Una botella de jarabe hecho con bayas siberianas, legiones de calcetines sucios y una bolsita de té del Ejército con el sello “¡Por la victoria!”.
Para los soldados ucranianos, una de las ventajas de lograr al menos avances graduales en la contraofensiva que ya lleva un mes en el sur de Ucrania es apropiarse de las fortificaciones improvisadas por los rusos en retirada, quienes durante meses de preparativos cavaron trincheras profundas y bien protegidas.
Para los ucranianos, inquietantemente, también significa vivir y combatir en posiciones que los rusos ocuparon durante mucho tiempo y donde hay una gran cantidad de escombros militares y artículos personales de soldados rusos esparcidos por todas partes.
“No es muy agradable”, dijo Maksim, un soldado de la Brigada de Infantería de Marina 36 de Ucrania, quien ha coleccionado una serie de curiosidades, incluido lo que cree era un talismán: varias balas cubiertas de brillantina y unidas a un llavero.
“Es nuestra tierra, pero no es muy cómodo estar aquí”, aseguró el soldado raso, quien, al igual que los demás soldados, solo proporcionó su nombre de pila y rango por razones de seguridad. “No se siente como si fuera nuestra casa”.
A principios de junio, las tropas ucranianas, entre ellas miles de soldados entrenados y equipados por Estados Unidos y otros aliados occidentales, comenzaron una contraofensiva diseñada para abrir una brecha en el sur de Ucrania ocupada por Rusia. A la espera había miles de soldados rusos estacionados en kilómetros de trincheras y otras fortificaciones en medio de trampas para tanques y miles y miles de minas.
Las fuerzas ucranianas están atacando en al menos tres lugares del frente defensivo ruso. En su punto de avance más lejano, han presionado hacia el sur para formar una protuberancia de unos 8 kilómetros en las líneas defensivas.
Los comandantes ucranianos quieren llegar al mar de Azov, a unos 88 kilómetros de distancia a través de llanuras abiertas que ofrecen poca protección. De lograrlo, dividirán el sur ocupado por Rusia en dos zonas, con lo cual bloquearían el puente terrestre entre Rusia y la península de Crimea ocupada y afectarían notablemente la capacidad de Rusia para reabastecer a sus fuerzas ubicadas más al oeste.
A medida que han avanzado, los ucranianos han tomado el control de las líneas de trincheras rusas, los búnkeres y las posiciones de tiro en edificios abandonados. Pero bajo el bombardeo continuo de la artillería, han tenido poco tiempo para limpiar los residuos y la ropa, chalecos antibalas, ponchos, ropa de cama y raciones militares que dejaron sus enemigos.
Por ejemplo, tomemos el pueblo de Novodarivka, en las llanuras de la región de Zaporizhzhia en la Ucrania austral, al sur de la ciudad de Oríjiv. Un mes después de que los soldados de la Brigada de Defensa Territorial 110 de Ucrania y otras unidades recuperaran el control del pueblo, este sigue repleto de detritos de las fuerzas de ocupación.
Una tarea lúgubre ha sido recuperar los restos de los soldados ucranianos que murieron defendiendo la aldea en los primeros meses de la guerra, cuando las fuerzas rusas avanzaban rápidamente.
Siete cuerpos yacían en los alrededores desde abril de 2022, contó uno de los soldados, Volodímir.
En varias ocasiones, los ucranianos habían volado drones sobre el pueblo mientras estaba ocupado, para asegurarse de que los rusos no hubieran movido los cuerpos. El miércoles, finalmente tuvieron la oportunidad de recuperarlos. “Eran solo esqueletos” que tendrán que ser identificados por su ADN, dijo Volodímir.
Agregó que, en cuanto a los muertos rusos, los ucranianos recuperaron los que pudieron ser retirados sin riesgo y están cubriendo otros con montones de tierra, para tratar de controlar el mal olor. Sin embargo, un hedor terrible flotaba en las trincheras y enjambres de moscas zumbaban por todas partes.
A diferencia de las nuevas unidades entrenadas, equipadas y desplegadas específicamente para la contraofensiva, la Brigada de Defensa Territorial 110 ha estado luchando en el sur de Ucrania durante más de un año.
Un soldado de la 110, quien se identificó como el sargento Igor, dijo que su unidad había avanzado a rastras hacia la relativa seguridad de las líneas de árboles entre los campos para atacar las trincheras rusas, moviéndose en pequeñas ráfagas de unas pocas decenas o cientos de metros a la vez. Este tipo de avances lentos eran preferibles a los ataques directos, afirmó.
“Debemos avanzar poco a poco, con la infantería, y quebrarlos de esta manera”, aseguró Igor. “Nos arrastramos hacia adelante, los combatimos y luego volvemos a cavar”.
Debe pasar tiempo, dijo, para que los soldados ucranianos de la avanzada que están entrenados por los aliados occidentales de Kiev se vuelvan hábiles para combatir en las tierras de cultivo abiertas.
Los reclutas nuevos se desmoralizan cuando sus compañeros resultan heridos o mueren, dijo Igor. “Su moral se ve afectada rápidamente”, afirmó.
“Los soldados aprenderán”, agregó. “Es complicado. Y sí, va despacio. Pero lo más importante es que está en proceso”.
© The New York Times 2023
Seguir leyendo: