Christina Ricci acepta su yo auténtico

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Especial para Infobae de The New York Times.

LOS ÁNGELES — Christina Ricci sabía que había grandes papeles para ella. Solo tenía que esperar a ser mayor. No vieja, solo mayor. Lo suficientemente como para no ser juzgada por lo sexy que era (o no). Lo bastante mayor como para que los hombres presentes no pensaran en ella de esa manera.

Esto fue a principios de la década de 2000. Ricci estaba en sus veinte y ya era toda una estrella de cine. Pocos años antes, había interpretado a Katrina Van Tassel, de mejillas sonrosadas y cabello rubio, junto a Johnny Depp, en la adaptación de Tim Burton de “La leyenda del jinete sin cabeza”. Había sido conductora de “Saturday Night Live” y había aparecido en programas de entrevistas por televisión y en las portadas de las principales revistas. Era ambiciosa. Quería desarrollar una carrera duradera.

Pero también era la época de las comedias románticas, cuando actrices como Kate Hudson, Rachel McAdams, Jennifer Aniston y Jennifer Love Hewitt dominaban la pantalla. ¿Podría Ricci intentar ser un poco más como ellas? Es decir, más femenina, que la gente se identificara con ella, de risa fácil, simpática, la chica de al lado. Ricci sigue siendo sexy, por supuesto, solo que con un poco menos de intensidad. Nada de esas cosas oscuras y góticas. Eso era lindo cuando Ricci era más joven, pero ya es hora de crecer.

Algunas de sus películas en esta misma época —“Más allá de la fama” y “Almas malditas”, concretamente— habían fracasado. Estaba bien tener uno o dos fracasos, pero en esta industria debía tener cuidado. La irrelevancia acechaba a la vuelta de la esquina.

Esto le generaba inseguridad y la hacía influenciable. Las opiniones de los demás sobre los guiones que debían gustarle, y sobre quién debía ser, importaban más de lo necesario.

Así que hizo audiciones con esa nueva versión de sí misma. Fue simpática, divertida, normal. Pero le dijeron que su aspecto era demasiado específico. ¿Ricci se preguntaba si era realmente una actriz principal? De cualquier manera, cada vez que decía “te amo” frente a la cámara, nunca resultaba muy convincente.

“Cuando me observo a mí misma y trato de tener miedo, siempre me doy cuenta de que soy demasiado indiferente al respecto”, comentó.

Ahora, a sus 42 años, Ricci interpreta a Misty Quigley, una terrorífica enfermera que tiene un loro como mascota llamado Calígula y que sabe cómo hacer desaparecer un cadáver. Forma parte del destacado reparto de la serie de Showtime, “Yellowjackets”, que se estrenó el otoño pasado y se ha convertido rápidamente en una de las series de más éxito de la cadena. El programa alterna entre 1996 y el presente, y cuenta la historia de un equipo de fútbol femenino de bachillerato cuyo avión, en ruta a un torneo nacional, se estrella en las áreas silvestres de Canadá. El equipo sobrevive durante diecinueve meses antes de ser rescatado y, en ese tiempo, posiblemente practica el canibalismo.

Una de las razones por las que a Ricci le ha encantado este papel es porque no tiene que fingir.

“Con Misty, nunca tuve que interpretar ninguna de esas emociones molestas”, dijo con una sonrisa.

Su personaje es la jefa de equipamiento del grupo, con gafas y cabello rizado, que carece del carisma de los atletas más populares que la rodean. Ricci la interpreta como un bicho raro pasivo-agresivo cuya voz dulce y almibarada está envenenada con una desconcertante cantidad de hostilidad. No es la novia que todo Estados Unidos querría.

Celebridad a los 10

Puede ser difícil mantenerse al día con el trabajo de Ricci. Nunca ha dejado de actuar, pues ha salido en una película o serie de televisión (o dos o tres) casi todos los años desde que comenzó a actuar cuando era niña. Ha interpretado a una heredera maldita con un hocico de cerdo por nariz (“Penélope: Una chica diferente”), a una chica privilegiada de una hermandad que se enamora de una persona con discapacidades (“Pumpkin”), a Zelda Fitzgerald (“Z: El comienzo”), a la escritora Elizabeth Wurtzel (“Nación Prozac”), a una estafadora (“Miranda”), a Lizzie Borden (“La asesina del hacha”), a un crayón amarillo (“The Hero of Color City”) y a una abogada en “Ally McBeal”, entre otros papeles.

