Especial para Infobae de The New York Times.
LOS ÁNGELES, California — El Angel City FC, una de dos nuevas franquicias en la Liga Nacional de Futbol Femenino (NWSL, por su sigla en inglés) de Estados Unidos, llegó equipado con decenas de inversionistas famosos a su primera temporada, una imagen de marca elegante, cobertura mediática abundante y una campaña de redes sociales bien coreografiada.
Lo que el club no tenía, al menos de manera consistente, era un lugar para jugar futbol.
A principios de este año, justo cuando las jugadoras del Angel City comenzaron a llegar a Los Ángeles para la temporada inaugural del equipo, un acuerdo que el club había hecho para usar los campos de entrenamiento de los Carneros de Los Ángeles en la Universidad Luterana de California se suspendió. ¿El problema? El equipo de la NFL estaba en su camino a ganar el Supertazón y todavía los estaba usando.
Al improvisar para resolver el contratiempo, el Angel City acordó pasar las primeras semanas de su pretemporada en la Universidad Pepperdine. Sin embargo, justo cuando las jugadoras estaban por regresar a la Universidad Luterana, directivos del equipo decidieron que el campo de futbol de pasto artificial de la escuela que les brindaron no era adecuado. Cancelaron el entrenamiento y, en cambio, les ofrecieron un día de spa a las jugadoras.
“Cada empresa emergente tiene que ajustarse y cambiar: estoy cómoda con esos cambios de último minuto. Dicho eso, tenemos veinticuatro jugadoras y un equipo técnico compuesto por veinte personas y no es sencillo para todos”, declaró la presidenta y cofundadora del Angel City, Julie Uhrman, y agregó: “A veces nos quedamos cortas en cumplir con lo prometido para las jugadoras y eso es devastador”.
A medida que la liga inicia su décima temporada regular este fin de semana, el Angel City se tropieza con lo básico, tras un año en el cual la NWSL fue sacudida por las acusaciones de maltratos a las jugadoras, hace que muchos alrededor de la liga se pregunten de nuevo: ¿qué es la NWSL? ¿Y qué quiere ser?
Un impulso para el cambio liderado por las jugadoras
Se esperaba que la llegada de Angel City, junto con una segunda nueva franquicia en San Diego, brindara un nuevo comienzo para la NWSL tras una muy pública rendición de cuentas el año pasado. En cuestión de meses, cinco de los diez entrenadores de la liga renunciaron o los despidieron por conductas fuera del campo de juego, incluyendo a uno que fue acusado de coaccionar a una jugadora para que tuviera sexo con él. (Otro entrenador, James Clarkson del Houston Dash, fue suspendido el martes por hallazgos no especificados en una evaluación en curso de “quejas actuales y previas por discriminación, acoso y abuso”).
Los escándalos fueron un momento existencial para la liga. Su comisionada, quien recibió críticas por el mal manejo de los reportes de entrenadores que abusaban y acosaban a las jugadoras, renunció. Los dueños de los equipo enfrentaron duros cuestionamientos por sus propios fracasos. Incluso algunos de los aficionados más devotos de la liga les reclamaron a sus equipos y exigieron respuestas y rendición de cuentas.
Las jugadoras fueron más allá: durante una semana histórica, se rehusaron a jugar.
Veteranas de este deporte afirmaron que la demostración del poder de las jugadoras no era nueva. Las cosas habían estado cambiando, aseguraron, desde los primeros años de la liga, cuando los patrocinadores llegaron en forma de negocios de empacadoras de carne operadas por una familia, los contratos de transmisión eran casi inexistentes y las jugadoras no se atrevían a exigir más.
Las victorias consecutivas en Copas del Mundo de la selección femenil estadounidense (un equipo que fue liderado por estrellas de la NWSL y que libraba una batalla pública y paralela por la igualdad salarial) ayudaron a cambiar eso. Muchas jugadoras menos famosas de la NWSL tenían la idea de que la liga no estaba para apoyarlas o protegerlas. Un sindicato de jugadoras se formó en 2017 y recibió reconocimiento oficial al siguiente año.
