Especial para Infobae de The New York Times.
El invierno pasado, cuando Jennifer Chen viajó de regreso a su ciudad natal en el centro de china para el Año Nuevo chino, no se preocupaba mucho por Twitter. Contaba con unos 100 seguidores en una cuenta que creía que era anónima.
Mientras vivió en China retuiteaba noticias y videos y de vez en cuando realizaba comentarios que eran censurados en las plataformas chinas, como expresar su apoyo hacia los manifestantes de Hong Kong y su solidaridad con las minorías que habían sido apresadas.
No era mucho, pero suficiente para que las autoridades la persiguieran. La policía tocó a la puerta de sus padres cuando estaba de visita. Chen dijo que la habían citado a la estación, la interrogaron y luego le ordenaron que borrara sus publicaciones y su cuenta de Twitter. La siguieron monitoreando cuando se fue a estudiar al extranjero, al llamarla a ella y a su madre para preguntar si hacía poco Chen había visitado algún sitio web de derechos humanos.
El gobierno chino, el cual ha montado una enorme infraestructura digital y un aparato de seguridad para controlar a la disidencia en sus propias plataformas, está haciendo un mayor esfuerzo por extender su red en el internet para desenmascarar y silenciar a aquellos que critiquen al país en Twitter, Facebook y otras redes sociales en el extranjero.
Estas nuevas investigaciones, que tienen como blanco a sitios bloqueados al interior de China, dependen de métodos tecnológicos sofisticados para expandir el alcance de las autoridades chinas y la lista de blancos, según una revisión que realizó The New York Times de documentos contractuales del gobierno y registros legales, así como entrevistas con un contratista del gobierno y seis personas que estuvieron expuestas a la presión policiaca.
Para cazar a las personas, las fuerzas de seguridad utilizan un software avanzado de investigación, registros públicos y bases de datos para encontrar toda su información personal y su presencia en redes sociales internacionales. Los operativos a veces tienen como blanco a quienes viven más allá de las fronteras de China. La policía está persiguiendo disidentes y críticos menores como Chen, así como a chinos que viven en el extranjero e incluso a ciudadanos de otras naciones.
La cacería digital representa el lado punitivo de la enorme campaña del gobierno para contrarrestar las representaciones negativas de China. En años recientes, el Partido Comunista ha aumentado los ejércitos de bots, ha desplegado diplomáticos y ha alineado a influentes para que promuevan sus narrativas y ahoguen las críticas. La policía ha ido un paso más allá, al perseguir y silenciar a quienes se atreven a contestar.
Cada vez con mayor frecuencia, las autoridades acosan a los críticos tanto dentro como fuera de China, así como amenazan a sus parientes, un esfuerzo por hacerlos borrar contenido considerado como criminal. Una grabación de video, que proporcionó una estudiante china que vivía en Australia, mostraba cómo la policía de su ciudad natal había citado a su padre, le había llamado a ella por teléfono y la había presionado para que eliminara su cuenta de Twitter.
La nueva táctica genera cuestionamientos sobre la propagación de un poderoso software de investigación y atestados mercados de datos que pueden facilitar el rastreo incluso de los usuarios más precavidos de las redes sociales en plataformas internacionales. Los reguladores estadounidenses han bloqueado en repetidas ocasiones los acuerdos chinos para adquirir empresas tecnológicas de Estados Unidos por el acceso que tienen a datos personales. Han hecho mucho menos por controlar la disponibilidad generalizada de los servicios en línea que ofrecen datos de ubicación, registros de redes sociales e información personal.
Para las fuerzas de seguridad de China, el esfuerzo es una expansión temeraria de una jurisdicción que antes se enfocaba en las plataformas chinas y los disidentes más famosos en el extranjero. Ahora, cometer una violación tan sencilla como la publicación de un artículo crítico en Twitter —o en el caso de Chen, de 23 años, citar “Estoy con Hong Kong”— puede tener rápidas repercusiones.
Desde 2019, en China, han aumentado las medidas en contra de las personas que alzan la voz en Twitter y Facebook, según una base de datos en línea que los agrega. La base de datos, la cual es compilada por un activista anónimo, registra casos basados en veredictos, notificaciones de la policía y reportajes disponibles al público, aunque la información es limitada en China.
“En definitiva, la red se ha lanzado a más lugares del extranjero más o menos durante el último año”, comentó Yaxue Cao, editora de ChinaChange.org, un sitio web que cubre la sociedad civil y los derechos humanos. El objetivo es promover en las redes sociales a nivel mundial una autocensura de por sí generalizada entre los chinos, comentó Cao, quien comparó la iniciativa de purgar críticos con una podadora hiperactiva.
“Cortan los que parecen pastos largos: los que más se manifiestan”, mencionó. “Luego vuelven a analizar y observan que los pastos largos ya no cubran a los más bajos y dicen: ‘Ah, estos también son problemáticos, volvamos a cortarlos’”.