A los 10 años, Ricci ya era una celebridad. Debutó en el cine junto a Cher y Winona Ryder en “Sirenas” (1990). Un año más tarde, interpretó a Merlina Addams en “Los locos Addams” (el personaje tendrá una nueva versión en una próxima serie de Netflix, y Ricci forma parte del reparto), en la que causó una impresión indeleble como una niña precoz que parecía un querubín pero tenía un don para el sadismo y hablaba con la más mortífera seriedad. A pesar de sus tendencias sociopáticas, la inocencia que Ricci le dio al personaje de Merlina era tal que la gente se encariñó con ella.

En la vida real, era igual de inteligente y encantadora. Los medios de comunicación adoraban su seguridad y su falta de interés por actuar para los adultos. A los 15 años, ya había rodado ocho películas, entre ellas los éxitos “Casper” y “Ayer y hoy”.

Años más tarde, empezó a aparecer en películas independientes y dramáticas: “La tormenta de hielo”, “Buffalo ‘66” y “Lo opuesto al sexo”. En todas estas películas, interpretaba a personajes menos inocentes, a chicas adolescentes que ponían a prueba los límites de los adultos que las rodeaban y que habían crecido demasiado rápido y disolutas.

Su cuerpo, visible para que el mundo lo juzgue, también había cambiado. Ahora tenía caderas y senos. A los 19 años se sometió a una operación de reducción de busto porque no soportaba la forma en que la gente hablaba de su cuerpo. Años antes, había desarrollado un trastorno alimentario. La ansiedad se convirtió en una compañera constante. Incómoda con la atención, empezó a reaccionar frente a los medios de comunicación, haciendo declaraciones hiperbólicas y provocativas en las entrevistas, incluyendo una broma sobre el incesto a un periodista que quería hablar de la relación amorosa entre hermano y hermana en “Los niños terribles” de Jean Cocteau, después de que Ricci expresara su aprecio por la novela francesa. Esta actitud de confrontación, según ella, probablemente le costó varios papeles.

Navegar por su carrera durante las dos décadas siguientes fue todo un reto. No es que tuviera mala suerte. Se le presentaron oportunidades increíbles. Trabajó con directores como Wes Craven, John Waters, Lana Wachowski y Woody Allen.

Pero la presión resultó demasiado intensa. Así que dejó de preocuparse por qué papel conseguía o no, dijo. Empezó a no tener ningún vínculo emocional con su trabajo. Era difícil sentir algún tipo de pasión. No se queja; al fin y al cabo, la vida de un actor consiste en oír la palabra no. Aun así, el rechazo nunca dolió menos. Para hacerle frente, Ricci solía decirse a sí misma que nada de eso, este mundo, este plató, este personaje, era real.

“Solía repetirme a mí misma una y otra vez, ‘Tú no existes’”, dijo.

Un punto de inflexión

Si hay una línea directa, una forma de dar sentido a la manera en que Ricci exploró una industria dominada por hombres y, en ocasiones, sin imaginación, desde niña hasta adulta, Ricci señaló su decisión de participar en “Monster: Asesina en serie” en 2003. El año anterior, había leído el guion de Patty Jenkins y le había encantado. Tuvo una reunión con Jenkins y Charlize Theron, quien se había apuntado para interpretar a la protagonista, Aileen Wuornos.

La película cuenta la historia de la vida real de Wuornos, una trabajadora sexual y asesina en serie en Florida que asesinó y robó a varios de sus clientes. Jenkins y Theron querían que Ricci interpretara a Selby Wall, la novia de Wuornos. Explicaron que no estaban tratando de hacer una película lasciva. La suya sería grotesca e inquebrantable. Ricci quería decir que sí. Pero a algunas de las personas de su equipo les preocupaba que fuera un error. Se vería demasiado fea. Y sería demasiado desagradable. No habría vuelta atrás.

Ricci actuó en la película de todos modos. Se preocupó, por supuesto. En ese momento, había un camino establecido para convertirse en una estrella de cine, y quería la guía de aquellos que sabían cómo llegar allí. “Monster” se desviaba de todo eso.

Sin embargo, la película fue un éxito en taquilla y en la crítica. La relación entre Wall y Wuornos es tan retorcida y lo que sucede es tan horrible que es imposible mirar hacia otro lado. Cuando Theron ganó el premio Oscar a la mejor actriz en 2004, agradeció a Ricci refiriéndose a ella como su “mujer protagonista” y dijo: “Eres realmente la heroína no celebrada de esta película”.

‘Una vez que llegó al otro lado, se distinguió’

En 2014, Ricci dio a luz a su primer hijo, Frederick Heerdegen. En ese momento, estaba casada con James Heerdegen, un director de fotografía que conoció mientras filmaba la serie de televisión “Pan Am”. En 2021, la revista People publicó un artículo en el que afirmaba que Ricci había obtenido una orden de restricción por violencia doméstica contra Heerdegen. Él niega haber abusado físicamente de Ricci. Ella y Heerdegen ahora están divorciados.

