Especial para Infobae de The New York Times.
No fue una boda transmitida por televisión, no se presentó a la pareja en un balcón ni hubo espectadores en las aceras; se organizó una conferencia de prensa formal.
TOKIO — La última vez que la hermana de un futuro emperador de Japón se casó, miles de simpatizantes se alinearon en las calles cuando la novia, la princesa Sayako, salió de palacio para asistir a la ceremonia y a la recepción en uno de los mejores hoteles de Tokio.
Pero cuando la princesa Mako, de 30 años, sobrina del actual emperador y hermana mayor del probable futuro soberano, se casó el martes, solo hubo un simple trayecto a una oficina de registro civil en Tokio, gestionado por representantes reales.
Sin embargo, incluso sin una boda transmitida por televisión o un beso en el balcón, hubo una conmovedora expresión de devoción romántica. En una conferencia de prensa formal el martes por la tarde, el novio, Kei Komuro, miró a la cámara y declaró: “Amo a Mako. Me gustaría pasar mi única vida con la persona que amo”.
El camino hasta ese tierno momento había sido tortuoso. Para poder convertirse en la señora Komuro, la princesa Mako tuvo que renunciar a sus títulos reales.
Poco después de que la princesa y Komuro anunciaran su compromiso hace cuatro años, el público empezó a cuestionar su elección. Los tabloides revelaron que su madre había recibido cuatro millones de yenes, o unos 36.000 dólares, de un exnovio al que no había devuelto el dinero, lo que llevó a los críticos a sugerir que Komuro intentaba casarse para entrar a la familia imperial por dinero o fama.
El padre de la princesa Mako no aprobó el matrimonio, y alegó para ello la amarga recepción de la opinión pública. Los paparazzi persiguieron a Komuro, de 30 años, después de que se marchó a Nueva York para estudiar en la Escuela de Derecho de Fordham, y documentaron su pelo desaliñado y su costumbre de alimentarse en camiones de comida. Los salvajes ataques en las redes sociales hicieron que la princesa sufriera un trastorno de estrés postraumático.
Cuando Komuro regresó a Japón a finales del mes pasado para hacer la cuarentena antes del matrimonio, el escrutinio se volvió aún más frenético, rozando el absurdo. Los medios de comunicación y el público se escandalizaron, simplemente se escandalizaron, por el hecho de que llegara de Nueva York luciendo una cola de caballo. Un semanario sensacionalista publicó que un funcionario de la corte real se había burlado de la elección de Komuro de llevar un traje a rayas —en lugar de uno negro o azul marino— para conocer a su futura familia política. En algunas encuestas, hasta el 80 por ciento de los entrevistados dijeron que se oponían al matrimonio.
No obstante, después de esperar tres años para que Komuro terminara la carrera de Derecho y empezara a trabajar en un bufete de Nueva York, la paciente pareja, que comenzó su relación en la Universidad Cristiana Internacional de Tokio, registró su matrimonio el martes por la mañana.
En la conferencia de prensa, celebrada en un hotel a menos de un kilómetro del Palacio Imperial, la pareja se sentó codo con codo en una larga mesa y se enfrentó a una sala llena de periodistas y a un batallón de cámaras. La novia llevaba un vestido y una chaqueta celeste con un collar de perlas, mientras que Komuro llevaba un traje de rayas azul marino.
En unas declaraciones preparadas de antemano, la princesa dijo: “Reconozco que hay varias opiniones sobre nuestro matrimonio. Lo siento mucho por las personas a las que hemos dado problemas. Agradezco a las personas que se han preocupado en silencio por nosotros, o a las que han seguido apoyándonos sin dejarse confundir por informaciones sin fundamento”.
Para evitar tener que responder a preguntas desagradables o abordar falsedades, la pareja pidió responder por escrito a cinco preguntas de los periodistas presentadas con antelación. Para evitar las acusaciones de que estaban malgastando el dinero de los contribuyentes, pagaron el alquiler de la sala para la sesión informativa.
En muchas de las virulentas opiniones sobre la elección de pareja de la princesa Mako subyace una corriente de pánico existencial sobre la familia real, que se erige como símbolo del Japón tradicional. La monarquía más antigua del mundo se enfrenta a una inminente crisis de sucesión, y el matrimonio de la princesa pone de manifiesto un problema que el gobierno no ha querido abordar.
Según la Ley de la Casa Imperial, que rige la sucesión de los emperadores de Japón, no se permite que las mujeres ocupen el trono. La ley también estipula que la princesa Mako debe renunciar a su título real porque se casa con un plebeyo, y ella misma se convertirá en una plebeya. Los hijos que tenga no podrán acceder al trono.
Una gran mayoría del público japonés piensa que la ley debería modificarse para que las mujeres —incluida la princesa Aiko, la hija de 19 años del actual emperador, Naruhito— puedan sentarse en el trono. Una encuesta reciente de Kyodo News mostró que cerca del 80 por ciento también quiere que los hijos de mujeres de la realeza, como la princesa Mako, estén en la línea de sucesión.
Hasta ahora, el ala conservadora del gobernante Partido Liberal Democrático se ha opuesto firmemente a cualquier cambio que permita a las mujeres reinar o a los hijos de mujeres de la realeza entrar en la línea de sucesión.
