Especial para Infobae de The New York Times.
Preocupados por los escándalos y el descuido de la federación nacional, los principales equipos brasileños planean un futuro independiente que, aseguran, les beneficiará con ingresos por miles de millones de dólares.
Cada vez que Rodolfo Landin enciende su televisor para ver los partidos de la Copa América que se ha jugado en las últimas semanas, tiene emociones encontradas.
Como presidente del club más popular de Brasil, el Flamengo, Landin ha sentido el orgullo de ver a cinco integrantes de su escuadra participar con las selecciones de sus países en el torneo. Pero también lo ha seguido con creciente frustración, puesto que el Flamengo ha competido en el campeonato brasileño durante un mes sin esos cinco futbolistas clave.
Eso se debe a que, para gran malestar de Landin y de los líderes de los demás clubes principales de Brasil, la federación nacional del país, conocida por sus iniciales, CBF, insistió en que la liga siga su curso, incluso en las mismas fechas en las que se disputan partidos con las selecciones de Sudamérica —incluidos los enfrentamientos como la Copa América, que este verano se celebra en Brasil—, así como las Olimpiadas de Tokio del próximo mes, cuando el Flamengo se quedará sin otros dos jóvenes talentos durante semanas.
El resentimiento acumulado por dichas decisiones —no solo el hecho de que los equipos hayan perdido jugadores cruciales en partidos importantes de la liga, sino la percepción generalizada de que el fútbol de clubes no es prioridad para los líderes de deporte en Brasil— ha causado una revuelta.
Después de una larga reunión el 15 de junio con los líderes de 19 de los 20 equipos de la liga nacional de Brasil —el presidente del Sport, un club de la norteña ciudad de Recife, no participó porque ese día renunció— Landin se dirigió a la sede de la CBF, en uno de los lujosos suburbios junto al mar de Río de Janeiro, y entregó una carta a los dirigentes de la federación. En la misiva, los clubes exigían controlar la liga y el derecho a decidir cuándo se jugarían los partidos y en qué condiciones.
Los clubes dijeron, básicamente, que estaban preparados para separarse de las estructuras que han apuntalado el futbol brasileño desde tiempos inmemoriales, estructuras que ahora, aseguran, ya no les funcionan, y que están listos para formar su propia competencia.
A pesar de que los principales clubes de Brasil llevan ya algún tiempo discutiendo la separación, Landin y otros ejecutivos dijeron que una crisis este año ha creado un vacío de poder en la federación que acelera el proceso. La federación de fútbol de Brasil actualmente está bajo el liderazgo de un presidente interino, Antonio Nunes, mientras se lleva a cabo una investigación interna sobre las acusaciones de acoso sexual y
bullying
contra el presidente electo, Rogerio Caboclo. Unos audios secretos que se publicaron recientemente también revelaron que Marco Polo del Nero, un expresidente de la CBF vetado de por vida por la FIFA y acusado de cargos de corrupción en Estados Unidos, ha estado dirigiendo algunas decisiones clave.
“Creo que la idea ha ido madurando con los años para los presidentes de lo clubes”, dijo en una entrevista telefónica Landin. Pero la reciente cascada de escándalos, añadió, puede haber “ayudado a los clubes a decidir que ya es suficiente y que tenemos que organizarnos”.
El enfrentamiento del mes pasado en la sede de la federación hizo poco por disuadirlos. Tan pronto como Landin y los demás expresaron el motivo por el cual querían hablar con el liderazgo de la CBF, Nunes dijo que se sentía mal durante la reunión. La carta del club se le entregó entonces a Fernando Sarney, el vicepresidente de más rango de la federación.
El plan de los clubes, al menos inicialmente, es formar la liga con la bendición de la federación, indicó Julio Casares, presidente de otro de los clubes principales, el São Paulo F. C. Casares y otros presidentes de clubes entrevistados por The New York Times aseguran que la federación está tan concentrada en la selección nacional, un símbolo de Brasil en el mundo así como una institución deportiva, que eso ha llevado al debilitamiento del futbol de clubes en el país. “Pero estos jugadores no nacen en el equipo nacional, nacen en los clubes”, dijo Casares.
“No buscamos una ruptura con la federación”, añadió. “Buscamos trabajar con ellos”.
Los clubes argumentan que son capaces de cuidar mejor de sus necesidades al profesionalizar la gestión de la liga —el sistema actual de la liga brasileña lo opera la federación— y traer ejecutivos cuya única misión sea procurar su éxito. Por ejemplo, no permitirían que el principal emisor de la liga, Globo, insista en llevar a cabo partidos mucho después de las 9 p. m. solo con el fin de no competir con las populares telenovelas de la cadena.
