Quieren dividir al T. rex en tres especies y los paleontólogos están molestos

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Especial para Infobae de The New York Times.

(Science Times)

El Tyrannosaurus rex es el dinosaurio más icónico de todos. Sus esqueletos ocupan lugares prestigiosos en museos a nivel internacional, se venden por millones de dólares en subastas y una abundancia de especímenes relativamente íntegros lo han convertido en el dinosaurio más estudiado del mundo.

Sin embargo, en un nuevo artículo publicado el martes en la revista científica revisada por pares Evolutionary Biology, tres investigadores argumentan que el animal que llamamos Tiranosaurio rex debería separarse en tres especies, pues sostienen que el T. rex está unido a dos primos a los que llaman Tyrannosaurus imperator, o el emperador, y Tyrannosaurus regina, la reina.

“Es probable que este artículo conmocione a la comunidad paleontológica y al público en general que está tan acostumbrado al famoso T. rex”, dijo Gregory Paul, paleontólogo independiente, paleoartista y autor del artículo.

Los expertos en el Tiranosaurio no están de acuerdo en gran medida. Thomas Carr, paleontólogo de Carthage College en Kenosha, Wisconsin, considera que la evidencia de que existen múltiples especies “es débil al grado de la insignificancia”. Otro paleontólogo se retiró como autor del artículo antes de que se publicara. Y los curadores de museos donde hay esqueletos de T. rex que se verían afectados por estas nuevas clasificaciones afirman que no cambiarán ningún nombre con base en la propuesta.

Un juego de nombres

Los nombres científicos se dividen en géneros y especies. Tyrannosaurus es un género, que en teoría puede incluir varias especies. Hasta el momento, solo contiene una: el Tiranosaurio rex.

Tal vez eso suene sencillo, comenta David Hone, paleontólogo de la Queen Mary University of London. Pero no hay un consenso universal establecido sobre lo que constituye una especie. Para distinguirlas en animales vivos, los científicos suelen guiarse por la anatomía —el color de las plumas de un ave o los rasgos específicos de los huesos— así como las pruebas genéticas. Sin embargo, las distintas especies se pueden cruzar, y lo hacen, y los animales de la misma especie en extremos diferentes de un amplio rango geográfico pueden variar muchísimo entre sí.

A falta de ADN prehistórico, los paleontólogos especializados en dinosaurios deben valerse de los detalles anatómicos de los huesos fosilizados— que pueden hallarse en distintas etapas de crecimiento o niveles de integridad. Esto puede causar complicaciones, como que los científicos den varios nombres al mismo animal, como es el caso del Brontosaurio, cuyo nombre se rechazó durante más de un siglo antes de que se retomara el mismo en 2015.

No obstante, el Tiranosaurio rex ha sido un nombre muy estable. El animal, que se descubrió en 1902, es el último y más grande de los muchos tiranosaurios más pequeños que le precedieron en la era de los dinosaurios. Sus fósiles se han hallado principalmente en la Formación Hell Creek, una franja de rocas de 66 millones de años de antigüedad donde yacen fósiles de los últimos millones de años del reinado de los dinosaurios y se ubica en partes de Montana, Wyoming, Dakota del Sur y Dakota del Norte.

El Tiranosaurio rex, que durante mucho tiempo solo fue conocido a partir de dos especímenes decentes, según relató Paul, pasó varias décadas sin someterse a revisiones taxonómicas importantes. Pero con el auge de la recolección de fósiles de dinosaurios en los años noventa, llegaron nuevos esqueletos de T. rex a los museos. Sus dimensiones mostraron una variación individual considerable, y algunos investigadores argumentaron que se clasificaban en dos grupos: el morfotipo “robusto” y voluminoso, y el “grácil” más esbelto. Algunos científicos sostuvieron que esto comprobaba claras diferencias entre las hembras y los machos de la especie, dijo Thomas Holtz, paleontólogo de la Universidad de Maryland especializado en tiranosaurios. Otros dijeron que solo se trataba de un grado inusual de variación individual. Sin embargo, algunos investigadores consideraron una tercera posibilidad: que el Tyrannosaurus era un género con más de una especie.

Uno de esos investigadores fue Paul. Aunque no posee un título formal de paleontología, tiene una larga trayectoria en el ámbito y ha sido autor y coautor de más de 30 artículos científicos. También ha propuesto nuevos géneros y especies para otros dinosaurios. El argumento que planteó sobre el Brachiosaurus, en general, fue bien recibido. Otro que presentó sobre el Iguanodon no corrió la misma suerte. Su trabajo inspiró a Michael Crichton, autor de la novela “Parque Jurásico”, así como a los realizadores de la película basada en el libro.

En 2010, Paul y otros comenzaron a indagar en la interrogante sobre la identidad del T. rex. Reunieron medidas anatómicas de 38 especímenes y las evaluaron con base en un par de rasgos anatómicos: las proporciones relativas del fémur y la presencia —o la ausencia— de dos juegos de dientes frontales con forma de cinceles en la mandíbula inferior.

