En busca de la siguiente ola de trabajadores robóticos

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Digit atrajo a una multitud, incluso aquí, en un centro de convenciones lleno de aficionados a los robots.

Digit, un trabajador de almacén humanoide, caminaba erguido sobre patas como de cabra y tomaba cajas de una estantería con brazos musculosos de aluminio aeroespacial. Luego colocaba las cajas en una cadena de montaje y volvía a la estantería en busca de más. El público congregado en ProMat, la principal feria de la industria manufacturera y de las cadenas de suministro, levantó sus teléfonos y observaba, sin hacer mucho ruido, preguntándose si en algún momento el robot se tambalearía y caería. Pero eso no sucedió.

Digit, fabricado por Agility Robotics, con sede en Oregón, es el tipo de tecnología que ha preocupado a la gente durante generaciones: una máquina con la fuerza y la destreza necesarias para rivalizar con las nuestras y capaz de quitarnos el trabajo, o algo mucho peor. Entonces apareció ChatGPT, y de repente el miedo se centró en algo más inteligente, no más fuerte: robots malévolos en lugar de brutos metálicos.

El autómata sigue en desarrollo. Puede que aún no esté listo para hacerse con el control del almacén de Amazon, pero la tan esperada revolución robótica ha comenzado, acelerada en gran parte por la pandemia y el crecimiento arrollador del comercio electrónico. Máquinas como Digit están listas para hacerse cargo de una gran parte del trabajo físico, desde manejar montacargas hasta lavar la ropa.

Ron Kyslinger cree que esto es bueno. Kyslinger, ingeniero que ha dirigido la automatización de algunos de los más grandes minoristas del mundo, como Amazon y Walmart, es un apasionado del potencial de los robots para mejorar la calidad de vida de los trabajadores. En su opinión, los robots liberan a los humanos del aburrimiento, la repetición, el esfuerzo físico y los límites de productividad que pueden poner en peligro sus puestos de trabajo. También cree que los estadounidenses tienen prejuicios contra la automatización a causa de películas como “Terminator”, lo que les impide adaptarse a tecnologías tan beneficiosas como inevitables.

Kyslinger, de 56 años, actualmente es asesor de empresas que esperan aumentar la automatización, y sus servicios están muy solicitados. Conocido por su capacidad para ver el panorama general, no solo en un almacén lleno de máquinas zumbando, sino en todo el espectro global de la automatización, es contundente y metódico, y él mismo puede ser algo robótico en su trato personal. A menudo se le contrata para diagnosticar problemas y decir a un consejo de administración o a un director general cómo son las cosas realmente.

Y, en opinión de Kyslinger, las cosas son realmente así en este momento: el mundo está a punto de experimentar enormes cambios en lo que respecta a la presencia de robots en el trabajo.

“No creo que la gente en verdad entienda dónde estamos”, me dijo. “Apenas estamos arañando la superficie”.

El uso de robots por parte de grandes marcas, minoristas y empresas de transporte de mercancías se aceleró de manera significativa después de 2019. Según la Asociación para el Avance de la Automatización, los pedidos de robots en América del Norte se dispararon un 42 por ciento durante la pandemia luego de mantenerse iguales durante los cinco años anteriores.

Este cambio ha tenido lugar en gran parte fuera de la vista, dentro de un archipiélago de almacenes sin ventanas desde el sureste hasta el medio oeste, lo que ha ayudado a las empresas a evitar inflamar el tabú contra la sustitución de trabajadores humanos con máquinas. Algunas personas son reacias a tan solo hablar de automatización.

Hace tiempo que los estadounidenses sienten ambivalencia hacia la automatización. El país que inventó máquinas tan destructoras de empleo como el lavavajillas y la cosechadora también produjo artistas de la talla de Philip K. Dick y James Cameron, cuyas visiones distópicas contribuyeron a que los robots generen una ansiedad imperecedera.

En los últimos años, se han dedicado importantes recursos a volver rentables los robots, y eso está rindiendo frutos. Cada vez más empresas compiten por resolver los problemas que tradicionalmente ha planteado la automatización, y muchas lo están consiguiendo.

“Por fin se gana dinero”, afirmó Samuel Reeves, director general de FORT Robotics, una empresa emergente de Filadelfia dedicada a la seguridad de los robots. “Los robots autónomos móviles están haciendo trabajos de verdad. Y eso solo se ha logrado en los últimos dos o tres años”.

El interés se disparó durante la pandemia y ayudó a crear sistemas de automatización de costo relativamente bajo que las empresas pueden instalar muy rápidamente, aseguró Ash Sharma, director de Interact Analysis, que estudia las tendencias en automatización.

“Hemos visto miles de millones de dólares volando hacia este sector”, afirmó.

