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Ucrania busca posicionarse como destino por excelencia para los emprendedores en busca de bajos impuestos, un mínimo de papeleo y un montón de ingenieros calificados

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El distrito central de negocios
El distrito central de negocios de Kiev, Ucrania, se refleja en una ventana el 6 de octubre de 2021. (Brendan Hoffman/The New York Times).

KIEV, Ucrania — Michael Chobanian, un intrépido hombre de 37 años educado en un colegio privado británico, domina tanto el inglés como las costumbres de Ucrania, país que considera una frontera sin ley y que recorre con gusto en su Ferrari 612 negro. Es el fundador de Kuna, una de las primeras bolsas de criptomonedas de Europa del Este. Para él, su país natal es un lugar estupendo para dirigir negocios, siempre que se tenga el valor para lidiar con un sistema plagado de corrupción.

La principal ventaja, explica en su oficina con vistas al río Dniéper, es el tipo de libertad que no se ha visto en los países desarrollados desde hace cientos de años.

Puedes salirte con la tuya, por ejemplo.

“En este país, puedes matar a una persona y no irás a la cárcel, si tienes suficiente dinero y estás conectado”, dice, tomando té en un lujoso sofá de cuero. “Si no estás conectado, te costará más”.

El espíritu de “todo se vale” ha prevalecido en Ucrania durante años, y ahora el gobierno espera erradicarlo, con la ayuda de las criptomonedas. A principios de septiembre, el Parlamento aprobó una ley que legaliza y regula el bitcoin, el primer paso de una ambiciosa campaña para generalizar el floreciente comercio de criptomonedas en el país y cambiar la imagen de este.

“La gran idea es convertirse en una de las principales jurisdicciones del mundo para las empresas de criptomonedas”, comentó Alexander Bornyakov, viceministro del Ministerio de Transformación Digital, de dos años de antigüedad. “Creemos que ahí está la nueva economía, el futuro, y creemos que eso impulsará nuestra economía”.

El ministro ha resumido su discurso en un infomercial de 90 segundos que Ucrania vende de la misma manera que Apple vende sus aparatos. Sobre interminable banda sonora de música tecno, se ve un montaje de panaderos, ejecutivos, enfermeras y otros ciudadanos que llevan una vida feliz en una especie de nirvana de alta tecnología.

“Invertimos en empresas emergentes y creamos las condiciones adecuadas para su crecimiento”, dice una narradora en inglés. “Nuestro objetivo es construir el país más conveniente del mundo, para las personas y los negocios”.

Bornyakov ha llevado ese mensaje —Ucrania como destino por excelencia para los emprendedores en busca de bajos impuestos, un mínimo de papeleo y un montón de ingenieros calificados— en un espectáculo itinerante, que incluye una gira de verano por Silicon Valley. El presidente del país, Volodímir Zelenski, se reunió con el director ejecutivo de Apple, Tim Cook, y con estudiantes de Stanford.

Muchos economistas y responsables políticos tienen una profunda desconfianza de las criptomonedas, y las consideran la moneda preferida por los blanqueadores de dinero, los terroristas, los mafiosos y los extorsionadores que usan programas de secuestro. Sin embargo, ya está en marcha el concurso internacional Crypto’s Got Talent, en el que compiten muchos países. A medida que los empresarios entran en el campo, algunos gobiernos han hecho un cálculo sencillo.

Si los inversores van a inyectar dinero en estas empresas, entonces hay que incitar a las empresas a trasladarse. Y en la actualidad los inversores han aportado dinero a un ritmo vertiginoso. El financiamiento de toda la tecnología relacionada con las cadenas de bloques —criptomonedas, juegos, infraestructura, tokens no fungibles— se disparó a 7000 millones de dólares en el primer semestre de este año, según CB Insights, una firma que da seguimiento a la industria.

Ucrania ya ha atraído a algunos estadounidenses y británicos de la industria de las criptomonedas, y no han venido porque sean partidarios del Estado de derecho. En cambio, lo exaltan todo, desde los restaurantes accesibles hasta las fiestas nocturnas desenfrenadas. Y lo mejor es que el gobierno no tiene ni idea de lo que hacen ni de lo que ganan.

“No hay reglas”, dice Chobanian, con un extraño orgullo cívico. “Bueno, hay reglas, pero se pueden romper. Es el equilibrio perfecto entre la anarquía absoluta y las posibilidades”.

Michael Chobanian, fundador de Kuna
Michael Chobanian, fundador de Kuna Exchange, un intercambio de Bitcoin, y un entusiasta general de las criptomonedas y blockchain, en su oficina de Kiev. (Brendan Hoffman/The New York Times)

Despertar a “una superestrella”

Los ucranianos se encuentran entre los usuarios de criptomonedas más ávidos del mundo, y ocupan el cuarto lugar en el Índice Global de Adopción de Criptomonedas elaborado por Chainalysis, una compañía de recopilación de datos. En la actualidad, entran y salen del país cerca de 8000 millones de dólares al año, y el volumen de transacciones de criptodivisas al día, casi 150 millones de dólares, supera el volumen de intercambios interbancarios en moneda fiduciaria.

