¿Cuál es el mejor ejercicio para ti? La pista está en tu sangre

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NEW YORK — BC-WELL-EXERCISE-BLOOD-ART-NYTSF — Researchers are studying the proteins in blood to learn why some of us respond to certain forms of exercise better than others. People exercise at McCarren Park in Brooklyn, New York on Friday, May 22, 2020. (Calla Kessler/The New York Times) — FOR USE ONLY WITH WELL STORY BC-WELL-EXERCISE-BLOOD-ART-NYTSF BY GRETCHEN REYNOLDS. ALL OTHER USE PROHIBITED.
NEW YORK — BC-WELL-EXERCISE-BLOOD-ART-NYTSF — Researchers are studying the proteins in blood to learn why some of us respond to certain forms of exercise better than others. People exercise at McCarren Park in Brooklyn, New York on Friday, May 22, 2020. (Calla Kessler/The New York Times) — FOR USE ONLY WITH WELL STORY BC-WELL-EXERCISE-BLOOD-ART-NYTSF BY GRETCHEN REYNOLDS. ALL OTHER USE PROHIBITED.

Especial para Infobae de The New York Times.

Unos investigadores estudian las proteínas de la sangre para saber por qué algunos de nosotros respondemos a ciertas formas de ejercicio mejor que otros.

Si todos empezamos mañana la misma rutina de ejercicios, algunos se pondrán mucho más en forma, otros se pondrán un poco más en forma, y unos pocos pueden llegar a perderla. Las respuestas individuales al ejercicio pueden variar de forma así de salvaje y, hasta ahora, imprevisible. Pero un nuevo y fascinante estudio de más de 650 hombres y mujeres sugiere que los niveles de ciertas proteínas en nuestro torrente sanguíneo podrían predecir si responderemos, y cómo, a diversos regímenes de ejercicio.

El estudio necesita ser replicado y ampliado, pero representa un comienzo significativo hacia un análisis de sangre que indique los mejores tipos de ejercicio para cada uno de nosotros, y si podemos esperar obtener más o menos beneficios del mismo entrenamiento que nuestro cónyuge, descendientes u otros compañeros de entrenamiento o rivales.

La respuesta al ejercicio es un tema que probablemente debería discutirse más a menudo y abiertamente de lo que se hace. Sabemos que el ejercicio es maravilloso para nuestra salud. Innumerables estudios demuestran que las personas que hacen ejercicio tienden a vivir más tiempo, con más felicidad y con menos riesgo de padecer muchas enfermedades que las personas sedentarias.

Pero esos resultados se refieren a promedios generales. Si se analizan los datos de los estudios con detenimiento, se puede encontrar una vertiginosa gama de reacciones, que van desde el enorme aumento de la salud y la forma física en algunas personas hasta la ausencia de ellas en otras. (Lo mismo ocurre con las respuestas a los programas de pérdida de peso).

Desgraciadamente, poco sobre nuestros cuerpos y vidas predice actualmente cómo responderemos al ejercicio, incluyendo nuestra genética. Los estudios demuestran que gemelos idénticos, con idéntico ADN, pueden reaccionar de forma muy diferente a los entrenamientos, y lo mismo sucede con personas igualmente delgadas, obesas o con una buena condición física al comienzo de un nuevo programa de ejercicios. Algunos, por razones misteriosas, acaban más en forma y más sanos que otros.

Estos enigmas intrigaron a investigadores de la Universidad de Harvard, el Centro Médico Beth Israel Deaconess de Boston y otras instituciones. Los científicos llevaban mucho tiempo interesados en comprender cómo el ejercicio altera el entorno molecular dentro del cuerpo, así como la forma en que esos cambios influyen en la salud, y en lo diversas que pueden ser las alteraciones.

Ahora, para el nuevo estudio, que se publicó en mayo en Nature Metabolism, decidieron ver si ciertas moléculas de la sangre de las personas podrían estar relacionadas con la forma en que sus fisiologías reaccionan a los entrenamientos. Para averiguarlo, recurrieron en primer lugar al valioso conjunto de datos producidos durante el estudio a gran escala Heritage, que había profundizado en el ejercicio y la salud de los padres y su descendencia adulta. El estudio Heritage incluía pruebas precisas de laboratorio sobre la aptitud aeróbica de las personas, así como extracciones de sangre, seguidas de 20 semanas de ejercicio aeróbico moderado y más pruebas.

Los investigadores ahora extrajeron los registros de 654 hombres y mujeres que habían participado en el Heritage, abarcando un abanico de edades y etnias, y comenzaron a examinar a fondo su sangre. Se centraron en la variedad de moléculas proteicas grandes y complejas que se crean en los tejidos de todo el cuerpo y que, cuando se liberan en el torrente sanguíneo, fluyen y ponen en marcha procesos biológicos en otros lugares, afectando al funcionamiento de nuestros cuerpos.

Utilizando herramientas moleculares de última generación, los científicos empezaron a enumerar el número y los tipos de miles de proteínas en el torrente sanguíneo de cada una de las 654 personas. A continuación, tabularon esas cifras con los datos sobre la aptitud aeróbica de cada uno antes y después de sus cinco meses de ejercicio.

Y surgieron patrones claros. Los investigadores descubrieron que los niveles de 147 proteínas estaban fuertemente asociados a la condición física inicial de las personas. Si algunos de esos números de proteínas eran altos y otros bajos, los perfiles moleculares resultantes indicaban el estado de forma de la persona.

Y lo que es más interesante: otro conjunto de 102 proteínas tendía a predecir la respuesta física de las personas al ejercicio. Los niveles más altos y más bajos de estas moléculas —pocas de las cuales coincidían con las proteínas relacionadas con la aptitud física básica de las personas— profetizaban el grado en que la capacidad aeróbica de alguien aumentaría, si es que lo hacía, con el ejercicio.

Por último, dado que la capacidad aeróbica está tan estrechamente vinculada a la longevidad, los científicos cotejaron los niveles de las distintas proteínas relacionadas con la capacidad aeróbica en la sangre de las personas inscritas en otro estudio de salud que incluía registros de mortalidad, y descubrieron que las firmas protéicas que implicaban una respuesta de menor o mayor capacidad aeróbica también significaban vidas más cortas o más largas.

En conjunto, los resultados del nuevo estudio sugieren que “las herramientas de perfiles moleculares podrían ayudar a adaptar” los planes de ejercicio, afirmó Robert Gerszten, profesor de medicina de la Facultad de Medicina de Harvard y jefe de medicina cardiovascular del Centro Médico Beth Israel Deaconess, que dirigió el nuevo estudio con su autor principal, Jeremy Robbins, y otros.

Una persona cuya firma protéica en el torrente sanguíneo sugiera que podría ganar poca forma física con una rutina estándar y moderada de caminata, ciclismo o natación, por ejemplo, podría ser guiada para realizar entrenamientos de mayor intensidad o de resistencia, dijo Gerszten.

Sin embargo, tanto él como Robbins señalaron que este campo de investigación está todavía en sus inicios. Los científicos tendrán que estudiar a muchas más personas, con disparidades mucho más amplias en cuanto a su salud, su estado físico, su edad y su estilo de vida, para determinar qué proteínas son las más importantes para predecir la respuesta de un individuo al ejercicio. Los investigadores esperan, además, poder volver atrás y encontrar el origen de esas moléculas para comprender mejor cómo el ejercicio rehace nuestro cuerpo y moldea nuestra salud. Gerszten afirma que es de esperar que dentro de unos años se obtengan resultados más precisos.

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