Durante las últimas tres décadas, las empresas y los consumidores se beneficiaron de las conexiones transfronterizas que mantuvieron un suministro constante de aparatos electrónicos, ropa, juguetes y otros productos, tan abundante que sirvió para mantener precios bajos.
Sin embargo, debido a que la pandemia y la guerra en Ucrania siguen afectando el comercio y los lazos comerciales, parece que ese periodo de abundancia está padeciendo una reversión parcial. Las empresas están repensando dónde conseguir sus productos y abastecer su inventario, aunque esto signifique una menor eficiencia y costos más altos. Si esto perdura, tal alejamiento de la globalización sincronizada podría tener consecuencias importantes para la inflación y la economía del mundo.
Los economistas están debatiendo si la reciente agitación en la cadena de suministro y los conflictos geopolíticos darán como resultado una reversión o una reconfiguración de la producción mundial, en la que las fábricas que fueron enviadas al extranjero regresarán a Estados Unidos y otros países que representen un menor riesgo político.
Si esto ocurre, un declive de décadas en los precios de muchos productos podría llegar a su fin o incluso empezar a ir en la dirección contraria y estimular una inflación generalizada. Más o menos desde 1995, los productos duraderos como los autos y las herramientas han limitado la inflación y los precios de los productos no duraderos como la ropa y los juguetes a menudo han aumentado, pero poco a poco.
Esas tendencias comenzaron a cambiar a finales de 2020, después del inicio de la pandemia, cuando se dispararon los costos de envío y la escasez chocó con una fuerte demanda que elevó más los precios de los autos, los muebles y las herramientas. Aunque pocos economistas esperan que sigan al alza los vertiginosos precios del último año, la pregunta es si durará la tendencia hacia productos al menos un poco más caros.
La respuesta podría depender de si se arraiga un alejamiento de la globalización.
”Sin duda sería un mundo distinto, podría ser un mundo donde tal vez haya una mayor inflación, tal vez una menor productividad, pero cadenas de suministro más resilientes y robustas”, respondió Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, en un evento del mes pasado cuando le preguntaron sobre un posible alejamiento de la globalización.
Sin embargo, según Powell, no es evidente cuán drásticos serán los cambios en las condiciones. “No queda claro que lo que estemos viendo sea una reversión de la globalización”, comentó. “Es claro que se ha ralentizado”.
El periodo de integración mundial que prevaleció antes de la pandemia volvió más baratas muchas de las cosas que compran los estadounidenses. Las computadoras y otras tecnologías hicieron fábricas más eficientes y estas produjeron zapatos deportivos, mesas de cocina y aparatos electrónicos a un ritmo sinigual en la historia. Las empresas redujeron los costos de producción al mudar las fábricas al extranjero, donde los sueldos eran más bajos. La adopción de contenedores de acero y barcos cargueros cada vez más grandes permitió que, por precios asombrosamente bajos, los productos se llevaran a toda velocidad de Bangladés y China a Seattle y Tupelo, Misisipi, así como a todas partes en el camino.
No obstante, esos cambios también tuvieron consecuencias para los trabajadores en las fábricas estadounidenses, quienes vieron cómo muchos trabajos desaparecían. La reacción negativa frente a la globalización ayudó a que el ex presidente Donald Trump ocupara el cargo, pues prometió regresar las fábricas a Estados Unidos. Sus guerras comerciales y el aumento de aranceles provocaron que algunas empresas sacaran sus operaciones de China, aunque lo más común es que las movieran a otros países de bajos costos como Vietnam y México.
La pandemia también expuso el efecto de bola de nieve en las cadenas de suministro de alta optimización: los cierres de las fábricas y las demoras del transporte dificultaron la obtención de algunos productos y partes, entre ellos semiconductores cruciales para los aparatos electrónicos, los electrodomésticos y los autos. Los costos de envío se han disparado diez veces en apenas dos años, lo cual ha eliminado el ahorro de fabricar los productos en el extranjero.
A partir de finales de 2020, los precios de las lavadoras, los sillones y otros productos grandes saltaron de forma dramática cuando las limitantes de producción chocaron con una demanda alta.
