En diciembre, investigadores británicos descubrieron que una variante nueva arrasaba en su país. Cuando llegó a otros países, la variante, ahora conocida como alfa, con frecuencia se hacía más común también en sus nuevos hogares. Para abril, se había vuelto la variante dominante en Estados Unidos y así ha permanecido desde entonces.
El éxito arrollador de alfa ha dejado a los científicos preguntándose cómo esa variante conquistó el mundo. Un nuevo estudio menciona uno de los secretos de su éxito: alfa deshabilita la primera línea de defensa inmunitaria en nuestro cuerpo, por lo que la variante tiene más tiempo para multiplicarse.
”Es muy impresionante”, dijo Maudry Laurent-Rolle, médica y experta en virus en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale quien no participó en el nuevo estudio. “Cualquier virus exitoso tiene que pasar ese primer sistema de defensa. Entre más exitoso sea en lograrlo, mejor le irá al virus”.
El informe fue publicado en línea el lunes y aún no se publica en una revista científica.
Alfa tiene 23 mutaciones que lo distinguen de otros coronavirus. Cuando la variante empezó a brotar en el Reino Unido, los investigadores comenzaron a inspeccionar estos retoques genéticos con el propósito de encontrar explicaciones de porqué se propagaba con mayor rapidez que otras variantes.
Muchos investigadores centraron su atención en las nueve mutaciones que alteran la llamada proteína de espiga que cubre al coronavirus y le permite invadir las células. Una de esas mutaciones ayuda a que el virus se adhiera más a las células, lo cual mejora en teoría sus posibilidades de infección.
Pero otros científicos se han concentrado en cómo alfa afecta la respuesta inmunitaria de los humanos. Gregory Towers, experto en virus en University College London, y sus colegas cultivaron coronavirus en células pulmonares humanas y compararon las células infectadas con alfa con otras infectadas con variantes anteriores del coronavirus.
Descubrieron que las células pulmonares con alfa producían una cantidad drásticamente menor de interferón, una proteína que activa una serie de defensas inmunitarias. También descubrieron que en las células alfa los genes defensivos que por lo general se activan con el interferón estaban más inactivos que en las células infectadas con otras variantes.
De alguna manera, las campanas de alarma más importantes del sistema inmunitario apenas sonaban en presencia de la variante alfa. “Se está haciendo más invisible”, dijo Towers.
Para investigar cómo alfa logró dicha invisibilidad, los investigadores estudiaron la manera en que el coronavirus se replicaba dentro de las células infectadas. Encontraron que las células infectadas con alfa hacen muchas copias adicionales —unas 80 veces más que otras versiones del virus— de un gen llamado Orf9b. ”Se sale mucho de los niveles esperados”, afirma Nevan Krogan, biólogo molecular de la Universidad de California en San Francisco y coautor del nuevo estudio.
En investigaciones anteriores, Krogan y sus colegas habían encontrado que el Orf9b produce una proteína viral que se fija a una proteína humana llamada Tom70 y resulta que Tom70 es esencial para que una célula libere interferón ante la presencia de un virus invasor.
Tras haber estudiado toda la evidencia en su conjunto, Krogan y sus colegas sostienen que la variante alfa contiene una mutación que fuerza la producción de muchas más proteínas Orf9b. Esas proteínas invaden las proteínas humanas Tom70, lo que merma la producción de interferón y una respuesta inmunitaria completa. El virus, protegido del ataque, tiene más posibilidades de hacer copias de sí mismo.
Sin embargo, una célula infectada puede eliminar de manera paulatina las proteínas Orf9b de sus moléculas Tom70. Alrededor de 12 horas después de la infección, el sistema de alarma comienza a activarse de nuevo. Y debido a esa respuesta inmunitaria, explicó Towers, “se desata el infierno”.
Towers especuló que cuando finalmente se da la respuesta inmunitaria con demora, la gente infectada con alfa tiene una reacción más vigorosa que con otras variantes, por ejemplo, tosen y desprenden mucosidad impregnada de virus, no solo de la boca, sino también de la nariz, por lo que alfa se propaga con mayor facilidad.
”Lo que la investigación muestra tiene sentido”, opinó Laurent-Rolle. Pero le gustaría ver más evidencia que apoye su conclusión. Por ejemplo, los científicos no hicieron una prueba estándar para medir el número de proteínas Orf9b.”Eso es algo que podría ser preocupante”, afirmó ella. Krogan dijo que en estos momentos él y sus colegas estaban desarrollando esa prueba.
Cecile King, inmunóloga del Instituto Garvan de Investigación Médica en Sídney, Australia, quien no participó en el estudio, comentó que comprender cómo el virus estaba evolucionando y creando estas escapatorias ayudaría a los científicos a diseñar mejores vacunas contra el COVID-19.
La cosecha actual de vacunas guía al sistema inmunitario para que reconozca las proteínas de espiga. Pero los estudios realizados en personas que se recuperan de manera natural del COVID-19 han demostrado que su sistema inmunitario también aprende a reconocer otras proteínas víricas, incluida la Orf9b.
Varios investigadores están reuniendo combinaciones de proteínas de coronavirus para la creación de nuevas vacunas. Pero tienen que tener cuidado, porque algunas de las proteínas podrían reducir la inmunidad.
”Es una tarea muy delicada, pero se está volviendo más plausible conforme aprendemos más”, sostuvo King.
(c) The New York Times
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