LOS ÁNGELES — El clásico de Hollywood de 1954 “Nido de ratas” termina con estibadores sindicalizados en un muelle. Están hartos y de brazos cruzados, mirando a un Marlon Brando ensangrentado. De repente, llega un hombre autoritario con un traje elegante y un sombrero elegante. “Tenemos que poner en marcha este barco”, grita de mala manera. “Nos está costando dinero”.
La semana pasada, cuando los actores de cine y televisión se declararon en huelga por primera vez en 43 años, uniéndose a los guionistas que ya estaban manifestándose, Hollywood empezó a buscar a su alrededor su versión de esa figura: alguien, cualquiera, que encontrara una solución al conflicto y pusiera de nuevo en marcha las fábricas cinematográficas de Estados Unidos.
Pero cuanto más buscaba la industria del entretenimiento, más claro quedaba que esa persona ya no existía.
“En otros tiempos, era Lew Wasserman quien entraba en las conversaciones y las hacía avanzar”, comentó Jason E. Squire, profesor emérito de la Escuela de Artes Cinematográficas de la Universidad del Sur de California, refiriéndose al superagente convertido en magnate de los estudios. “Hoy es diferente. Los estudios tradicionales y las empresas tecnológicas que se han instalado en Hollywood tienen culturas y modelos de negocio diferentes. No hay una persona de edad avanzada que represente al estudio, respetada por ambas partes, que ayude a negociar un acuerdo”.
Por el momento, no hay conversaciones programadas entre los líderes sindicales y las empresas implicadas y cada parte insiste en que la otra debe dar el primer paso.
Dos mediadores federales han estado estudiando los problemas que llevaron a la ruptura de las negociaciones. Bryan Lourd, el peso pesado de la Creative Artists Agency, pidió al gobierno de Biden y al gobernador de California, Gavin Newsom, que se implicaran, según tres personas informadas del asunto, quienes hablaron bajo condición de mantener su anonimato debido a la delicada situación laboral. Un portavoz de Lourd rechazó hacer comentarios.
Las emociones deben calmarse antes de que se reanuden las conversaciones, señaló un abogado del mundo del espectáculo que ha estado trabajando en segundo plano para reunir a las partes de nuevo. ¿Cuándo ocurrirá eso? Dijo que podría ser la semana que viene o a mediados de agosto.
Desde 1960, la última vez que actores y guionistas se declararon en huelga, y hasta la década de 1990, la persona que podía desbloquear la situación era el temido Wasserman. Contaba con el respeto de trabajadores y directivos y era capaz de superar las distintas personalidades de cada bando.
Era una época en la que el negocio del entretenimiento, en su mayor parte, era mucho menos complicado. Los estudios no estaban enterrados en conglomerados ni dependían de lucrativas divisiones de juguetes, por no hablar de que tenían que crecer trimestralmente.
Bob Daly, que dirigió Warner Bros. en las décadas de 1980 y 1990, tomó el relevo de Wasserman, fallecido en 2002. Daly, que pasó a dirigir a los Dodgers de Los Ángeles, aseguró por teléfono que ya no estaba involucrado en la lucha laboral de Hollywood. Pero tenía algunos consejos.
“Una cosa que me ha preocupado es que se ha convertido en algo personal, lo que creo que es un error”, comentó Daly. “La única forma de resolverlo es que ambas partes se reúnan en una sala y hablen, hablen y hablen hasta que lleguen a un acuerdo. Ninguna de las partes va a conseguir todo lo que quiere. Puedes gritar y chillar dentro de esa habitación —yo mismo lo hice muchas veces—, pero no salgas hasta que llegues a un acuerdo”.
La última huelga de Hollywood tuvo lugar en 2007 y 2008. El Sindicato de Guionistas de Estados Unidos se declaró en huelga por diversas cuestiones, siendo la compensación por los programas distribuidos por internet uno de los principales puntos de fricción. Se resolvió al cabo de cien días (la actual huelga de guionistas cumplió 81 días el jueves), cuando Peter Chernin, entonces presidente de News Corp, y Robert Iger, el relativamente nuevo consejero delegado de Disney en aquel momento, intervinieron para resolver el punto muerto. Barry M. Meyer, que era presidente de Warner Bros., y Jeffrey Katzenberg, entonces director ejecutivo de DreamWorks Animation, también desempeñaron un papel en el asunto.
Todos esos hombres, con la posible excepción de Chernin, están ahora ocupados en otros asuntos o son vistos como villanos por los actores.
