Las personas más ricas de la Tierra normalmente dedican una parte de sus vastos recursos a la caridad. Al menos, eso es el trato y la expectativa.
Jeff Bezos, hasta hace muy poco tiempo el humano más rico del mundo, se ha aplicado con obediencia a la tarea, al dar dinero a bancos de alimentos y familias sin hogar mientras que se ha comprometido a donar 10.000 millones de la fortuna que ganó a través del vendedor minorista Amazon para combatir el cambio climático.
El humano más rico en la actualidad, Elon Musk, ha tomado un camino diferente. Por ejemplo, tuvo una pelea pública con el director del Programa Mundial de Alimentos (WFP, por su sigla en inglés) en Twitter, donde publicó: “Si el WFP puede describir en este hilo de Twitter exactamente cómo 6.000 millones de dólares resolverían el hambre mundial, venderé acciones de Tesla en este instante y lo haré”.
También realizó una encuesta en línea en la que preguntó si debía vender el 10 por ciento de sus acciones de Tesla, para poder pagar impuestos por al menos parte de su fortuna, como lo hacen la mayoría de las personas sin realizar una encuesta primero. Además, por supuesto, está la insistencia continua de que sus esfuerzos por hacer dinero, operar tanto al fabricante de vehículos eléctricos Tesla y la compañía espacial SpaceX, ya mejoran a la humanidad y cree que debemos agradecerle.
Musk practica la “filantropía troll”.
Así es cómo Benjamin Soskis, asociado sénior de investigación en el Centro de Organizaciones sin Ánimo de Lucro y Filantrópicas del Instituto Urbano, lo ha llamado y destaca que Musk parece divertirse con su nueva estrategia.
“No parece importarle mucho usar su filantropía para granjearse el favor popular”, mencionó Soskis. “De hecho, parece disfrutar de usar su identidad como filántropo en parte para antagonizar al público”. Antes de este año, un estimado calculó sus donaciones en 100 millones, mucho para casi cualquier estándar, excepto para multimillonarios como Musk.
La mayoría de las personas adineradas hacen lo opuesto. Usan la filantropía para pulir su imagen o distraer al público de las prácticas de negocios mediante las cuales obtuvieron su enorme riqueza en primer lugar.
Cuándo, cómo y por qué los ultrarricos deciden donar sus fortunas importa más que nunca porque hay tanto dinero que está concentrado en sus manos y solo una parte tan pequeña de ello puede ser gravada bajo las reglas actuales. La sociedad está hasta cierto punto atascada en la actualidad dependiendo de los desembolsos voluntarios de aquellos con los más grandes recursos.
“La idea de que la filantropía, de que cualquier individuo, tiene suficiente dinero para afectar algo a una escala global es un fenómeno muy nuevo”, comentó Homi Kharas, un socio sénior en el Centro para Desarrollo Sustentable en Brookings en Washington. La mayoría de los multimillonarios han “acumulado su riqueza debido a que la economía mundial ahora está globalizada, pero, para sostener una economía mundial globalizada, necesitamos tener crecimiento más inclusivo”.
Hay muchos tipos diferentes de donadores, como MacKenzie Scott, la ex esposa de Bezos, quien ha enfocado sus miles de millones en diversidad e igualdad. Existen los autoproclamados “altruistas efectivos”, como el cofundador de Facebook Dustin Moskovitz y su esposa, Cari Tuna, quienes son parte de un movimiento que busca enfoques con base en evidencia para encontrar causas en las que su dinero se aproveche de la mejor manera. Y están los tradicionales, como Bill Gates y Michael Bloomberg, quienes han construido instituciones para que manejen su financiamiento.
Musk y Bezos son, con 268.000 y 202.000 millones respectivamente, los dos estadounidenses más ricos por el momento, lo que genera contrastes marcados entre sus planes para donar.
Hace algunos meses, Bezos subió al escenario junto a la vicesecretaria general de las Naciones Unidas, Amina J. Mohammed, y escuchó cómo el exsecretario de Estado de Estados Unidos John Kerry lo elogió cuando dijo: “De alguna manera, está haciendo más que muchas personas que tienen los medios y no lo hacen”.
Mientras tanto, Musk respondió: “Se me sigue olvidando que todavía estás vivo” a un tuit del senador Bernie Sanders en el cual exige “que los extremadamente ricos paguen lo que les corresponde”.
El enfoque no tradicional de Musk para donar no impide que las personas que necesitan sus donaciones, como David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos, busquen su ayuda. “Los recursos a su disposición son tan vastos y pueden tener consecuencias de manera tan potencial que tenemos que contactarlo, y aceptar algo de ese ‘troleo’, si queremos intentar ejercer algo de presión en él y moldear sus prioridades filantrópicas algo incipientes”, opinó Soskis.
Un filántropo troll podría ser un blanco fácil para las críticas. Sin embargo, donar dinero de todas las formas habituales no evita los reproches críticos.