El año pasado se casó con Mark Hampton, un estilista de moda y de celebridades, y dio a luz a su hija, Cleopatra Ricci Hampton. La maternidad ha cambiado profundamente a la actriz.

“Antes de tener a mi hijo era bastante nihilista”, dice. “No sabía que tenía la capacidad de amar tanto a alguien. Cuando eso ocurre, se abren las compuertas. De repente, todo me hacía sentir algo”.

Cuando le sugerí que algunos de estos cambios en su carrera y en su vida podían atribuirse también a haber dejado un matrimonio lleno de conflictos y a estar enamorada, no se mostró en desacuerdo.

“Aunque podría haber vivido sin esa experiencia, me ha hecho mejor actriz en muchos aspectos”, aseguró.

En 2017, Ricci comenzó a recorrer el circuito de convenciones, presentándose en eventos como Comic Con. Algunos actores aparecen en estos encuentros cuando están en una franquicia de Marvel, por ejemplo. O si protagonizaron una película de culto de los 90, como ella. Son menos glamurosos que los eventos de la alfombra roja o las ceremonias de premios, pero son lucrativos y es una forma de conectar con admiradores influyentes.

Para su sorpresa, los encuentros de Ricci en estos eventos eran significativos. Seguía conociendo a personas que habían crecido con ella, que la habían querido antes de que intentara convertirse en alguien que sabía que nunca podría ser. Pudo verse a sí misma —su yo más auténtico—a través de sus ojos. Al hacerlo, empezó a ver de nuevo su valor como artista.

La experiencia le hizo querer hacer proyectos que le produjeran esa sensación, afirmó. Que se sintieran fieles a quien ella era. Decidió cambiar a su mánager, a su publicista y otras cosas, manteniendo solo a su agente de televisión.

Cuando le pregunté qué papeles reflejaban esa transición, hizo una pausa y dijo: “Diría que Misty, en realidad”.

A Ricci le gusta la ira de Misty. Le gusta la forma en que Misty ha sido desestimada: que ha sido empujada a los márgenes, pero que se niega a desaparecer. Que convierte su falta de atractivo sexual en un arma.

“Misty empezó como un personaje que lo único que quiere es conectar con la gente y es incapaz de hacerlo”, comentó Bart Nickerson, que escribió “Yellowjackets” con Ashley Lyle, su pareja. “¿Cuál es la versión más extrema de esa persona? ¿Qué tan retorcida y traumática puede ser? ¿Hasta dónde llegará esa persona para ser vista o comprendida?”.

Melanie Lynskey, una de las coprotagonistas de Ricci en “Yellowjackets”, dijo: “Christina hace muchas cosas con Misty que son muy raras y muy buenas. Logra ese equilibrio de ser alguien que —si fuera tu compañera de trabajo o de clase— te volvería absolutamente loco, pero con Christina no puedes dejar de mirarla. Hay muchas cosas físicas en su actuación, como ese gracioso paseo que hace. O esa pequeña y extraña risa o ese desconcertante contacto visual. Ella no es así en la vida real”.

Nickerson dijo que lo que resulta tan convincente de la interpretación de Ricci es que puede “llegar a la oscuridad de Misty”.

“La verdad es que Christina siempre ha sido una artista más que una joven ingenua”, señaló Jenkins. “Tuvo que luchar mucho más para ser su auténtico yo, pero la ironía es que una vez que llegó al otro lado, eso la distingue. Las personas que solo comercian con su aspecto y sus cualidades atractivas cuando son más jóvenes no tienen mucho que hacer cuando son mayores”.

“Christina, al ser una persona tan compleja e interesante, tiene una enorme reserva de la que sacar provecho para el resto de su carrera”.

Lo que sea que posea Ricci como actriz —un profundo sentido de lo transgresor, una capacidad para hacer que te arraigues a sus personajes incluso cuando están dañados o son horribles— también es algo extraordinario.

Ricci, a quien le gustaría estar detrás de la cámara como directora, se muestra contemplativa.

“Estaba dispuesta a cambiar o a hacer cualquier cosa para que mi carrera tuviera éxito”, relató. “Pensé que, si podía engañar a todo el mundo, una vez que fuera lo suficientemente poderosa para hacer mi propio trabajo, estaría bien, pero no funcionó así. No pude cambiar quien era”.

“I was willing to change or do anything to make my career succeed,” she said. “I thought if I could just trick everyone, then once I was powerful enough to make my own work, I’d be OK, but it didn’t work like that. I couldn’t change who I was.”

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