También compararon especímenes de tiranosaurios —recolectados en toda América del Norte— con especímenes de dinosaurios que muy probablemente pertenecían a una sola especie, como los 14 especímenes de Alosaurios recolectados en la Cantera de Dinosaurios de Cleveland-Lloyd de la Universidad de Utah. Los T. rex, según explicaron, variaban mucho más en cuanto a proporciones corporales, lo cual sugería que podrían pertenecer a varias especies diferentes.

Les fue difícil clasificar algunos especímenes, pero 26 de ellos parecían encajar en tres tipos, según Paul: un morfotipo robusto de principios del Cretácico superior hallado en la formación de Hell Creek con dos juegos de incisivos en la mandíbula inferior, y uno robusto y grácil de una parte más avanzada del periodo con solo un juego de incisivos.

Paul y sus colegas concluyeron que estas tres formas quizá eran lo suficientemente diferentes entre sí —y aparecieron en un plazo suficientemente amplio— como para justificar que se les designaran nombres independientes. Por lo tanto, el morfotipo más voluminoso y antiguo de Tiranosaurio que se halló en Hell Creek recibió el nombre de Tyrannosaurus imperator (“lagarto tirano emperador”), que después —en el transcurso de 1 a 2 millones de años— se dividió en el robusto Tyrannosaurus rex y el recién nombrado, y más esbelto en comparación, Tyrannosaurus regina (lagarto tirano reina).

Esa propuesta de trayectoria evolutiva —de una población con forma de tanque a otra relativamente ágil— coincide con los ecosistemas de inicios del Cretácico que eran dominados por los parientes del Tiranosaurio, explicó Paul. En ese periodo, animales voluminosos como el Daspletosaurus coexistían con cazadores de patas largas como el Gorgosaurus.

Según Holtz, esta idea es por completo verosímil, pero comprobarla requerirá del apoyo de hallazgos futuros.

Investigaciones conflictivas

Otros asumieron una postura menos positiva.

Un problema significativo del estudio es que las proporciones del fémur de las tres especies propuestas se traslapan en lugar de mostrar separaciones claras, comentó Jingmai O’Connor, curadora adjunta de fósiles de reptiles en el Museo Field de Historia Natural. Lo mismo sucede con los periodos en los que se propuso que existieron. Según O’Connor, esto sugiere un espectro continuo de cambio que se dividió de manera arbitraria en tres grupos, no son las diferencias evidentes que se espera ver entre tres especies.

“Los diagnósticos que se ofrecen para cada especie son demasiado vagos, pues usan términos como ‘usualmente’ y ‘por lo general’”, mencionó O’Connor. “Los autores ni siquiera logran clasificar a los especímenes bien conservados en una especie específica”.

Parte del impacto de lo que propone el artículo de Paul se sentiría en las colecciones de los museos. De acuerdo con la nueva propuesta, Sue, que es el nombre que tiene el T. rex casi íntegro del Museo Field de Historia Natural ahora es el holotipo —el ejemplar físico único que ancla el nombre de una especie— del Tyrannosaurus imperator. El esqueleto del Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano, apodado “el T. rex de la nación”, ha sido designado como el holotipo del Tyrannosaurus regina.

Paul afirmó que esperaba que los museos usaran el debate en torno a sus conclusiones como una oportunidad para educar a la sociedad sobre cómo funciona la ciencia. Pero advierte que no pueden ignorarlo y ya, por lo que promete que armara un escándalo si lo intentan.

A fin de cuentas, Paul y su equipo se están aprovechando del hecho de que la conceptualización de especies en la paleontología de dinosaurios se reduce a adivinanzas arbitrarias, dijo Leonard Finkelman, quien estudia la filosofía de la paleontología en la Universidad de Linfield en Oregón.

Finkelman afirma que, hasta que los paleontólogos de dinosaurios establezcan un estándar congruente para las diferencias anatómicas mínimas que se requieren para nombrar una especie nueva, seguirán surgiendo polémicas como esta.

Por otro lado, las propuestas provocadoras pueden tener cierto valor por sí solas, indicó. A veces, una idea que, en un inicio, parecía tener fundamentos insuficientes puede ratificarse con hallazgos futuros. Y cuando este no es el caso, estas ideas igual estimulan a los investigadores a revisar labores pasadas a la luz de nuevas ideas, el cual es uno de los medios para el avance de la ciencia.

“Ya sea que esto implique una contribución visible o no, obligar a los científicos a rexaminar datos antiguos siempre será un ejercicio útil”, concluyó Finkelman.

Y eso es, en esencia, lo que quiere Paul.

“Estoy consciente de que puede haber muchas personas molestas con esto”, mencionó. “Y mi respuesta para ellos es: publica una refutación”.

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