La inflación tan solo se ha acelerado desde entonces. La invasión de Rusia a Ucrania ha enredado más las cadenas de suministro, lo cual ha aumentado los precios del gas y otros productos básicos en meses recientes y ha servido para que el índice de la inflación que vigila tan de cerca la Reserva Federal haya subido un 6,6% en el año que terminó en marzo.
Ese es el ritmo más veloz de la inflación desde 1982 y el alza de los precios está tocando el nivel más alto en décadas en muchas de las economías avanzadas, entre ellas la eurozona y el Reino Unido.
Muchos economistas esperan que el aumento de los precios de los productos duraderos se enfríe de manera significativa en los meses por venir, lo cual debería ayudar a calmar el alza general de los precios. Datos de marzo sugirieron que había empezado a moderarse. Aumentar las tasas de interés de la Reserva Federal podría servir para templar las compras, conforme se vuelvan más caros los préstamos para comprar autos, máquinas y provisiones para el mejoramiento del hogar.
Sin embargo, sigue habiendo cuestionamientos en torno a si —considerando lo que han aprendido las empresas y los países— los productos grandes regresarán a los declives constantes de precios que eran la norma antes del coronavirus.
Todavía no queda claro cuánto se acercarán a casa las fábricas. Un “índice de reapuntalamiento” que publicó Kearney, una consultoría de administración, fue negativo en 2020 y 2021, lo cual indicó que Estados Unidos estaba importando más productos manufacturados desde países de bajos costos.
No obstante, más firmas reportaron haber sacado sus cadenas de suministro de China para llevarlas a otros países y los ejecutivos estadounidenses fueron más positivos sobre traer más manufactura a Estados Unidos.
Los cambios a largo plazo en la población también podrían agravar los efectos de una desaceleración o una retirada de la globalización, pues elevarían los precios al volver más cara la mano de obra. Para 2050, en el mundo, una de cada seis personas será mayor de 65 años, según estimados de Naciones Unidas, en comparación con 2019 cuando era una de cada once.
Ese envejecimiento implica que, después de décadas en las que gracias a una nueva fuerza laboral disponible en el mundo era barato y fácil encontrar empleados, la reciente escasez de mano de obra a nivel mundial podría durar. Esto quizá aumente los salarios y las empresas podrían pasarles los elevados costos de la mano de obra a los clientes subiendo los precios.
“La demografía y la reversión de la globalización significan que es probable que una buena parte de esto sea permanente… por supuesto que no todo”, opinó Charles Goodhart, profesor emérito de la Escuela de Economía de Londres, para referirse a los problemas de mano de obra y los precios de la era pandémica. Goodhart es coautor de un libro publicado en 2020 en el que se arguye que el mundo estaba al borde de una reversión demográfica.
“Habrá fuerzas estructurales que aumentarán la inflación tal vez durante las próximas dos o tres décadas”, señaló.
Hay quienes no coinciden. Adam Posen, presidente del Instituto Peterson de Economía Internacional, señaló que, en partes de África, el sur de Asia y Latinoamérica había bastantes trabajadores disponibles. Además, la inflación ha sido débil en Japón durante décadas, a pesar de tener una población mucho mayor.
Según Posen, un declive en la globalización tampoco incrementaría necesariamente la inflación a largo plazo. Al desacelerar el crecimiento, podría provocar una menor demanda y un aumento en los precios.
Sin embargo, los economistas vigilarán de cerca la trayectoria entrelazada de la globalización, los precios de los productos y la inflación en su totalidad.
“La gente solía decir que era la pregunta del millón de dólares, pero supongo que en estos días es de los miles de millones… o del billón de dólares”, opinó Carlos Viana de Carvalho, execonomista de la Reserva Federal de Nueva York quien ahora funge como director de investigación en la firma brasileña de gestión de activos Kapitalo Investimentos. Según Carvalho, es posible, pero no definitivo, que el mundo se esté moviendo hacia una nueva era económica marcada por una inflación más alta en medio de los cambios a la integración global y una preocupación más intensa sobre el clima.
“Estas cosas son muy difíciles de identificar en tiempo real”, comentó.
(c) The New York Times
Alan Rappeport colaboró con este reportaje.
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