Especial para Infobae de The New York Times.
Desde hace tiempo, Donald Trump ha jugado con la idea de volverse un barón de los deportes.
Durante años, intentó comprar una franquicia de la NFL y fue el rostro de una liga de segunda división de fútbol americano que colapsó. Respaldó un potencial rival de las Grandes Ligas que nunca se materializó y durante poco tiempo le puso su nombre a una carrera para ciclistas de élite.
Ahora, después de décadas de fracasos y rechazos en los deportes, el expresidente está recibiendo un gambito atlético con un anhelo urgente de credibilidad: la LIV Golf, la serie por invitación que le ha dado un giro dramático al golf profesional y que, con bastante dinero del fondo soberano de inversión de Arabia Saudita, es considerada otro esfuerzo del reino para usar los deportes como un desinfectante de su reputación.
Mientras el expresidente considera otra campaña para la Casa Blanca y los diplomáticos sortean una compleja relación que se ha deteriorado a causa del historial en derechos humanos de Arabia Saudita —incluido el asesinato en 2018 del columnista de The Washington Post Jamal Khashoggi, una fuente de indignación internacional a la que Trump le ha restado importancia en repetidas ocasiones—, la decisión de la familia Trump de darle la bienvenida al circuito LIV Golf en dos de sus campos este año tiene los matices geopolíticos más extremos de todas las incursiones de Trump en los deportes.
También podría socavar el mensaje de firmeza que muchos republicanos han expresado sobre Arabia Saudita y sin duda, y con actitud desafiante, está volviendo públicos los lazos de la familia Trump con el reino.
Estos salieron a la luz cuando Trump, quien desde hace tiempo ha estado asociado con el golf y quien criticó a Arabia Saudita durante su candidatura presidencial, presionó en público a atletas exitosos para que dejaran el PGA Tour para irse a la serie LIV, la cual ha atraído a jugadores importantes con ofertas de millones de dólares en dinero garantizado. Quedarán expuestos otra vez este fin de semana, cuando la serie con respaldo saudita celebre un torneo en el Trump National Golf Club de Bedminster en Nueva Jersey. Además, se espera que salgan de nuevo a la superficie otra vez en octubre, cuando un campo de Trump cerca de Miami quede agendado para recibir el evento final del año.
Como buena parte de lo que está en la órbita de Trump, la relación profunda, que a la postre podría generar preocupación por los conflictos de interés si el expresidente regresara a un cargo público, es de conveniencia mutua y de procedencia turbia. No queda claro cuánto ganará Trump Organization de albergar los eventos con financiamiento saudita.
Sin embargo, dejando de lado el dinero, la cartera de campos de la empresa está recibiendo una nueva atención y, más crucial para un expresidente que busca adulación, un historial de recibir a algunos de los mejores golfistas del mundo.
Y, por el momento, mientras Trump toma su lugar de figura adyacente a deportes de primer nivel, el fondo saudita está recibiendo el visto bueno de un expresidente en torno a una estrategia que a veces ha sido condenada de “blanqueamiento deportivo”.
“Creo que es el dinero, la codicia, el poder”, opinó Brett Eagleson, presidente de 9/11 Justice, una agrupación que ha planteado cuestionamientos en torno a si las autoridades sauditas participaron de alguna manera en los ataques de 2001.
“Es un desastre tener a un expresidente que gane dinero de quienes son acusados de asesinar a nuestros familiares”, comentó Eagleson, cuyo padre murió en el World Trade Center.
Algunos estadounidenses con amplia experiencia en el Medio Oriente perciben a un expresidente que busca dinero sin vacilar, pero pocos peligros para la relación entre Estados Unidos y Arabia Saudita.
“Para él, es un asunto comercial y no creo que le preocupe mucho la imagen que muestre”, opinó Joseph W. Westphal, embajador estadounidense en Arabia Saudita durante el gobierno de Barack Obama, para referirse a Trump.
Westphal agregó que el circuito LIV Golf es “otra aventura comercial para los sauditas de la que estoy seguro que esperan que sirva para mejorar su imagen”.
El golf no es el único interés deportivo de Arabia Saudita. El año pasado, el Fondo de Inversión Pública, el cual está bajo el control del príncipe heredero Mohamed bin Salmán, ayudó a comprar un equipo de fútbol de la Liga Premier y también ha invertido dinero en el boxeo y las carreras de la Fórmula Uno.
Un vocero no puso a disposición a Trump para una entrevista. Su sucesor, el presidente Joe Biden, se reunió con el príncipe heredero en Arabia Saudita este mes. Ni el vocero ni un representante de Trump Organization respondieron a preguntas por escrito.
Sin embargo, Trump le dijo a The Wall Street Journal el lunes que “LIV ha sido algo muy bueno para Arabia Saudita, para la imagen de Arabia Saudita”.
Un afecto en aumento hacia Arabia Saudita
Trump no siempre estuvo loco por el gobierno saudita. Como candidato presidencial en 2016, Trump acusó a los sauditas de haber participado en el 11 de Septiembre y, agrupando a Arabia Saudita con Catar durante un debate, dijo que el país tenía “gente que empuja a gays” de edificios y “mata a mujeres y trata horrible a las mujeres”.
No obstante, tras su llegada al Despacho Oval, Trump adoptó un tono mucho más conciliador. Su primer viaje al extranjero como presidente fue a Riad, Arabia Saudita, donde disfrutó una bienvenida fastuosa. En 2018, después de que autoridades de inteligencia estadounidense concluyeron que el príncipe heredero había autorizado el asesinato de Khashoggi, Trump se opuso en público a su análisis y aceptó las negativas de responsabilidad del príncipe heredero.
