TAVRIYSKE, Ucrania — El objetivo de uno de los soldados que participan en la contraofensiva ucraniana contra Rusia no es complicado: es una casa cerca de la playa, desbordada de flores y una sala de juegos llena de juguetes.
Tal vez los estrategas militares ucranianos tengan el propósito de abrir una brecha entre las fuerzas rusas y cortar las líneas de suministro, pero el soldado Yevheniy tan solo quiere ver de nuevo su hogar, en la ciudad porteña de Berdiansk, en el mar de Azov.
“Lo que más extraño es el mar”, admitió mientras su unidad se mantenía firme en el frente de batalla del pueblo de Tavriyske.
Como regla, los soldados van adonde los envían, pero el Ejército ucraniano hace una excepción: quienes fueron expulsados de sus ciudades natales después de la invasión rusa del año pasado pueden solicitar participar en la lucha para liberarlas.
Por lo tanto, entre los soldados desperdigados en las tropas que luchan en la contraofensiva que comenzó en junio en el sur de Ucrania, hay algunos que tienen una motivación especial. Provienen de pueblos y ciudades de la región, la conocen muy bien y a veces tienen familiares y amigos del otro lado del frente.
"Es mucho mejor que la brigada tenga gente que conozca la zona, así los comandantes te permiten luchar en dirección a tu casa”, opinó un teniente coronel llamado Dmytro, quien como otros militares tan solo dio su nombre de pila.
Dmytro es subcomandante de la Trigésima Sexta Brigada de Marina y su familia sigue en una ciudad ocupada de la región de Jersón. Él también pidió ser designado ahí.
“Quiero ver a mis padres, mientras más rápido mejor”, comentó.
En entrevistas, más o menos una decena de soldados cuyas casas están enfrente de las trincheras en las que ahora combaten mencionaron que querían volver a las ciudades de las que huyeron, esta vez de uniforme y con armas en las manos.
Sin embargo, primero deben atravesar las líneas de defensa rusa, que fueron fortificadas con profundidad.
“Si voy a tardar cinco años en ver mi casa, está bien, no tengo prisa”, opinó Yevheniy. Estaba a unos 160 kilómetros de ella.
Él y su familia estaban en Kiev cuando los rusos invadieron. Habían dividido su tiempo entre la capital y Berdiansk, pero planeaban mudarse ahí de manera permanente.
Ahora se dirige a ese lugar como soldado, con la ayuda de su gran conocimiento del terreno.
“Aquí puedo sentir la energía de la tierra y conozco todos los arbustos de este frente”, comentó Yevheniy. “Puedo tomar decisiones más rápido porque conozco todos los ríos. Cuáles se secan en verano y cuáles no”.
Los soldados de las ciudades ocupadas comprenden que el costo de la liberación puede ser muy alto. Yevheniy, quien ayuda a guiar los ataques de artillería, mencionó que haría lo que fuera para recuperar su ciudad.
“Bombardearía mi casa, si fuese necesario”, afirmó.
Bromeó diciendo que, de todos modos, no le había gustado la pintura rosa y naranja que su esposa eligió para las habitaciones. Ahora podría tener una oportunidad de reconsiderar esas opciones de decoración.
En algunas zonas del este de Ucrania, las hostilidades con Moscú comenzaron años antes de la invasión a gran escala de febrero de 2022 y los ucranianos que participaron en esos primeros combates señalaron que quedarse no era una opción.
“En el mejor de los casos, estaría encerrado en un sótano”, comentó Vladyslav, un agricultor de 28 años que abandonó su pueblo en la región de Zaporiyia en los primeros días de la invasión. “En el peor de los casos, estaría hecho pedazos”.
Después de volver a alistarse, Vladyslav, un sargento, pidió luchar para recuperar su pueblo, ubicado a unos 48 kilómetros enfrente de su posición en la trinchera de la primera línea.
“Extraño mis paredes, todo por lo que he trabajado”, mencionó. “Extraño la comida de mi madre. Ella hace bolas de masa rellenas con papas y col. Y quiero volver a casa así”. De uniforme, quiso decir.
Algunos soldados hablaron de venganza contra los ucranianos de las zonas ocupadas que se pusieron del lado ruso en esta guerra. “Primero, iré a darles una paliza a los amigos que traicionaron a mi país”, aseguró Yevheniy.
Otro soldado, Oleksandr, de 23 años, es de Bajmut, la ciudad oriental destruida tras una batalla de casi un año. Oleksandr señaló que para todos los que luchan es importante aferrarse a la imagen de cómo eran sus hogares.
“Tan solo recuerda lo bien que te sentías en tu ciudad”, comentó. “Recuerda ese sentimiento que te quitaron”.
En la costa del mar de Azov, la ciudad de Mariúpol también apenas se puede reconocer ahora, después de los intensos bombardeos rusos sobre las zonas civiles.
Leonid, un cirujano de 43 años, afirmó que todos los días ayudaba a los heridos en su hospital, hasta que las fuerzas rusas lo bombardearon. Contó que cuando salió caminando a través del cerco ruso todavía estaba usando su bata blanca de médico, que estaba salpicada de sangre.
Una vez fuera del territorio ocupado, se unió a la Trigésima Sexta Brigada de Marina como médico militar y pidió que lo enviaran al frente, cerca de su ciudad natal.
“Siempre imagino que entraré a Mariúpol con mi uniforme y un arma”, comentó. “Mis familiares verán que todo este tiempo estuve luchando por ellos”.
El soldado raso Yevheniy en la puerta de una base ucraniana en la región de Zaporiyia, el 8 de julio de 2023. (David Guttenfelder/The New York Times).
Soldados de la Defensa Territorial Ucraniana descansan sobre cajas vacías en la región de Donetsk en Ucrania, el 14 de junio de 2023. (David Guttenfelder/The New York Times)