Especial para Infobae de The New York Times.
La muerte de Joefred y Ralfred Gregory ha tenido una gran repercusión en India, el país que ha registrado más fallecimientos por el virus en un solo día desde el inicio de la pandemia.
NUEVA DELHI — Joefred y Ralfred Gregory iban por la vida como uno solo.
Fueron a la misma universidad. Estudiaban lo mismo. Vestían igual. Se recortaban la barba de la misma manera.
Gemelos idénticos, eran dos jóvenes guapos del norte de India que, por encima de todo, se querían de verdad. Y, el mes pasado, cuando se contagiaron de COVID-19 y fueron hospitalizados, era como si compartieran un mismo cuerpo enfermo.
Horas después de la muerte de Joefred, la madre de Ralfred le dijo que su hermano seguía vivo, para mantener su ánimo.
Pero Ralfred intuyó que su hermano ya no estaba y le dijo, desde la cama del hospital: “Mami, estás mintiendo”.
Al día siguiente, el 14 de mayo, Ralfred también murió.
La conmovedora historia de los gemelos que vivieron y murieron juntos se ha difundido rápidamente en las redes sociales de India, y ha sensibilizado un poco sobre las estadísticas de este país: las cifras diarias de casos, el recuento de muertes y las tasas de contagio.
Este es un país que ha sufrido mucho y sigue sufriendo. Aunque el número total de casos en India ha descendido esta última semana, las muertes siguen en aumento.
El miércoles, India batió el récord mundial de muertes por covid en un solo día: 4529. Por muy alarmante que sea esta cifra —tres indios mueren cada minuto a causa del coronavirus—, los expertos afirman que es solo una pequeña fracción del número real de víctimas y que las cifras reales son mucho más elevadas.
Joefred y Ralfred, de 24 años, tenían un vínculo especial. Aunque sus padres les pusieron nombres similares, dijeron que no criaron a los gemelos para que se copiaran. Aun así, los vecinos decían que donde veías a uno, veías al otro, incluso después de que llegaron a la adultez.
Crecieron, junto con un hermano mayor, en una casita de una sola planta en Meerut, una ciudad satélite de Nueva Delhi. Sus padres eran profesores de una escuela cristiana. Su familia era una de las pocas cristianas en un barrio mixto de clase media.
Cuando eran niños, bateaban juntos pelotas de cricket en un terreno baldío. Juntos se encorvaban sobre la mesa de carrom, un popular juego indio que se juega en un tablero de madera.
Joefred era tres minutos mayor. Pero no había ninguno de esos problemas de hermano mayor y hermano menor.
“Eran iguales”, dice su padre, Gregory Raymond Raphael. “Discutían, sí. Pero nunca vi que se lastimaran”.
Se llamaban por apodos: Joefi y Ralfi.
De jóvenes, estudiaron juntos: el mismo año, la misma universidad en el sur de la India, la misma asignatura, ciencias de la computación. Llevaban el pelo con el mismo estilo. Parecían imágenes reflejadas.
Pocas personas, aparte de sus padres, podían distinguirlos. Tenían la misma altura, alrededor de 1,80 metros, y la misma complexión muscular. Los amigos decían que en las bodas, las fiestas de cumpleaños y casi todos los eventos de la comunidad, Joefred y Ralfred no solo vestían igual, sino que andaban juntos en la multitud.
“Era como si estuvieran fusionados”, dijo Manoj Kumar, un vecino y amigo de la familia.
“Había un amor inmenso entre los dos”, añadió.
Ambos eran ingenieros en computación, que últimamente trabajaban desde su casa en Meerut, y el 24 de abril tuvieron fiebre al mismo tiempo, dijo su padre. La familia los trató en casa, con algunos medicamentos de venta libre, pero empezó a preocuparse cuando empeoraron.
A fines de abril y principios de mayo, India sufría la peor oleada de contagios que ningún país había visto desde que comenzó la pandemia.
Se infectó tanta gente al mismo tiempo, especialmente en el norte de India, donde está Meerut, que los hospitales no daban abasto. Se rechazaba a los enfermos. Morían en las calles, en los asientos traseros de los autos estacionados en vano ante las puertas de los hospitales, en casa, ahogándose.
Había una escasez mortal de oxígeno y medicamentos para salvar vidas. Era la pesadilla de covid que todas las naciones han temido desde que comenzó la pandemia, explotando con furia.
Una semana después del contagio de sus hijos, la familia decidió buscar ayuda y encontró espacio en el Hospital Anand, un centro privado con buena reputación no muy lejos de su casa. Los dos jóvenes dieron positivo en la prueba de covid y un médico del hospital dijo que, en ese momento, la enfermedad había progresado con una rapidez espantosa.
Ambos tenían infecciones pulmonares muy peligrosas. Los dos fueron puestos en respiradores en la unidad de cuidados intensivos con algunas camas de diferencia, Joefred en la cama 10, Ralfred en la 14.
En la mañana del 13 de mayo, Joefred, el gemelo mayor, iba perdiendo la batalla. Sus niveles de oxígeno en sangre cayeron al 48 por ciento, dijo su padre. Nada podía salvarlo.
La madre de los gemelos, Soja, estaba de visita en la UCI en ese momento. Los médicos le dijeron que se fuera. Unos minutos más tarde, hacia el mediodía, le dieron la noticia de que Joefred había muerto.
La madre, abrumada por el dolor, volvió a entrar en la UCI para ver cómo estaba Ralfred, que no paraba de preguntar: “¿Dónde está Joefred? ¿Dónde está Joefred?”.
Su madre le dijo que su hermano había sido trasladado a un hospital más grande. “Pensamos que su estado empeoraría si le decíamos lo que había pasado”, dijo su padre.
Pero Ralfred lo sabía.
Le dijo a su madre: “Mami, mentiste. Dime la verdad”.
Pero ella no lo hizo.
Según su médico, Ralfred entró en una depresión. A la mañana siguiente, menos de 24 horas después de la muerte de su hermano, también falleció.
Cuando se corrió la voz, los principales periódicos de India publicaron artículos que mostraban a los dos hermanos uno al lado del otro, con trajes idénticos. Las cadenas de televisión también se hicieron eco de la noticia, y el médico habló de lo mucho que el virus había destruido sus pulmones.
De las miles de muertes que han ocurrido en los últimos días, estas dos parecían inquietar de verdad a la gente, tal vez porque los gemelos eran veinteañeros y parecían tan sanos, o tal vez simplemente por su cercanía. En las redes sociales, la gente escribió mensajes como: “¡Esto es tan triste!”, “qué devastador debe ser para los padres. Tan jóvenes…”.
Su padre dice que siente como si le hubieran arrancado el corazón del cuerpo.
“Sigo pensando que tal vez no debería haberlos llevado al hospital”, dijo. “Tal vez debería haberlos dejado en casa. Hay un amor paternal que el hospital no puede dar”.
“Pero no sirve de nada decir: ‘Si hubiera podido pasar esto, o aquello’”, dijo. “Mis hijos ya no están”.
Todos los días, dijo, visita el cementerio.
Bajo un joven árbol de neem, Joefred y Ralfred Gregory están enterrados en dos ataúdes pero en una sola tumba.
Jeffrey Gettleman es el jefe de la oficina del sur de Asia, con sede en Nueva Delhi. Fue el ganador de un Premio Pulitzer en 2012 en la categoría Reportaje internacional y es autor del libro de memorias Love, Africa. @gettleman • Facebook
Suhasini Raj ha trabajado durante más de una década como periodista de investigación en medios de comunicación indios e internacionales. Se unió al Times en 2014 y tiene su base en el buró de Nueva Delhi.