Una pareja improbable está al centro de un momento decisivo para la delincuencia con el bitcóin

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Especial para Infobae de The New York Times.

Bitfinex, el mundo emergente de las monedas digitales se conmocionó y surgieron especulaciones sobre quién pudo haber robado lo que entonces eran 71 millones de dólares en bitcoines.

Sin embargo, a diferencia de las transacciones financieras tradicionales, las operaciones con bitcóin son visibles para todo el público; cualquier movimiento monetario corría el riesgo de revelar quién estaba detrás del atraco. Por lo tanto, durante seis años, a medida que se disparaba el valor del bitcóin, el botín permaneció en línea, a vista de todos, mientras desaparecían de vez en cuando fracciones diminutas de la enorme suma en medio de un torbellino de transacciones complejas.

Fue como si el auto de huida de un ladrón se hubiera quedado estacionado permanentemente fuera del banco, cerrado con llave, con el dinero dentro.

Entonces, a principios de este mes, el auto arrancó y se fue a toda velocidad.

En el mundo extraño y a veces enigmático de las criptomonedas, fue como si la Tierra se cimbrara. En los años transcurridos desde el hackeo de Bitfinex, las criptomonedas han penetrado en la cultura dominante, y ese robo se ha vuelto infame: un botín con un valor de más de 4000 millones de dólares. Ahora, al fin, parecía que los piratas informáticos habían salido de su escondite.

No obstante, los hackers no fueron los autores de los movimientos de los bitcoines robados. Fue el gobierno, que había incautado el monto como parte de una investigación sobre dos empresarios de la ciudad de Nueva York: uno es un expatriado ruso e inversor en tecnología poco conocido; el otro perfil corresponde a su esposa, una mujer de negocios estadounidense y aspirante a influente de redes sociales con un álter ego de rapera satírica llamada Razzlekhan.

Acusada de conspirar para lavar miles de millones de dólares en bitcoines, la pareja, Ilya Lichtenstein, de 34 años, y Heather Morgan, de 31 años, fue acusada de extraer porciones de las monedas robadas y tratar de ocultarlas en una red compleja de carteras digitales e identidades falsas en internet. De ser declarados culpables de este delito y un segundo cargo de conspiración, podrían enfrentar hasta 25 años de prisión.

Las detenciones impactaron a algunos conocidos de la pareja, cuya vida ridícula en línea parecía contradecir la descripción que ofrecieron los fiscales de ellos como criminales sofisticados con montones de divisas extranjeras, múltiples identidades falsas y decenas de dispositivos cifrados ocultos en su departamento de Nueva York. Mientras esperaban una audiencia judicial el lunes en Washington para saber si serían liberados bajo fianza, Lichtenstein y Morgan se mantuvieron al centro de una pregunta muy confusa: ¿de verdad podrían ser los protagonistas de uno de los misterios más perdurables del mundo de las criptomonedas?

Morgan era colaboradora frecuente de Forbes and Inc., como columnista que escribía consejos para sus colegas empresarios sobre cómo proteger sus monedas digitales y recomendaba el rap como una manera de cuidado personal, tal como lo practicaba ella a través de su álter ego, Razzlekhan (Genghis Khan, pero con más chispa, pregona su sitio web).

Aquellos que conocen a Morgan dijeron que su conducta en redes sociales era parte de un plan detallado para enfrentar las presiones sociales.

“Ella se esfuerza por liberarse de muchas de las narrativas embebidas en nuestra sociedad”, comentó Morgan Brittni Sonnenfeld, quien dijo ser la prima de Morgan. “La admiro por eso; es muy fuerte”. Sonnenfeld reconoció que la cobertura mediática de Morgan la había hecho “sonar un poco loca”, y se preguntó si la personalidad que Morgan presentaba en línea tal vez atrajo a las autoridades hacia ella.

“Me pregunto por qué querrían que la gente la observara. ¿A quién no estamos viendo? ¿Por qué eligieron a esta persona en particular?”, reflexionó Sonnenfeld.

Los arrestos también sorprendieron a las amistades de Morgan, que la describieron como una colega brutalmente honesta en una industria definida por la competencia despiadada.

“Es muy contradictorio pensar que alguien tan abierta y vulnerable con los demás ocultara secretos”, afirmó una amiga, Nora Poggi. “La estimo mucho”.

En los registros judiciales, el Departamento de Justicia describe el rastro de pruebas que condujo a los investigadores hasta Lichtenstein y Morgan.

En enero de 2017, cinco meses después de que los hackers asaltaron Bitfinex, una porción de lo que robaron se movió en transacciones pequeñas y complejas a cuentas que la pareja controlaba, según una denuncia penal presentada ante el tribunal federal en Washington.

“Estos movimientos, que crearon un gran volumen de transacciones, al parecer estaban diseñados para encubrir el paradero de los” bitcoines robados, se lee en la denuncia.

