Especial para Infobae de The New York Times.
El análisis genético de un melón que se encuentra en Sudán podría apuntar a la fruta silvestre que dio origen a uno de los antojos más dulces del verano.
Hace unos 4300 años, alguien dibujó un melón en la pared de una tumba en Egipto. Es grande, gordo, verde y generosamente rayado: todo lo que uno espera que sea una sandía. Está junto a uvas y otras frutas, lo que sugiere que se comía como ahora comemos la sandía, cruda y por su dulce sabor.
Este detalle de una pintura en la tumba de Khnumhotep en Saqqara era un enigma. Aunque los científicos creían que los ancestros silvestres de la sandía venían del continente africano, nadie sabía de la existencia de una sandía silvestre cerca del valle del Nilo. ¿De dónde salió este melón?
Una teoría sostenía que el melón egusi de África occidental, cultivado por sus semillas, podría ser un descendiente del ancestro silvestre más reciente de la sandía, lo que sugería que los orígenes de la sandía estaban en ese lado del continente. Pero un artículo publicado en Proceedings of the National Academies of Sciences concluye que el pequeño y redondo melón de Kordofán, originario de la región llamada así en Sudán, está mucho más relacionado genéticamente con nuestra sandía moderna.
El hallazgo sugiere que la sandía es del este de África, y la genética del melón de Kordofán podría ser una buena cosecha para los agricultores que esperan mejorar las futuras variedades de sandía. Como Kordofán no está lejos de Egipto, también podría sugerir un origen para la misteriosa fruta verde ovoide pintada en la pared de la tumba.
El descubrimiento requirió escarbar en rincones olvidados de la botánica africana, dijo Guillaume Chomicki, botánico de la Universidad de Sheffield, Inglaterra, y uno de los autores del nuevo artículo.
El melón de Kordofán, de unos 15 centímetros de ancho, blanco por dentro y de un verde pálido y suavemente estriado por fuera, ha sido cultivado durante mucho tiempo por los agricultores de lo que hoy es Sudán. A fines del siglo XIX, un botánico alemán escribió que podría ser un progenitor de la sandía moderna. Más tarde, científicos soviéticos se preguntaron lo mismo.
La mayoría de los miembros del género de la sandía, Citrullus, tienen una carne amarga. Pero el melón de Kordofán es dulce. Eso sugirió que él o uno de sus ancestros podría ser el origen de la sandía moderna.
Para ver qué lugar ocupaba en el árbol genealógico de las sandías, los investigadores del artículo recientemente publicado secuenciaron los genomas de siete especies de Citrullus. Descubrieron que el melón de Kordofán tenía mucha más coincidencia con la variedad moderna que con el egusi de África occidental o con cualquier otro melón, lo que sugiere que están más estrechamente relacionados.
“Estamos seguros al decir que este es el pariente más cercano”, dijo Chomicki.
Los resultados sugieren que el melón de Kordofán y la sandía moderna surgieron de un melón silvestre de hace mucho tiempo. Los agricultores se dieron cuenta de que este melón era más dulce que otros y lo reprodujeron en nuevas y sabrosas variedades.
Sin embargo, los investigadores aún no saben quién tomó este ancestro del melón silvestre y lo convirtió en lo que está en la pared de la tumba de Saqqara, o lo puso en el camino para convertirse en lo que comemos hoy. Chomicki y sus colegas tienen el plan de secuenciar los genomas de las semillas de melón encontradas en yacimientos arqueológicos africanos para determinar dónde y cuándo los seres humanos consiguieron darle una forma más comestible a las primeras sandías.
Los parientes silvestres de los cultivos domesticados pueden ser fuentes de genes frescos e interesantes para los criadores. Un nuevo color, una resistencia robusta a la sequía o una nueva forma de combatir la plaga son los tipos de tesoros que las plantas silvestres pueden aportar al acervo genético de las variedades domesticadas.
Incluso las variedades que están más cerca del origen, como el melón de Kordofán, pueden ayudar. El nuevo estudio descubrió que tiene diferentes formas de genes relacionados con la resistencia a las enfermedades que la sandía estándar.
No está claro si todavía crecen en Sudán versiones silvestres del melón de Kordofán o de sus parientes, dijo Chomicki. En el siglo XIX, escribió el botánico alemán, esos melones crecían de forma silvestre en algunas zonas. Pero esta región, cercana a Darfur, ahora es de difícil acceso para los investigadores debido a la violencia.
Muchos parientes silvestres de las plantas de cultivo se enfrentan a la extinción en todo el mundo, como resultado de las perturbaciones humanas y el cambio climático. Cuando desaparecen, se llevan consigo las oportunidades de mejorar las variedades domésticas.
Chomicki nunca ha probado el melón de Kordofán; para su análisis, los miembros del equipo tuvieron que recurrir a muestras recogidas por otros. Las historias de su sabor dulce, el signo revelador de que podría haber tenido una historia que contar sobre la sandía moderna, son todavía indirectas.
“Pero me quedaron algunas semillas”, dijo, “así que las plantaré y veremos”.