(Science Times)
No puedes pasearte por una tienda de comestibles o una farmacia sin encontrarte con etiquetas que promueven beneficios para la salud. En el pasillo de las bebidas, puedes encontrar refrescos “prebióticos” que presuntamente favorecen la “salud intestinal”. En el departamento de belleza, verás sueros de “grado médico”, cremas faciales “probióticas” y tratamientos “desintoxicantes de la piel”. En la sección de suplementos, encontrarás promesas de “apoyo inmunitario”, “equilibrio hormonal” y “mejora de la energía”.
Desde hace siglos, los comerciantes utilizan palabras de moda que suenan a ciencia para vender productos, pero, según Timothy Caulfield, catedrático de investigación en Derecho y Política Sanitaria de la Universidad de Alberta, en Canadá, cada vez es más frecuente. Caulfield acuñó el término “cienciaexplotación” para describir cómo las marcas toman prestado el lenguaje de áreas emergentes de la ciencia para comercializar productos cuyos beneficios no han sido demostrados.
Según Caulfield, la cienciaexplotación está apareciendo más que nunca en los resultados de las búsquedas, en las redes sociales y en boca de influentes.
Con frecuencia, los consumidores se ven inundados de opciones confusas a medida que más empresas se posicionan como saludables. Según Sienna Piccioni, analista y responsable de belleza de WSGN, una empresa de previsión de tendencias, los consumidores están dando prioridad a las pruebas científicas. Pero no siempre pueden separar la realidad de la ficción: un estudio de 2021 sugería que las personas que confían en la ciencia eran más propensas a compartir afirmaciones falsas que contenían referencias científicas que las que no las contenían.
En diciembre, la Comisión Federal de Comercio (FTC, por su sigla en inglés) revisó sus directrices para productos relacionados con la salud, haciendo hincapié en que las empresas deben respaldar las promesas de salud “con ensayos clínicos humanos de alta calidad, aleatorizados y controlados”.
Pero los expertos dijeron que era poco probable que la comisión pudiera vigilar de cerca cómo las empresas comercializaban sus productos, al menos que tuvieran un enorme aumento de su financiamiento.
“Hay demasiadas marcas”, afirmó Kevin Klatt, investigador científico adjunto del Departamento de Ciencias de la Nutrición y Toxicología de la Universidad de California, en Berkeley.
Así que, por ahora, estamos solos. Pero puedes prepararte. A continuación, algunas tácticas de mercadotecnia que hay que tener en cuenta.
Listas interminables de ingredientes
Las empresas muchas veces tratan de sacar provecho de las modas como los adaptógenos y el carbón activado, que se pueden encontrar en artículos como envases de galletas y pastas de dientes. Hasta los ingredientes que se sabe que son eficaces pueden ser manipulados: por ejemplo, las marcas de productos de belleza y cuidado de la piel pueden utilizar un 0,2 por ciento de vitamina C en una crema hidratante, aunque las pruebas demuestren que la cantidad debería ser mayor para tener algún efecto, explica Michelle Wong, química cosmética que dirige el blog Lab Muffin Beauty Science y ayudó a popularizar el término “science washing” en los círculos de belleza, que hace referencia a usar la ciencia de manera engañosa para comercializar productos.
Por eso no necesariamente resulta útil consultar una lista de ingredientes de aspecto científico. La mayoría no dice mucho sobre la calidad o cantidad de cada ingrediente ni sobre cómo interactúa con otros ni sobre su estabilidad, todo lo cual afecta la eficacia.
Términos vagos como ‘potencia’
Los fabricantes usan palabras sin definiciones claras ni específicas, como “auxilia”, “promueve”, “apoya”, “estimula”, “potencia” y “optimiza” con la intención de sugerir resultados positivos para la salud. Jonathan Jarry, científico y divulgador científico de la Oficina para la Ciencia y la Sociedad de la Universidad McGill, afirmó que no hay una manera cuantificable de medir una palabra ambigua como “apoya”.
