Especial para Infobae de The New York Times.
Sean Cusack, ingeniero de software en Microsoft y apicultor de profesión, quería saber si en sus colmenas entraba algo más que las abejas. Por eso construyó una pequeña cabina fotográfica (una especie de vestíbulo para abejas) que capturaba imágenes cada vez que aparecía algo a su alrededor. Sin embargo, clasificar los miles de retratos de insectos resultó tedioso.
Sus colegas le hablaron de un nuevo producto en el que la empresa estaba trabajando, llamado Lobe.ai, que permite a cualquiera entrenar a un sistema de visión por computadora para que reconozca objetos. Cusack lo utilizó para identificar a sus abejas, pero también para vigilar al temido avispón asiático.
“Era muy sencillo”, aseguró Cusack, quien añadió que la ciencia de datos subyacente estaba “por encima de mi entendimiento”, a pesar de su profesión.
La plataforma Lobe le permitió arrastrar y soltar fotos de muestra y pulsar unos cuantos botones para crear un sistema que pudiera reconocer a sus queridas abejas y detectar visitantes no deseados.
Cusack forma parte de un creciente ejército de “desarrolladores ciudadanos”, que utilizan nuevos productos que permiten a cualquiera aplicar la inteligencia artificial sin tener que escribir una sola línea de código de programación. Los defensores de la revolución de la inteligencia artificial “sin código” creen esto que cambiará al mundo. Antes era necesario un equipo de ingenieros para generar software, y ahora los usuarios con un navegador web y una idea tienen el poder de dar vida a esos planes por sí mismos.
“Intentamos que la inteligencia artificial sea ridículamente fácil”, afirmó Craig Wisneski, un evangelizador de la ausencia de código y cofundador de Akkio, una empresa que permite a cualquiera hacer predicciones con base en datos.
La inteligencia artificial sigue el camino de una progresión conocida.
“Primero es utilizada por un pequeño núcleo de científicos”, explicó Jonathan Reilly, otro cofundador de Akkio. “Luego, la base de usuarios se extiende a los ingenieros que pueden navegar por los matices técnicos y la jerga hasta que, al final, se hace lo suficientemente fácil de usar como para que casi cualquiera pueda aprovecharla”.
Así como los iconos pulsables han sustituido a los confusos comandos de programación en las computadoras domésticas, las nuevas plataformas sin código sustituyen los lenguajes de programación por interfaces tipo web sencillas y familiares. Además, una oleada de empresas emergentes está llevando el poder de la inteligencia artificial a personas sin conocimientos técnicos en áreas como la visual, textual y de audio.
Juji, por ejemplo, es una herramienta diseñada para que la creación de chatbots, que usan la inteligencia artificial para automatizar los servicios de mensajería, sea tan fácil como crear una presentación de PowerPoint. Esta utiliza el aprendizaje automático para gestionar flujos de conversación complejos e inferir las características particulares de los usuarios para personalizar cada interacción en lugar de limitarse a presentar interacciones preprogramadas.
Su cofundadora, Michelle Zhou, explicó que el objetivo era dotar a los chatbots de Juji de habilidades humanas avanzadas, como la inteligencia emocional, para que pudieran conectar con los usuarios a un nivel más humano que los sistemas existentes. Gracias a Juji, el personal de la Universidad de Illinois pudo crear y gestionar su chatbot de inteligencia artificial personalizado y ampliar sus operaciones de captación de estudiantes.
No obstante, no todas las herramientas existentes son lo suficientemente robustas como para hacer algo más que tareas sencillas. Teachable Machines, de Google, es una herramienta de visión informática similar a Lobe.ai. Steve Saling, un antiguo arquitecto paisajista que ahora vive con esclerosis lateral amiotrófica, trabajó con el equipo de Teachable Machines durante año y medio para entrenar un sistema que encendiera y apagara interruptores utilizando sus expresiones faciales.
“Se vuelve más preciso con más datos”, señaló Saling mediante un correo electrónico.
Pero dijo que el proceso de recopilación de esos datos —fotografías de su rostro en diferentes ángulos y con distinta luz— fue muy laborioso y el sistema nunca alcanzó el nivel de precisión necesario.
“La automatización tiene que superar el 99 por ciento de fiabilidad para depender de ella”, afirmó Saling. “Teachable Machines lo logrará, pero todavía le falta camino por recorrer”.
Aun así, es pronto.
“Las herramientas de inteligencia artificial sin código todavía están al margen del movimiento más amplio sin código porque no hay mucha gente que entienda lo suficiente del proceso de aprendizaje automático como para pensar en todas las posibilidades”, opinó Josh Tiernan, dirigente de No Code Founders, una comunidad de emprendedores no técnicos que utilizan herramientas sin código como WordPress o Bubble.
No obstante, espera que la inteligencia artificial sin código crezca a medida que más personas comprendan su potencial.
Otra fuerza a favor de no usar código es el avance en la propia inteligencia artificial que está haciendo que las plataformas sin código sean más potentes. OpenAI, la empresa cofundada por Elon Musk, tiene un vasto sistema de IA, GPT-3, que puede escribir código al solicitárselo al usar instrucciones en un inglés sencillo. Incluso puede crear sitios web y realizar otras tareas básicas de programación. OpenAI ha utilizado el sistema para crear GitHub Copilot, una herramienta que actúa como función de autocompletado para los codificadores, lo cual acelera su trabajo. DeepMind, una filial de Alphabet, la empresa matriz de Google, ha ido un paso más allá con una herramienta de inteligencia artificial capaz de escribir código completo para resolver problemas complejos que se le plantean con el uso de la voz o con texto normal.
Los usuarios de la plataforma Power de Microsoft, que incluye una familia de productos sin código, ya pueden generar aplicaciones sencillas con solo describirlas.
“Podría decir algo como: ‘busca todos los registros de clientes del último año’, y lo hará por ti automáticamente”, aclaró Charles Lamanna, vicepresidente corporativo de aplicaciones y plataformas empresariales de Microsoft.
Lamanna calcula que la mitad de todo el trabajo de oficina podría automatizarse con inteligencia artificial si hubiera suficientes desarrolladores para hacer el trabajo.
“La única manera de hacerlo es capacitar a todo el mundo para que sean desarrolladores sin código”, aseguró Lamanna.
¿Y Cusack, el tipo de las abejas? Su sistema de inteligencia artificial nunca detectó avispones asesinos, pero sí atrapó muchas avispas y tijeretas que se colaban en sus colmenas: un paso modesto pero importante para la tecnología sin código.