Durante más de 25 años, la psicóloga Lisa Damour ha ayudado a los adolescentes y a sus familias a navegar por la adolescencia en su práctica clínica, en sus investigaciones y en éxitos de ventas literarias como “Untangled: Guiding Teenage Girls Through the Seven Transitions Into Adulthood”.
Este periodo, señaló, no tiene igual.
Según un informe publicado este mes por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, el 42 por ciento de los estudiantes de secundaria del país experimentaron sentimientos persistentes de tristeza o desesperanza en 2021, mientras que el 22 por ciento consideró la posibilidad de intentar suicidarse. Las chicas adolescentes, así como lesbianas, y jóvenes homosexuales y bisexuales, son quienes más batallan, pero los chicos y adolescentes de todos los grupos raciales y étnicos también informaron un empeoramiento de los síntomas.
“Estoy sumamente preocupada por el sufrimiento que presentaron los adolescentes durante la pandemia y por la crisis actual de su salud mental”, afirmó Damour.
En su nuevo libro, “The Emotional Lives of Teenagers”, Damour pretende desmitificar la adolescencia y reajustar la definición misma de salud mental: “Con demasiada frecuencia, ‘salud mental’ se equipara a sentirse bien, feliz, tranquilo o relajado”, afirmó, pero “se trata de tener sentimientos que se ajusten al momento (aunque esos sentimientos sean indeseados o dolorosos) y gestionarlos de manera eficaz”. En su opinión, esta caracterización es “mucho más precisa” y, espera, tranquilizadora.
A continuación, presentamos la opinión de Damour en lo que respecta a la comunicación con adolescentes, a la distinción entre emociones saludables y la enfermedad mental y cuándo intervenir para ofrecer ayuda. Esta entrevista está editada.
P: Es normal que los adolescentes tengan sentimientos intensos y tempestuosos, pero, dado que estamos en medio de una crisis de salud mental en los adolescentes, ¿cómo pueden distinguir los padres entre una preocupación sana propia de su edad y síntomas de ansiedad o depresión?
R: Los adolescentes sienten sus emociones con más intensidad que los niños y que los adultos. Por lo tanto, habrá muchas ocasiones en las que experimenten angustia, quizá varias veces al día.
Es probable que la mayor parte de esa angustia corresponda con sus circunstancias. Si un adolescente reprueba un examen, es lógico que se enoje. Si alguien le rompe el corazón él, es lógico que esté triste. Lo que nos interesa saber es cómo el adolescente gestiona sus sentimientos; ver que use estrategias que le ofrezcan alivio y no lo dañen, como hablar con personas que se preocupen por él, encontrar distracciones temporales o resolver el problema.
Lo que no queremos ver (y donde nos ponemos alerta ante la posibilidad de un problema de salud mental) es una de dos cosas: una, que los adolescentes utilicen estrategias para encontrar consuelo que en realidad tienen un costo: por ejemplo, un adolescente que está muy angustiado y luego fuma mucha marihuana, o un adolescente que está pasando por un momento difícil con un amigo y luego se desquita con él en las redes sociales.
Otra cosa que no queremos que ocurra es que los sentimientos “gobiernen sus acciones”, es decir, que se interpongan en la capacidad de un joven para hacer las cosas que debe hacer, como ir a la escuela o pasar tiempo con sus compañeros.
P: Si un adolescente llega a casa del colegio y parece triste o enojado, ¿cuál es la mejor manera en la que un adulto puede actuar?
R: Por lo general, lo único que necesitan de nosotros son dos cosas: una es curiosidad (interesarse en lo que están compartiendo y hacer preguntas); la otra es empatía (hacerles saber que nos entristece que se sientan así).
Tenemos pruebas científicas excelentes de que el mero hecho de expresar con palabras un sentimiento no deseado reduce la intensidad de esa emoción. Así que cuando son las 9 de la noche y tu hijo adolescente está frente a ti diciéndote de repente que se siente muy ansioso, infeliz o frustrado, lo más importante que tienes que recordar es que ya está en camino de sentirse mejor porque ha expresado esas emociones con palabras.
P: ¿Qué pasa si tu hijo adolescente te dice algo cruel?
R: Es muy normal que los hijos se enojen. Es de esperarse. A lo que sí le ponemos límites es a la expresión de ese enojo.
Cuando los adolescentes utilizan un lenguaje hiriente, quizá sea útil responder de una manera que desvincule el sentimiento de la forma en que se expresó. Podemos decir algo como: “Tal vez estés muy enojado conmigo y quizá tengas razón, pero no debemos hablarnos así, entonces tómate un momento y regresa cuando estés más tranquilo”. Aunque el adolescente ponga los ojos en blanco, captará el mensaje y, con suerte, volverá a intentarlo cuando se haya calmado.
P: Supongamos que un adolescente se enoja mucho y no quiere hablar al respecto, y a los 20 minutos parece estar perfectamente. ¿Es momento para entablar una conversación?
R: Si un chico está de mal humor y encontró la manera de estar de buenas, yo lo dejaría.
El tiempo funciona distinto para ellos. Es muy común que un adolescente que estuvo muy atribulado por alguna razón a las 4 de la tarde, para las 6 se sienta contento.
P: En tu libro hablas del valor de dejar que los chicos se expresen con sus padres a su manera, ¿qué significa eso?
R: Muchos padres se dan cuenta de que hacen preguntas importantes durante la cena y se quedan con las manos vacías; con suerte, obtienen un monosílabo como respuesta. Más tarde, por la noche, su hijo adolescente está muy conversador.
Los adolescentes se organizan en torno al impulso hacia la autonomía. Prefieren no estar sujetos a la agenda de un adulto. Cuando les hacemos preguntas en momentos que nos convienen, les estamos pidiendo que cooperen con nuestra agenda. Tenemos que estar abiertos a la posibilidad de que un adolescente se muestre más comunicativo cuando es él quien inicia la conversación.
Eso puede significar que quieran hablar con nosotros en momentos que no esperamos o que incluso nos parecen inconvenientes y quieren hablar de cosas que quizá no sean el centro de nuestra atención, pero, si queremos cultivar y proteger nuestros vínculos con los adolescentes, un elemento importante es estar dispuestos a aceptar sus condiciones de interacción.
© The New York Times 2023