Especial para Infobae de The New York Times.
La clase empresarial china está enfrentando la peor crisis económica en décadas dado que la política “cero COVID” del gobierno ha cerrado ciudades y confinado en casa a los consumidores potenciales. Sin embargo, parece que los empresarios no se ponen de acuerdo sobre qué tanto deben protestar… o si acaso deben hacerlo.
En mayo, una empresaria del sector tecnológico escribió en el chat de un grupo grande que muchos de sus miembros eran demasiado críticos. “Lo que hace la gente aquí todos los días es criticar al gobierno y al sistema”, escribió. “No veo ningún espíritu empresarial en ello”.
Un capitalista de riesgo importante les dijo a sus casi nueve millones de seguidores en redes sociales que, aunque todos habíamos sufrido por la pandemia, deberían tratar de mantenerse alejados de las noticias y la información negativas.
Este enfoque, el equivalente a un avestruz que oculta la cabeza en la arena, no tiene ninguna lógica para Zhou Hang, un empresario en el área tecnológica y capitalista de riesgo que ha cuestionado cómo es posible que sus colegas simulen que nada ha cambiado a pesar de la turbulencia política y económica. Los exhortó a que dejen de tolerar esta absurda realidad. Es hora de alzar la voz y procurar un cambio.
Zhou es atípico dentro de la comunidad empresarial de China por ser un crítico abierto de la política gubernamental de “cero COVID”, la cual ha puesto en algún tipo de confinamiento a cientos de millones de personas en los últimos meses, lo cual ha costado tanto empleos como ingresos. Zhou dice en voz alta lo que muchos otros susurran en privado, pero temen decir en público.
“Las preguntas que deberíamos hacernos son: ¿qué provocó esa sensación tan negativa en toda la sociedad?, ¿quién debe ser responsable de eso? y ¿cómo podemos cambiarlo?”, escribió en un artículo que fue censurado a una hora de su publicación, pero que se compartió mucho en otros formatos.
Mencionó que los confinamientos en Shanghái y otras ciudades dejaban claro que ni la riqueza ni el nivel social eran importantes para un gobierno decidido a aplicar su política cero COVID. “Todos somos personas sin valor a las que podrían enviar a campamentos de cuarentena y cuyos hogares pueden ser allanados”, escribió. “Si seguimos optando por adaptarnos a esto y tolerarlo, todos enfrentaremos el mismo destino: quedarnos acorralados”.
Para Zhou, ya no es viable que los líderes empresariales de China se mantengan al margen de la política. Pero, debido a las posibles sanciones, algunos de sus pares no quieren participar.
El Partido Comunista de China siempre ha estado atento al poder que tiene su clase empresarial, incluso cuando intentó incorporar a sus miembros para ayudar a fortalecer la economía del país. Bajo el mandato del máximo dirigente actual, Xi Jinping, la actitud del partido hacia el sector privado se volvió más hostil y convirtió a la clase empresarial en la causante de los males sociales.
En los últimos años, el gobierno se ha distanciado de la economía de mercado y ha castigado con severidad a algunas industrias. También satanizó a los empresarios y persiguió a algunos de los más destacados. Después, cuando este año apareció en China la variante ómicron, cuyos efectos son más leves pero cuya propagación es más veloz, el gobierno intervino en la libre empresa como no lo había hecho en décadas.
Los confinamientos y las restricciones han causado tanto daño a la economía, que, a fines de mayo, el premier Li Keqiang convocó a unos 100.000 grupos a una reunión de emergencia. Calificó la situación de “grave” y “urgente” y habló de severos descensos en el empleo, la producción industrial, el consumo de electricidad y el tráfico de mercancías.
Muchos líderes empresariales creen que, si el gobierno no detiene la política cero COVID, será difícil revertir el daño. Sin embargo, tienen la sensación de que no hay nada que puedan hacer para que Pekín cambie de rumbo.
Hay buenas razones para temer alzar la voz. La publicación de Zhou fue censurada, así como algunas otras de empresarios que se pronunciaban a favor de un modelo más equilibrado entre el control de la pandemia y las actividades económicas. James Liang, un economista muy capacitado y presidente del sitio web Trip.com, escribió algunos artículos en los que comparaba las ventajas con las desventajas de las diversas políticas contra la pandemia y, a mediados de mayo, le cancelaron su cuenta en la red social Weibo.
