“¡No te preocupes!” me dices alegremente para tranquilizarme, mientras toses y te quitas la mascarilla para soltar una tos con flemas: “¡No es Covid!”.
A lo que yo respondo con ternura y preocupación, pero también, intentando no respirar: “No”.
En esta temporada navideña, el miedo a perderse algún evento se ha acentuado, y todos están ansiosos por salir en busca de una pizca de brillo y alegría. Pero incluso si estás seguro de que tu resfriado en el pecho, tu virus de estómago o la inflamación de tus fosas nasales no están relacionados con el coronavirus, te pediré que te alejes del ponche hasta que estés recuperado.
¡Lo entiendo! Parece que llevamos en esta pandemia toda una vida, y la rápida propagación de la nueva variante Ómicron nos ha desequilibrado a muchos. Hace poco vi a una amiga llorar al darse cuenta de que se había perdido la fiesta de cumpleaños de una niña de tres años porque se había equivocado de hora. Sí, el cumpleaños de una niña de tres años. En un parque. Estamos languideciendo, lo que nos da ganas de reunirnos, aunque eso signifique que tenemos que volver a ponernos pantalones de verdad.
Pero por favor, si estás enfermo, no lo hagas.
Incluso si no es Covid, no está bien visto aparecer como si fueras un extra de la película Contagio, especialmente en la temporada de gripe. A riesgo de parecer el Grinch, prefiero no contraer un resfriado o una gripe estomacal, gracias.
En 2021, la salud se considera un regalo mucho más grande que antes, y quizás más frágil, lo que significa que, si no te sientes bien, el mejor regalo que puedes haces a los demás es evitarles tu compañía.
Si te preocupa parecer un maleducado con tu ausencia, no te angusties, dice Lizzie Post, experta en protocolo y educación -tataranieta de la columnista de consejos de etiqueta Emily Post, copresentadora del podcast Awesome Etiquette, y copresidente del Instituto Emily Post, que ofrece consejos y formación sobre buenos modales-.
“Desde una perspectiva social, cancelar porque estás enfermo siempre se ha interpretado como una acción reflexiva y considerada”, cuenta la señora Post. “Siempre ha sido así”.
La señora Post es consciente de que la secreción nasal puede ser un síntoma de alergia o de otra circunstancia no contagiosa. Cuando se da ese caso, y se ha descartado por medio de pruebas que es COVID-19, es de buena educación decirle a la persona que nos acompaña o al compañero de trabajo por qué estás lloriqueando, exactamente. “Hoy en día, cuando se trata de nuestra salud y bienestar, la honestidad es realmente parte de la cortesía”, dice Lizzie Post. En otras palabras, habla y no pongas a los demás en la incómoda tesitura de tener que preguntarte sobre tus síntomas. Y por supuesto, si no estás seguro de asistir a la reunión, habla de ello con el anfitrión.
El mismo principio de honestidad aplica para los padres que socializan con bebés o niños, especialmente aquellos que son demasiado pequeños para recibir la vacuna. Recientemente una amiga y yo reprogramamos dos veces una cita para jugar: primero su bebé estaba congestionado, luego el mío tenía tos. Hablamos de ello en ambas ocasiones y de mutuo acuerdo decidimos posponerlo. Me disgusté, pero haber visto a mi hijo de un año masticar juguetes con un compañero de juegos con congestión nasal, habría sido innecesariamente estresante.
Jim Thomas, epidemiólogo de la Universidad de Carolina del Norte ha investigado las formas que muchos países tienen de abordar la salud pública y se conmovió particularmente por el enfoque de Nueva Zelanda. “Incluyen la ‘buena vecindad’ como uno de sus principios”, dice el Doctor Thomas, quien agrega que el concepto de salud pública proviene de la cultura indígena maorí del país. “Para los maorís, los demás son más importantes que ellos mismos. Entonces, con ese tipo de perspectiva, yo tomaría precauciones con mascarilla estando contigo, porque me preocupo por ti. Porque quiero que estés lo más sano posible”.
En los Estados Unidos, dice el Dr. Thomas, parece que ocurre lo contrario. “Es como: ¿cómo te atreves a pisotear mis libertades? Voy a hacer lo que quiera porque este es un país libre”, explica.
Otra tendencia muy estadounidense, la de valorar el exceso de trabajo, puede habernos llevado a crear el hábito de acudir a nuestras oficinas con tos y resfriado. Sin duda, los estadounidenses deben parte de esa tendencia de trabajar enfermos a la falta de un mandato federal que obligue a pagar permisos por enfermedad, lo que hace que muchos empleados tengan que enfrentar dificultades económicas significativas si las tos les obliga a quedarse en casa. Pero incluso entre quienes tienen acceso a un permiso retribuido de ausencia por enfermedad, a menudo existe una compulsión mártir a presentarse por el mero hecho de presentarse, un flagelo conocido como presentismo que deberíamos haber abandonado con firmeza en 2019.
Quizás en su lugar podamos integrar otro concepto, sugiere el Dr. Thomas: la interdependencia. “La interdependencia no es tan cálida y difusa como la vecindad. Es más biológica: lo que le ocurre a una persona tiene un efecto en otras”, dice. “La infección de una persona es la exposición de otra”.
Visto a través de esa lente, la decisión de asistir a una reunión estando enfermo parece bastante narcisista. Les dices a tus compañeros asistentes: “Sé que arriesgué tu salud al aparecer aquí pero, ¿no vale la pena mi presencia?”
Especialmente para aquellos que tenemos familiares o amigos vulnerables, es probable que la respuesta sea un no rotundo, incluso si sus anécdotas son deslumbrantes y sus galletas de jengibre deliciosas.
Este cálculo sobre los riesgos y las recompensas de socializar en una pandemia, puede variar de una persona a otra, señala el Dr. Thomas. Alguien que viva con un padre mayor, niños pequeños no vacunados o una pareja inmunodeprimida, puede ser más cauteloso con la exposición y quizás menos hambriento de interacción social, que una persona que vive sola.
Ese cálculo puede ser insoportable cuando las personas se sienten solas y quieren ver a sus seres queridos y amigos durante la temporada navideña. Pero de ninguna forma vale la pena correr el riesgo de transmitir una enfermedad mortal, dice el Dr. Thomas: “No es ético. Es imprudente y egoísta”.
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