Estados Unidos paga miles de millones a la agencia nuclear de Rusia por este motivo.

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Especial para Infobae de The New York Times.

PIKETON, Ohio — En unas instalaciones cavernosas del tamaño del Pentágono enclavadas en un valle de los Apalaches, miles y miles de agujeros huecos se alinean en el piso de concreto desnudo.

Tan solo 16 de ellos contienen las alargadas centrifugadoras de 9 metros de altura que se encargan de enriquecer el uranio para convertirlo en el ingrediente clave que pone en marcha las plantas de energía nuclear. Por ahora, se encuentran inactivas.

Pero si en cada agujero hubiera una centrifugadora en operación, las instalaciones podrían sacar a Estados Unidos de un predicamento que afecta la guerra en Ucrania y la transición del país para dejar de quemar combustibles fósiles. En la actualidad, las empresas estadounidenses le pagan alrededor de 1000 millones de dólares al año a la agencia nuclear rusa operada por el Estado para comprar el combustible que genera más de la mitad de la energía libre de emisiones de Estados Unidos.

Es uno de los flujos de dinero restantes más significativos de Estados Unidos a Rusia, y continúa a pesar de los tremendos esfuerzos de los aliados de Estados Unidos para romper relaciones económicas con Moscú. Los pagos por el uranio enriquecido se hacen a subsidiarias de Rosatom, que a su vez tiene ligas estrechas con el aparato militar de Rusia.

Se espera que la dependencia de Estados Unidos de la energía nuclear aumente si el país pretende depender menos de los combustibles fósiles. El problema es que ninguna empresa estadounidense se dedica al enriquecimiento del uranio. En cierta época, Estados Unidos llegó a dominar el mercado, hasta que un remolino de factores históricos, entre ellos un convenio de compraventa de uranio enriquecido entre Rusia y Estados Unidos diseñado para promover el programa nuclear pacífico de Rusia tras la caída de la Unión Soviética, le permitieron a Rusia apoderarse de la mitad del mercado global. Estados Unidos dejó de enriquecer uranio por completo.

En general, Estados Unidos y Europa han dejado de comprarle combustibles fósiles a Rusia como sanción por la invasión de Ucrania. Por desgracia, construir una nueva cadena de suministro de uranio enriquecido llevará varios años y mucho más financiamiento del gobierno del que se le ha asignado hasta ahora.

El hecho de que el inmenso espacio en Piketon, Ohio, siga casi vacío más de un año después del arranque de la guerra de Rusia en Ucrania demuestra la dificultad del asunto.

Alrededor de un tercio del uranio enriquecido que se utiliza en Estados Unidos se importa en este momento de Rusia, el productor más barato del mundo. En su mayoría, el resto se importa de Europa. Otra porción adicional, más pequeña, es producida por un consorcio británico-neerlandés-alemán que opera en Estados Unidos. Casi una docena de países de todo el mundo dependen de Rusia para obtener más de la mitad de su uranio enriquecido.

La empresa que opera la planta de Ohio explicó que podría tardar más de una década en producir cantidades similares a las de Rosatom. La agencia nuclear rusa, que produce combustible con menor enriquecimiento y de grado de armamento para usos civiles y militares en Rusia, también es responsable en Ucrania de controlar la planta de energía nuclear en Zaporiyia, la mayor de Europa, por lo que se teme que una batalla en este tema pueda causar fugas de material radioactivo o incluso un colapso más extendido.

“No podemos dejar que nos tengan cautivos naciones que no comparten nuestros valores, pero eso es lo que ha ocurrido”, afirmó el senador Joe Manchin, demócrata de Virginia Occidental, quien encabeza el comité de energía del Senado. Manchin es el promotor de un proyecto de ley con el propósito de reconstruir la capacidad estadounidense de enriquecimiento que promovería subsidios federales para una industria que Estados Unidos privatizó a finales de los años noventa.

Vulnerabilidad en el sector de la energía nuclear

Esta dependencia también pone a las plantas nucleares establecidas en el presente y en el futuro en Estados Unidos en una situación vulnerable en caso de que Rusia decida suspender la venta de uranio enriquecido, una estrategia que, según algunos analistas, es concebible que considere el presidente ruso Vladimir Putin, quien suele aprovechar la energía como herramienta geopolítica.

Sin embargo, en vista de que la guerra ya está en su segundo año sin que se espere que termine, el gobierno estadounidense no se ha visto muy presto a arrancar el enriquecimiento en territorio nacional. Miles de millones de dólares en financiamiento federal potencial siguen atorados en procesos burocráticos.

“Es inexplicable que más de un año después de la invasión rusa en Ucrania, el gobierno de Biden no parezca tener un plan para ponerle fin a esta dependencia”, comentó James Krellenstein, director de la empresa consultora de energía limpia GHS Climate, que hace poco emitió un documento oficial sobre el tema. “Podríamos eliminar casi por completo la dependencia de Estados Unidos del enriquecimiento de Rusia si se completara la planta centrifugadora en Ohio”.

La planta centrifugadora estadounidense de Ohio también será clave para producir otra forma más concentrada de uranio enriquecido que es crucial para el desarrollo de reactores de nueva generación más pequeños, seguros y eficientes. Esa evolución en energía nuclear, que ha llevado décadas, recibió miles de millones de dólares en fondos federales de desarrollo. No obstante, en Estados Unidos, los reactores de próxima generación siguen en etapa de diseño.