Sin embargo, el uso de robots en la mayoría de los países sigue siendo relativamente bajo, lo que sugiere que todavía queda pendiente el cálculo real de su impacto social.

Estados Unidos ocupó el noveno puesto en densidad de robots en 2021, frente al séptimo en 2020, según la Federación Internacional de Robótica. Por el contrario, en Asia Oriental, donde el envejecimiento de la población ha suscitado desde hace tiempo un temor a la escasez de trabajadores, los robots han sido acogidos con entusiasmo.

Sin embargo, Estados Unidos tiene sus propios problemas con el envejecimiento de los trabajadores, especialmente en industrias pesadas como la manufacturera, donde los “baby boomers” conforman una parte desproporcionada de la fuerza laboral.

“La pandemia dejó sin trabajo a entre un millón y medio y tres millones de personas”, explicó Joseph Campbell, director de mercadotecnia de Universal Robots. “Muchos de los “boomers” que pensaban trabajar después de los 65 años dijeron que con trabajar hasta los 62 era suficiente. Eso da miedo”.

Si la transición a una mano de obra robotizada está en marcha, es probable que su gestión recaiga en un pequeño grupo de veteranos del sector como Kyslinger. Hace casi veinte años, él fue uno de los pocos impulsores de la robótica que construyeron el paradigma, y verlo hoy a través de sus ojos es ver hacia dónde puede dirigirse.

Él tiene algunas inquietudes, pero sobre las personas, no sobre los robots.

‘Lo que es mejor para la humanidad’

En ProMat, que tuvo lugar durante cuatro días de marzo en el centro de convenciones McCormick Place de Chicago, Digit fue la estrella indiscutible. El escenario parecía, en gran medida, el de una película de ciencia ficción para niños, un bazar de robots donde las máquinas se movían despacio, decían “disculpe” y ejecutaban tareas limitadas como recoger objetos y dejarlos caer.

Sin embargo, algunos robots estaban sentados en jaulas de plexiglás. “No te conviene entrar ahí”, aclaró Kyslinger señalando uno. “Esa cosa te puede derribar”.

Los 51.000 asistentes a ProMat —una multitud de hombres blancos de mediana edad, bien peinados, con mochilas con monogramas y zapatos deportivos de lujo— iban de una demostración a otra como visitantes de un zoológico. Entre el público había compradores de grandes minoristas y empresas de bienes de consumo, así como inversionistas de capital de riesgo e ingenieros.

En donde exhibían un robot “recogedor”, le dije a una de las pocas mujeres que había en kilómetros a la redonda que estaba escribiendo un artículo sobre un tipo llamado Ron. “Ah, sí”, me dijo, con cara de cansancio. “Aquí hay muchos Rons”.

Kyslinger flotaba en este ambiente como una celebridad que entra en un restaurante, apenas capaz de moverse sin ser abordado. “Bienvenido al mundo de Ron”, me susurró un asistente por encima del zumbido de los micromotores. “Ron es el genio de la automatización”, dijo otro. Kyslinger se sonrojó ante tanta atención.

“No me gusta hablar de mí”, dijo un poco bruscamente. Había accedido a compartir su pasión y sus preocupaciones por la automatización en aras de “lo que es mejor para la humanidad”.

Kyslinger, que creció en el oeste de Pensilvania y fue lanzador de bolas curvas en la Universidad de Pittsburgh, se especializó en informática en la universidad. Las prácticas eran a las 5 de la mañana, así que se levantaba a las 3:30 y se iba al laboratorio de informática.

Tras graduarse en 1989, entró en la industria automotriz, donde, empezando como ingeniero de controles, pasó 23 años trabajando para Chrysler, Ford y Honda. Las empresas automovilísticas fueron de las primeras en adoptar la automatización, sustituyendo a los humanos por robots toscos y a menudo peligrosos en las cadenas de montaje.

En la década de 1980, los robots eran un ejemplo poco común de cómo la industria automovilística estadounidense utilizaba la tecnología para pensar en el futuro. Pero los expertos del sector creen que, en cierto modo, hicieron retroceder a la robótica.

“Todo lo que vendíamos era para eliminar mano de obra”, señaló Campbell, de Universal Robots. “Todo era para sustituir a un trabajador. Esa era la impresión, y en aquel momento era la verdad”.

Para Kyslinger, que hoy vive cerca de Myrtle Beach, Carolina del Sur, trabajar para una empresa automovilística japonesa fue una experiencia formativa. Admiraba lo que consideraba el enfoque disciplinado de la cultura japonesa ante problemas complejos y escribió una tesis de maestría sobre los diferentes entornos laborales en Honda y Ford.