Aunque no se ha anunciado un quiebre oficial, el grado de consenso entre los equipos es distinto a los intentos previos para formar su propia liga. Después de que los principales clubes de la primera división acordaron formar su propio torneo, el 28 de junio se llevó a cabo otra reunión en São Paulo en la que participaron 20 clubes de la segunda división. Esos equipos también aseguraron estar dispuestos a participar en el que sería un nuevo esquema de dos divisiones.
Los equipos tienen un calendario claro sobre cómo quieren proceder: dicen que quieren formalizar las coordinaciones en 120 días y dar los primeros pasos para estructurar la nueva liga tan pronto como el próximo año. Algunos de los contratos televisivos en curso implican que podría tomar hasta 2024, como muy pronto, para que puedan comercializar completamente lo que consideran será un torneo capaz de competir con los europeos, como la Ligue 1, la liga principal de Francia, así como con un montón de otros torneos secundarios de todo el mundo que han atraído a los talentos brasileños con salarios mucho más elevados de los que ganan en casa.
A principios de este mes, los equipos escucharon las propuestas de grupos, nacionales y extranjeros, dispuestos a participar en este nuevo campeonato, que consideran podría multiplicar su valor actual. En una llamada de Zoom —un grupo en el que participó Charlie Stillitano, el empresario deportivo residenciado en Estados Unidos vinculado a Relevent Sports, empresa del billonario Stephen Ross, así como Ricardo Fort, exdirector de márketing deportivo de Coca-Cola— propuso un plan que incluía la venta del 20 por ciento de la liga a interes de capital privado por hasta mil millones de dólares.
Los fondos se emplearían para pagar enormes deudas que algunos de los equipos han contraído durante años de mala gestión crónica. El grupo, convocado por el abogado deportivo brasileño Flavio Zveiter, también incluye a ex altos ejecutivos de la FIFA y de ESPN, discutieron cómo harían los equipos brasileños para seguir los pasos de la Liga Premier de Inglaterra. Dicha liga, formada en 1992 por equipos ingleses separatistas, ahora es el campeonato nacional más popular del mundo.
No todas las dolencias del futbol brasileño, por supuesto, pueden atribuirse a la federación de Brasil. Los clubes, que por lo general son organizaciones de socios que eligen a sus propios presidentes, a menudo son mal gestionados e incurren en grandes deudas vinculadas a impuestos impagos, salarios y cuotas de transferencia. Por lo tanto cualquier inyección de efectivo, y cualquier rediseño, debería tener al centro la regulación, dijo Romildo Bolzan Júnior, presidente de Grêmio, uno de los equipos más grandes del país.
“Por sí solo el dinero no significa una mejor organización”, dijo. “Todo esto debe ir acompañado de un cambio cultural, de mejor administración al interior de los clubes y reglas más fuertes de gobernanza”.
Bolzan comentó que creía que el proceso de separación era “todavía frágil” y recordó momentos a inicio de siglo cuando algunos proyectos similares se derrumbaron en medio de lo que describió como “política difícil”. “Todos quieren conservar privilegios”, dijo, “pero si hacemos eso la liga no será exitosa”.
Si lo hace bien, sin embargo, el fútbol brasileño podría dirigirse hacia una trayectoria ascendente de la que no ha gozado en décadas. Los hinchas se han acostumbrado a ver a sus clubes, y a su liga, utilizados como fábrica de talentos para equipos de otros lugares.
La noche del lunes, por ejemplo, Landin vio con una sensación agridulce cómo Brasil se impuso ante un obstinado Perú para llegar a la final de la Copa América que se celebrará el sábado en Río. (Brasil se enfrentará por el título a su archirrival, Argentina). El gol de la victoria lo anotó Lucas Paqueta, exjugador del Flamengo.
Paqueta solo jugó dos temporadas para el Flamengo antes de ser vendido a los 21 años al A. C. Milán. Su compañero de escuadra Vinícius Júnior acordó integrarse al Real Madrid antes siquiera de jugar su primer partido con el Flamengo. Reinier, otro adolescente de talento prodigioso, hizo el mismo recorrido un año más tarde. La mayoría de esas exportaciones solo volverán cuando sus mejores días hayan quedado atrás.
Ese tipo de movimiento de jugadores, dijo Landin, es lo que un campeonato brasileño con más estabilidad podría llegar a corregir.
“Lo que pasa es que los mejores futbolistas juegan aquí hasta que tienen 18 o 19 años y luego después de los 32, cuando ya están cerca de retirarse”, dijo. “Esto es muy malo y es lo que de verdad me lleva a pensar que tenemos que mejorar”.
Tariq Panja cubre algunos de los rincones más oscuros de la industria deportiva mundial. También es coautor de Football’s Secret Trade, una denuncia sobre la multimillonaria industria del comercio de jugadores de fútbol. @tariqpanja