Especial para Infobae de The New York Times.
Desde finales de noviembre, algunos de los inversionistas en criptomonedas más entendidos del mundo han estado enganchados a un juego que tiene ovejas de caricatura, lobos de caricatura, una moneda digital llamada $wool… y el potencial de generar dinero de verdad.
Graham Friedman, quien se describe a sí mismo como un criptoevangelista, es uno de ellos. Friedman invirtió más de 20.000 dólares de su propio dinero para comprar un lobo y una oveja… o, mejor dicho, imágenes digitales únicas de ellos llamadas tokens no fungibles (NFT, por su sigla en inglés).
“Pensé: ‘Vaya, la narrativa es increíble’”, comentó Friedman, director en Republic Crypto, una empresa de estrategia de activos digitales. “Estoy aquí por el dinero fácil”.
Wolf Game, el nombre del juego, utiliza algunos principios financieros conocidos, pero en un mundo digital misterioso. Los jugadores pueden comprarle ovejas al creador del juego, identificado solo como “el pastor” y prestárselas a “el establo” —en esencia, una bodega— para ganar intereses. Los pagos son en $wool, una moneda digital que se puede usar como forma de pago en cualquier parte de la cadena de bloques de Ethereum, sobre la cual está construido el juego. Para recuperar una oveja del establo, los jugadores deben pagar un impuesto del 20 por ciento en $wool a quienes hayan comprado imágenes digitales de lobos de caricatura.
Cuando el creador de Wolf Game descubrió que el juego era vulnerable a los hackers y lo suspendió de forma temporal para reparar su código, con lo cual se congelaron los activos de todo el mundo, los jugadores casi no pudieron recurrir a nadie. Simplemente tuvieron que aguardar, con la esperanza de que el juego volviera a activarse y que pudieran recuperar sus pertenencias. Esto asustó a algunos participantes, quienes se salieron lo más rápido que pudieron en cuanto el juego volvió a funcionar. Sin embargo, otros, entre ellos Friedman, siguieron jugando.
“Meterme cuando parecía un poco dañado y tenía una reputación incierta resultó ser muy inteligente”, opinó Friedman. En esencia, al comprar cuando el mercado estaba a la baja, Friedman había triplicado su inversión a 60.000 dólares, hasta enero.
Así es la vida en el mundo de las criptomonedas, un mercado lleno de usuarios sin rostro con nombres sin sentido que pueden tanto publicar fotos animadas de perros que hacen volteretas hacia atrás como vender algo con un valor duradero. Se puede ganar mucho dinero, pero un inversionista multimillonario puede ser estafado tan fácil como un novato que compra una diminuta tajada de un solo bitcóin.
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Y la situación se está saliendo más de control.
Debido a que hubo una venta generalizada de acciones a inicios de la semana pasada, los precios de las criptomonedas también se desplomaron. El bitcóin cayó casi un 13 por ciento antes de recuperarse junto con las acciones. La propia moneda de Ethereum, el ether, bajó un 15 por ciento por un breve momento. Las caídas de sus precios también han arrastrado los precios de otros activos digitales. Los analistas atribuyen la caída a los inversionistas que están sacando su dinero de activos riesgosos de alto crecimiento —entre ellos las acciones tecnológicas— pues las tasas de interés están listas para subir. Esto afecta el argumento utilizado por los promotores de las criptomonedas de que los activos digitales ofrecen una cobertura en contra de las pérdidas en otros mercados.
A pesar de su naturaleza volátil y en ocasiones inescrutable, cada vez se generaliza más la comercialización, el uso y la tenencia de criptomonedas: hace poco, El Salvador comenzó a aceptar el bitcóin como una moneda de curso legal, la Reserva Federal está estudiando la posibilidad de emitir su propia moneda digital y los gestores de patrimonios están alentando a sus clientes a explorar los criptoactivos.
Entonces, ¿cómo puede un nuevo inversionista comprender la lógica de las criptomonedas y el constante cambio en su entorno?
La respuesta corta: es imposible.
