La semana pasada, las temperaturas en el Reino Unido alcanzaron un récord de 40,3 grados Celsius, coronando así una brutal ola de calor que abrasó Europa e incrementó de manera dramática la demanda de electricidad.
Se produjo además en medio de una guerra en Ucrania que ha trastocado el mercado energético mundial.
La crisis energética llevó al ejecutivo de la Unión Europea a solicitarle a los Estados miembro la semana pasada a reducir su consumo de gas en un 15 por ciento desde ahora hasta la próxima primavera, mientras los funcionarios se preparan para que Rusia elimine las entregas de gas natural en los próximos meses.
A continuación, algunas de las medidas que los países podrían aplicar para frenar la demanda de energía y algunos de sus obstáculos potenciales:
Ajustar los termostatos, comenzando por los edificios gubernamentales
Según la Agencia Internacional de Energía, incrementar solo 1 grado Celsius en el aire acondicionado podría reducir la cantidad de electricidad utilizada en 10 por ciento al año.
Nick Eyre, profesor de política energética y climática en la Universidad de Oxford, afirmó que los gobiernos deben dar el ejemplo. El público en general, señaló, quizá no responda de buena manera a políticos que les digan cómo vivir sin que ellos mismos apliquen esos cambios.
Ajustar el termostato en invierno solo 1 grado Celsius menos en los edificios en Europa podría ahorrar hasta 10.000 millones de metros cúbicos de gas, lo cual es equivalente a la demanda anual de gas de Austria.
Reducir el costo del transporte público
A nivel mundial, incentivar el transporte público haciéndolo más económico y fomentando otras opciones de movilidad, como caminar o andar en bicicleta, podría ahorrar cerca de 330.000 barriles diarios de uso de petróleo, según la Agencia Internacional de Energía. Ese número podría aumentar si, simultáneamente, los empleadores ofrecen flexibilidad en las horas de trabajo o permiten más días de trabajo remoto desde el hogar.
Algunos países en Europa ya lo están haciendo. A partir de junio y al menos hasta agosto, Deutsche Bahn, la compañía ferroviaria nacional alemana, comenzó a ofrecer pases de transporte público ilimitados por el equivalente a unos 9 dólares al mes, como parte de los planes para mitigar los efectos de la inflación. Irlanda e Italia también redujeron las tarifas del transporte público para ciertos grupos de personas, como adultos jóvenes, estudiantes y trabajadores.
Hay una limitación: esta medida tal vez no sea particularmente efectiva en áreas rurales que no cuenten con un sólido sistema de transporte público.
Reducir los límites de velocidad, y velar por que se cumplan
En teoría, reducir el límite de velocidad en las carreteras podría reducir de forma significativa el consumo de combustible de automóviles y camiones, según un informe de la Agencia Internacional de Energía. Varios países y zonas urbana ya tienen establecidos límites de velocidad para reducir la congestión y la contaminación.
Si los límites de velocidad en las carreteras se redujeran en al menos 10 kilómetros por hora, las economías avanzadas podrían recortar la demanda de petróleo en al menos 290.000 barriles al día, según el informe.
Sin embargo, en la práctica, podría ser difícil implementar un límite de velocidad nacional y lograr que suficientes ciudadanos lo acaten para lograr resultados significativos. Estados Unidos intentó hacerlo en 1974, cuando introdujo un límite de velocidad nacional de 88 kilómetros por hora para automóviles, autobuses y camiones luego de que la OPEP cortara el suministro de petróleo al país, pues estimó que el límite podría ahorrar 200.000 barriles de gasolina al día. Varios países europeos también redujeron los límites de velocidad.
En aquel momento, los funcionarios creían que el límite reduciría el consumo de gasolina un 2,2 por ciento, pero la demanda real de gasolina se mantuvo relativamente estable en los años siguientes. Los conductores ignoraron ampliamente la ley, y algunos estados que se oponían a la regla se limitaron a imponer multas modestas de 5 a 15 dólares para las personas que vieran que estuvieran conduciendo a exceso de velocidad.
Realizar acertadas campañas de concientización pública
Las campañas de concientización pública bien diseñadas pueden motivar a las personas a tomar medidas para reducir su propio uso de energía, pero las campañas mal diseñadas que no encuentran el tono y mensaje correcto a veces fracasan estrepitosamente.
Algunas campañas de conservación de energía tienen más éxito cuando enfatizan cómo las personas pueden ahorrar dinero con sus acciones; a otras les va mejor cuando adoptan un enfoque ambiental o hacen apelaciones morales sobre ser un buen ciudadano. En muchos casos, los gobiernos podrían aprovechar las redes sociales para adaptar diversos mensajes a diferentes audiencias.
Es importante no solo pensar en el mensaje y la manera en que se transmite, sino también en el mensajero. Si los ciudadanos no perciben al gobierno como una autoridad creíble, es menos probable que crean en el mensaje, según un informe de la Agencia Internacional de Energía. Las mejores campañas logran un equilibrio entre urgencia y agencia.
“No se puede simplemente lanzar la información y esperar que la gente cambie su comportamiento de la noche a la mañana”, afirmó Brian Motherway, director de la división de eficiencia energética de la Agencia Internacional de Energía. Si contratas científicos del comportamiento y expertos en comunicaciones y te tomas el tiempo para diseñar una campaña con una intención definida, afirmó Motherway, “realmente puedes hacerla bien. Puedes encontrar formas de conectar con los ciudadanos de una manera que en realidad los empodere y los motive a actuar”.
© The New York Times 2022