No se trata tanto de la fiebre de las criptomonedas sino de la falta de mejores opciones. Los bancos de Ucrania están tan esclerotizados que enviar o recibir incluso pequeñas cantidades de dinero de otro país requiere un papeleo equivalente a una exasperante carrera de obstáculos.

Ahora, Kuna maneja casi tres millones de dólares al día en transacciones, una miseria comparada con gigantes como Binance, pero lo suficiente para que la empresa figure en una lista reciente de Forbes de las compañías más valiosas de Ucrania. Ha tardado años en alcanzar ese nivel de popularidad. La primera vez que Chobanian vendió criptomonedas, relató, se sintió como en el negocio de las drogas.

Era marzo de 2014, el mes en que había lanzado Kuna, que tiene ese nombre por una piel de animal que hace tiempo se utilizaba como moneda. En ese entonces era una empresa de tres personas y poco más que una página web con un número de teléfono y un tipo de cambio publicado. Chobanian había apostado por Kuna con casi 50 bitcoines, que había adquirido tras estudiar el sector de la banca y los pagos en 2011 y llegar a la conclusión de que las criptomonedas podrían cambiar el mundo.

Llamó un cliente que quería cerca de 100 dólares en bitcoines. Los dos se encontraron en la calle en el centro de Kiev. El tipo entregó dinero en efectivo; Chobanian transfirió bitcoines a través de su teléfono móvil.

“Me quedé petrificado”, recuerda. “Pensé que me detendrían en ese momento”.

Tardó un poco más. En noviembre de 2015, la policía se presentó en su departamento para llevar a cabo un intento de chantaje entonces habitual. Kuna en ese momento llevaba a cabo todo su negocio en línea y se había convertido en la compañía de cambio preferida de un número creciente de aficionados a las criptomonedas. Cinco policías pasaron horas registrando el departamento de Chobanian y confiscaron sus celulares, computadoras e incluso sus enrutadores wifi.

El distrito central de negocios
El distrito central de negocios de Kiev. Ucrania está haciendo un esfuerzo concertado para reclutar especialistas en criptomonedas del extranjero. (Brendan Hoffman/The New York Times)

“Asumieron que yo también tenía dinero en efectivo”, comentó Chobanian. No lo tenía. Él sabía que debía presentarse en la comisaría y pagar para que le devolvieran su equipo. En lugar de eso, escribió un apasionado ensayo en la computadora de su abogado, publicado en Facebook, en el que describía el calvario.

“A la mañana siguiente me desperté como una superestrella”, dijo. “Estuve en cinco o seis programas de entrevistas, incluido el programa político de mayor audiencia del país”.

La corrupción de los centavos, como los sobornos de los policías de tráfico, en general desapareció y, desde 2012, el país ha mejorado sus resultados en el índice de percepción de la corrupción de Transparencia Internacional.

Sin embargo, la mentalidad de “todo sin restricciones” sigue existiendo. Ucrania está tomando medidas contra los certificados de vacunación COVID-19 falsos, y a nadie parece molestarle mucho que el alcalde de Kiev, el excampeón de boxeo de pesos pesados Vitali Klitschko, viva arriba de un club de striptease conocido por ser lugar de encuentro de prostitutas. (No está claro si el alcalde es el propietario de Rio, que es como se llama el club. Aunque parece que funciona bajo sus propias reglas, un grupo de empresarios señaló a Klitschko en una manifestación en abril frente al Ayuntamiento, al quejarse de que Rio estaba abierto durante la pandemia mientras que a otros negocios se les obligó a cerrar).

“Es necesario tener abogados”

Ucrania ha sufrido demasiados escándalos financieros como para esperar una gran afluencia de ejecutivos de grandes bancos de inversión internacional, con o sin incentivos. Sin embargo, entonces llegaron las criptomonedas, que tiene sus propios problemas de reputación. Tal vez sea una combinación perfecta.

No fue así como Bornyakov describió las ventajas de las criptomonedas durante una reunión decisiva a principios de este año con Zelenskyy, un ex comediante de televisión que resultó electo como presidente en 2019 y es quizá más conocido como el tipo que habló por teléfono con el ex presidente Donald Trump en una conversación que condujo al primer juicio político de Trump. Bornyakov hizo hincapié en las oportunidades, en términos de empleo y crecimiento económico, así como en las desventajas de la inacción.

Alexander Bornyakov, viceministro del Ministerio
Alexander Bornyakov, viceministro del Ministerio de Transformación Digital, de dos años de antigüedad, en Kiev, Ucrania, el 8 de octubre de 2021. (Brendan Hoffman/The New York Times).

