Antes de que Lupita Uribe se casara en 2020, le dijo a su futuro esposo que una boda no estaba en su futuro a menos que él estuviera de acuerdo con dos promesas que ella se había hecho. La primera es que quería seguir viviendo en San Francisco, la ciudad en la que creció y donde trabaja en comunicaciones internas para Twilio, una empresa de desarrollo de software. Y la segunda es que su madre eventualmente se mudaría con ella.
“Siempre digo que soy el plan de jubilación de mis padres”, dijo Uribe, de 29 años. Como latina, afirma que sabe que cuidar a los miembros mayores de la familia es parte de su cultura y no es algo negociable. Pero hacer que eso sea viable económicamente, algo en lo que ella está trabajando, puede presentar desafíos.
El año pasado, el Instituto de Investigación de Políticas de la Mujer descubrió que, en comparación con todos los demás grupos raciales, étnicos y de género, las latinas ganaban menos. También es más probable que no estén bancarizadas, o que no tengan una cuenta bancaria, y que trabajen en empleos con salarios más bajos sin pensiones ni planes de ahorro para la jubilación, explicó Judy Chapa, una educadora financiera que colaboró en Latina Savings Project, un estudio que duró dos años. Esa investigación fue realizada con Mana, una organización de defensa de las latinas, y el Instituto de Mujeres para una Jubilación Segura, un grupo sin fines de lucro.
Como las latinas son uno de los grupos demográficos más longevos (las mujeres hispanoestadounidenses pueden vivir hasta los 84 años, solo superadas por las mujeres asiáticoestadounidenses que llegan hasta los 87, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades), las consecuencias de los bajos salarios y la falta de acceso a las oportunidades de ahorro en los sitios de trabajo son múltiples. La mayor esperanza de vida se convierte en un reto que se traduce en más cargas financieras durante la vejez, según la Administración del Seguro Social. En general, el 42 por ciento de las mujeres que reciben beneficios del Seguro Social dependen de eso para obtener más de la mitad de sus ingresos, según la administración.
Varios problemas contribuyen a la escasa riqueza colectiva de las mujeres hispanas, según dijeron los expertos. Existe una brecha salarial significativa entre ellas y los demás grupos demográficos: ganan 57 centavos por dólar en comparación con los hombres blancos, una brecha mayor que la que enfrentan las mujeres blancas y negras. A lo largo de una carrera de 40 años, esa brecha les cuesta más de 1,2 millones de dólares, dijo Jasmine Tucker, directora de investigación del Centro Nacional de Leyes de la Mujer. Tucker afirma que esa brecha se ve exacerbada por las pausas laborales que se toman para cuidar a los niños o familiares mayores.
En algunos hogares, los roles de género tradicionales pueden hacer que las latinas sean dependientes de sus cónyuges y eso disminuye su seguridad financiera, dijo Fernando Torres-Gil, director del Centro de Investigación de Políticas sobre el Envejecimiento de la Escuela Luskin de Políticas Públicas en la UCLA y miembro del Latino Policy & Politics Institute. “Para muchas de ellas, la esperanza sigue siendo que el esposo les brinde una vida larga y feliz”, dijo.
Los padres de Uribe emigraron del estado de Jalisco, en el oeste de México, cuando ella tenía 6 años. Se divorciaron el año en que llegaron a California. Ambos habían ido a la universidad antes de emigrar, pero no revalidaron sus títulos, dijo Uribe, y terminaron trabajando en el sector de servicios. La madre de Uribe trabajaba como ama de llaves privada, mientras que su padre laboró durante años para la AAA y ahora posee y opera su propio servicio de asistencia en carretera en Sacramento. Aunque se mantuvieron libres de deudas, ninguno ha podido acumular muchos fondos para la jubilación.
Uribe dijo que entendía por qué había sucedido eso. “Lo que hicieron mis padres fue ahorrar dinero en sus cuentas bancarias, pero eso no es lo que te permite aumentar la riqueza”, dijo. Su madre, por ejemplo, “no tiene idea de cómo funciona un plan 401(k) o una cuenta Roth IRA, porque nunca ha tenido la oportunidad de conocerlo”, explicó Uribe.
Uribe dijo que no sabía mucho sobre esas inversiones hasta que comenzó a trabajar en Twilio. “Cuando conseguí un trabajo mejor pagado, tuve la oportunidad de pensar en mi futuro en vez de enfocarme en mis necesidades inmediatas”, dijo. “Sentí que tenía que ser inteligente para generar riqueza en el futuro”.
Esa experiencia hizo que el año pasado contactara a Valerie Rivera, planificadora financiera certificada y fundadora de FirstGen Wealth en Chicago. Rivera supo de inmediato que quería trabajar con Uribe. “A menudo, mis clientes son los primeros miembros de sus familias que nacen en este país”, dijo. “Muchas veces son los primeros en ir a la universidad o los primeros en ganar más dinero que sus padres”.
