Especial para Infobae de The New York Times.
Una princesa mesoamericana, un coatí cantante y una familia colombiana encantada están cambiando la forma de contar historias latinas en el mundo de las películas animadas.
Toma El Señor de los Anillos y hazlo mesoamericano. Añade a la trama referencias a la cultura pop y tendrás Maya y los tres.
Originalmente imaginada por el creador Jorge R. Gutiérrez como una trilogía cinematográfica, Maya y los tres comenzó a tomar forma en 2018 cuando los ejecutivos de Netflix le pidieron que les presentara una idea que le encantara pero que no creía que pudiera hacerse en otro lugar.
“Lo que salió de mi boca fue: ‘Quiero hacer tres películas seguidas sobre una princesa guerrera mesoamericana que va a salvar el mundo’”, cuenta Gutiérrez. Convertida ahora en una miniserie de animación de nueve episodios, el resultado llegó a Netflix a fines de octubre, con un reparto vocal plagado de estrellas latinas, como Zoe Saldaña (Maya), Diego Luna (Zatz, príncipe de los murciélagos), Gael García Bernal (los hermanos jaguar), Stephanie Beatriz (Chimi) y Rita Moreno (Ah Puch).
Por singular que parezca, Maya y los tres forma parte de una tendencia reciente que incluye también las películas Vivo, que se estrenó en agosto, y Encanto, cuyo estreno está previsto para este mes. Todas son historias animadas por latinos y sobre latinos. Todas destacan la importancia de las mujeres y las niñas para sus comunidades y pretenden contrarrestar el historial de Hollywood de intentar crear personajes de color irrealmente impecables (cuando los ha creado).
Y las tres aspiran a deslumbrar y encantar a los espectadores con sus narrativas y su estética, a la vez que honran a las distintas culturas y representan a los latinos con más complejidad, deleitándose en parte con las imperfecciones de sus personajes.
“Cuando solo se presenta una película con un personaje hispano, ese personaje tiene que ser todo para todo el mundo”, dijo Rebecca Perez, animadora de Encanto. “Y eso no es justo, porque nadie es perfecto. Todos aportamos nuestros pedazos rotos y nuestros pedazos perfectos”.
A la hora de crear a los héroes de Maya y los tres, Gutiérrez, que también dirigió la serie, recibió consejos similares de su mujer, la animadora e ilustradora Sandra Equihua. (Gutiérrez creció en Ciudad de México, mientras que Equihua es de Tijuana). Equihua diseñó los personajes femeninos principales de la serie y actuó como asesora creativa.
“Al principio, como guionista masculino, dije: ‘Nunca he tenido una protagonista femenina. Tengo que asegurarme de que sea perfecta’”, dijo Gutiérrez en una entrevista de video conjunta con Equihua, ambos en Los Ángeles. “Y ella, literalmente, me dijo: ‘¿Qué estás haciendo? Estás convirtiéndola en una Mary Sue. La estás haciendo plana como personaje porque no tiene defectos; los personajes masculinos son todos tan defectuosos que resultan mucho más interesantes’”.
Equihua le había recordado a Gutiérrez que él amaba el arte popular por sus imperfecciones, y lo presionó para que tratara a su protagonista de la misma manera. Por eso, a veces, Maya flaquea: hace cosas malas por buenas razones.
Como sociedad, “nos estamos dando cuenta de que hay más capas que ser la negativa, la llorona, la señorita perfecta”, dijo Equihua. “Hay más capas en nosotras como niñas, como mujeres, y queríamos asegurarnos de que Maya fuera lo más humana posible”.
Parte de esa humanidad es puramente física. Equihua diseñó a Maya para que tuviera un aspecto casi de jarrón: tiene caderas anchas, una complexión robusta y piernas fuertes. (Al fin y al cabo, es una princesa guerrera). La ilustradora intenta basar sus personajes en el aspecto real de las latinas.
“No todas tenemos los muslos y las caderas y todo eso, pero muchas sí”, dice Equihua. “Y es bueno celebrarlo y ver que hay diversidad de formas, y no todas tenemos piernas largas largas largas y cinturas delgadas delgadas delgadas. Y es simplemente glorioso ver que es capaz de correr y ser poderosa”.
En lugar de tener una quinceañera tradicional al cumplir 15 años, Maya se embarca en una búsqueda trazada por una antigua profecía. Junto a tres grandes guerreros, deberá luchar contra los dioses para salvar a su familia, a sus amigos y a ella misma.