Iger, que volvió a dirigir Disney en noviembre tras un breve retiro, se convirtió en piñata de los manifestantes la semana pasada tras declarar a la CNBC que, aunque respetaba “su derecho y su deseo de conseguir todo lo que puedan”, los líderes sindicales no estaban siendo “realistas”. El telón de fondo de su entrevista, una reunión de ejecutivos de élite de los medios de comunicación y la tecnología en Sun Valley, Idaho, echó gasolina al momento.
Katzenberg abandonó en gran medida el negocio del entretenimiento en 2020 tras el colapso de Quibi, su empresa emergente de transmisión en continuo. En abril, Katzenberg fue nombrado copresidente de la campaña de reelección del presidente Joe Biden.
Meyer se retiró de Hollywood en 2013 tras unos célebres 42 años y pasó a formar parte del consejo del Banco de la Reserva Federal de San Francisco. “No he tenido nada que ver con las negociaciones de este año”, declaró en un correo electrónico. “Dicho esto, no me impide sentirme triste por cómo están las cosas ahora mismo”.
Queda Chernin. Abandonó las filas corporativas de Hollywood en 2009 y fundó una empresa independiente que incluye una rama de producción de cine y televisión —tiene un acuerdo con Netflix— y una cartera de inversiones en expansión centrada en nuevas empresas de tecnología y medios de comunicación. En los últimos días, Chernin dijo a un alto cargo que no se le había pedido ayuda en las huelgas, pero que le costaría decir que no si se lo pedían.
Un portavoz de Chernin rechazó hacer comentarios.
Los estudios que ahora deben encontrar la manera de apaciguar a actores y guionistas son muy diferentes en tamaño y tienen prioridades divergentes. Todos dicen que quieren resolver las huelgas. Pero algunos están más dispuestos que otros a llegar a un acuerdo y reanudar de inmediato las conversaciones. Entre los más dispuestos se encuentra Warner Bros. Discovery, mientras que Disney, propietaria de Disney+ y Hulu, ha adoptado una postura más dura, según dos personas implicadas en las negociaciones. Warner Bros. Discovery y Disney rechazaron hacer comentarios.
Con dos sindicatos en huelga, podrían pasar meses antes de que se negocien y ratifiquen nuevos contratos. La Alianza de Productores de Cine y Televisión, que negocia en nombre de los grandes estudios, ha decidido centrarse primero en resolver las diferencias con SAG-AFTRA, como se conoce al sindicato de actores, según las dos personas implicadas en las negociaciones.
Es posible que las cámaras no empiecen a rodar de nuevo hasta enero, dado el tiempo que se tarda en volver a reunir a los elencos y equipos, con las fiestas de fin de año como complicación, según dijeron esta semana ejecutivos de Warner Bros. Discovery y otras empresas a sus empleados.
SAG-AFTRA y el Sindicato de Guionistas de Estados Unidos están en huelga en gran parte porque, dicen, las empresas de entretenimiento —lideradas por Netflix— han adoptado fórmulas de compensación injustas para la transmisión en continuo. Este fue el principal punto de fricción en la mesa de negociación, mucho más que las demandas sindicales de salvaguardias en torno a la inteligencia artificial, según tres personas informadas sobre el asunto. (Las empresas defendieron sus propuestas de mejora del contrato como “históricas”).
En virtud de los contratos que ya han expirado, los servicios de transmisión en continuo pagan a los actores y guionistas una remuneración residual (una forma de regalías) basada en el número total de abonados en Estados Unidos y Canadá. El sindicato de actores, en particular, ha dejado claro que un nuevo contrato debe volver a una versión de la vieja usanza: que los servicios de transmisión en continuo utilicen fórmulas de pago basadas en la popularidad de los programas y las películas, como han hecho durante décadas las cadenas de televisión tradicionales, con Nielsen como medición independiente.
Las empresas de transmisión en continuo se niegan a divulgar datos granulares de audiencia; el secretismo forma parte de la cultura de las grandes tecnológicas. Las empresas de medición independientes, entre ellas Nielsen, han intentado llenar ese vacío, pero solo han proporcionado información vaga: lo que genera muchas visitas, lo que no. Nadie, excepto las empresas, sabe si un programa de transmisión en continuo como “Stranger Things” lo ven cien millones de personas en todo el mundo o 50 millones.
Lew Wasserman, que fue presidente de la compañía de medios MCA y Universal Studios, en Nueva York, el 26 de noviembre de 1990. (Chester Higgins Jr./The New York Times)
El productor de cine y televisión Peter Chernin en Nueva York, el 1.° de agosto de 2018. (Annie Tritt/The New York Times)