Pero la familia se está quedando sin herederos varones, y solo quedan tres que pueden suceder al actual monarca: el tío del emperador Naruhito, de 85 años; el hermano del emperador, Akishino, de 55 años, padre de la princesa Mako; y el sobrino del emperador, de 15 años, hermano menor de la princesa Mako y único miembro de la familia de su generación que puede ser emperador. (En cambio, la familia real británica tiene más de 20 personas en la línea del trono, muchas de ellas mujeres y ninguna de ellas —todavía— octogenaria).
La posibilidad de que la clase política tenga que plegarse a la opinión popular o a la realidad demográfica hace que el público se sienta con derecho a opinar sobre la elección del marido de la princesa Mako, en caso de que ella sea reintegrada a la familia imperial.
“Como aún no sabemos si los miembros femeninos de la familia podrían encabezar una línea de sucesión o suceder al trono, la gente se preocupa mucho por su matrimonio”, dijo Hideya Kawanishi, profesor asociado de historia moderna y experto en el sistema imperial de Japón en la Universidad de Nagoya.
El público ha considerado que Komuro no es apto principalmente por las sospechas sobre su familia. Cuando su padre murió, su madre se involucró en una relación con un hombre que más tarde la acusó de no devolver los 36.000 dólares que le debía. Komuro y su madre dicen que creían que el dinero era un regalo, pero tras el escándalo público, el príncipe Akishino pidió a Komuro que explicara la situación. A principios de este año él entregó un documento de 28 páginas en el que se detallaba el acuerdo financiero y cómo se resolvería.
En la conferencia de prensa del martes, Komuro abordó directamente la controversia, al explicar que su madre sufría una enfermedad mental y que él le había ofrecido un acuerdo al exnovio.
Todo este asunto ha dejado en la mente del público una persistente desconfianza hacia su familia. En Japón, “el matrimonio sigue siendo un matrimonio entre familias”, dijo Michiko Ueda, profesora asociada de ciencias políticas en la Universidad de Waseda, en Tokio.
Los rumores han hecho metástasis y ahora impugnan el carácter de Komuro. Los críticos en las redes sociales lo han tachado de cazafortunas o estafador. Los medios de comunicación sugirieron que una biografía, publicada en el sitio web de Lowenstein Sandler, el bufete de abogados en el que trabaja en Nueva York, enumeraba premios inventados. Un portavoz de la Escuela de Derecho de Fordham confirmó que Komuro obtuvo efectivamente los premios que enumeró.
Los observadores de la realeza dicen que Komuro no está a la altura de las expectativas tradicionales de los hombres japoneses y que su trato refleja la sospecha hacia el mundo exterior.
“En parte, Komuro no era muy sumiso a los valores japoneses porque fue a una escuela internacional, habla inglés con fluidez y renunció a un banco japonés”, dijo Kumiko Nemoto, profesora de sociología de la Universidad de Estudios Extranjeros de Kioto.
“En la sociedad japonesa, a la gente le gusta ver que las personas sacrifican parte de sí mismas a la sociedad y al grupo y la familia”, añadió Nemoto. Komuro, dijo, es más “individualista, tratando de probarse a sí mismo al lograr algo profesionalmente”.
Ahora que están casados, la princesa, que será conocida como Mako Komuro, podría mudarse a Nueva York para reunirse con su marido. Ella rechazó una dote real de unos 1,4 millones de dólares, por lo que al principio la pareja tendrá que vivir del sueldo de Komuro.
La princesa tiene una maestría en estudios de museos y galerías de arte por la Universidad de Leicester, Gran Bretaña, y trabajó en un museo de Tokio durante más de cinco años, por lo que es posible que pueda encontrar un trabajo en el mundo del arte de Nueva York.
Quizás sea la decisión de la pareja de forjar su propia vida fuera de Japón lo que ha provocado la mayor intensidad pública. Aunque tenga que abandonar la familia, se espera que la princesa se ajuste a las nociones tradicionales del deber.
“La familia imperial solía ser vista como dioses, hermosa e inalcanzable, pero ya no es así”, dijo Hanako Onodera, de 59 años, mientras paseaba con dos amigos por los jardines del palacio imperial la semana pasada.
“Quizá esta generación se atreve ahora a hablar más y a exigir lo que quiere más que la generación anterior”, añadió. “No sienten tanta presión para anteponer las necesidades del país a las suyas”.
En respuesta a la pregunta de un periodista el martes por la tarde, la flamante señora Komuro dijo que no tenía previsto conceder entrevistas a los medios de comunicación y que esperaba “simplemente llevar una vida tranquila en mi nuevo entorno”.
Hikari Hida colaboró con la reportería.
Motoko Riches la jefa de la corresponsalía en Tokio, donde cubre la política, la sociedad, el género y las artes de Japón, así como noticias y reportajes sobre la península de Corea. Ha cubierto un amplio rango de temas para el Times, incluyendo bienes raíces, economía, libros y educación. @motokorich • Facebook
Makiko Inoue cubre noticias y reportajes en Japón. Reportó ampliamente desde la zona de Tohoku afectada por el terremoto y el tsunami en 2011. Antes de incorporarse al buró en Tokio del Times en 2002, trabajó en la oficina de Tokio de Los Angeles Times. @imakiky