Lo que está en juego podría ser mucho más que unos cuantos artículos censurados y la cancelación de algunas cuentas en las redes sociales.
Jack Ma, fundador del gigante del comercio electrónico Alibaba, estuvo muy alejado de la mirada pública después de criticar a los reguladores bancarios a fines de 2019. Los reguladores anularon la oferta pública inicial de Ant Group, la empresa de tecnología y finanzas controlada por Ma, y el año pasado le impusieron a Alibaba una multa histórica de 2800 millones de dólares.
Ren Zhiqiang, un desarrollador de bienes raíces ya jubilado, fue sentenciado a 18 años de prisión por acusaciones de corrupción, cohecho, malversación de fondos públicos y abuso de poder. Sus simpatizantes afirman que su verdadero delito fue criticar la gestión de Xi cuando desató el coronavirus a principios de 2020.
Zhou, de 49 años, es conocido por ser un rebelde dentro de los círculos empresariales chinos. A mediados de la década de 1990, cuando todavía estaba en la universidad, fundó su primera empresa de equipos de estéreo junto con su hermano. En 2010, abrió Yongche, una de las primeras compañías de servicio de transporte privado.
A diferencia de la mayoría de los empresarios chinos, no les pedía a sus empleados que trabajaran horas extra y tampoco le gustaban las comidas de negocios en las que circularan muchas bebidas alcohólicas. Rechazó cientos de millones de dólares en financiamiento y se negó a participar en guerras de subsidios porque hacerlo carecía de una lógica económica. Al final, perdió contra Didi, su competidor más agresivo.
Más tarde, escribió un libro muy vendido acerca de su fracaso y se convirtió en socio de una empresa de capital de riesgo en Pekín. En abril, fue nombrado presidente de la compañía de transporte compartido Caocao, una subsidiaria del gigante de fabricación de autos Geely Auto Group.
Zhou, un ciudadano chino cuya familia vive en Canadá, dijo en una entrevista que muchas personas pudientes chinas como él solían llevar a sus familias y parte de sus activos al extranjero, pero trabajaban en China porque ahí había más oportunidades.
Ahora, algunas de las personas más valiosas también están tratando de sacar sus empresas del país. Esto no es un buen presagio para China, comentó.
“Los empresarios tienen un estupendo instinto de supervivencia”, aseveró. “Ahora se ven obligados a mirar fuera de China”. Zhou acuñó el término “globalización pasiva” a partir de sus debates con otros empresarios. “Muchos de nosotros estamos comenzando a tomar esas medidas”, comentó.
Esa posibilidad lo deprimió. China solía ser el mejor mercado del mundo: grande, dinámico, lleno de emprendedores ambiciosos y trabajadores ávidos, señaló, pero la absurda y destructiva política cero COVID y las severas medidas para las empresas han obligado a muchos de ellos a pensarlo dos veces.
“Incluso si nuestra empresa es de las llamadas ‘gigantes’, todos carecemos de valor alguno frente a la enorme fuerza”, comentó. “Cualquier vientecillo podría derribarnos”.
En los últimos años, algunos de los artículos de Zhou y algunas de sus cuentas en redes sociales han sido borrados. Según él, su franqueza ha provocado incomodidad entre sus amigos. Algunos le han dicho que se mantenga callado porque eso no cambia nada y solo crea riesgos innecesarios para él, su familia, sus empresas y los accionistas de sus negocios.
Pero Zhou no puede detenerse; le preocupa que China se pueda volver más como era bajo el régimen de Mao Tse-Tung: empobrecida y reprimida. La generación de emprendedores a la que pertenece debe gran parte de su éxito a la reforma de China y a las políticas de apertura, señaló. Ellos tienen la responsabilidad de iniciar los cambios en vez de esperar a obtener beneficios sin hacer nada.
Tal vez puedan comenzar alzando la voz, aunque sea un poquito.
“Todos los cambios comienzan con la inconformidad y la desobediencia”, concluyó.