Especial para Infobae de The New York Times.
Una cantidad innumerable de mujeres lloró. Algunas se pasaron el fin de semana con una rabia inmensa, lamentándose con amigas, madres y hermanas. Muchas sintieron miedo, al darse cuenta cómo les arrebataban una libertad y pensaban: esto solo va a empeorar.
Millones de mujeres estadounidenses pasaron los últimos cinco días lidiando con las noticias de que la Corte Suprema revocó el fallo del caso Roe contra Wade, con lo que se eliminó el derecho constitucional a una interrupción legal del embarazo que había estado vigente durante casi medio siglo.
La decisión inmediatamente restructuró la vida de las mujeres en todo el país.
Algunas mujeres, sobre todo las conservadoras cristianas, celebraron la decisión como una victoria. Pero una encuesta publicada el domingo reveló que una mayoría considerable de mujeres en Estados Unidos —el 67 por ciento— se oponía a la decisión de la Corte de revocar la sentencia, y el 52 por ciento de los estadounidenses afirmaba que era un retroceso para la nación.
Para las mujeres que buscaban abortar en estados donde las clínicas tuvieron que cerrar, el fallo fue una catástrofe inmediata que puso en riesgo su decisión de interrumpir sus embarazos.
Sin embargo, la sentencia trascendió mucho más allá de ellas: a través de las generaciones y la geografía, a través de la raza y la clase. Muchas mujeres se sintieron desconcertadas y cuestionaron su lugar en la sociedad, al menos ante los ojos de la Corte Suprema.
En decenas de entrevistas esta semana, las mujeres estadounidenses que apoyan los derechos al aborto recordaron el momento en que escucharon que el fallo de Roe contra Wade había sido revocado y las marejadas de conmoción y furia que le siguieron. Estas mujeres reflexionaron sobre cómo el acceso al aborto legal había subyacido en gran parte de sus decisiones personales, aunque nunca se hubieran sometido a uno. Les preocupaba que el avance que han tenido las mujeres en general desde que se legalizó la interrupción del embarazo —en el ámbito educativo, profesional y cultural— se detendría.
Y luego reconsideraron sus propios planes y los de sus hijos: si deberían vivir, trabajar o ir a la Universidad en estados donde el aborto había sido prohibido, cómo podían ayudar a otras mujeres con embarazos no deseados, y si recuperarían el derecho constitucional a recibir un aborto seguro, una garantía de la que han gozado decenas de millones de mujeres durante toda su vida.
“Ha sido desconcertante, en términos de nuestra humanidad”, afirmó Jennifer Solheim, de 47 años, quien enseña literatura en la Universidad de Illinois, campus Chicago. “Es inquietante darte cuenta de que te han quitado un derecho básico”.
‘Tengo la mandíbula tensa’
En mayo, se filtró al público un borrador de una decisión sobre el caso Dobbs contra la Organización de Salud de la Mujer de Jackson, en el que se dejaba en claro que la mayoría de la Corte Suprema estaba dispuesta a anular la sentencia del caso Roe contra Wade, el fallo histórico de 1973.
Aun así, la semana pasada cuando se hizo pública la sentencia del caso Dobbs, el golpe fue duro para Kristen Coggins, de 36 años y madre de tres niñas en Charlotte, Carolina del Norte. Sintió un “profundo río de ira”, recordó, “una corriente soterrada en mi cuerpo que no podía salir a la superficie”.
“Como mujer negra, empiezo a preguntarme qué sigue para la gente que se ve como yo: si puedes quitarles cosas a las mujeres blancas, entonces con toda seguridad también nos quitaran cosas a nosotras”, dijo. “Mi ansiedad ha aumentado muchísimo. Tengo la mandíbula tensa todo el día, todos los días”.
La noticia fue especialmente sombría para las mujeres de ingresos bajos, las cuales representan alrededor de tres cuartas partes de las pacientes que abortan y quienes probablemente se enfrenten al mayor desafío financiero para viajar si el aborto se vuelve ilegal donde viven.
“De por sí es bastante difícil para las mujeres de las zonas rurales encontrar atención médica y vivienda”, dijo Stephanie Isaacs, de 30 años, organizadora de inquilinos en Shelbyville, Tennessee, que ha tenido una serie de trabajos con salarios bajos, como auxiliar de hospital y trabajadora de la cafetería de la escuela, desde que se graduó de la secundaria. “Esto es como la gota que hará derramar el vaso”.
‘Simplemente es un hecho de la vida’
Jodi Ealy, de 29 años, de Little Rock, Arkansas, es la excepción entre las mujeres de su familia: es la única que no ha abortado.
“Siempre ha sido algo que simplemente es parte de la vida”, comentó Ealy.
Y en cuanto a sus parientas, dijo: “Siempre fue la decisión correcta para todas. No creo que sea justo arrebatarnos eso”.
Tras la sentencia de la Corte Suprema la semana pasada, muchas mujeres quisieron examinar sus propias experiencias y las de sus familias, independientemente de si habían abortado alguna vez. Según el Instituto Guttmacher, un grupo de investigación que apoya el derecho al aborto, 1 de cada 4 mujeres abortará antes de los 45 años.
Coggins, de Charlotte, recordó un detalle escalofriante de una historia familiar, que le contó su tía: en Buffalo, Nueva York, una tía abuela practicó varios abortos con una percha de alambre a mujeres de su barrio que lo necesitaban, mucho antes de que la sentencia del caso Roe contra Wade concediera el derecho al aborto legal.
En Pensilvania, Judith Saylor, una modista de 77 años, recordó que durante años había alquilado habitaciones a las estudiantes de la actual Universidad de Millersville, y dijo que varias se convirtieron en parte de una familia con la que todavía está en contacto. Varias, recuerda, quedaron embarazadas y optaron por abortar.
“Acompañé a una de ellas cuando fue a que le realizaran un aborto”, comentó. “Fue una ocasión muy traumática, pero ella no habría tomado otra decisión. Veinte años después, no lamenta lo que hizo”.
‘Esto es el paso 1’
Tras la anulación de la sentencia en el caso Roe contra Wade, muchas mujeres se hicieron una pregunta sencilla: ¿qué hacemos ahora?
A Jessica Versaw, de 33 años, la ciudad de Lincoln, Nebraska, le parecía un lugar maravilloso para vivir. Es una ciudad universitaria donde tiene una red de apoyo de familiares y amigos. Pero desde la decisión, ha pasado gran parte de su tiempo contemplando lo que significa para Nebraska un mundo donde ya no existe la sentencia de Roe contra Wade.
Ahora, Versaw, una diseñadora de software, está sopesando la idea de mudarse fuera del estado. El aborto sigue siendo legal, pero el gobernador Pete Ricketts, republicano, ha afirmado que actuará para prohibirlo, incluso en casos de violación.
“Pensábamos que era suficiente vivir en un punto azul dentro de un estado rojo”, expresó. “Pero si el estado no nos va a considerar, entonces lo abandonaremos”.
Emily Ross, de 33 años , directora de proyectos en una maquiladora de Greensburg, Pensilvania, antes no se consideraba alguien políticamente activa. Pero ahora se siente obligada a participar como voluntaria en una campaña política para elegir a un gobernador demócrata en las elecciones de otoño. Si la sentencia de Roe contra Wade pudo ser anulada, ¿ahora la Corte Suprema se abocaría a la anticoncepción, incluso a la pastilla del día después?
“Me preocupa mucho cómo va a ser el futuro, porque esto es el paso 1”, dijo. “No importa lo que nadie diga: hay muchas libertades que dábamos por sentado, y yo no creo que vayan a existir en cinco años si no hacemos cambios serios”.