Especial para Infobae de The New York Times.
En “Vice Versa”, el cantante puertorriqueño elude las convenciones y abre posibilidades al cruzar las líneas de la música house, el baile funk, el bolero y más.
“¿Cuándo fue?”, la décima canción del nuevo álbum de Rauw Alejandro, Vice Versa, es un bombazo inesperado. Mientras el cantante puertorriqueño llora la partida de una amante, el productor Tainy mezcla ráfagas de sintetizadores y una delicada percusión, dejando que se desvanezcan en un silbido de aire caliente. De repente, hay un breakbeat inquietante que lleva la pista al territorio de los raves. La transición es como una descarga estática, el equivalente a deslizarte por el piso con unos calcetines cálidos para luego tocar la manija de una puerta.
Hace diez años, quizá era inimaginable escuchar momentos como este en un álbum de una estrella consagrada de la música en español. Pero Alejandro se niega a ser encasillado en un solo sonido. El artista, de 28 años, se ha convertido en un renegado de la música, pese a que ha mantenido una presencia dominante en las altas esferas del pop latino.
Vice Versa, que le sigue a Afrodisíaco del año pasado, profundiza en esa perspectiva, incorporando la melodía y un deseo inquebrantable (pero calculado) de hacer implosionar las estructuras tradicionales del pop y el reguetón. El álbum navega por las líneas de la música house, el baile funk, el bolero y más allá, eludiendo las convenciones y deleitándose con la emoción de lo ilimitado. No importa el género, Alejandro asume el papel de donjuán y nos regala canciones de amor, lujuria y grandilocuencia.
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Alejandro emergió del espacio creativo de SoundCloud en 2014 con su primer mixtape, “Punto de equilibrio”. Trap Cake, Vol. 1 fue su primer lanzamiento formal, un EP de 2019 que lo posicionó como precursor del putativo movimiento R&B en español. Pero se despojó de esa etiqueta con Afrodisíaco, que señaló un deseo de librarse de las restricciones de los géneros. El álbum incluía las colaboraciones obligatorias de pesos pesados del reguetón y el trap, como J Balvin y Anuel AA, necesarias para cualquier recién llegado que desee consolidar su relevancia. Pero también se adentraba en el house y el synth pop, lo que sugiere que Alejandro tenía en mente diseños más ambiciosos.
Vice Versa amplía esos esfuerzos experimentales, en parte potenciados por el trabajo de Tainy, el científico loco detrás de algunos de los temas más virtuosos y transgresores de Bad Bunny. Alejandro también recurre a elementos de la cultura de los clubes en otras canciones del álbum: “Cosa guapa” —producida por Eydren con el Ritmo, Mr. NaisGai, El Zorro, Kenobi y Caleb Calloway— comienza como una elegía casi tipo dancehall dirigida a un viejo amor, pero se transforma en un deep house vengativo que está horadado por sirenas misteriosas y la vibra líquida de un patrón de ritmo de four-on-the-floor. “Déjame decirte algo”, advierte Alejandro en inglés. “Ya no te necesito”.
Aunque la música electrónica es la protagonista de la innovación de Alejandro en Vice Versa, él también se aventura en otros mundos. “Brazilera”, que cuenta con la participación de la superestrella carioca Anitta, es un delicioso paseo por el baile funk, el conocido bum-cha-cha-cha del género que se ralentiza hasta alcanzar un ritmo de reguetón a medio camino y segundos después vuelve a acelerar a la velocidad vertiginosa del inicio. Anitta sazona el tema con una tímida orden de salir a la pista de baile que exige ser gritada a todo volumen en el club después de 15 meses de confinamiento.
Las texturas melosas de la voz de Alejandro, que destacan en el híbrido de R&B-trap-reguetón “Aquel nap ZzZz”, lo distinguen de los vocalistas de reguetón pop cuyas melodías tienden a desbordar un sentimentalismo empalagoso. También tiene un talento para suministrar nostalgia de manera estratégica: “La old skul” hace un guiño al reguetón de principios de los años 2000, sampleando clásicos del género como “En la cama” de Daddy Yankee y Nicky Jam, así como “Siéntelo” de Sir Speedy.
En conjunto, estas maniobras son signos de una expansión necesaria del potencial de Alejandro y del pop en español en general. Gran parte de la música que encabeza las listas de éxitos latinos de Billboard se ciñe a patrones predecibles, que diluyen los elementos más dinámicos del reguetón en un formato pop, lo cual ha producido críticas muy necesarias en torno al blanqueamiento del género. En gran medida, Alejandro esquiva ese lastre al inspirarse en una paleta más ecléctica.
Sin embargo, la experimentación de Alejandro no siempre es exitosa: “Nubes” es un pop-reguetón sacarino diseñado para ser un éxito radiofónico, mientras que “Tengo un pal” es un trap-pop anodino que se apoya demasiado en copias de los ad libs de Travis Scott. Pero los puntos bajos de Vice Versa son contados. Con sus colaboradores y beatmakers, ha trazado un nuevo modelo de posibilidades más estrafalarias para el pop en español. Ahora sus pares tendrán que ponerse al corriente o conformarse con hacer un reguetón diluido de por vida.
Isabelia Herrera es becaria en crítica de arte. Cubre la cultura popular, con especial atención a la música latinoamericana y latina de Estados Unidos. Anteriormente, fue editora colaboradora en Pitchfork y ha escrito para Rolling Stone, Billboard, GQ y NPR, entre otros. @jabladoraaa