Hace exactamente un año, el fabricante ucraniano de alimentos para mascotas Kormotech había concluido su reunión anual. El estado de ánimo era optimista. El negocio estaba en auge, la fábrica funcionaba las 24 horas del día, los 7 días de la semana, y se proyectaba que las ventas crecerían dos dígitos. “Teníamos un presupuesto hermoso”, recordó casi ensimismado Rostyslav Vovk, el fundador y director ejecutivo de la empresa.
A la mañana siguiente, sonaron las sirenas antiaéreas.
Rusia había invadido. Vovk llamó a sus altos gerentes para que se reunieran en un hotel cercano y así evitar ir a la sede de la compañía ubicada en un séptimo piso lleno de ventanas en Leópolis. Tenían un plan para lo que se había considerado un riesgo muy poco probable, la agresión rusa, pero pronto se percataron de que era totalmente inadecuado.
“No estábamos listos”, dijo Vovk. Cerró la planta. Las materias primas no podían ingresar al país y las entregas que se dirigían al extranjero no podían salir. El personal de la parte oriental sitiada del país necesitaba ser evacuado. Los empleados se unían al Ejército. Y el mercado de exportación más grande de la compañía, Bielorrusia, era un aliado cercano del presidente ruso, Vladimir Putin.
“Tomábamos decisiones”, dijo Vovk respecto a la primera semana después de la invasión, “y luego, a la mañana siguiente, cambiábamos toda la información”.
Al igual que los líderes de decenas de miles de empresas en toda Ucrania, Vovk y su equipo se enfrentaron repentinamente a una responsabilidad nueva y desconcertante: mantener un negocio a flote en medio del caos y el peligro de la guerra.
Para muchos, la tarea ha resultado imposible. Antes de la guerra, el sector privado de Ucrania, incluidas sus enormes industrias del acero y la agricultura, representaba el 70 por ciento del producto interno bruto del país, dijo Elena Voloshina, directora de International Finance Corp. en Ucrania. Ella dijo que el 83 por ciento de las empresas experimentaron pérdidas relacionadas con la guerra. El 40 por ciento sufrió daños directos, como una fábrica o tienda diezmada por un misil, y las instalaciones del 25 por ciento se encuentran en lo que ahora es territorio ocupado.
El año pasado, la producción total de Ucrania se desplomó casi un tercio, lo cual arruinó la economía del país y obstaculizó su capacidad para luchar contra las fuerzas rusas.
Kormotech, una empresa familiar con 1300 empleados en todo el mundo, no produce armas ni drones. No está involucrada en el suministro de electricidad, transporte ni agua dulce que se necesitan con urgencia en las ciudades devastadas. Pero emplea a personas, produce ingresos, obtiene divisas de las exportaciones y aporta ingresos fiscales que el gobierno de Kiev necesita desesperadamente para pagar a los soldados, reparar las líneas eléctricas y comprar equipos médicos.
Un año después, Vovk y su equipo directivo tienen motivos para volver a celebrar. Vovk regresó a sus oficinas y se preparaba para la última reunión anual con su personal, y con algunos de sus perros que suelen estar en la oficina y, a menudo, sirven como probadores del sabor de los productos. A pesar de las probabilidades, el negocio creció más de lo esperado.
Kormotech tenía algunas cosas a su favor. La planta de la empresa estaba en las afueras de Leópolis, en la parte más occidental del país, cerca de la frontera con Polonia, una de las zonas más seguras de Ucrania. Las dos fábricas en Prylbychi pudieron reabrir menos de dos semanas después del comienzo de la guerra.
Una decisión previa de fundar una fábrica adicional en Lituania, que abrió en 2020 y funcionaba las 24 horas, resultó ser una bendición. Esa instalación pudo continuar con la producción y la entrega de toneladas de las marcas Club 4 Paws, Optimeal, Miau y Gav de Kormotech sin problemas.
Después de un comienzo irregular, Vovk y sus altos directivos se reorganizaron. La empresa, que vende sus productos en 35 países, incluidos Estados Unidos y Europa, tenía un estrecho margen de maniobra porque había evitado el método “justo a tiempo” que eliminaba el inventario de respaldo, un enfoque de reducción de costos que bloqueó a muchas empresas en todo el mundo durante la pandemia. Era rutina para Kormotech mantener stock en sus almacenes: al menos un mes y medio en Ucrania, dos meses en otros países de Europa y dos meses y medio en Estados Unidos.
Sin embargo, la cadena de suministro de Kormotech se vio interrumpida. Antes de la guerra, aproximadamente la mitad de sus materias primas, como la carne y la harina de pollo, procedían del extranjero. Ahora, los retrasos en el cruce de fronteras y el aumento de los precios de importación habían impulsado la búsqueda de productores nacionales. La empresa encontró dos que nunca antes habían producido comida para mascotas y les enseñó lo que debían hacer.
Al final resultó que los productores locales, que estaban a menos de 64 kilómetros de la planta, no solo eran más baratos, sino que tampoco tenían que pagarles en una preciada moneda extranjera. En vez de comprar 500 toneladas de harina del exterior, la empresa ahora compra 100 toneladas.
Kormotech también aumentó su adquisición de granos y maíz ucranianos. La guerra y el bloqueo ruso provocaron una caída drástica de las exportaciones de cereales, una subida vertiginosa de los precios de los alimentos y una crisis mundial de hambre. Pero también significó que las empresas nacionales como Kormotech podían comprar con descuento.
Fabricar el producto fue un obstáculo; conseguir que se entregara en el extranjero era otro. En un momento en que Ucrania prohibió a los hombres menores de 60 años salir del país, el Ministerio de Comercio otorgó exenciones a los repartidores.
Pero la espera en las fronteras podía extenderse desde unos pocos días hasta unas pocas semanas. Y, con la mayoría de los puertos marítimos bloqueados, la exportación siguió siendo un problema costoso y complicado.
“Nadie sabía adónde ir ni cómo”, dijo Vovk. El primer camión enviado a Azerbaiyán, relató, costó más de 8.000 dólares; antes de la guerra costaba unos 2.000 dólares.
La demanda interna de los productos de la empresa se mantuvo estable, pero encontrar nuevos mercados de exportación fue otro desafío. Bielorrusia, que ha permitido que Rusia ejecute ataques desde el interior de su frontera, representaba el 25 por ciento del mercado de exportación de Kormotech. El equipo de administración decidió retirarse, pero necesitaba remplazar a esos clientes.
Las cadenas de supermercados, particularmente en los países bálticos y Polonia, estaban ansiosas por intervenir y remplazar los productos fabricados en Rusia por productos ucranianos.
“Por primera vez en mi vida, ‘Hecho en Ucrania’ implicaba una calidad superior”, dijo Vovk. Antes, cuando la compañía aparecía en exhibiciones internacionales de artículos para mascotas, narró riéndose, la gente sabía tan poco acerca de los productos del país que preguntaban si las letras “u” y “r” se referían al “Reino Unido”.
Sin embargo, la buena voluntad tiene sus límites. Los compradores querían garantías de que los productos de Kormotech seguirían fluyendo. Entonces, la empresa proporcionó garantías, estableció un almacén en Polonia con existencias de respaldo de sus 650 productos, subcontrató parte de la producción a instalaciones en Alemania y Polonia, y elaboró planes de último recurso para trasladar la producción fuera de Ucrania.
El enorme crecimiento tanto en el mercado europeo como en el estadounidense significa que se espera que las ventas de la compañía aumenten de 124 millones a 155 millones de dólares este año. El principal obstáculo para expandirse aún más es la capacidad.
© The New York Times 2023