Especial para Infobae de The New York Times.
Un caso de abuso sexual que involucra al hijo de Isabel II sería “una piedra en el zapato para el Jubileo de Platino”, el festejo por los 70 años de la reina en el trono.
LONDRES — La reina Isabel II cumplirá 70 años en el trono en febrero, un hito sin precedentes para cualquier soberano británico y una oportunidad para pasar la página de tres años de incesante agitación en la familia real. Pero una demanda por abuso sexual que está avanzando en un tribunal de Manhattan podría arruinar su celebración.
El martes, los abogados del segundo hijo de la reina, el príncipe Andrés, pidieron a un juez federal que desestimara la demanda de Virginia Roberts Giuffre, en la que afirma que Andrés, amigo del difunto financiero y agresor sexual condenado Jeffrey Epstein, la violó cuando tenía 17 años.
Fue la última de una serie de maniobras legales de los abogados del príncipe para desactivar el caso de Giuffre. Aunque el juez, Lewis A. Kaplan, no se pronunció inmediatamente sobre la moción, dejando el destino legal de Andrés sin resolver por ahora, la audiencia puso de manifiesto la sombra que el príncipe de 61 años sigue proyectando sobre su familia.
Si el juez permite que el caso siga adelante, Andrés podría enfrentarse a un testimonio perjudicial de Giuffre sobre los abusos que presuntamente sufrió en las residencias de Epstein en Nueva York y en el Caribe. Ello volvería a sumir a la Casa de Windsor en el escándalo justo en el momento en que espera aprovechar el Jubileo de Platino para recordar a los británicos la extraordinaria longevidad de la reina y su historial de servicio, en gran medida impecable.
La audiencia, que duró 70 minutos, dejó entrever el tipo de cuestiones que podrían surgir en un juicio prolongado. En un momento dado, el abogado principal del príncipe Andrés, Andrew B. Brettler, argumentó que Giuffre no había sido específica en sus acusaciones contra él. El juez Kaplan replicó que ella había afirmado que había sido sometida a “relaciones sexuales involuntarias” y preguntó qué era lo que no quedaba claro.
“Si el caso se alarga y se alarga, sí, será una piedra en el zapato para el Jubileo de Platino”, dijo Dickie Arbiter, que fungió como secretario de prensa de la reina de 1988 a 2000. Más allá de las tensas cuestiones planteadas en ese caso, dijo, están las persistentes preguntas suscitadas por la ruptura entre la familia y el príncipe Enrique y su esposa estadounidense, Meghan.
Enrique, nieto de la reina, tiene previsto publicar sus memorias a finales de 2022, lo que ha inquietado a personas del entorno de la familia real que temen que se den más detalles poco halagüeños sobre lo que el príncipe distanciado y Meghan han afirmado que fue un trato insensible y racista a manos de miembros de la familia real.
Los problemas de Andrés, por el contrario, son en gran parte de su propia creación, señalan los observadores reales, producto de su asociación con el deshonrado Epstein y otra amiga, Ghislaine Maxwell, que fue condenada la semana pasada por conspirar con Epstein para reclutar, engañar con fines de pederastia y abusar de niñas menores de edad. Giuffre sostiene que ella estuvo entre esas víctimas; Andrés niega su afirmación de que fue víctima de trata con él.
La reina ya ha desterrado en gran medida a Andrés de la vida pública, un proceso que cobró impulso tras una calamitosa entrevista que concedió a la BBC en noviembre de 2019, en la que trató de explicar su amistad con Epstein y negó las acusaciones de conducta sexual inapropiada, diciendo que no recordaba haber conocido a Giuffre. Ya no aparece en actos públicos, ni siquiera en ceremonias militares, y la cobertura de los medios británicos sobre él es en general mordaz.
Cuando los fotógrafos captan la imagen de Andrés —a menudo al volante de un automóvil yendo o viniendo a visitar a su madre—, aparece una sombra canosa y cansada del otrora gallardo piloto de helicóptero que cautivó al país con su servicio en la Guerra de las Malvinas y su ajetreada soltería.