Hay tan pocas medidas confiables de valor que es difícil saber si está justificada la emoción por una criptomoneda en particular… o si hay una burbuja que está a punto de estallar. El análisis financiero tradicional no sirve aquí. Por ejemplo, un analista de acciones determina si las acciones de una empresa son caras o baratas evaluando su modelo de negocio, el panorama futuro y su liderazgo. No obstante, pocas, si acaso alguna, de esas métricas se traducen en la valuación de una criptomoneda. La convicción por sí sola puede generar valor.
Incluso es difícil saber qué se considera una “criptomoneda”. El bitcóin y el ether son consideradas monedas en general porque, como el dólar y la libra, se usan para comprar y vender muchos bienes y servicios. También existen otros 11.000 o más monedas digitales y tokens, muchos de los cuales compiten por obtener suficiente aceptación para volverse el siguiente bitcóin o ether.
(Las monedas operan en sus propias estructuras digitales, llamadas cadenas de bloques. Los tokens dependen de otras cadenas de bloques para moverse por el ciberespacio. Las monedas, los tokens y otros activos se almacenan en carteras, las cuales se pueden comparar con cuentas bancarias en línea salvo que sus tenencias son visibles para todos).
Según las medidas estandarizadas de valor, los precios del bitcóin y el ether son comprensibles. Tienen precios altos —el miércoles, tuvieron capitalizaciones de mercado de casi 690.000 millones de dólares y 290.000 millones de dólares, respectivamente— porque están bien consolidadas, tienen liquidez y cuentan con grandes bases de usuarios. El bitcóin se encuentra en casi 9 millones de carteras, según Chainalysis, un proveedor de datos.
No obstante, hay muchos otros tokens y monedas con precios por los cielos, con capitalizaciones de mercado superiores a los 1000 millones de dólares, aunque tengan tan solo unos 100.000 usuarios.
Por ejemplo, ha habido transacciones por 25.500 millones de dólares —que representan el volumen de comercialización— en RenBTC, un token con dieciocho meses de antigüedad diseñado para conectar el bitcóin con la cadena de bloques de Ethereum. En octubre, sus capitalizaciones de mercado superaron los 1000 millones de dólares y el miércoles estuvieron cerca de los 765 millones de dólares, pero, entre el 20 de noviembre y el 13 de enero, RenBTC fue comercializada tan solo entre 1732 carteras, según Chainalysis.
“Gente de todo el mundo usa bitcoines”, lo cual explica su valor, comentó Maddie Kennedy, vocera de Chainalysis. Sin embargo, las monedas con mucha actividad entre relativamente pocos usuarios son “dominadas por un club activo de iniciados”, agregó.
Entonces, ¿qué puede hacer un nuevo inversionista? Una forma de cortar camino es elegir una moneda o un token que haya sido creado para satisfacer cierto propósito: por ejemplo, una alternativa para una moneda tradicional, como el bitcóin, o, digamos, una manera de transferir dinero a partes del mundo donde los servicios básicos de la banca son difíciles de encontrar. Se cree que, sin importar la fluctuación de su valor, habrá una razón para usarlo, por eso puede ser una buena inversión.
Es probable que el bitcóin siga existiendo porque, como la primera criptomoneda del mundo, lo poseen y usan más de 150 millones de personas, una cantidad mayor a la población de Francia o Japón. El propósito de Ethereum es que su cadena de bloques sirva de columna vertebral para otros tokens además del ether, gracias a esto los usuarios con diferentes tokens tienen un medio común para intercambiar artículos de valor.
Solana y Polygon son otras redes con sus propias monedas que podrían llegar a usarse para comerciar de todo, desde bonos de carbono hasta versiones digitales de libros de texto académicos.
Esto hace que las monedas como Dogecoin y Shiba Inu, las cuales empezaron como bromas del internet, o el $wool, un token creado para Wolf Game, sean inversiones cuestionables, pues no tienen ningún propósito aparente más que ser herramientas de especulación. El año pasado, el valor de Dogecoin superó por un breve momento el valor total de las acciones de Twitter. El miércoles, Shiba Inu tuvo un valor de mercado de 11.500 millones de dólares.
“Las monedas meme pusieron de cabeza nuestra idea de ‘valor’”, opinó George Kaloudis, analista para el medio de comunicación CoinDesk. “Shiba Inu no debería valer nada cercano a once cifras”.
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