“Uno de los temas de Maya y los tres es el sacrificio que tienen que hacer las latinas: para que sus familias sigan adelante, para que los países sigan adelante, para que la cultura siga adelante”, dijo Gutiérrez. “Son los pilares que sostienen el continente, y muchas veces es una labor ingrata”.
Encanto, una película de Disney que llegará a los cines el 24 de noviembre, cuenta la historia de la familia Madrigal, que vive en un pueblo hechizado en las montañas de Colombia. La matriarca de la familia, Abuela (María Cecilia Botero), llegó allí tras huir de la violencia y perder a su marido por el camino.
El encantamiento, concedido a Abuela para protegerla de cualquier daño, ha otorgado un don mágico a cada uno de los niños de la familia, excepto a Mirabel. Pero cuando se da cuenta de que el propio hechizo está en peligro, Mirabel se propone salvar a su familia.
Perez, una de las animadoras de la película, dijo que sus abuelos cubanos llegaron a Estados Unidos de forma muy parecida, cuando hicieron las maletas y abandonaron todo lo que conocían.
“Tomé decisiones muy conscientes para estar presente en cada reunión, y ser auténticamente yo”, dijo Perez en una entrevista por video desde Burbank, California. “Incluso si eso significaba un poco de incomodidad, tanto para mí como para la persona con la que estoy hablando, ya sea un director o un productor, y expresar mi punto de vista”.
“Siempre hay que ser respetuoso, pero la única manera de llegar a un gran lugar es pasar por los baches. Entonces vas a tener conversaciones sinceras”.
Quizá sin darse cuenta, Perez reprodujo la experiencia de Mirabel Madrigal, la chica con lentes que protagoniza la película. En Encanto, el conflicto sólo se resuelve a través de una conversación abierta y sincera entre Mirabel y Abuela que salva las distancias generacionales en medio de una nube de mariposas amarillas. El resto de la familia Madrigal es un recorrido por toda la gama de tipos de cuerpo, tonos de piel, colores de pelo, acentos y poderes mágicos.
Al igual que Encanto, la película de Netflix Vivo incluye detalles que el espectador medio podría pasar por alto. Sin embargo, alguien que forme parte de la cultura correspondiente los captará al instante. En Encanto, Mirabel señala con los labios un regalo para su primo menor, un gesto muy colombiano. En Vivo, una madre dominicanaestadounidense conduce un carro con una calcomanía en el parachoques: la bandera dominicana dentro de un contorno del país.
A Carlos Romero, uno de los dibujantes de Vivo, de ascendencia dominicana y panameña, le encanta esa calcomanía en el parachoques: la veía por todas partes cuando era niño en el Bronx.
“Se trata de absorber todo eso y asegurarnos de que estamos haciendo lo correcto con su cultura”, dijo. También era importante, añadió, asegurarse de que “la gente de esos países pueda ver esto y sentirse orgullosa también, y sentir que: ‘Oh, sí, es exactamente igual a alguien que conozco’ o ‘Eso es exactamente lo que yo diría’”.
Vivo sigue las inesperadas aventuras de un cusumbo (o coatí) llamado Vivo (Lin-Manuel Miranda), un músico cubano, y una chica llamada Gabi (Ynairaly Simo), una enérgica preadolescente dominicana. Cuando los dos se escapan de casa para entregar una carta de amor perdida hace tiempo, la madre de Gabi, Rosa (Zoe Saldaña, que participa también en esta película), se preocupa. Luego se enfada.
Según Romero, en el rodaje había mucha preocupación por las emociones de Rosa. ¿Estaba demasiado enfadada, especialmente para una mujer dominicanaestadounidense en la pantalla? Romero entendía el deseo de evitar los estereotipos, pero pensaba que la representación era realista: cualquier madre recorrería furiosamente la ciudad por su hija perdida.
“Tenemos que mostrarlas como personajes dimensionales que experimentan miedo; experimentan preocupación y ansiedad por su hija, orgullo cuando hacen el bien”, dijo Romero. “No hay que tener miedo de tocar todas las emociones porque los latinos son personas dimensionales que deben ser retratadas de forma realista en la pantalla”.
“Y cuanto más de ellos mostremos”, añadió, “menos tendremos que preocuparnos por presentarlos perfectamente en nuestras películas”.