“Mi sensación es que la mayoría de la gente ha perdido el interés en él”, dijo Penny Junor, historiadora de la realeza. “Es arrogante y no es especialmente popular. Desde que pasó la mediana edad, hay una sensación general de que ‘¿para qué sirve?’”.
Sin embargo, en un aspecto, Andrés podría seguir siendo un problema persistente, dijo Junor. La reina no le ha despojado de sus títulos militares honorarios, algunos de los cuales heredó de su padre, el príncipe Felipe, fallecido el año pasado. Eso ha provocado objeciones de los veteranos, que dicen que es indecoroso estar bajo el mando de una persona que se enfrenta a tales acusaciones.
Julian Perreira, un antiguo sargento de la Guardia de Granaderos que sirvió en Afganistán, declaró la semana pasada a The Times of London: “Si se le permite conservar su papel de coronel de la Guardia de Granaderos y otros títulos militares, el Príncipe Andrés pondrá una mancha en la orgullosa historia del regimiento y devaluará el duro trabajo de las generaciones pasadas y futuras de granaderos. Debe dimitir inmediatamente”.
El príncipe Enrique fue despojado de sus títulos militares honorarios —así como del derecho a usar el título honorario Su Alteza Real— después de que él y Meghan se alejaron de sus funciones oficiales y se mudaron al sur de California.
El hecho de que Andrés conserve sus títulos, incluso cuando se lo acusa de conducta sexual inapropiada, es para algunos en el Reino Unido la máxima prueba de que existe un doble rasero para los miembros privilegiados de la familia real. Sería casi imposible defenderlo si se le declara culpable de abusar de una menor de edad.
La reputación de Andrés, según los críticos, no se ha visto favorecida por sus maniobras legales. En lugar de enfrentarse directamente a las acusaciones, el príncipe se apresuró a evitar que se le notificara con documentos legales en el Reino Unido. Sus abogados han intentado que se desestime el caso por motivos de jurisdicción y, más recientemente, sobre la base de un acuerdo entre Giuffre y Epstein.
Según los términos de ese acuerdo de 2009, desvelado el lunes, Epstein pagó a Giuffre 500.000 dólares para resolver una demanda en la que ella lo acusaba de haber abusado sexualmente de ella cuando era adolescente. Giuffre, a su vez, acordó liberar a Epstein y a otros “acusados potenciales” de futuros litigios, una categoría que los abogados de Andrés dijeron que lo incluía a él.
Pero el abogado de Giuffre, David Boies, argumentó ante el tribunal que Andrés no fue objeto de las acusaciones de tráfico sexual formuladas por Giuffre en 2009. Por lo tanto, no está protegido bajo los términos del acuerdo. “Él era alguien a quien se le entregaban las niñas”, dijo Boies al juez. “No es un acusado potencial”.
Aunque el juez Kaplan no indicó cómo se inclinaba respecto a la solicitud para desestimar el caso, el magistrado permitió de forma contundente que el proceso de recopilación de pruebas continuara. Eso mantendrá la presión legal sobre Andrés. Y esto hará que el año del Jubileo de Platino comience de forma tensa para la reina, que ya ha estado luchando con problemas de salud que la han mantenido alejada de la vista pública desde octubre.
Los observadores de la realeza señalan que la reina se ha mantenido firme en su afecto por Andrés, incluso cuando su reputación pública se ha debilitado. Después de haber aceptado marginar a su hijo —una medida impulsada por su hijo mayor y heredero, el príncipe Carlos—, algunos dudan de que vaya a despojar a Andrés de sus títulos.
“La reina da y la reina quita, pero probablemente sería reacia a quitarle esto porque es lo único que le queda”, dijo Arbiter. “Es la jefa de Estado y de la nación, pero al fin y al cabo, también es su madre”.
Mark Landler es el jefe del buró en Londres. En 27 años con el Times, ha sido jefe de corresponsalía en Hong Kong, Frankfurt y corresponsal diplomático, para la Casa Blanca y de economía europea. También fue reportero de negocios en Nueva York. @MarkLandler