La cadena de suministro de energía solar se vuelve más turbia en medio de una preocupación por los derechos humanos

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Las cadenas mundiales de suministro de paneles solares han comenzado a alejarse de una fuerte dependencia de China, en parte debido a la reciente prohibición de productos que provienen de Sinkiang, una región donde, según acusaciones del gobierno estadounidense y las Naciones Unidas, el gobierno chino ha cometido violaciones a los derechos humanos.

No obstante, un nuevo informe de expertos en derechos humanos y en la industria de la energía solar reveló que la inmensa mayoría de los paneles solares fabricados en todo el mundo continúan con una exposición significativa a China y Sinkiang.

El informe, publicado el martes, también criticó a la industria de la energía solar por volverse menos transparente respecto al origen de sus productos. Esto ha dificultado más que los compradores determinen si los paneles solares adquiridos para alimentar hogares y redes eléctricas fueron hechos sin involucrar el trabajo forzado.

Alan Crawford, analista de la industria de la energía solar, y Laura T. Murphy, profesora de Derechos Humanos y Esclavitud Contemporánea en la Universidad Sheffield Hallam de Inglaterra, hizo el análisis junto con investigadores que prefirieron permanecer en el anonimato por temor a represalias del gobierno chino. El Centro de Evidencia y Políticas de Derechos Humanos y Esclavitud Moderna con sede en Londres otorgó el financiamiento.

La industria de la energía solar ha sido objeto de fuertes críticas en años recientes por sus vínculos con Sinkiang, una región que es proveedora fundamental de polisilicio, el material con el que se fabrican los paneles solares. La región produce más o menos una tercera parte del polisilicio del mundo y su silicio de grado metalúrgico, el material con el que se fabrica el polisilicio.

Como resultado, muchas empresas han prometido escudriñar en sus cadenas de suministro y varias han montado fábricas en Estados Unidos o el Sureste Asiático para abastecer a los mercados occidentales.

La Asociación de Industrias de la Energía Solar, la mayor asociación comercial del sector, ha pedido a las empresas que cambien sus cadenas de suministro y corten los lazos con Sinkiang. Más de 340 empresas han firmado un compromiso para mantener sus cadenas de suministro libres de trabajo forzado.

Sin embargo, el informe descubrió que aún hay probabilidades de que las principales empresas mundiales sigan muy expuestas a Sinkiang y en potencia al trabajo forzado, lo cual hace dudar del progreso. Según el informe, los cinco mayores fabricantes de energía solar del mundo —todos los cuales tienen su sede en China—, mantienen una exposición potencial “alta” o “muy alta” a Sinkiang.

Según el informe, algunas empresas chinas, como LONGi Solar y JA Solar, tienen vínculos evidentes con proveedores que operan en Sinkiang. No obstante, incluso dentro de las cadenas de suministro “limpias” creadas para darles servicio a Estados Unidos o Europa, muchas empresas parece que siguen obteniendo materias primas de proveedores expuestos a Sinkiang, señaló Murphy.

Según la información que divulgan al público, en muchos casos, las empresas no compran suficientes materiales fuera de Sinkiang para cumplir sus objetivos de producción, lo cual indica que podrían estar usando proveedores ocultos. En otros casos, las empresas le enviaron información directamente contradictoria sobre sus cadenas de suministro a Murphy.

“En cada etapa falta información”, comentó.

El dominio de China sobre la industria de la energía solar ha presentado un desafío para Estados Unidos y otros países, los cuales tienen prisa por desplegar paneles solares para mitigar el impacto del cambio climático. China controla al menos el 80 por ciento de la fabricación mundial en cada etapa de la cadena de suministro.

El gobierno chino niega la presencia de trabajos forzados en los programas de trabajo que lleva a cabo en Sinkiang, los cuales transfieren a grupos de gente local a minas y fábricas. Sin embargo, según los expertos en derechos humanos, las personas que se niegan a participar en estos programas pueden enfrentar una detención u otros castigos. Una ley estadounidense que entró en vigor en junio del año pasado, la Ley de Prevención del Trabajo Forzado Uigur, supone que todos los productos con materiales de Sinkiang están hechos con trabajo forzado hasta que se demuestre lo contrario.

Desde entonces, los funcionarios de aduanas estadounidenses han detenido 1640 millones de dólares en productos importados, incluido un volumen no especificado de paneles solares, para revisar que cumplen los requisitos. Las empresas de energía solar aseguran que las detenciones han provocado demoras generalizadas de instalación en Estados Unidos, lo cual pone en peligro la transición energética del país.

El martes, el gobierno del presidente Joe Biden anunció que había agregado cuatro empresas chinas, así como varias de sus filiales, a una lista especial de firmas que tienen restringido el envío de productos a Estados Unidos debido a su participación en la recepción, el reclutamiento o el transporte de trabajo forzado o de miembros de grupos perseguidos de Sinkiang. Las empresas suministran productos a las industrias automotriz, alimentaria, de la ropa, de aparatos electrónicos y otras.

Conforme sigan aumentando los proyectos solares para la transición energética, podría crecer la inquietud por los materiales y equipos vinculados al trabajo forzado.

Más o menos durante la próxima década, la industria de la energía solar proyecta que instalará regularmente el doble que en años anteriores y se espera que tenga un crecimiento anual promedio del 11 por ciento. A corto plazo, la capacidad de fabricación en Estados Unidos basta para satisfacer menos de una tercera parte de la demanda nacional, según Wood McKenzie, una empresa de investigación energética y consultoría.

En junio, Walk Free, un grupo internacional defensor de los derechos humanos, publicó un informe según el cual 50 millones de personas en todo el mundo vivían en condiciones de trabajo forzado en 2021, un aumento de 10 millones en comparación con 2016.

La organización atribuyó parte de ese crecimiento al aumento muy necesario, pero rápido de las energías renovables para hacerle frente al cambio climático. La organización señaló que apoyaba la transición energética, pero quería detener el trabajo forzado como una fuente de productos.

En un comunicado para los investigadores, LONGi afirmó que siempre cumplía las leyes y la ética aplicables en las jurisdicciones en las que operaba y que el polisilicio de Sinkiang se utilizaba en módulos que se vendían en China.

JA Solar no respondió a una solicitud de los investigadores ni de The New York Times para ofrecer comentarios. Tanto LONGi como JA Solar tienen planes de instalar fábricas en Estados Unidos.

Los créditos fiscales y otros incentivos para las energías limpias que ofrece la Ley de Reducción de la Inflación de 2022 han desencadenado nuevas inversiones en Estados Unidos. El viernes, First Solar, un fabricante con sede en Estados Unidos, anunció planes para invertir hasta 1100 millones de dólares en una nueva fábrica estadounidense en una ubicación que todavía no se determina.

Sin embargo, Michael Carr, director ejecutivo de Solar Energy Manufacturers for America, una coalición que representa a los fabricantes estadounidenses de energía solar, señaló que Estados Unidos iba tan detrás de China en la fabricación de energía solar que se necesitaría una enorme cantidad de trabajo, capital y conocimientos técnicos para ponerse al día.

“Es difícil tener certeza —y algunos dirán que es imposible saberlo— sobre el aprovisionamiento de polisilicio hasta que haya un suministro nacional de placas y una alternativa a China”, opinó Carr.

Trabajadores de JA Solar, empresa que depende mucho de la robótica para fabricar paneles solares, en Hefei, China, el 5 de junio de 2017. (Adam Dean/The New York Times)

Paneles solares en una granja de North Grafton, Massachusetts, el 31 de mayo de 2022. (Tony Cenicola/The New York Times)

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