Las autoridades de seguridad de China están integrando un nuevo nivel de experiencia técnica y financiamiento al proceso, según documentos de contratación disponibles al público, manuales de la policía y el contratista del gobierno, quien está trabajando en investigaciones del internet en el extranjero.
En 2020, cuando la policía de la provincia occidental de Gansu buscaba empresas que le ayudaran a monitorear las redes sociales internacionales, estableció un sistema de clasificación. Un criterio era la capacidad de una empresa para analizar cuentas de Twitter, incluidos tuits y listas de seguidores. La policía de Shanghái ofreció 1500 dólares a una firma tecnológica por cada investigación de una cuenta en el extranjero, según un documento de contratación de mayo.
Ese tipo de trabajo a menudo comienza con un solo tuit o una simple publicación en Facebook que haya atraído la atención oficial, según el contratista, quien se rehusó a ser nombrado porque no tenía la aprobación para hablar en público sobre el trabajo. El contratista, un especialista en rastrear gente que vive en Estados Unidos, comentó que usaba listas de votantes, registros de licencias para conducir y bases de datos hackeadas en la red oscura para ubicar a la gente detrás de las publicaciones. Las fotografías personales publicadas en línea se pueden usar para deducir direcciones y amigos.
Un manual de la policía china y un examen a profesionales de seguridad en línea detallaron y calificaron los tipos de crímenes del discurso que buscan los investigadores, los cuales son etiquetados con un uno, un dos o un tres según la gravedad de la violación. Un uno denota críticas al alto liderazgo o planes para organizar o protestar por motivos políticos; el dos incluye la promoción de una ideología liberal y ataques al gobierno, y el tres, el menos urgente, se refiere a contenido que va desde la difamación hasta la pornografía. En específico, el manual requería monitorear actividades en sitios web del extranjero.
El contratista señaló que él usaba la categorización para clasificar a los infractores en expedientes que les presentaba a sus jefes del aparato de seguridad de China. En un documento de muestra que revisó el Times, el contratista proporcionó una lista con detalles clave sobre cada persona que investigó, entre ellos información personal y profesional y conexiones profesionales y familiares con China, así como un análisis estadístico del alcance de la cuenta de la persona. Su estrategia fue corroborada por documentos de contratación y lineamientos para los trabajadores de seguridad en línea.
Según el contratista, durante el último año, se le asignó investigar a una mezcla de chinos que estudiaban la licenciatura en Estados Unidos, un analista político chino-estadounidense que es ciudadano de Estados Unidos y periodistas que habían trabajado en China.
Quienes quedan atrapados en la red a menudo se sienten desconcertados con la manera en que las autoridades los vincularon con cuentas anónimas de redes sociales de plataformas internacionales.
La estudiante china en Australia, quien proporcionó la grabación en video de su interrogatorio con la policía, recordó el terror que había sentido cuando recibió por primera vez una llamada de su padre en China en la primavera de 2020. La policía le dijo a su padre que fuera a una estación local por una cuenta de parodia que su hija había creado para burlarse del líder de China, Xi Jinping. La estudiante se rehusó a ser nombrada porque le preocupan posibles represalias.
En una grabación de audio que también proporcionó la estudiante, la policía le dijo por medio del teléfono de su padre que sabía que su cuenta se usaba desde Australia. Su padre consternado le ordenó que escuchara a la policía.
Tres semanas más tarde, lo citaron de nuevo. Esta vez, por medio de una videollamada, le dijeron a la estudiante que se reportara a la estación cuando regresara a China y le preguntaron durante cuánto tiempo más era válida su visa australiana. Temerosa, negó tener la cuenta de Twitter, pero grabó la llamada y mantuvo la cuenta activa. Unos meses después, Twitter la suspendió.
Después de una indagación del Times, Twitter restauró la cuenta sin explicar por qué la había bajado.
Para Chen, el acoso ha continuado incluso después de haberse mudado a Europa este otoño para estudiar su posgrado. Chen ha luchado con sentimientos de vergüenza e impotencia cuando ha sopesado la importancia de expresar sus opiniones políticas y los riesgos que eso conlleva ahora. Todo esto ha producido una ruptura en la relación con su madre, quien insistía en que cambiara su manera de actuar.
Chen señaló que siempre que tuviera un pasaporte chino le iba a preocupar su seguridad. Como una persona joven con poca experiencia laboral y menos influencia, Chen comentó que le frustraba que la silenciaran: “Me siento débil, como si no hubiera una forma de demostrar mi fortaleza, como si no pudiera hacer nada por los demás”.
A pesar de esto, Chen mencionó que iba a seguir publicando, aunque con más precaución.
“Aunque sigue siendo peligroso, debo seguir adelante paso a paso”, comentó. “Simplemente, no puedo seguir censurándome. Debo dejar de acobardarme”.