Una empresa estadounidense fundada por Bill Gates, TerraPower, ha tenido que retrasar por lo menos dos años la inauguración de una planta nuclear, que podría ser la primera de la nueva era en Estados Unidos, en parte porque se ha comprometido a no utilizar uranio enriquecido ruso.

Las instalaciones de TerraPower se construirán en el sitio de una planta operada con carbón en el área remota de Kemmerer, Wyoming, que dejará de funcionar en 2025. TerraPower se comprometió a ofrecer empleo y nueva capacitación a todos los trabajadores de la planta de carbón. Pero las demoras han generado dudas entre algunas personas en Kemmerer.

Esta situación crea una conexión poco probable entre Piketon y Kemmerer, poblaciones de 2400 habitantes ubicadas en el área de Estados Unidos dedicada a la industria del carbón, pues ambas esperan que la crisis que enfrenta el gobierno estadounidense se traduzca en una bendición para su economía. “Algunas de las mayores interrogantes sobre seguridad nacional que debe responder el país se refieren a Piketon y Kemmerer”, explicó Jeff Navin, director de relaciones externas en TerraPower.

Un acuerdo postsoviético

La dependencia de Estados Unidos del uranio enriquecido extranjero refleja sus desventajas competitivas en el sector de los microchips y los minerales críticos utilizados para fabricar baterías eléctricas, dos componentes esenciales para la transición energética global.

Pero en el caso del enriquecimiento del uranio, Estados Unidos en cierta época tuvo una ventaja y decidió renunciar a ella.

En los años cincuenta, cuando en realidad comenzó la era nuclear, Piketon se convirtió en la ubicación de una de las dos enormes instalaciones de enriquecimiento en la región del valle del río Ohio, donde se empleaba un proceso llamado difusión gaseosa.

Entre tanto, la Unión Soviética desarrolló centrifugadoras como parte de un programa secreto, gracias a un equipo de físicos e ingenieros alemanes capturados hacia el final de la Segunda Guerra Mundial. Sus centrifugadoras resultaron 20 veces más eficientes en la generación de energía que la difusión gaseosa. Para finales de la Guerra Fría, Estados Unidos y Rusia tenían aproximadamente la misma capacidad de enriquecimiento, pero la gran diferencia era su costo de producción.

En 1993, Washington y Moscú suscribieron un convenio, designado Megatons to Megawatts, en virtud del cual Estados Unidos compró e importó gran parte de la sobreabundancia en Rusia de uranio de grado de armamento, que procedió a degradar para emplearlo en plantas eléctricas. Así, Estados Unidos obtuvo combustible barato y Moscú recibió efectivo, además de que el acuerdo se consideró una forma de apaciguar las tensiones.

Por desgracia, también acabó con la rentabilidad de las ineficientes plantas de enriquecimiento de Estados Unidos, que a fin de cuentas cerraron sus puertas. Entonces, en vez de invertir en centrifugadoras modernas, varias administraciones sucesivas siguieron comprándole a Rusia.

La planta centrifugadora de Piketon, operada por Centrus Energy, ocupa una esquina del sitio en que se encontraban las antiguas instalaciones de difusión gaseosa. Completar la construcción a su máximo potencial crearía miles de empleos, según Centrus. Además, podría producir el tipo de uranio enriquecido que se requiere en las plantas nucleares actuales y en las de la nueva era.

Sin la producción de Piketon, plantas como la de TerraPower tendrán que recurrir a productores extranjeros, como Francia, que sean proveedores más políticamente aceptables y confiables que Rusia, pero que también serán más caros.

TerraPower considera que su papel es integral para eliminar de la electricidad los combustibles fósiles que causan el calentamiento climático. Su reactor incluirá una batería a base de sodio que le permitirá a la planta elevar la producción de electricidad a voluntad y así compensar las fluctuaciones en la producción eólica o solar en otras áreas.

Forma parte de la transición energética que senadores de la región de mayor consumo de carbón como Manchin y John Barrasso, republicano de Wyoming, tienen gran interés en concretar porque esperan que la industria nuclear ofrezca opciones para los empleos y los ingresos que se pierdan en la industria del carbón. Si bien Manchin en particular ha complicado las medidas que el gobierno de Biden ha intentado implementar para acelerar la transición y dejar de utilizar combustibles fósiles, también expresó oposición a colegas, en su mayoría demócratas, que se muestran escépticos en cuanto al papel de la energía nuclear en esa transición, en parte debido a los residuos radioactivos que crea.

“Tenemos metas de emisiones que intentamos cumplir”, afirmó Manchin, “y quienes hablan de sacar de la jugada a la energía nuclear, bueno, viven en una burbuja irreal”.

Por su parte, el Departamento de Energía calcula que para poder cumplir los compromisos de reducción de emisiones de Estados Unidos será necesario aumentar la capacidad de energía nuclear más del doble.

Esta semana, el departamento dio a conocer la versión preliminar, muy esperada, de una solicitud de propuestas para aumentar las actividades de enriquecimiento en territorio nacional, en particular para plantas como la de TerraPower. Kathryn Huff, secretaria asistente para energía nuclear del departamento, indicó que la versión preliminar era un “paso importante” para que Estados Unidos deje de “depender de Rusia”.

La planta centrifugadora estadounidense en Piketon, Ohio, el 3 de mayo de 2023. (Brian Kaiser/The New York Times).

Un mural en Piketon, Ohio, el 3 de mayo de 2023, celebra la planta de difusión gaseosa de Piketon, cerrada hace mucho tiempo, y su papel en la economía local. (Brian Kaiser/The New York Times).

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