Especial para Infobae de The New York Times.
CRACOVIA, Polonia — Una activista por la paz en la ciudad de Leópolis, en el oeste de Ucrania, llevó 109 cochecitos de bebé a una plaza la semana pasada para representar a los niños que han muerto en la guerra con Rusia. Horas más tarde, las imágenes de la manifestación estaban disponibles para millones de personas en sus teléfonos.
Una niña refugiada en un sótano en Kiev cantó una inquietante versión de “Libre soy”, de la película “Frozen: una aventura congelada”, y el clip de video le dio la vuelta al mundo. Un violonchelista interpretó una sombría suite musical de Bach en una calle de Járkov, con escombros alrededor y la fachada sin ventanas de un edificio en ruinas como telón de fondo, y miles de personas lo vieron.
Estos desgarradores vistazos de la vida en Ucrania desde la invasión rusa se han convertido en municiones poderosas en una guerra de información que se desarrolla en las redes sociales. Para algunos, este tipo de mensajes se han convertido en un campo de batalla crucial que complementa el desempeño de las fuerzas militares ucranianas en el frente físico. Las imágenes y la información se propagan en Instagram, Facebook, Telegram y TikTok.
“Estamos experimentando la guerra de forma muy visceral a través de las redes sociales”, sentenció Emerson Brooking, miembro residente sénior del Atlantic Council, un laboratorio de ideas enfocado en asuntos internacionales con sede en Washington. “La transformación de Ucrania a una nación en guerra es sencillamente desoladora. Y por eso ha resonado especialmente en el público occidental”.
Durante mucho tiempo, las redes sociales han sido un lugar donde los activistas se organizan y comparten noticias, así como un lugar para reclutar combatientes o sembrar desinformación. Pero en esta batalla, la proliferación de fotografías y videos que muestran el costo humano de la guerra ha ayudado a Ucrania a proyectar la imagen de un país de sobrevivientes inquebrantables que poseen la autoridad moral, mientras que Rusia es presentada como el agresor despiadado, una impresión que ha sido reforzada por las sanciones y la condena mundial.
Brooking afirmó que Ucrania tenía una ventaja adicional porque Rusia no había desplegado el mismo nivel de desinformación que en el pasado, en parte porque el gobierno en Moscú ha negado la gran magnitud de la guerra.
Sin embargo, las cuentas del gobierno ruso han cuestionado activamente la veracidad de las cuentas civiles ucranianas verificadas que aparecen en las redes sociales.
Esos esfuerzos solo han profundizado la determinación de Anastasiya Magerramova de mostrarle al mundo la destrucción en Ucrania. Magerramova, de 27 años, secretaria de prensa del hospital pediátrico Okhmatdyt en Kiev, afirmó que siente que está peleando su propia batalla —una lucha por la verdad que se desarrolla de manera paralela al conflicto entre soldados— mientras sus compatriotas han tomado las armas.
Magerramova y un grupo de colegas han documentado el gran número de civiles que llegan heridos. Ella, junto algunos comunicadores, se han mudado al hospital y ahora duermen en las salas y trabajan las 24 horas, con los teléfonos en la mano y las cámaras listas. Publican las imágenes en Instagram, Facebook y Telegram con descripciones detalladas de lo que les sucedió a los protagonistas de las fotos.
“Siento que mi trabajo es importante; también es como un arma”, aseguró. “Quiero mostrarle al pueblo las consecuencias de esta guerra: niños pobres con metralla en las piernas, los brazos, en la cabeza. Eso no está bien. No deberíamos estar en esta situación”.
Las cuentas de las redes sociales del hospital se han convertido en una documentación continua del número de víctimas civiles, al mostrar —a menudo con doloroso detalle— el sufrimiento de las víctimas de la guerra.
