En 2014, Apple lo contrató para que ayudara a la compañía a navegar por el que quizá sea su mercado más importante. Para entonces, estaba preocupado por el nuevo rumbo de China.
El nuevo líder de China, Xi Jinping, se apoyaba en las empresas occidentales para reforzar su control sobre el país. Guthrie se dio cuenta de que pocas empresas eran objetivos más grandes, o más vulnerables, que Apple. Ensamblaba casi todos los dispositivos de Apple en China y había convertido la región en su segundo mercado de ventas.
Así que Guthrie comenzó a recorrer la empresa con una presentación de diapositivas y una conferencia para hacer sonar la alarma. Apple no tenía un plan B, señaló.
“Fui a ver a los líderes empresariales y les dije: ‘¿Entienden quién es Xi Jinping? ¿Están escuchando lo que está pasando aquí?’”, dijo Guthrie en una entrevista. “Esa fue mi gran carta de presentación”.
Sus advertencias fueron premonitorias. China ha dado un giro nacionalista y autoritario bajo Xi y empresas estadounidenses como Apple, Nike y la NBA se enfrentan a un dilema. Aunque hacer negocios en China suele ser lucrativo, también requiere cada vez más concesiones incómodas.
Esa tendencia plantea la cuestión de si, en lugar de dar poder al pueblo chino, la inversión estadounidense en el país ha dado poder al Partido Comunista chino.
“Siempre ha sido difícil para las empresas occidentales hacer negocios en China, pero en muchos sentidos los retos han cambiado”, comentó Samm Sacks, especialista en China de la New America Foundation, un centro de investigación no partidista que asesora a empresas estadounidenses. “El Partido Comunista tiene un control férreo y tanto las empresas occidentales como las chinas del sector privado han sido atacadas”.
La trayectoria profesional de Guthrie y su visión evolutiva de China cuentan la historia del complicado baile de la industria occidental con el país en las últimas tres décadas. Guthrie y muchos ejecutivos, políticos y académicos habían apostado por que la inversión occidental en China llevaría al país a la liberalización. Ahora está claro que calcularon mal.
“Nos equivocamos”, dijo Guthrie. “El comodín era Xi Jinping”.
En los últimos años, China cerró el sitio web de Marriott después de que incluyera el Tíbet y Taiwán como países separados en una encuesta de clientes. Suspendió la creación de cuentas en LinkedIn después de que el sitio no censurara suficientemente el contenido político. Además, el Partido Comunista instó a boicotear a las empresas de ropa occidentales que criticaban las prácticas de trabajo forzado en Sinkiang, una región china donde el gobierno reprime a los uigures, la minoría étnica musulmana del país.
Apple, más que cualquier otra empresa, ha sido vulnerable a la línea más dura del gobierno. Como resultado, en los últimos años, Apple ha hecho concesiones en China que socavan los valores que sus ejecutivos han puesto en el centro de su marca. Para aplacar a las autoridades y mantener su negocio global, Apple ha puesto en riesgo los datos de sus clientes chinos y ha ayudado a la amplia iniciativa de censura del gobierno chino, según informó The New York Times el mes pasado.
La compañía ha señalado que cumple la ley en China y que hace todo lo posible para proteger los datos de sus clientes.
“Nunca hemos puesto en peligro la seguridad de nuestros usuarios o sus datos en China ni en ningún otro lugar donde operemos”, señaló un portavoz de Apple.
Añadió que Guthrie había sido un empleado de nivel medio y no había establecido políticas en Apple.
La obsesión de Guthrie por China comenzó en 1989. Era un alumno del segundo año de la carrera de Economía que estudiaba mandarín en la Universidad de Chicago cuando los soldados chinos mataron a cientos de manifestantes prodemocráticos que ocupaban la plaza de Tiananmén en Pekín. Inmediatamente, dijo, quedó “atrapado por la idea de China”.
Dejó los estudios, pidió dinero prestado a sus abuelos y pasó el siguiente año en Taiwán. Como ávido ciclista, entrenaba con el equipo nacional de ciclismo por las mañanas y estudiaba mandarín y enseñaba inglés por las tardes.
Tras realizar un doctorado en la Universidad de California, Berkeley, y escribir un libro sobre la aparición del capitalismo de China —”Dragón con traje de tres piezas”—, empezó a dar clases en la Universidad de Nueva York en 1997. Daba conferencias sobre el potencial económico de China y las empresas lo buscaban para que los asesorara.
Para entonces, China estaba pasando de elaborar juguetes y zapatos deportivos a fabricar autos y computadoras. El gobierno solía exigir a las empresas extranjeras que compartieran su tecnología con las empresas estatales a cambio de acceder a la mano de obra y los consumidores chinos. Para evitarlo, Guthrie y otros presionaron para que el país ingresara a la Organización Mundial del Comercio, que prohibía esas concesiones. En 2001, el grupo admitió a China.
