Fue la calva la que se convirtió en el avatar de un millón de rebeliones soñadoras; la coronilla rapada que tendió un puente entre lo airado y lo sublime. Es casi imposible pensar en Sinead O’Connor, la cantante irlandesa de cuya muerte se informó el miércoles, o en su obra, sin pensar en su cabello. O en la falta de él.
Sin pensar en la llamativa curva de su cráneo rapado en la portada de su álbum debut de 1987, “The Lion and the Cobra”, con la cara abajo captada en medio de un grito; en la desnudez que parecía transmitir en el video de 1990 de “Nothing Compares 2 U”, mientras sus ojos azules rebosaban lágrimas; en la pureza de la línea de la portada de su libro de memorias de 2021, “Remembranzas”. Que contiene un capítulo entero titulado “Afeitarme la cabeza”.
Era sin duda su firma, en un artículo publicado en 2014 en Billboard, O’Connor, que tenía 56 años cuando murió, se identificaba como “la mujer calva de Irlanda”, junto con sus botas Dr. Martens y sus pantalones de mezclilla rotos, y la siguió durante toda su vida, tanto como cuando rompió la foto del papa en “Saturday Night Live” en 1992. Incluso en los pocos periodos en los que se dejó crecer el pelo, a menudo se referían a ella como la Sinead O’Connor “antes calva”. Y como tal, fue parte integral de la renegociación de los viejos estereotipos de género, sexualidad, rebelión y liberación que aún perduran.
“No me siento yo cuando tengo cabello”, declaró a The New York Times en 2021.
Ahora que la calvicie femenina se ha vuelto más común, se ha convertido en una insignia de identidad para mujeres como la representante Ayanna Pressley, demócrata de Massachusetts, que hizo pública su alopecia en 2020, y X González, la estudiante de Marjory Stoneman Douglas High School (entonces conocida como Emma) que se convirtió en una activista por el control de armas, por no mencionar a las Dora Milaje de “Pantera Negra”, puede ser difícil recordar lo raro que fue cuando surgió O’Connor.
Sin embargo, ese aparente repudio de su propia belleza de porcelana en la estela de un aluvión de reinas adolescentes del pop, en una época en la que blindarse con un casco de cabello grande era algo importante y afeitarse la cabeza seguía considerándose en gran medida un castigo, fue una declaración de singularidad tan grande como su sonido.
Quizá fuera también la primera señal de las polémicas políticas que se avecinaban, como negarse a tocar el himno nacional antes de sus conciertos y grabar el logotipo de Public Enemy en un lado de su cabeza en los Grammy de 1989, cuando los organizadores del certamen se negaron a televisar el primer premio a la mejor interpretación de rap de la historia.
Ella ofreció varias explicaciones de la decisión. En cualquier caso, todas las historias se reducen a lo mismo: su rechazo a las definiciones tradicionales de “guapa” establecidas por la mirada masculina desde Rapunzel y Lady Godiva.
Al raparse la cabeza “estaba literalmente destrozando una narrativa falsa”, comentó Allyson McCabe, autora del libro “Why Sinead O’Connor Matters”.
En 1991, O’Connor declaró a Spin: “Para mí, raparme la cabeza nunca fue algo consciente. Nunca hice una declaración. Simplemente estaba aburrida un día y quise raparme la cabeza, y literalmente eso fue todo”. Sin embargo, también dijo: “Las mujeres que son admiradas son las que tienen el pelo rubio y los labios grandes y llevan labial rojo y faldas cortas, porque esa es una imagen aceptable de una mujer”. Y: “Como no tengo pelo, la gente piensa que estoy enfadada”.
En una entrevista televisiva de 2017, le dijo a Dr. Phil que era porque durante su infancia abusiva, su madre la había comparado con su hermana, que tenía el pelo largo y pelirrojo, a diferencia de Sinead. “Cuando tenía el pelo largo, ella nos presentaba como su hija bonita y su hija fea”, dijo O’Connor en la entrevista. “Y por eso me corté el pelo. No quería ser guapa”.
En la entrevista también dijo: “También es peligroso ser guapa, porque me violaban y abusaban de mí en todos los lugares adonde fui”, y “No quería vestirme como una chica. No quería ser guapa”.
En sus memorias, escribió que estaba trabajando en su primer álbum en Londres y que un ejecutivo musical le había dicho que debía dejarse crecer el pelo (rapado, pero no rapado) y empezar a vestirse más como una chica. Al día siguiente fue a una peluquería y se lo afeitaron por completo.
Durante el periodo posterior a la aparición en “SNL”, cuando fue rechazada por la industria musical y reveló que había sido diagnosticada como bipolar, la calva de O’Connor se tomó como un signo de inestabilidad (como ocurrió más tarde con Britney Spears). El hecho de que siguiera afeitándose el cráneo durante el resto de su vida sugería que era, más bien, un signo de autoestima.
La primera vez que se miró al espejo después de aquella visita a la barbería, escribió en el libro: “Parecía un extraterrestre”. Sin embargo, otra manera de decirlo es que parecía la mujer en la que se convirtió. Y al convertirse en esa mujer —al concederse ese permiso— ayudó a extendérnoslo a todas.
Sinead O’Connor en su casa de Wicklow, Irlanda, el 10 de mayo de 2021. (Ellius Grace/The New York Times).