Todos están de vuelta en el trabajo, aunque nadie se siente bien

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Especial para Infobae de The New York Times.

Es excepcionalmente difícil lograr que, en un evento corporativo realizado por Zoom, alguien esboce una sonrisa, y ni hablar de que se ría, pero la cómica Dani Klein Modisett se las arregla. Un juego que le gusta incluir en sus talleres de risa consiste en pedirles a los participantes que nombren cinco cosas de una categoría (por ejemplo, cosas que hay en su refrigerador) tan rápido como puedan, tras lo cual todos los demás corean: “¡Esas son cinco cosas!”. Al final, la gente se relaja; empieza a reírse. (Tal vez tengas que estar ahí para entenderlo).

No obstante, en los últimos meses, Klein Modisett ha observado que los asistentes llegan a las sesiones más tensos que nunca. Algunos llegan en busca de frivolidad, pero también para afrontar una tragedia.

“Me da gusto haber venido”, señaló un participante, “pero mi cuñado acaba de morir”.

Las personas acuden a las evaluaciones de rendimiento, a las sesiones de lluvia de ideas y a la oficina con todo tipo de aflicciones, desde lo banal hasta lo abrumador. Los problemas pequeños parecen grandes; los problemas grandes parecen colosales, y, como es difícil obtener y pagar por atención de la salud mental, los trabajadores intentan solucionarlo por sí mismos.

“Hay una sensación de ‘no saber cuánto tiempo más podremos seguir haciendo esto’”, comentó Klein Modisett, cuya organización, Laughter on Call, ha organizado más de 350 eventos desde su fundación hace tres años. “Queremos mantener la posibilidad de reírnos, pero todo se está volviendo excesivo”.

Incluso el evento de Hollywood que más se apega a un guion, se desvió; su pulcritud habitual fue sustituida por una emoción sin filtros: una bofetada de uno de los artistas más importantes de la industria cinematográfica.

“Todos estamos juntos, actuando con tiento al no saber cuál es el estado de bienestar de los demás”, señaló Chantalle Couba, de 46 años, consultora de diversidad, equidad e inclusión en Carolina del Norte. “Si vas a un evento de tres días fuera de la oficina (o a los Premios Oscar) descubres que la gente es diferente. Las personas están cansadas. Todos están muy ansiosos”.

Durante los últimos dos años, las personas han batallado para hacer su trabajo, ya sea en hospitales o restaurantes, en tiendas o escuelas, después que el miedo y la incertidumbre, producto de la crisis de la COVID-19, las convirtió en un manojo de nervios.

Para el subgrupo de estadounidenses que se daba el lujo de trabajar desde casa, su vida profesional era un reflejo de la personal: trastornada. Respondían a los correos electrónicos desde el sofá, hablaban con sus compañeros de equipo a través de Zoom y modificaban sus horarios para adaptarse a esta nueva era de trabajo a distancia.

Ahora, algunos han recibido el mensaje de que sus jefes están tratando de restaurar un viejo statu quo. Decenas de empresas están llamando a los trabajadores para que vuelvan a la oficina: Microsoft, Goldman Sachs, Chevron y The Washington Post. A algunas les preocupa que sus equipos no estén preparados para la transición emocional que le espera a una fuerza laboral que ya está al límite.

“Se acabaron los días de agachar la cabeza”, dijo Desiree Coleman-Fry, ejecutiva de diversidad, equidad e inclusión.

En un estudio de McKinsey realizado el año pasado con más de 2900 participantes, una tercera parte de las personas que acababan de volver a la oficina afirmaron que su regreso había afectado su salud mental de manera negativa. La saga de las reaperturas de las oficinas no ha ayudado, ya que es difícil prepararse para una rutina nueva.

Para algunos trabajadores, está la dificultad de abandonar los hábitos que se formaron en casa; para otros, está la perspectiva de enfrentarse a desaires, comentarios insensibles y a los grupitos que se forman entre los empleados con gustos afines y que son hostiles con el resto. Muchos, sabiendo que han cambiado en los últimos dos años, no se sienten preparados para reencontrarse con sus equipos.

