El enfrentamiento entre Rusia y una pequeña firma de acceso a internet

La experiencia del gato y el ratón de Proton, una empresa suiza, muestra lo que supone ser el blanco de los censores rusos, y lo que hace falta para contraatacar

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Andy Yen, el fundador de
Andy Yen, el fundador de Proton en Ginebra, llama la atención sobre las formas cada vez más sofisticadas en que los gobiernos bloquean el acceso público a Internet (Aurélien Bergot para The New York Times)

Después de que Moscú levantara una barricada digital en marzo con el fin de bloquear el acceso a sitios de noticias independientes y plataformas de redes sociales para ocultar información sobre su invasión de Ucrania, muchos rusos buscaron una solución. Una vía fiable que encontraron procedía de una pequeña empresa suiza con sede a casi 3.218 kilómetros de distancia.

La empresa, Proton, proporciona software gratuito que enmascara la identidad y la ubicación de una persona en internet. De este modo, un usuario ruso puede acceder a la red abierta aparentando que se conecta desde los Países Bajos, Japón o Estados Unidos. Un par de semanas después del bloqueo de internet, casi 850.000 personas en Rusia utilizaban Proton cada día, en comparación con las menos de 25.000 que lo hacían antes.

Hasta finales de marzo, cuando el gobierno ruso encontró la forma de bloquear también Proton.

El bloqueo de Proton fue la salva inicial de una batalla continua de idas y venidas, que enfrentó a un equipo de casi 25 ingenieros con un país embarcado en una de las campañas de censura más agresivas de los últimos tiempos.

Proton, que trabaja desde una oficina en Ginebra donde la empresa no muestra su nombre en el directorio del edificio, ha pasado nueve meses llenos de presión ajustando en repetidas ocasiones su tecnología para evitar los bloqueos rusos, solo para ser contrarrestada de nuevo por los censores del gobierno en Moscú. Algunos empleados retiraron el nombre de Proton de sus perfiles en las redes sociales por temor a ser atacados personalmente.

Esta partida de ajedrez de alto riesgo refleja lo que ocurre cada vez con más frecuencia en países que se enfrentan a golpes de Estado, guerras y regímenes autoritarios, donde la restricción del acceso a internet es una herramienta de represión. Los bloqueos empujan a los ciudadanos a buscar soluciones. Los ingenieros de empresas como Proton idean nuevas formas para que esas personas accedan en secreto a la red abierta. Y los gobiernos, a su vez, buscan nuevos trucos técnicos para tapar las filtraciones.

La batalla de la censura digital está alcanzando “un punto de inflexión”, afirmó Grant Baker, analista de investigación sobre tecnología y democracia de Freedom House, que hace poco informó que la censura de internet en el mundo había alcanzado un nuevo máximo en 2022. Aunque Rusia lleva años trabajando en un internet más controlado y soberano, los controles impuestos tras la guerra son “un marcado contraste” con todo lo que Moscú había hecho antes, explicó Baker.

Las empresas rara vez hablan de estar en el punto de mira de un gobierno autoritario por miedo a escalar el conflicto. Sin embargo, Andy Yen, fundador y director ejecutivo de Proton, declaró que, tras un periodo de “agachar la cabeza”, Proton quería crear conciencia sobre la creciente sofisticación de los gobiernos, en Rusia y en otros países, para bloquear el acceso de los ciudadanos a la red abierta, y sobre la necesidad de que los tecnólogos, las empresas y los gobiernos opongan resistencia.

El equipo de VPN de
El equipo de VPN de Proton, cuya red privada virtual ofrece a los usuarios una forma de sortear las restricciones gubernamentales de Internet

El relato de Proton ofrece una visión privilegiada de lo que supone estar inmiscuido en la red de censura rusa, mientras el presidente Vladimir Putin intenta suprimir la información sobre la guerra y las crecientes pérdidas en el campo de batalla de Ucrania.

Decenas de servicios VPN han sido bloqueados en Rusia, pero Proton, quizá más conocido por su servicio de correo electrónico cifrado, parece haber recibido una atención especial por parte de las autoridades. En junio, el regulador ruso de internet calificó a la empresa de “amenaza”.

“Nos estamos preparando para una larga lucha”, afirmó Yen en una entrevista en las oficinas de la empresa. “Todo el mundo espera que esto tenga un final feliz, pero no está garantizado. De hecho, no vemos la luz al final del túnel, pero sigues adelante porque si no lo hacemos nosotros, quizá no lo haga nadie más”.

En 2017, después de que varios gobiernos, entre ellos Turquía y Rusia, bloquearan de manera temporal el acceso al servicio de correo electrónico, Proton creó su red privada virtual o VPN, una tecnología utilizada para eludir las restricciones de internet.

