ÁMSTERDAM — Desde hace años, Ámsterdam ha perseguido un objetivo: desalentar a los turistas alborotadores y peleoneros de adueñarse del Barrio Rojo.
La ciudad neerlandesa anunció medidas nuevas esta primavera para combatir el ruido y el abuso de sustancias, de lo que se han quejado los residentes del distrito desde hace tiempo. Sin embargo, los trabajadores sexuales, los bármanes y los empresarios afirman que las nuevas reglas no han logrado que la zona sea más segura ni menos ruidosa.
Ahora, la ciudad está implementando una medida más drástica: instalar una zona de prostitución legal en otro barrio para distribuir la demanda (una idea que ha detonado reacciones mixtas de la industria).
Las nuevas normas instauradas la primavera pasada fijan que los horarios de cierre de los bares sean más temprano (dos de la madrugada y acceso denegado a partir de la una), que los trabajadores sexuales deben dejar de trabajar después de las 3:00 a. m. en lugar de las 6:00 y que está prohibido fumar marihuana en la calle. Sin embargo, muchos trabajadores sexuales aseguran que las regulaciones socavan su seguridad, ya que tienen menos tiempo para ganar suficiente dinero para cubrir el costo de sus cuartos, lo que los presiona a aceptar a clientes que de otra manera rechazarían.
Phoebe, de 29 años, coordinadora en el Centro de Información de Prostitución en el Barrio Rojo que solicitó ser identificada solo por su nombre de pila porque también es trabajadora sexual, comentó: “El problema no es entre las tres y las seis de la madrugada”.
“Es pedirles a los trabajadores sexuales que comprometan su seguridad y su bienestar”, agregó.
Los propietarios de los bares tampoco están contentos, pues aseveran que cerrar más temprano significa que están perdiendo miles de euros en ganancias mensuales y que esto no ha acabado con los clientes revoltosos.
Bartho Makkinga, quien trabaja en un bar en el barrio, opinó: “No hay menos problemas. Para los verdaderos buscapleitos, esto no marca una diferencia”.
Además de ser conocido por la prostitución en vitrinas y las tiendas sexuales, el Barrio Rojo es uno de los vecindarios más antiguos de Ámsterdam y está repleto de canales tradicionales de la ciudad, calles adoquinadas y hogares estrechos. Para mantener bajo control a los turistas, la ciudad ha delimitado un sistema de un sentido para los peatones al cerrar los puentes que cruzan los canales y añadir la presencia de los llamados “anfitriones” en chalecos rojos que responden preguntas e informan a la gente sobre las reglas.
En una tarde reciente, Thomas de Rijk, uno de los anfitriones, indicó que “siempre está muy ajetreado y siempre hay caos”.
Los esfuerzos para disminuir las molestias y la actividad criminal en el área no son nuevos. En 2019, la ciudad prohibió los recorridos en el barrio. Además, en marzo, Ámsterdam, la capital de los Países Bajos, comenzó una campaña dirigida a hombres británicos de entre 18 y 35 años de edad en la que les dice que “no vayan”. La venta de bebidas alcohólicas también está prohibida en las tiendas de jueves a domingo a partir de las 4:00 p. m.
Femke Halsema, la alcaldesa de Ámsterdam, manifestó: “El Barrio Rojo se ha convertido en un símbolo tan grande que casi se te olvida que es un área residencial”. El vecindario siempre ha sido un centro para el comercio, el arte y los pequeños negocios. Halsema declaró que se supone que las nuevas reglas y una zona de prostitución legal en otro lugar de la ciudad van a restaurar esas funciones originales.
Tim Verlaan, un historiador urbano de la Universidad de Ámsterdam, mencionó que, durante décadas, la ciudad ha tratado de hacer que el vecindario sea más habitable para los lugareños, lo cual incluyó el combate contra una epidemia de heroína en la década de los setenta y, ahora, el turismo excesivo.
Los vuelos baratos y la expansión del aeropuerto de Ámsterdam han contribuido a incrementar el número de visitantes y los grupos grandes de jóvenes que vienen para despedidas de soltero o fines de semana de juerga y bebida. Verlaan indicó: “Es muy sencillo llegar aquí desde cualquier parte del mundo”.
El año pasado, Ámsterdam recibió alrededor de veinte millones de visitantes, según cifras proporcionadas por la ciudad. Halsema afirmó que tiene cerca de 900.000 residentes y alcanzará los treinta millones de turistas anuales para 2030.
Es por ello que la funcionaria ha buscado establecer un centro erótico para la prostitución legal en otra parte de Ámsterdam que ayude a aliviar al vecindario de las multitudes.
Aunque muchos trabajadores sexuales han expresado que no quieren dejar el área, Halsema asegura que un nuevo centro sería más seguro, ofrecería mayor protección, alentaría a más personas a trabajar de manera legal y les permitiría rentar cuartos por hora, algo que no es posible en la actualidad.
Halsema precisó: “Un centro erótico no quiere decir que no habrá prostitución en el Barrio Rojo. No significa que el Barrio Rojo tiene que perder su encanto como la atracción más importante para los turistas”.
La prostitución es legal en los Países Bajos, pero no está permitida en cualquier lugar o sin un permiso. Por ejemplo, es ilegal practicar el trabajo sexual en casa, en la habitación de un hotel o en la calle. No queda claro cuántos trabajadores sexuales están activos en Ámsterdam y los expertos desconfían de las estimaciones. El Barrio Rojo tiene alrededor de 250 vitrinas activas.
El gobierno local está planeando decidir la ubicación final a principios del año próximo. Sin embargo, el centro erótico, el cual no sería financiado por la ciudad, todavía está lejos de volverse una realidad. Algunas personas se oponen de manera férrea y la ciudad no puede obligar a los trabajadores sexuales a mudarse a un centro erótico.
Phoebe piensa que mudar a los trabajadores sexuales a un vecindario diferente solo significaría “ojos que no ven, corazón que no siente para muchas personas”.
Otros consideran la idea como una manera de apoyar a los miembros de la industria.
Lyle Muns, quien hace trabajo sexual y activismo, opinó: “El número total de lugares legales para trabajar debe incrementar, no disminuir”.
Femke Halsema, la alcaldesa de Ámsterdam, el 2 de julio de 2021. (Ilvy Njiokiktjien/The New York Times)
El Barrio Rojo en Ámsterdam, el 2 de julio de 2021. (Ilvy Njiokiktjien/The New York Times)