El aumento de la inflación empobreció a su pueblo. Su gobierno fue acusado de negligencia en su respuesta a los catastróficos terremotos en los que murieron más de 50.000 personas hace solo tres meses. Y se enfrentaba a una oposición recientemente unificada que prometía abandonar su tendencia constante hacia el gobierno unipersonal.
A pesar de todo eso, el presidente Recep Tayyip Erdogan se impuso a su principal rival en las elecciones turcas, según los resultados oficiales publicados el lunes. Aunque no alcanzó la mayoría absoluta, por lo que el país celebrará una segunda vuelta el 28 de mayo, hay indicios claros de que Erdogan volverá a ganar las elecciones.
“Para Erdogan, este es su gran final”, dijo Mehmet Ali Kulat, un destacado encuestador turco que había previsto una victoria más contundente de la oposición.
Con casi todas las papeletas escrutadas el lunes, los resultados preliminares oficiales le daban a Erdogan el 49,5 por ciento de los votos frente al 44,9 por ciento de Kemal Kilicdaroglu, su principal rival y líder de la oposición. Un tercer candidato, Sinan Ogan, obtuvo el 5,2 por ciento, y sus partidarios de derecha tienen más probabilidades de votar por Erdogan en la segunda vuelta, según los analistas. Por último, el partido de Erdogan y sus aliados preservaron su mayoría dominante en la votación parlamentaria, lo que probablemente aumenta sus posibilidades de ser reelegido.
Pero el hecho de que Erdogan no haya podido obtener más del 50 por ciento de los votos —incluso después de haber utilizado muchos de los recursos del poder para inclinar la balanza de las elecciones a su favor— indica que algunos votantes se han cansado de su gestión financiera y de la drástica consolidación del poder en sus manos.
Muchos medios de comunicación turcos son propiedad de empresarios que apoyan a Erdogan, lo que le ha garantizado un flujo constante de cobertura positiva y poca atención a las acusaciones de corrupción o los errores de la gestión. El gobierno ha hecho que algunas organizaciones de noticias críticas tengan que cerrar, ha multado a otras por su cobertura y procesó a algunos periodistas. La organización Reporteros sin Fronteras clasifica a Turquía en el puesto 165 en cuanto a libertad de prensa, de los 180 países que califica.
La oposición no reconoció oficialmente el liderazgo de Erdogan ni impugnó las cifras, pero afirmó que trabajará para ganar la segunda vuelta.
“Nos levantaremos y ganaremos juntos estas elecciones”, escribió Kilicdaroglu en Twitter el lunes. “Al final solo será lo que diga nuestra nación”.
En sus 20 años como líder político dominante de Turquía, primero como primer ministro y luego como presidente, Erdogan y su Partido de la Justicia y el Desarrollo han derrotado de manera regular a sus oponentes en las urnas. La última vez que Erdogan participó en las elecciones fue en 2018, y obtuvo el 52 por ciento de los votos en la primera vuelta, superando al más cercano de sus tres contrincantes por 22 puntos porcentuales. Esta vez le fue peor, lo que provocó la primera segunda vuelta presidencial en la historia de Turquía.
El domingo, la participación electoral en todo el país fue de casi el 89 por ciento, lo que subraya la gran fe de los turcos en las elecciones.
Erdogan enfrentó una considerable resistencia antes de la votación.
Desde 2018, Turquía ha estado luchando con una moneda que se hunde y una dolorosa inflación que superó el 80 por ciento anual el año pasado y en abril se situó en el 44 por ciento.
Sus oponentes se unieron en una coalición sin precedentes de seis partidos que respaldaron a Kilicdaroglu. A lo largo de la campaña, la oposición cortejó a los votantes prometiendo arreglar la economía, restablecer las libertades civiles y construir una sociedad más integradora, en marcado contraste con la retórica polarizante de Erdogan.
Pero no fue suficiente.
Los analistas describieron los resultados como el último ejemplo de las formidables habilidades de supervivencia de Erdogan.
Kulat dijo que los terremotos del 6 de febrero ayudaron a Erdogan de forma inesperada. La vasta destrucción no solo dejó a un gran número de personas sin hogar, sino que presionó a las comunidades cercanas a la zona afectada al aumentar los precios de los alquileres. Esto aumentó el atractivo de las promesas electorales de Erdogan de construir nuevas viviendas en la zona afectada por el terremoto en el plazo de un año.
“Los ciudadanos dijeron: ‘Si alguien puede construirme una casa, es Erdogan’”, dijo Kulat.