Las empresas que venden suplementos, cuya eficacia no tienen que comprobar ante la Administración de Alimentos y Medicamentos, muchas veces se valen de los términos antes mencionados. Pero, con frecuencia, se deslindan de la responsabilidad con una leyenda en la botella que dice que el producto “no está destinado a diagnosticar, tratar, curar o prevenir ninguna enfermedad”.
“Quieren comunicar que el producto funciona, pero en la misma etiqueta, mucho menos visible, aparece el hecho de que no hay pruebas de que funcione”, comentó Josh Bloom, director de ciencia química y farmacéutica del Consejo Estadounidense de Ciencia y Salud. Aun así, la gente ve una palabra como “apoya” y puede suponer que el producto tratará sus síntomas.
Otras frases —como “clínicamente probado”, “sustentado por la investigación”, “recomendado por médicos” y “basado en evidencia”— aparecen en el pasillo de productos de belleza o cuidado personal y a menudo carecen del contexto necesario para ser verificadas, dijo Wong. Al ver estos términos, hay que preguntarse: ¿cuáles fueron los resultados de las pruebas? ¿Cuál fue la calidad de la investigación? ¿Quién la llevó a cabo? ¿El investigador o avalista fue una autoridad legítima en ese campo?
Estudios cuestionables
Algunas marcas de productos para el bienestar llenan sus sitios web de enlaces a estudios. Pero algunos son simples resúmenes de los datos emergentes sin ninguna mención del producto en cuestión. Muchas empresas incluyen investigaciones no relacionadas con la promesa del producto. Las pruebas citadas por una empresa “pueden tratarse de un estudio mal diseñado”, señaló Nick Tiller, investigador principal de fisiología del ejercicio en el Centro Médico Harbor-UCLA. “Podría ser una elección selectiva”, agregó.
“Lo que queremos ver son los resultados de verdaderos estudios rigurosos del producto que demuestran que funciona”, comentó Jarry. “Pero casi nunca es así”, concluyó.
Evaluación de las promesas
Si quieres darte una idea de la legitimidad de un producto, la FTC recomienda que hagas una búsqueda del nombre del producto en internet, más las palabras “reseña”, “queja” o “estafa”.
Los expertos aconsejan también revisar qué dicen sobre un producto, protocolo o ingrediente concreto las asociaciones profesionales y organizaciones de salud pública respetadas, como los Institutos Nacionales de Salud o los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Por ejemplo, si un suplemento a base de plantas afirma tratar la hipertensión, puedes buscar en los sitios de la Asociación Estadounidense del Corazón o del Colegio Estadounidense de Cardiología, ya que estas organizaciones suelen tener artículos, declaraciones de posicionamiento y metanálisis al respecto, recomendó Danielle Belardo, cardióloga que presenta el pódcast “Wellness: Fact vs. Fiction”.
Y ten en mente que ningún ingrediente por sí solo puede cambiar tu salud de un día para otro. Si hubiera un producto que realmente lo curara todo, todas las organizaciones médicas se apresurarían a respaldarlo, afirmó Klatt. “Cualquier cosa que parezca demasiado buena para ser verdad, probablemente sea demasiado bueno para ser verdad”, agregó.
Desde hace siglos, los comerciantes utilizan palabras de moda que suenan a ciencia para vender productos, lo cual Timothy Caulfield, catedrático de investigación en Derecho y Política Sanitaria de la Universidad de Alberta, en Canadá, denominó “cienciaexplotación”. (Tyler Comrie/The New York Times)
Desde hace siglos, los comerciantes utilizan palabras de moda que suenan a ciencia para vender productos, lo cual Timothy Caulfield, catedrático de investigación en Derecho y Política Sanitaria de la Universidad de Alberta, en Canadá, denominó “cienciaexplotación”. (Tyler Comrie/The New York Times)