“Se sintió como si hubiera un cambio de inercia”, comentó Jasmyne Spencer, una veterana de diez años de la NWSL. “Ya basta. Nosotras desarrollamos la liga y podemos comenzar a exigir cosas que necesitamos para hacerla exitosa”.
No obstante, incluso a pesar de que los salarios se elevaron y los estándares mejoraron, la liga todavía “escribía de manera unilateral todas las reglas”, opinó Meghann Burke, directora ejecutiva del sindicato de jugadoras. El cambio en el equilibrio de poder llegó apenas el otoño pasado, cuando reportes en The Athletic y The Washington Post documentaron un extendido abuso contra las jugadoras.
“En cierto punto fue como ‘está bien, tenemos que unirnos como jugadoras para obtener más’”, señaló Tori Huster, presidenta del sindicato de jugadoras y mediocampista del Washington Spirit. “Esa va a ser la única forma de avanzar”.
Un progreso concreto ocurrió tras algunos meses: el 31 de enero, la NWSL y el sindicato de jugadoras ratificaron el primer acuerdo colectivo de la liga. El contrato elevó el salario mínimo a 35.000 dólares al año y una compensación del 30 por ciento a través de prestaciones mejoradas como vivienda durante todo el año, transporte y seguro de salud. El trato también incorporó licencia por maternidad y salud mental y mostró, por primera vez, un camino hacia la agencia libre.
La labor ahora, según jugadoras, ejecutivos y otros que participan en la NWSL, es descubrir cómo lucirá con exactitud la liga en su segunda década y después.
¿Empoderamiento o activismo?
Si el primer cambio de inercia de la liga fue uno de acción colectiva de sus jugadoras, el segundo fue la presentación de un club como Angel City, un equipo concebido, fundado y administrado por mujeres.
“Queríamos demostrar que éramos diferentes”, expresó Uhrman. “Que podíamos liderar con un propósito, pero también tener la meta de ser rentables. Además, mostrar que eso es un negocio real y que invertir en mujeres e invertir en el deporte femenil es de verdad una buena inversión”.
Las ejecutivas del Angel City están ansiosas por discutir las metas del club, las cuales incluyen darle prioridad a la inversión en Los Ángeles (a los patrocinadores del club se les requiere que pongan el 10 por ciento del valor de su patrocinio en organizaciones locales) y dar participaciones a sus jugadoras. Por ejemplo, las futbolistas del Angel City que permitan el uso de su imagen para promover al club recibirán el uno por ciento de los ingresos netos de los boletos de esta temporada.
No obstante, es un camino difícil de transitar, ser visto tanto como una labor de caridad como una oportunidad de negocio espolvoreada por la fama mientras se lidia con un equipo competitivo.
“Esa apariencia lustrosa, la increíble sesión de fotos, el gran uso de marca en las redes sociales es una cosa, pero ¿cómo afectará esto en realidad a la experiencia de vida de estas atletas?”, relató Courtney M. Cox, una profesora adjunta de la Universidad de Oregón que estudia asuntos laborales, de identidad y de tecnología en los deportes. “¿En realidad esto qué le está dando a cualquier otra persona además de que los inversionistas puedan decir: ‘Mira, soy dueño de un equipo’?”.
Lo que complica más la fulgurante bienvenida que el Angel City ha recibido es la afirmación de que un club fundado por mujeres (Uhrman, la actriz Natalie Portman y la capitalista de riesgo Kara Nortman) y, en su mayoría, propiedad de mujeres de alguna manera garantizó que las cosas serían mejores para sus jugadoras.
“Al decir: ‘Vamos a comprar este equipo y por consiguiente estamos empoderando mujeres’, ¿las estás empoderando para que hagan qué? ¿Para qué las estás empoderando?”, indicó Sarah Banet-Weiser, una profesora de Comunicación en las Escuelas Annenberg de las universidades de Pensilvania y del Sur de California. “Si solo está haciendo crecer la marca, ¿cómo va a cambiar la estructura sexista del deporte?”.