Pero el mandatario también utilizó su poder para inclinar la campaña a su favor. Y como presidente en funciones en un sistema con pocos controles del poder presidencial, Erdogan utilizó de manera eficaz al Estado como parte de su campaña al repartir nuevos beneficios para los votantes usando los recursos de las arcas nacionales.
Erdogan hizo campaña tachando a sus oponentes de incompetentes, diciendo que los apoya una conspiración occidental y que eran cómplices de terroristas. También buscó oportunidades para vincularse en la mente de los votantes con imágenes del creciente poderío e independencia turcos, aparcando un buque de guerra en el centro de Estambul para que lo visitaran las familias y convirtiéndose en el primer propietario de un coche eléctrico fabricado en Turquía.
Tanto él como sus ministros lo presentan como el defensor de los turcos religiosos, avivando sus temores al decirles que la oposición pretendía arrebatarles sus nuevas libertades y ampliar los derechos de las personas homosexuales. Aunque Turquía es una sociedad predominantemente musulmana, se fundó como un Estado firmemente laico que mantenía fuera de la vida pública a la mayoría de los signos externos de la religión. Erdogan flexibilizó algunas de esas normas, incluida la prohibición de que las mujeres que ocupan cargos públicos usen pañuelos en la cabeza.
Parece que estos temas han convencido a un número suficiente de votantes como para que Erdogan lidere la contienda.
“La identificación política es muy ‘pegajosa’ y no se deshace fácilmente debido a nueva información o experiencia”, escribió en un correo electrónico Howard Eissenstat, profesor asociado de historia en la Universidad de St. Lawrence. “El énfasis de Erdogan en el nacionalismo, el terrorismo y los nefastos complots occidentales no es algo menor para muchos votantes: es el núcleo de su visión del mundo”.
En contraste con lo que Erdogan podía ofrecer a los votantes, la oposición solo podía ofrecer promesas.
Para conseguir su apoyo, Kilicdaroglu reunió a seis partidos que incluían a nacionalistas de derecha, laicos acérrimos e islamistas, lo que es visto como una hazaña. Pero muchos votantes se preguntaron cómo una coalición tan amplia podría mantenerse unida, y mucho menos dirigir el país.
“A pesar de la frustración por la economía y los efectos de los terremotos, mucha gente no creía que una coalición de la oposición —especialmente una con divisiones ideológicas internas y luchas personales por el poder— pudiera gobernar con eficacia”, dijo Lisel Hintz, profesora adjunta de relaciones internacionales en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins.
Según Hintz, el hecho de que Kilicdaroglu pertenezca a una minoría religiosa probablemente también haya desanimado a algunos votantes. Es aleví, miembro de una secta musulmana heterodoxa que es mal vista por algunos miembros de la mayoría musulmana suní de Turquía.
“Es probable que algunos suníes no quieran votar por un aleví”, dijo Hintz.
Aunque ningún votante entrevistado en las últimas semanas expresó abiertamente esos sentimientos, muchos expresaron su preocupación por otro grupo minoritario, criticando a la oposición por trabajar con el principal partido a favor de los kurdos de Turquía y comparando esa decisión con establecer una alianza con terroristas.
Turquía ha librado una larga y mortal batalla contra los militantes kurdos que son considerados terroristas por el gobierno turco, Estados Unidos y la Unión Europea. Además, las autoridades turcas suelen acusar a los políticos kurdos de cooperar con los militantes, y muchos de ellos han sido encarcelados, procesados o destituidos por esas acusaciones.
Erdogan ha jugado con el temor sobre esos vínculos, y muchos votantes consideran que la oposición simpatiza con esa militancia.
“Me preocupa que gane el otro bando y que eso sea malo para el país”, dijo Melike Kurt, recién licenciada, tras votar a Erdogan el domingo. En concreto, mencionó su preocupación porque se pusiera en libertad a personas encarceladas por cargos relacionados con el terrorismo.
Como mujer devota que usa un pañuelo en la cabeza, también elogió a Erdogan por defender que las mujeres como ella pudieran vestir como quisieran, y le preocupaba que un gobierno de la oposición anulara esos derechos en nombre del laicismo estatal.
“No puedo imaginarme en qué situación estaríamos si perdiéramos”, dijo Kurt, de 24 años. “Creo que nuestras libertades se verían limitadas si ganan, en lo que respecta a los pañuelos en la cabeza y otros temas”.
© The New York Times 2023