En 2011, Kyslinger se trasladó a un sector que intentaba automatizar los espacios de trabajo industriales de forma aún más agresiva: la distribución de alimentos. En C&S Wholesale Grocers, el más grande distribuidor de abarrotes del país, diseñó un almacén en el que robots que se trasladaban a 50 km/h llenaban palés para los supermercados.

C&S es una empresa poco conocida que participa en el transporte de una parte desmesurada de los alimentos del país (a la empresa con sede en New Hampshire le gusta decir que “si tiene que estar en un anaquel de supermercado, quizás esté pasando ahora mismo por un almacén de C&S”). Bajo la dirección de Kyslinger, C&S fue pionera en el desarrollo de almacenes con tan pocos trabajadores humanos que se acercó al objetivo de la industria de “luces apagadas”, es decir, a la capacidad de operar en la oscuridad, sin ojos humanos.

Hoy Kyslinger dice que “las luces apagadas” están “cada vez más cerca”. Mientras recorríamos ProMat, identificó robots que casi han alcanzado a los humanos y en algunos casos los están superando.

‘Miedo a nuestra propia creación’

Uno de los muchos clientes consultores de Kyslinger que deambulaban por ProMat era Samuel Reeves, robotista de Filadelfia. Reeves, que ahora tiene 40 años, empezó a trabajar en una empresa a la que llamó Humanistic Robotics a mediados de la década de 2000, poco después de graduarse en la universidad. Se dedicaba a la retirada de minas terrestres, el tipo de tarea extrema que se asigna a los robots desde hace tiempo. Humanistic Robots utilizaba un vehículo de construcción para fabricar un robot dragaminas de 4536 kilos que podía moverse solo.

“Y enseguida nos aterrorizó”, afirmó Reeves. Entonces fundó FORT Robotics, “nacida del miedo a nuestra propia creación”. Expresó el mismo tipo de terror y arrepentimiento que han manifestado los creadores de inteligencia artificial.

FORT Robotics es una “plataforma controlada por robots”, dijo Reeves, y una de las pocas empresas centradas en evitar que los robots mutilen a los trabajadores, lo que Reeves calificó de “desastre a punto de ocurrir”.

“En la última generación de automatización, la gente solo intentaba sacar máquinas que funcionaran”, señaló Reeves. “Tiene que haber grandes innovaciones para mejorar la seguridad, de modo que las máquinas puedan funcionar de forma autónoma y más rápida alrededor de los humanos, y a un precio más bajo”. Añadió que “los escáneres de seguridad son increíblemente caros: cerca de 10.000 dólares cada uno”.

Los robots se presentan

En 2018, antes de que la pandemia desatara un torrente de presión sobre las empresas para automatizar sus procesos, el Instituto Tecnológico de Massachusetts encargó a un grupo de trabajo la iniciativa conocida como “El trabajo del futuro”.

El grupo de trabajo concluyó que “ninguna prueba convincente sugiere que los avances tecnológicos nos estén conduciendo hacia un futuro sin empleo”. Al contrario, preveía “más ofertas de trabajo que trabajadores para cubrirlas”. No obstante, argumentaba que “las implicaciones de la robótica y la automatización para los trabajadores no serán benignas”.

“La pandemia puso al descubierto las vulnerabilidades derivadas del debilitamiento de las capacidades manufactureras de Estados Unidos”, afirmó una de las copresidentas del grupo de trabajo, Elisabeth Reynolds, profesora del MIT que pasó a ocupar el cargo de asistente especial para la fabricación y el desarrollo económico en el Consejo Económico Nacional. “La automatización nos va a ayudar a hacer la transición a un centro de fabricación avanzada, al tiempo que nos ayudará con la escasez de trabajadores a largo plazo”.

En ProMat, Kyslinger y yo finalmente llegamos hasta Digit, el trabajador humanoide de almacén. Vimos a Digit agacharse para recoger un contenedor cerca del suelo.

“No queremos que la gente se agache para levantar algo de ahí abajo”, comentó Kyslinger. “Ahí es donde se producen las lesiones en la espalda, en el cuello”.

Pero la máquina se movía despacio, más despacio que la mayoría de los humanos. Kyslinger estudió sus movimientos, al parecer sin impresionarse. “En eso intervienen muchos algoritmos”, explicó. “Los humanos hacemos esas cosas sin pensar”.

No obstante, para ser una mejora respecto a los humanos, las máquinas no necesitan ser más rápidas, añadió.

“Los robots se presentan todos los días”, concluyó.

El consultor industrial Ron Kyslinger en el Automate Show de Detroit el 24 de mayo de 2023. Un asistente a un evento anterior en Chicago lo llamó “el genio de la automatización”. (Nic Antaya/The New York Times)

Un modelo de un sistema robótico de Epson se muestra en el Automate Show de Detroit el 24 de mayo de 2023. (Nic Antaya/The New York Times)

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