Mattel”. Tanto Maar, quien trabajó en Mattel durante más de 20 años, como Keith, de 55 años, rebatieron la manera en que se retrata a la creadora de Barbie, Ruth Handler (Rhea Perlman), como una guía dulce y espiritual para la Barbie interpretada por Robbie. “Ruth nunca tuvo ese halo de abuelita”, sostuvo Maar sobre Handler, quien falleció en 2002. “Era despiadada”.
Estos amantes de Barbie también habrían preferido ver menos del mundo real en la película. Después de todo, cuando te atrae Barbie por la fantasía, el mundo real parece decepcionante.
“Quedé fascinada con la tierra de Barbie”, expresó Saldaña, y Lindsey Walker, de 27 años, que trabaja en el ámbito de los derechos civiles en Washington D. C., tuvo una sensación similar: “Cada vez que se iban al mundo real, yo pensaba: ‘OK, ¿cuándo vamos a regresar a la tierra de Barbie?’. Porque era mucho más interesante y colorida”.
También hubo quejas más importantes. Walker alabó la diversidad del elenco, pero hubiera querido que Issa Rae y Ncuti Gatwa, que son algunos de los actores negros del reparto, tuvieran más tiempo en pantalla. Tampoco le gustó cómo se examinaron los temas feministas: “En general, pienso que, bueno, una mujer blanca escribió esto y también pienso que quizá hay algunas personas que no han explorado el feminismo y pueden aprender algo de esto, así que yo solo lo tomo por lo que es”.
Saldaña indicó que esperaba que la película diera paso a un aumento de artículos coleccionables de la muñeca, y que Barbie fuera igual de apreciada por los minoristas que, por ejemplo, El Hombre Araña. “La gente la considera un pasatiempo para niñas”, señaló. “En realidad, no la respetan ni le dan suficiente atención”.
El deseo de Moreno también es que la popularidad de la película ayude a otros a aceptar su pasión. Relató que, a veces, cuando Keith y él hacen sesiones fotográficas con muñecas Barbie, los insultan. “Esto podría hacer que la gente sea más comprensiva y diga: ‘Ah, eso es genial, como en la película, toman fotos de las muñecas Barbie en la calle’”, dijo.
Moreno planea regresar a ver la película en el cine al menos una vez más, y Maar quizá la vea una séptima vez.
“Para los coleccionistas o los amantes de Barbie esto no se va a repetir”, concluyó. “O sea, es ahora o nunca. Así que quiero disfrutar este momento y verla tantas veces como pueda”.
Una fotografía sin fecha de Jian Yang, quien se especializa en sesiones fotográficas estilo callejero de muñecas, muestra a una Barbie de su colección. (Jian Yang via The New York Times).