Después de que Trump dejó el cargo, sus aliados, en busca de ganar dinero y mantener su influencia, recurrieron a Arabia Saudita para que fuera una estructura comercial. El fondo soberano de inversión accedió a invertir 2000 millones de dólares en una firma controlada por Jared Kushner, el yerno de Trump. El fondo saudita también invirtió 1000 millones de dólares en una firma dirigida por Steven Mnuchin, quien había sido secretario del Tesoro en el gobierno de Trump.
Ahora, el imperio de Trump se ha enredado abiertamente con el circuito LIV Golf, el cual asegura que quiere “modernizar y sobrecargar” el deporte ofreciendo “golf, pero no como lo conoces”. El miércoles, LIV Golf anunció que iba a celebrar catorce eventos el próximo año, en comparación con los ocho de 2022, y a ofrecer 405 millones de dólares en bolsas, un incremento de los 255 millones de dólares disponibles este año.
El evento de este fin de semana en Bedminster, una competencia sin eliminación, incluirá a Phil Mickelson, quien ha ganado torneos importantes en seis ocasiones, y otros ganadores de grandes campeonatos como Bryson DeChambeau, Sergio García y Dustin Johnson. Trump Organization ha promovido abiertamente su afiliación con la serie durante meses y Trump ha instado a los mejores golfistas a unirse.
Aunque la serie ha atraído a estrellas como Mickelson y Johnson, desafiando al PGA Tour, el cual ha impuesto suspensiones a los jugadores rebeldes, otros golfistas de élite han condenado al grupo desertor. Tiger Woods comentó que los desertores le habían “dado la espalda a lo que les ha permitido obtener esa posición”. Woods también apoyó la decisión de R&A, el organizador del Abierto Británico, de expulsar a Greg Norman, el director ejecutivo de LIV y el ganador del abierto en dos ocasiones, de las festividades en Escocia este mes.
Vínculos deportivos antes y después de la Casa Blanca
No es nuevo que Trump haya recurrido a los deportes en busca de negocios o atención.
Después de no lograr unirse a las filas de los dueños de la NFL en la década de 1980, controló un equipo de la U. S. Football League, la cual fracasó en poco tiempo.
Sin embargo, Trump ha tenido una relación espinosa con el golf, su deporte favorito y uno que se ha empalmado con su búsqueda por deducir impuestos. Trump obtuvo el patrocinio de Jack Nicklaus, ha recibido a estrellas como Ernie Els y Gary Player para unas rondas y les otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad a Player, Woods y Annika Sorenstam.
Los organizadores del torneo han mantenido una mayor distancia. El R&A no le ha dado un abierto a Turnberry desde que la empresa de Trump asumió su control en 2015, aunque el evento se había jugado ahí cuatro veces (como presidente, Trump instó a su embajador en Londres para que presionara al gobierno británico sobre el asunto).
Antes de que Trump se volviera presidente, la Asociación de Golfistas Profesionales de Estados Unidos, la cual está separada del PGA Tour que ha luchado con tanto ahínco con los golfistas separatistas, decidió que iba llevar a cabo el PGA Championship en Bedminster en 2022. Sin embargo, después del ataque del 6 de enero de 2021 al Capitolio, el grupo abandonó su plan y movió el torneo a Oklahoma. Después, la Asociación de Golfistas Profesionales de Estados Unidos llegó a un acuerdo con Trump Organization.
Muchos observadores consideran que la decisión de albergar la serie con respaldo saudita es una iniciativa de represalia, aunque sea un tanto mal encaminada y podría tener un costo político. Para los republicanos que han presionado a Biden para tomar una actitud más firme en contra del príncipe heredero, la presencia de LIV Golf en los campos de Trump podría ser una distracción inoportuna y los estrategas están preocupados de cómo podrían responder los votantes este otoño.
El representante Chip Roy, republicano de Texas, no criticó directamente a Trump, pero en una entrevista dijo que era inapropiado “apuntalar” la serie saudita “cerca de la zona cero en Bedminster”. Luego, en televisión, cuestionó si los representantes de LIV Golf debían registrarse en el Departamento de Justicia como agentes de un gobierno extranjero.
“Solo basta ver al expresidente Trump, quien, al persuadir a LIV Golf de venir a Bedminster, está diciendo: ‘Oye, mira, es una gran publicidad para Arabia Saudita’”, comentó Roy en Fox Business.
Algunas de las críticas más feroces provienen de las familias de las víctimas del 11 de Septiembre, quienes se quejan de que Trump les permitió expresar sus recelos sobre Arabia Saudita, tan solo para dar marcha atrás en cuanto su familia pudo ganar dinero.
“Trump es el ex jefe de Estado”, dijo Eagleson, cuya agrupación está planeando protestar el viernes. “Fue la persona más poderosa del mundo. Se supone que debe tener un conjunto de valores”.
En un comunicado de esta semana, una vocera de LIV Golf, Jane MacNeille, comentó que la serie había tenido “la intención de reservar los mejores campos en los mejores mercados” y que “Bedminster estaba complacido de tener a LIV”.
El miércoles por la mañana, Trump mencionó que había llegado para el torneo. De inmediato comenzó a promover el evento y, para los jugadores, el dinero en juego.