Ese mismo año, Apple empezó a fabricar allí. La operación comenzó siendo pequeña, pero los ejecutivos de Apple se dieron cuenta rápidamente del potencial.
En 2004, Apple decidió expandirse en China con una fábrica de iPod, que se estaba convirtiendo en un producto exitoso. Durante un viaje para ver la ubicación de la fábrica, el jefe del socio de fabricación de Apple señaló un pequeño monte y dijo a dos ejecutivos de Apple presentes que la fábrica se construiría allí, según uno de los ejecutivos. Los ejecutivos estaban confusos; la fábrica tenía que estar en marcha en aproximadamente seis meses.
Menos de un año después, los ejecutivos volvieron a China. La montaña había desaparecido y la fábrica estaba en operaciones, dijo el ejecutivo. El gobierno chino había movido la montaña para Apple.
Durante las dos décadas siguientes, el gobierno chino gastaría miles de millones de dólares para ayudar a crear la cadena de suministro de Apple, al pavimentar carreteras, contratar trabajadores y construir fábricas, centrales eléctricas y viviendas para los empleados. Ahora Apple ensambla casi todos los productos de las marcas iPhone, iPad y Mac en China.
En 2014, poco después de que Guthrie dejara su trabajo como decano de la Escuela de Negocios de la Universidad George Washington, Apple lo contrató para enseñar a sus gerentes y asesorar a los ejecutivos sobre China. También realizó investigaciones, y su primer proyecto fue la cadena de suministro de la empresa. Guthrie, que ahora tiene 52 años, dejó Apple en 2019 y es profesor en la Thunderbird School of Global Management de la Universidad Estatal de Arizona.
Cuando empezó en Apple, dijo Guthrie, sus ejecutivos sabían que dependían demasiado de China y querían diversificar. India y Vietnam eran los principales candidatos, pero Guthrie llegó a la conclusión de que ninguno de los dos era un sustituto viable.
El gobierno vietnamita era cooperativo, pero el país simplemente no tenía suficientes trabajadores, explicó. India tenía mano de obra, pero su burocracia complicaba la construcción de infraestructuras y fábricas. Más allá de estos problemas, la mayoría de los pequeños proveedores que fabrican los tornillos, las placas de circuitos y otros componentes de Apple ya estaban concentrados en China.
En los últimos años, Apple se ha introducido en India y Vietnam, incluso construyó una pequeña planta de ensamblaje de iPhone en India, pero Tim Cook, el director ejecutivo, ha dicho públicamente que su cadena de suministro seguirá enfocada en China.
Para Guthrie, esa postura dejaba a Apple en una situación de vulnerabilidad, especialmente cuando el nuevo líder de China buscaba formas de utilizar su influencia sobre las empresas estadounidenses en el país. En 2014, entró en vigor la llamada ley de trabajo de despacho de China, que limita la proporción de trabajadores temporales en la plantilla de una empresa al diez por ciento. Desde el primer día, Apple y sus proveedores incumplieron.
Apple siguió lidiando con las exigencias del gobierno. A veces pudo resistirse con éxito a ellas. En un momento dado, el gobierno chino pidió el código informático que sustenta la seguridad de los iPhones, según un exejecutivo de Apple familiarizado con la petición.
Para cumplir, Apple habría tenido que crear una supuesta puerta trasera para que las autoridades chinas pudieran burlar la seguridad de los iPhones, algo similar a lo que el FBI había pedido en 2016, y Apple rechazó la petición. En China, Apple también presionó y convenció al gobierno de que no necesitaba los datos, según el ejecutivo.
Para medir el éxito de su presión, los ejecutivos de Apple se fijaron en las puntuaciones anuales de responsabilidad social corporativa del gobierno, un indicador de la opinión del Partido Comunista sobre una empresa. Apple había tenido problemas durante años en la clasificación.
Antes de las puntuaciones de 2017, Apple publicó un informe que promovía las contribuciones de la empresa a China. El informe fue una colaboración entre varios departamentos de Apple y los elogios del informe por parte del gobierno fueron celebrados dentro de la empresa, según documentos de Apple analizados por el Times.
La puntuación de Apple mejoró constantemente. De 2016 a 2020, su clasificación entre todas las empresas de China subió del número 141 al 30.
Apple no siempre resistió con éxito las demandas del gobierno. Durante ese periodo, Cook accedió a almacenar los datos privados de sus clientes chinos —y las claves digitales para desbloquear esos datos— en servidores informáticos que eran propiedad del gobierno chino y estaban a su cargo.
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