Debajo de un hábitat oceánico infernal se esconden extrañas criaturas

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(Trilobites)

Cerca de las costas occidentales de Centro y Sudamérica, se encuentra un reino lovecraftiano lamido por la lava a miles de metros debajo del océano. Ahí, sobre el lecho marino, tubos de escape accionados por actividad volcánica conocidos como respiraderos hidrotermales expulsan chorros de agua que alcanzan temperaturas de hasta 370 grados Celsius. Aunque desde hace mucho tiempo se sabe que las superficies y las periferias de estos respiraderos albergan un mosaico de vida diversa, los científicos nunca habían conocido animales que tuvieran su hogar debajo de estos géiseres infernales

Pero eso cambió en julio, cuando un robot de buceo desbarató el lecho marino volcánico salpicado de respiraderos hidrotermales y reveló una explosión de vida animal que incluía una abundancia de gusanos de tubo, unas extrañas creaturas que parecen espaguetis vivientes.

“Esta es la primera vez que se encuentra vida animal debajo de la superficie” de respiraderos hidrotermales, señaló Monika Bright, una ecóloga de la Universidad de Viena e investigadora principal de la expedición.

Anteriormente se sabía de la existencia de vida microbiana dentro de estas cavidades, pero resulta impactante la idea de que haya animales bañados en la oscuridad dentro de bóvedas de roca volcánica. “Cuanta mayor profundidad, más calor, menos oxígeno y más sustancias químicas tóxicas”, comentó Bright. “Es muy poco profundo, pero sigue estando debajo de la corteza terrestre”.

Sin embargo, no a todos los especialistas les sorprendió este descubrimiento.

“Creo que tiene mucha lógica”, afirmó Julie Huber, una geoquímica marina y microbióloga en la Institución Oceanográfica de Woods Hole en Massachusetts que no participó en el estudio. “El lecho marino subterráneo poco profundo, donde es probable que las temperaturas sean lo suficientemente frías como para que sobrevivan los animales, es lo que concibo como una ‘cinta transportadora del lecho marino subterráneo’ para microbios, nutrientes y, ahora, animales”.

Gran parte de esos hábitats tan inusuales es un misterio, pero, al igual que muchos descubrimientos en el fondo del mar, este hallazgo vuelve a superar los límites de lo que los científicos consideran posible (quizás incluso normal) para la vida en la Tierra.

Los respiraderos hidrotermales, que se descubrieron por primera vez cerca de las islas Galápagos, son abismos y chimeneas, similares a las que aparecen en las obras de Dalí, que con frecuencia crecen sobre dorsales mediooceánicas o cerca de ellas: enormes fisuras volcánicas en el lecho marino hechas por la desviación de dos placas tectónicas. En las profundidades, el calor magmático asa la filtración de agua marina, la cual regresa como chorro a la columna de agua en forma de sopas sobrecalentadas ricas en minerales.

Pese a su naturaleza extrema, estos respiraderos son ciudades de bichos extraños. Entre ellos, son comunes los gusanos de tubo, que comienzan su vida como larvas de nado libre antes de convertirse en adultos estáticos que crecen hasta alcanzar varios metros de longitud y que se alimentan de bacterias que comen azufre y que viven en sus intestinos.

Bright sospechaba que estos ondulados bichos raros también se podían encontrar debajo de los respiraderos. “Es como una idea loca que tuve”, comentó.

Para averiguarlo (y mejorar nuestro conocimiento relacionado con los vínculos entre la vida que se encuentra sobre los respiraderos hidrotermales y debajo de ellos), Bright encabezó un equipo a bordo del Falkor (too), un barco de investigación propiedad del Schmidt Ocean Institute. Del 27 de junio al 29 de julio, los investigadores navegaron hasta un área propensa a las erupciones de la dorsal del Pacífico Oriental, una escisión creciente del suelo marino que se extiende más o menos de manera paralela a Sudamérica.

Ahí soltaron a SuBastian, un vehículo operado a control remoto con dos apéndices como brazos a los cuales se les puede fijar taladros, palas y serruchos. Se acercó a los respiraderos espumosos, les dio vuelta con suavidad a algunas rocas volcánicas y se asomó hacia adentro.

Expuso lo que los geólogos algunas veces llaman huecos, que son laberintos de cavidades de roca vidriosa que se extienden en varias direcciones, algunas decoradas con arcos y pilares hechos con lava que estuvo fundida y que se congeló con el tiempo. A través de estos túneles había agua que fluía a una asombrosa temperatura moderada de 24 grados Celsius. Y cada vez que el submarino miraba dentro de estos laberintos geológicos ocultos, veía animales, entre ellos, infinidad de gusanos de tubo adultos.

“Solo crecían y vivían ahí dentro”, comentó Bright. También se escabullían por ahí caracoles, así como diferentes tipos de gusanos reptantes.

Este descubrimiento plantea nuevas preguntas acerca de los ecosistemas de aguas profundas. Por ejemplo, ¿existen vínculos entre los tipos de vida animal y los microbios encontrados dentro de los huecos? “Tampoco puedo dejar de preguntarme si hay alguna etapa de vida que se encuentre más comúnmente en el lecho marino subterráneo, como las larvas”, mencionó Huber.

Para algunas personas, este hallazgo es como un sueño de vida sobrenatural. “Siempre que estoy estudiando los respiraderos, pienso en mundos oceánicos”, explicó Huber. Pueden existir crisoles biológicos dentro de los mares helados cubiertos de coraza de Encélado, una luna de Saturno que tiene ingredientes esenciales para la vida y que posiblemente también tenga respiraderos hidrotermales sobre su lecho marino.

Pero para Bright, la Tierra es todo lo que importa. “No estoy pensando en otros planetas ni lunas, pienso que hay muchos misterios por descubrir en la Tierra”, señaló. “Siento que conozco este lugar, lo he estudiado durante 30 años. Pero todavía se pueden encontrar cosas inesperadas”.

Una fotografía sin fecha proporcionada por el Schmidt Ocean Institute que expone una muestra de corteza rocosa boca abajo, reveló los gusanos de tubo Oasisia y Riftia y otros organismos que habitan debajo de los respiraderos hidrotermales. (Schmidt Ocean Institute vía The New York Times)

Una fotografía sin fecha proporcionada por el Schmidt Ocean Institute que muestra a Monika Bright y Andre Luiz de Oliveira trabajando con un vehículo operado a control remoto que desbarata pedazos de corteza para tomar muestras, a bordo del barco de investigación Falkor (too). (Schmidt Ocean Institute vía The New York Times)

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