La represión de marzo interrumpió las comunicaciones y el comercio de muchos rusos, por lo demás apolíticos, según Natalia Krapiva, asesora jurídico-tecnológica de Access Now, un grupo dedicado a cuestiones relacionadas con la expresión en línea. El uso de VPN ya era elevado entre los rusos expertos en tecnología, explicó, pero los bloqueos y las noticias de duros castigos por protestar en línea llevaron a un número aún mayor de internautas ocasionales a buscar formas de eludir las restricciones.

La demanda de los VPN se disparó en Rusia, con un aumento de las descargas en marzo del 2.692% con respecto a febrero, según Simon Migliano, responsable de investigación del sitio web Top10VPN.com. Según Migliano, Proton fue una de las opciones más populares y se situó entre los diez productos más utilizados a pesar de ser más lenta que otras opciones.

Desde entonces, las VPN se han convertido en un modo de vida para muchos. Roskomsvoboda, un grupo de la sociedad civil rusa dedicado a la libertad en internet, calcula que una cuarta parte de la población rusa utiliza una.

A medida que la gente recurría a los servicios VPN para evitar los bloqueos, Proton se esforzaba por mantener el ritmo. Durante un fin de semana de marzo, los ingenieros se apresuraron a comprar y configurar más de veinte servidores nuevos para evitar la caída de toda su red.

Al mismo tiempo, en Moscú, los censores intentaban tapar los agujeros en los controles gubernamentales de internet.

El primer bloqueo que provocó la caída de Proton, a finales de marzo, fue una interrupción técnicamente básica que los ingenieros de la empresa superaron rápidamente, pero supusieron que se avecinaban intentos más potentes.

La batalla adoptó una dinámica de “espía contra espía” en la sede de Proton. Yen explicó que una red de personas del gobierno, empresas de telecomunicaciones y grupos de la sociedad civil había ayudado a Proton a operar en Rusia, proporcionándole acceso a las redes locales y compartiendo información sobre el funcionamiento del sistema de censura. Pero esos contactos empezaron a cesar operaciones a medida que se intensificaba la represión de la disidencia por parte del Kremlin.

A principios de junio, los censores volvieron a atacar.

El servicio, que contaba en ese momento con más de 1,4 millones de usuarios diarios dentro de Rusia, colapsó mientras los empleados seguían con su jornada laboral. Las quejas de los usuarios rusos llegaron al correo electrónico del servicio de atención al cliente de Proton. La empresa llegó a la conclusión de que el gobierno había desplegado un software más sofisticado que podía filtrar todo el tráfico de internet para identificar cuándo una persona intentaba conectarse al servicio VPN de Proton. Rusia había utilizado una tecnología similar para bloquear Twitter y otras redes sociales.

Por aquel entonces, la empresa notó un sospechoso aumento de las reseñas negativas de su servicio en las tiendas de aplicaciones de Apple y Google, lo que redujo su clasificación en las búsquedas.

“Está claro que nos habían estudiado”, explicó Antonio Cesarano, ingeniero jefe que trabaja en el proyecto VPN.

Algunos en Proton se preguntaron si debían seguir luchando contra Rusia. Estaba costando millones de dólares y ralentizando el desarrollo de otros productos. Pero después de que Proton se enfrentara a las críticas en 2021, cuando la policía francesa obtuvo la dirección IP de un activista climático que utilizaba su servicio de correo electrónico, dar marcha atrás con Rusia podría haber añadido otra magulladura a la reputación de la empresa.

En junio, durante casi dos semanas, Proton creó otra solución que devolvía el tráfico de internet a servidores situados en distintas zonas geográficas más rápido de lo que los censores podían rastrear. Se trataba de una maniobra técnicamente compleja para la que Rusia necesitaría considerables recursos si quería contrarrestarla.

La solución funcionó durante casi seis semanas.

En agosto, después de trabajar sin descanso durante días para encontrar una solución, Proton reconoció su derrota y retiró su aplicación de Rusia. Desde entonces, la empresa ha pasado meses desarrollando una nueva arquitectura que hace que su servicio VPN sea más difícil de identificar, pues se parece más a un sitio web normal para el software de censura que analiza el tráfico de internet de un país. Proton ha estado probando con éxito el sistema en Irán, donde se ha registrado un fuerte aumento del uso de VPN durante las manifestaciones políticas recientes.

En Rusia, Proton ha reintroducido sus aplicaciones utilizando el nuevo sistema. Yen reconoció que quizá no sea una solución a largo plazo. Confía en la nueva tecnología, pero cree que los ingenieros rusos acabarán encontrando una nueva forma de defenderse y el juego continuará.

© The New York Times 2022

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