El 19 de marzo, Magerramova publicó una foto en las redes sociales de una madre joven llamada Olga, que usó su cuerpo para proteger a su bebé de los bombardeos. Las penurias de la familia —el padre también resultó herido— resonaron de inmediato en todo el mundo. Primero fue vista y difundida por el gobierno, luego por activistas, luego medios de comunicación ucranianos y finalmente, medios internacionales.
La difusión de estas historias personales ha hecho que Magerramova no pare de recibir llamadas de periodistas de todo el mundo.
Grupos de la sociedad civil y organizaciones humanitarias con sede dentro y fuera de Ucrania también han desempeñado un papel crucial en la amplificación de voces, al convertirse en una especie de ejército activista cuya misión es verificar y difundir la información.
En 2014, cuando Rusia anexó a Crimea de Ucrania, Marta Barandiy creó Promote Ukraine, un centro de medios no gubernamental. En febrero, cuando comenzó la invasión a gran escala, las filas de voluntarios del grupo aumentaron y expandieron su presencia en línea.
En la actualidad, docenas se ofrecen como voluntarios y pasan sus días publicando información en línea. Algunos trabajan de forma remota desde Europa y otros comparten informes actualizados de las ciudades ucranianas sitiadas.
“Estamos tratando de ser una plataforma extensa de comunicación para los ucranianos que están en Ucrania, así como para los ucranianos que han huido del país y tienen historias que contar”, dijo Barandiy. Su grupo traduce al inglés los reportes de fuentes gubernamentales y de quienes están sobre el terreno, y esta semana comenzó a organizar conferencias de prensa para difundir aún más las historias.
Algunos de los voluntarios de su grupo están trabajando desde un centro de operaciones de la sociedad civil ucraniana que se habilitó hace poco en un edificio del Parlamento Europeo, en Bruselas.
Maryna Yaroshevych, jefa de defensa de Promote Ukraine, considera que el poder de algunas de las imágenes ya había contribuido a la presión pública para imponer sanciones a Rusia.
“Están conmoviendo a los europeos y a personas de todo el mundo”, afirmó Yaroshevych. “De esta manera, la gente promedio puede presionar a los políticos para que intervengan y tomen acciones”.
Debido a que los enfrentamientos le han cortado el acceso a la mayoría de los periodistas a algunas partes de Ucrania, las historias personales compartidas por los civiles en las redes sociales se han vuelto aún más poderosas.
Nadezhda Sukhorukova, que logró escapar del asediado puerto sureño de Mariúpol y ahora está cerca de Odesa, una ciudad más al oeste, con su hijo, describió haber vivido un “infierno” mientras los rusos bombardeaban Mariúpol de forma incesante. Durante semanas estuvo escondida en un sótano, del cual solo se atrevió a salir para cosas necesarias.
“Un vecino afirmó que Dios se había ido de Mariúpol. Tenía miedo de todo lo que veía”, escribió Sukhorukova en una serie de publicaciones en Facebook tras su huida, a finales de la semana pasada.
En las últimas semanas, los únicos periodistas internacionales que quedaban formaban parte de un equipo de The Associated Press. Pero la semana pasada se vieron obligados a huir tras aparecer en una lista negra rusa.
Es por eso que el relato de Sukhorukova, al igual que otros recuentos esporádicos que se han filtrado, ha sido crucial para transmitir la devastación en Mariúpol.
“Los muertos yacen en las entradas, en los balcones, en los patios”, escribió Sukhorukova en una de las publicaciones que ha sido compartida miles de veces.
A través de una llamada telefónica, Sukhorukova aseguró que no esperaba que su historia fuera de interés para nadie, y que había formado las ideas en su cabeza cuando cortaron el acceso a internet “solo para no volverme loca”. Sus primeras publicaciones las hizo para informarles a sus amigos que estaba viva.
“Una sola vez pensé que, si escribía, todo cambiaría”, aseguró. “Pero desafortunadamente, nadie está sacando a la gente de la ciudad, nadie está clausurando los cielos”.