¿Seguir tu pasión está sobrevalorado?

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El consejo más común que les dan a quienes buscan trabajo es quizá: sigue tu pasión. Lo que significa que solo puedes dar lo mejor de ti en el trabajo cuando haces algo que te apasiona de verdad.

No obstante, según cada vez más estudios, poner demasiado énfasis en la pasión por el trabajo puede ser perjudicial en varios sentidos.

“Hacer eso no ofrece la oportunidad de desarrollar una identidad fuera del trabajo”, afirmó Erin Cech, profesora adjunta de Sociología en la Universidad de Míchigan. “Además, los empleadores que le dan prioridad a la pasión esperan que la gente dedique más tiempo y energía sin que se le pague más”.

Aunque la idea de que un trabajo no tiene por qué ser una vocación no es nueva, los expertos afirman que la pandemia y los cambios que ha provocado en el mundo laboral podrían estar animando a las personas a replantearse el significado real de la pasión por un trabajo.

“Nos han dicho que solo puedes sentirte realizado a través del trabajo, pero la gente está empezando a ver que hay otros aspectos de la vida igual de importantes o más”, señaló Jae Yun Kim, profesor adjunto de Ética empresarial en la Escuela de Negocios Asper de la Universidad de Manitoba. “La gente empieza a tratar el trabajo como tal y esa es una buena señal”.

Antes de la década de 1970, la pasión no era una prioridad para quienes buscaban trabajo, aseveró Cech, autora de “The Trouble With Passion: How Searching for Fulfillment at Work Fosters Inequality”. Lo importante era tener un sueldo decente, horarios y seguridad laboral y, si había satisfacción, esta llegaba más tarde, a medida que adquirías más destreza en el trabajo.

Eso empezó a cambiar en los años setenta, con la creciente inestabilidad laboral de los profesionales y un énfasis cultural cada vez mayor en la autoexpresión y la autosatisfacción, un cambio plasmado en el popularísimo libro de 1970 “What Color Is Your Parachute?”.

En particular, preocuparte por si el trabajo te va a satisfacer se refiere sobre todo al privilegiado mundo de los oficinistas. “La mayoría de las personas no trabajan para sentirse realizadas”, explicó Simone Stolzoff, autor del libro “The Good Enough Job: Reclaiming Life From Work”. “Trabajan para sobrevivir”.

También es importante tener en cuenta el precio que podrías estar pagando por amar tu trabajo. Un artículo publicado en la revista The Journal of Personality and Social Psychology, en la que colaboró Kim, analizó siete estudios y un metaanálisis y descubrió que la pasión puede utilizarse para legitimar “prácticas de gestión injustas y degradantes”, como pedirle al personal que trabaje horas extra sin paga, que trabaje los fines de semana y que se ocupe de tareas no relacionadas que no forman parte del trabajo.

Uno de los estudios reveló que los directivos de varios sectores percibían que los subordinados que parecían más apasionados por su trabajo que sus compañeros “tendrían más probabilidades de ofrecerse como voluntarios para realizar tareas extra (sin remuneración adicional) y de sentirse recompensados por el trabajo, lo cual a su vez predecía una mayor legitimación de la explotación” de ese trabajador.

Esto no solo se refiere a los individuos, sino a profesiones enteras, como los ámbitos creativos o de cuidados, en los que se asume que las personas tienen “una vocación” que puede compensar unos salarios más bajos: por ejemplo, la enfermería o la enseñanza.

Maggie Perkins no necesita investigaciones académicas para comprender la conexión entre la pasión por el trabajo y la explotación. Perkins, de 31 años, fue profesora de secundaria y preparatoria durante ocho años en Florida y Georgia. Su anuncio público en TikTok de que había renunciado a su trabajo y que era más feliz como trabajadora de nivel básico en Costco atrajo la atención de los medios y millones de visitas.

Seis meses después, ese sentimiento se mantiene. “Creo firmemente en que el sistema educativo se basa en la explotación del trabajo de los profesores, incluso en lugares con sindicatos sólidos”, afirmó Perkins y añadió que los salarios bajos, así como la disminución de la libertad de cátedra, la llevaron a abandonar la profesión.

“Estaba hecha para la enseñanza”, aseguró, “pero tuve que elegir entre mi bienestar y perder mi identidad”. (Hace poco la ascendieron a capacitadora corporativa en Costco).

Según Sapna Cheryan, profesora de Psicología en la Universidad de Washington en Seattle, elegir una especialidad o una carrera en función de la pasión también puede reforzar los estereotipos de género. Varios estudios realizados por ella y sus colegas revelaron que cuando se les pedía a los estudiantes universitarios que eligieran carreras u ocupaciones con base en el consejo “sigue tu pasión”, las respuestas se ajustaban a los roles tradicionales: por ejemplo, los hombres se inclinaban más por la informática y la ingeniería, y las mujeres por el arte o actividades de asistencia a las personas.

En cambio, si se les pedía que eligieran una carrera basada en la seguridad laboral y el salario, o una centrada en el cuidado o la atención a los demás, esta diferencia de género se reducía significativamente, señaló Cheryan y agregó que los resultados no variaron en función de la raza o los ingresos.

Aunque la mezcolanza entre pasión y carrera profesional existe en otros países, según los expertos, es particularmente fuerte en Estados Unidos, con un énfasis en la individualidad, la importancia del trabajo y la relativa falta de movimientos obreros fuertes.

Una manera de determinar si te sucedió lo que Taha Yasseri, profesor adjunto de Sociología en el University College de Dublín, denomina “pasión obsesiva” (cuando tu carrera ocupa todos los demás aspectos de tu vida) es preguntarte si puedes cambiar tu trabajo y enfocarte en la familia, en tus pasatiempos u otros aspectos de tu vida. Si la respuesta es no, tal vez quieras reconsiderar tus prioridades.

Los expertos afirman que la pandemia y los cambios consecuentes en el mundo laboral podrían estar alentando a las personas a replantearse cuán esencial es la pasión para desempeñar tu trabajo. (Andrew Rae/The New York Times)

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