Torres-Gil dijo que estaba notando esa tendencia en su propio trabajo. “Estamos viendo un aumento en la proporción de hispanos que acceden a la educación superior”, dijo. “La mayoría son mujeres. Y no importa si son de primera o segunda generación. Están reconociendo que primero tienen que valerse por sí mismas, y es mucho más probable que inviertan o tengan acceso a planes 401(k) que las generaciones anteriores”.
La mayoría de los clientes de Rivera tienen entre 30 y 40 años y son profesionales universitarios. Algunos envían dinero regularmente a los familiares que se encuentran en los países de donde provienen sus padres. Muchos son como Uribe, que está planeando cómo formar una familia y ahorrar dinero para su propia jubilación mientras cuida a sus padres.
Uribe dijo que su objetivo es comprar una casa lo suficientemente grande como para criar niños con su madre, un deseo que Rivera suele escuchar. Para las latinas, “nuestra jubilación no es solo nuestra jubilación”, dijo. “Culturalmente hablando, en su mayor parte no enviamos a nuestros familiares a casas de retiro. La familia se queda con la familia”.
El compromiso de cuidar a parientes mayores es un desafío particular para las latinas que están más cerca de jubilarse y tienen menos recursos. Azucena Guzmán, de 46 años, es propietaria de Miriam’s Flower Shop en Brooklyn. Ella y su hermano, que vive cerca, comparten la responsabilidad de la vivienda y el apoyo financiero para su madre de 70 años. La madre de la Guzmán tiene algunos problemas de salud, como diabetes y artritis. Y no recibe beneficios del Seguro Social porque, hasta hace unos años, era indocumentada. Pero todavía trabaja para obtener un ingreso extra. “Ella recolecta botellas de plástico para conseguir dinero”, dijo Guzmán. “A veces llama a su familia en México para que le envíen algo que pueda vender aquí, como bolsos hechos a mano”.
Guzmán no tiene ahorros y no espera poder comenzar a ahorrar dinero para su propia jubilación en el corto plazo. En cambio, su enfoque financiero es pagar un préstamo del gobierno de 28.000 dólares que evitó que su negocio cerrara permanentemente durante lo peor de la pandemia. La tasa de interés es baja, dijo, pero con esa obligación tiene problemas para pensar en la jubilación. Ella se preocupa por pagar las emergencias de atención médica. “No me siento tan bien como cuando tenía 20 años”, dijo. “Pero necesito hacer algo por mi madre y por mí. Esa es mi preocupación”.
Inspirada por situaciones como la de Guzmán, Cindy Hounsell, presidenta del Instituto de la Mujer para una Jubilación Segura, inició el Proyecto de Ahorro para Latinas en 2017. AARP ayudó a financiar el programa, que ofrece talleres de educación financiera y alienta a las latinas de ingresos moderados y bajos a que ahorren e inviertan con tan solo 20 dólares. Según Hounsell, los primeros años de los talleres mostraron resultados positivos: tres cuartas partes de las participantes tuvieron la oportunidad de abrir una cuenta de ahorros en una cooperativa de ahorro y crédito local registrada. La mayoría ahorró con éxito durante el período de seis meses posterior a la inscripción.
A pesar de los avances, las latinas pueden sentirse un poco solas en el espacio financiero. En su carrera de 15 años en servicios financieros, Rivera dijo que había conocido a muy pocas planificadoras financieras certificadas que son latinas. Antes de que comenzara FirstGen Wealth, “en las grandes firmas de gestión de patrimonio en las que trabajaba, siempre era la única”, dijo. “Eso es algo terrible”.
Como las latinas aún están sobrerrepresentadas en los trabajos mal pagados, Torres-Gil está tratando de inculcar a sus estudiantes veinteañeros la importancia de los programas sociales destinados a sacar a las mujeres de la pobreza. “Tenemos que reforzarles la importancia de mantener el Seguro Social”, dijo. “Porque muchos saben que es importante para las personas mayores, pero no entienden que ellos también recibirán esos cheques en el futuro”.
El académico dice que es alentador ver el creciente número de grupos nacionales que trabajan para mejorar las perspectivas de las mujeres hispanas de todas las edades. Los movimientos de concientización destinados a denunciar la discriminación también le dan esperanza: por ejemplo, el Día de la Igualdad de Pago para las Latinas, patrocinado por un consorcio de grupos de defensa con el fin de cerrar la brecha salarial racial y de género, se celebra el jueves.
Uribe, por su parte, dijo que se siente bien recompensada por su trabajo. A principios de este año, recibió una bonificación que la hizo pensar en invertir el dinero o gastarlo en expandir una propiedad familiar en México que utilizan sus familiares. Entonces acudió a Rivera para que la aconsejara.
“Decidimos invertirlo en el mercado”, dijo Uribe. “Como está tan bajo, tenía más sentido hacerlo ahora mismo para obtener ganancias a largo plazo”.
© The New York Times 2022