“Aquí hay una economía sumergida”, opinó Bornyakov en una entrevista, “y si no hacemos nada al respecto, habrá más y más, y no sabemos cómo acabará”.

El objetivo es duplicar el porcentaje que la tecnología aporta al producto interior bruto, del cinco al diez por ciento, y duplicar el número de personas en la industria tecnológica, hasta llegar a casi 500.000. Para 2025, cuando el Banco Mundial prevé que el PIB de Ucrania será de 180.000 millones de dólares, la tecnología debería contribuir con 18.000 millones a esa cifra.

Como lo demostró Chobanian después de que la policía registrara su casa, los principales activos de una empresa tecnológica no pueden ser confiscados del mismo modo que un actor maligno podría hacerse con una central eléctrica o una mina de níquel, por ejemplo. Sería un reto apropiarse de una empresa de conocimientos como, por ejemplo, Hacken, con sede en Kiev, una empresa de ciberseguridad especializada en el trabajo con cadenas de bloques. Su valor reside en un cuadro de hackers con buena ética que están repartidos por todo el mundo.

Su cofundadora, Evgenia Broshevan, se sentó en una sala de conferencias en Creative States y reflexionó sobre cómo acabó siendo líder en un sector tan dominado por los hombres. Todo el mérito es de su abuela, una profesora de matemáticas que también parece haberla dotado de una habilidad para el pensamiento práctico que sin duda es requisito en Ucrania.

“De todos modos”, dijo, hablando de los posibles riesgos para la empresa, “hay que tener abogados”.

“Me gusta que sea corrupto”

El restaurante 11 Mirrors Rooftop tiene un bistec de ojo de bife de 180 dólares en el menú, fotos firmadas por celebridades en una pared y una vista panorámica del centro de Kiev. Parece un restaurante de carnes traído en avión desde un casino de Las Vegas, y su propietario es el hermano del alcalde, Wladimir Klitschko, también un fenómeno de los pesos pesados. La ubicación es ideal para los amantes de los autos. Rio, el club de striptease, está a unos pasos en la misma calle.

Una tarde reciente, sentados en una pequeña mesa redonda, se encuentran dos miembros del grupo de talentos internacionales de las criptomonedas. Hartej Sawhney, que creció en Princeton, Nueva Jersey, cofundó Zokyo, una empresa de criptoauditoría, que evalúa la seguridad de los tokens y los contratos inteligentes. Shadi Paterson es británico y dirige una empresa que recluta empleados para empresas de cripto monedas. Lleva puesta una camiseta que dice “Tómate tus pastillas”.

Ambos hombres son residentes aquí, y ambos irradian la sensación de haber encontrado el lugar y el sector adecuados justo en el momento oportuno.

“Hoy tenemos múltiples oportunidades para multiplicar por cien tu dinero en criptomonedas”, dice Sawhney. “En su apogeo, el internet crecía, en términos de usuarios, a un 63 por ciento, año tras año. La criptomoneda, desde su inicio, ha crecido al 137 por ciento”.

Hartej Sawhney, quien creció en
Hartej Sawhney, quien creció en Princeton, Nueva Jersey, es cofundador de Zokyo, una firma de auditoría de cripto. (Brendan Hoffman/The New York Times)

Sawhney y Paterson tienen dos opiniones sobre la nueva ley de criptomonedas. Comprenden los beneficios potenciales de la legitimidad que conlleva un respaldo oficial gubernamental. También les gusta dirigir empresas que no sudan por las regulaciones y no pagan impuestos en Ucrania. En cuanto a la tenue relación del país con los escrúpulos, es un punto de venta.

“Me gusta que aquí haya corrupción”, dice Sawhney. “Aquí podemos jugar al juego que solo juegan las élites en Estados Unidos. No necesito un grupo de presión. Si necesito pagar a alguien en la frontera, puedo hacerlo. Si necesito pagar a los políticos, puedo hacerlo”.

Sawhney prefiere que su negocio permanezca no solo bajo el radar, sino fuera de él por completo. Paterson entendió el impulso. No obstante, dijo que tendría que pagar un porcentaje a los gánsteres para blanquear su dinero o un porcentaje “a los otros gánsteres”, es decir, al gobierno ucraniano, que transformaría sus criptoahorros en un botín protegido por completo.

En sus futuros espectáculos itinerantes, el Ministerio de Transformación Digital seguramente lo expresará de otra manera, pero Paterson había captado lo esencial del mensaje del gobierno.

“Puedo legalizar todo mi dinero, y no hay nada que ningún país pueda decir al respecto...”, dijo, como si estuviera describiendo un sueño. “¿Puedo enviarlo a cualquier parte? ¿Puedo comprar una casa con él? Eso, para la gente de las criptomonedas, es una locura”.

Copyright: c.2021 The New York Times Company

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