Hay varias escuelas de críticas desplegadas para diferentes tipos de donadores. Existe el argumento estructural de que la filantropía sirve como otro medio de usar la riqueza para cimentar el poder y la influencia. Las subvenciones grandes a menudo son comparadas con el valor total del donador para mostrar que, como un porcentaje de su fortuna, las donaciones son mucho más pequeñas de lo que parecen en términos absolutos. Aportaciones a instituciones culturales como el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York y las escuelas de élite ahora son con frecuencia criticadas por reforzar el statu quo. Incluso las contribuciones para reconstruir la catedral de Notre Dame en París tras el incendio generaron comentarios negativos.
Las instituciones tecnocráticas que fijan puntos de referencia rigurosos para regalos e imponen límites estrictos sobre las maneras en que el dinero puede ser gastado son marcadas como controladoras y jerárquicas. En contraste, el apoyo que opera en general sin lineamientos sobre cómo el dinero puede ser empleado ha sido aplaudido por muchos en últimas fechas como la mejor estrategia.
Bezos fue nombrado por Chronicle of Philanthropy en febrero pasado en el primer lugar de su lista “Philanthropy 50″ de 2020, incluso a pesar de que la mayor parte de su donación de 10.000 millones de dólares fue a parar a su propio Fondo Bezos para la Tierra, el cual apenas se ponía en marcha. Fue un poco como el sorpresivo Premio Nobel de la Paz de Barack Obama a menos de un año de haber comenzado su presidencia en la manera en la que pareció agudizar las críticas en lugar de acallarlas.
No obstante, tras un lento inicio a sus donaciones, Bezos ha comenzado a lucir como un buen estudiante. Dio 100 millones de dólares a la red de bancos de alimentos Feeding America y otros 100 millones al centro presidencial de Obama. El dinero ha fluido con mayor rapidez desde el Fondo Bezos para la Tierra. Tan solo la semana pasada, anunció otras 44 subvenciones con un valor total de 443 millones a grupos que trabajan en asuntos que incluyen justicia climática y conservación, como parte de esa promesa de 10.000 millones de dólares.
“Tienes que tener mucha capacidad para el análisis si queires destinar bien los fondos”, expresó Andrew Steer, el presidente del Fondo Bezos para la Tierra, en una entrevista.
El propio Musk comenzó con lo que parecía una estrategia de alguna manera convencional para donar. Creó la Fundación Musk en 2002 y firmó la Promesa de Donación no vinculante para donar la mitad de su fortuna en 2012. (El sitio web de la Fundación Musk podría, por sí mismo, ser considerado un poco como un troll, por sus 33 palabras en texto negro con un fondo blanco).
Para el año fiscal que terminó en junio de 2020, la Fundación Musk realizó donaciones de un poco menos de 3 millones de dólares a nueve grupos, la mayoría relacionados con la educación, y dio 20 millones a Fidelity Charitable, que opera el tipo de fondos asesorados por donadores que los críticos afirman que pueden funcionar como estacionamiento para dólares de caridad. Eso salió de casi 1000 millones disponibles en las arcas de la Fundación Musk para finales del año fiscal.
Desde entonces, anunció 150 millones de dólares en donaciones, incluyendo un premio a la innovación por captación de carbono por 100 millones de dólares y 30 millones a organizaciones sin fines de lucro en el valle del Río Grande en el sur de Texas. Pueden haberse tratado tanto de un requisito legal como de un nuevo sentido de generosidad. Las leyes fiscales requieren que las fundaciones privadas paguen alrededor del cinco por ciento de su financiamiento cada año.
“La barrera en particular para los donadores que provienen del sector tecnológico es que no solo piensan que su genio los ha hecho buenos en lo que hacen; además, piensan que lo que hacen comercialmente también hace mejor a la sociedad”, señaló Rhodri Davies, un analista de filantropía que escribió un artículo sobre Musk titulado “The Edgelord Giveth”.
Por ejemplo, Musk ha dicho que llevar a la humanidad a Marte mediante SpaceX es una contribución importante y ha escrito y ha hablado de manera mordaz sobre lo que él llama “tonterías antimultimillonarios”, incluyendo los intentos de gravar a los multimillonarios.
“No tiene sentido quitarles el trabajo de destinar capital a la gente que ha demostrado grandes habilidades en asignación de capital y dárselo a una entidad que ha demostrado escasa habilidad en asignación de capital, que es el gobierno”, aseveró Musk el lunes en un evento organizado por The Wall Street Journal.
Al mismo tiempo, Kharas dijo que una lectura más caritativa del intercambio de Musk con el WPF es posible. Podría ser que de verdad solo quiere saber cómo se gastará el dinero y está haciendo público, en Twitter, el trabajo de debida diligencia que la donación institucional hace a puerta cerrada.
“Pienso que esta idea de que estaba dispuesto a involucrarse era muy buena”, opinó Kharas del Brookings sobre Musk. “Pienso que su respuesta fue en extremo sensible. Fue básicamente ‘Muéstrame qué puedes hacer. Demuéstralo. Proporcióname algo de evidencia. Lo haré’”. El WFP publicó un desglose de cómo gastaría los 6600 millones de dólares, pero todavía desconoce si Musk realizará una donación.
© The New York Times 2021