“Gran parte de nuestra humanidad ha quedado al descubierto”, aseveró Klein Modisett. “No hay vuelta atrás. No podemos volver a meter al genio en la botella”.

No obstante, las tareas cotidianas se prolongan, a veces en contraste con la magnitud de los acontecimientos mundiales. Para Kelly McComas, una diseñadora de 25 años de Brooklyn, la disonancia entre seguir las crisis en los noticieros y cumplir con sus obligaciones profesionales es más clara al comienzo de sus reuniones. En una videollamada reciente con un equipo en Polonia, narró McComas, los primeros momentos de la conversación dejaron claro que nadie sabía cómo hablar de la invasión rusa de Ucrania.

“Empezamos una reunión y preguntamos cómo va todo y ellos dijeron: ‘Bueno, hay una guerra’”, recordó McComas. “Y nosotros respondimos: ‘Sí, hay una guerra’. Y entonces, iniciamos la reunión de diseño”.

Los supervisores se dan cuenta de que se les pide que ayuden a las personas a superar los retos personales, tengan o no la formación necesaria para hacerlo. Kim Theobald, jefa de recursos humanos de RCM&D, una agencia de seguros, empezó a facilitar una llamada semanal para los directivos, dándoles espacio para plantear preguntas sobre cómo apoyar a los trabajadores.

“He tenido muchos más trabajadores que se ponen en contacto conmigo debido a su ansiedad y con frecuencia dicen que no pueden precisar la razón de esta”, señaló Theobald. “He recibido llamadas telefónicas de gerentes diciendo: ‘Esto es lo que hice y espero haberlo manejado de la manera correcta’”.

Algunas empresas están tratando de abordar directamente los problemas de salud mental a los que puede enfrentarse su personal. Arrivia, una empresa de viajes, dijo que el uso de su programa de “apoyo a los trabajadores”, que proporciona terapia gratuita, se había multiplicado por diez desde el comienzo de la pandemia. La empresa también encuestó a los trabajadores sobre sus necesidades en cuanto al regreso a la oficina y elaboró un plan que da prioridad a la flexibilidad, lo que les permite a muchas personas trabajar desde casa si así lo prefieren.

Real, una aplicación de salud mental que ofrece programas sobre temas como las relaciones y la positividad corporal, tiene previsto poner a prueba una semana laboral de cuatro días, que se extenderá desde la próxima semana hasta junio, para que los trabajadores tengan más tiempo para descansar y centrarse en sus familias. La idea fue de la fundadora de Real, Ariela Safira, quien, tras las fiestas de diciembre, reconoció que tenía una sensación de insensibilidad alimentada por el exceso de trabajo.

Las aplicaciones e incluso las licencias remuneradas no solucionan gran cosa. Para muchos, la angustia es profunda, agravada por la brecha emocional entre sus responsabilidades laborales y la realidad de 2022. Los líderes empresariales podrán hablar con frecuencia de la autenticidad, pero muchos de sus trabajadores no están seguros de cómo presentarse ante sus colegas cuando tienen problemas.

“Me parece una locura que se espere que mantengas la calma y sigas con tu vida”, explicó McComas. “Ya no sé si puedo dar todo de mí en el trabajo porque me parece muy poco sincero con lo que ocurre fuera de la oficina”.

Además, el vocabulario del lugar de trabajo se está ampliando, ya que los directivos tratan de encontrar el lenguaje necesario para supervisar a los trabajadores. Están aprendiendo a preguntar sobre los retos que van más allá de los plazos de entrega y los acuerdos, conversaciones que no siempre resultan naturales en un entorno de oficina estéril.

Jennifer Strauel, directora de recursos humanos de Arrivia, ha escuchado a trabajadores que han sufrido enfermedades, rupturas de relaciones y la pérdida de seres queridos.

“Nos estamos familiarizando con el uso de palabras relacionadas con los sentimientos en lugar de solo temas empresariales concretos”, concluyó Strauel.

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