En aquel entonces, Lichtenstein y Morgan era empresarios tecnológicos en ciernes. Lichtenstein se especializaba en criptomonedas y cifrado, según su perfil de LinkedIn, y Morgan acaba de regresar del Medio Oriente, donde se enfocó en los mercados cambiarios.

Anirudh Bansal, el abogado de la pareja, rechazó una solicitud de ofrecer comentarios. Pero en los documentos judiciales, ha dejado en claro que cree que los argumentos del gobierno no son contundentes y se valen de “conclusiones irreflexivas y sin fundamento”.

Más allá de la figura pública de Morgan, se sabe poco de la pareja. Han estado juntos desde hace siete años y casados desde hace tres, según declaró Bansal ante una magistrada federal en Nueva York el martes, cuando se expusieron los argumentos para determinar si la pareja debía ser puesta en libertad bajo fianza.

Tras afirmar que sus clientes no representaban un riesgo de fuga, Bansal ofreció algunos detalles personales sobre ellos.

Reveló que Lichtenstein llegó a Estados Unidos desde Rusia a los 6 años. Su padre trabaja para la autoridad de vivienda del condado de Cook, Illinois, y su madre es bioquímica en la Universidad Northwestern.

Morgan, que nació en Oregón, dirige una firma de consultoría que da empleo a hasta 30 escritores independientes al mismo tiempo, afirmó Bansal. Su padre fue miembro del Ejército de Estados Unidos y es biólogo jubilado. Su madre es bibliotecaria en una preparatoria.

La familia de Lichtenstein migró a Estados Unidos para huir de la persecución religiosa, y Lichtenstein no regresaría a Rusia “de ninguna manera”, narró Bansal.

En una carta posterior, otro de los abogados de la pareja escribió que Morgan había congelado varios de sus embriones en un hospital de Nueva York a la expectativa de iniciar una familia.

“La pareja jamás huiría del país, pues se arriesgaría a perder el acceso a su capacidad de tener hijos”, escribió el abogado.

En la audiencia, una fiscal, Margaret Lynaugh, se opuso a concederle la libertad bajo fianza a Lichtenstein, quien tiene doble ciudadanía de Estados Unidos y Rusia, con el argumento de que tenía un pasaporte ruso activo, así como los medios y la motivación para huir.

La jueza ordenó la liberación de la pareja bajo fianzas multimillonarias, pero a petición del gobierno, una jueza federal en Washington bloqueó su liberación y programó la audiencia para el lunes.

En los documentos del tribunal, el gobierno se ha referido a Lichtenstein y a Morgan como “delincuentes altamente sofisticados”. Los fiscales declararon que creían que la pareja tenía activos adicionales significativos, entre ellos cientos de millones de dólares en divisas virtuales robadas de la bolsa Bitfinex que no se habían recuperado, así como acceso a numerosas identidades fraudulentas compradas en la llamada “dark web”, una sección oculta del internet que se usa para transacciones ilícitas.

El gobierno afirma que la pareja también abrió cuentas financieras en Rusia y Ucrania y, al parecer, estaba preparando un plan de emergencia para vivir en uno de esos países antes de la pandemia.

Como evidencia de lo que retrataron como un ardid complejo de lavado de dinero, los fiscales declaran en un expediente judicial que habían seguido el rastro de las criptomonedas robadas hasta más de una docena de cuentas bajo los nombres verdaderos de la pareja o de sus empresas.

El gobierno afirma en el expediente judicial que, cuando los agentes usaron una orden de cateo para entrar al departamento de la pareja en Nueva York el 5 de enero, recuperaron más de 50 dispositivos electrónicos, entre ellos una bolsa con una etiqueta que decía “teléfono desechable”, y más de 40.000 dólares en efectivo. Muchos de los dispositivos estaban cifrados parcial o totalmente, o protegidos con una contraseña, según se lee en el expediente judicial.

En la oficina de Lichtenstein, los agentes hallaron dos libros cuyas páginas se habían cortado a mano para crear compartimentos secretos, describe el expediente. (Los compartimentos estaban vacíos).

Luego, se involucró el gato de la pareja.

Cuando los agentes estaban a punto de comenzar el cateo, Morgan y Lichtenstein dijeron que se retirarían del departamento, pero querían llevarse a su gato, narra el expediente. Los agentes le permitieron a Morgan buscar al gato, que estaba escondido debajo de la cama.

Sin embargo, cuando Morgan se agachó junto a la cama y llamó al gato, se posicionó al lado de su mesita de noche donde estaba guardado uno de sus teléfonos celulares, explica el expediente. Luego estiró la mano, tomó el celular y presionó el botón de bloquear varias veces en lo que los fiscales describen como un claro intento de dificultarles a los investigadores revisar el contenido del móvil.

Los agentes tuvieron que arrebatarle el teléfono a Morgan de las manos. Las actas judiciales no ofrecieron más información sobre el gato.

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