Cuando Aaron Sorkin le pidió a la escritora y modelo Paulina Porizkova que fuera con él a los premios Oscar para lo que sería su segunda cita real, dudó.
La primera había salido bien. “Besa muy bien”, comentó Porizkova, de 56 años, en una llamada por Zoom desde Los Ángeles, en la que tenía puesta crema para acné y una sonrisa irreprimible estampada en la cara. Sin embargo, le preocupaba que fuera demasiado pronto para que le tomaran fotografías en la alfombra roja.
”Esto me va a dejar fuera del mercado durante un rato”, le dijo.
”De acuerdo”, respondió él.
Días más tarde, llevaron a cabo el proceso de avanzar por la alfombra para hablar, sonreír y repetirlo todo, y luego se acurrucaron en un gabinete para disfrutar la ceremonia en Union Station, tomados de la mano; Porizkova llevaba puesto un vestido metálico de Dolce & Gabbana de hace 15 años que había empacado por casualidad.
”No estás ahí para divertirte, sino para exhibirte”, dijo una vez de vuelta en el departamento neoyorquino que se ha convertido en el escenario de sus comunicados por Instagram. Llevaba una camiseta de tirantes, mallas de ejercicio y el pelo acomodado en dos chongos apretados, tomando café con leche de avena y un batido vegano mientras elegía muestras de papel tapiz de bricolaje y reflexionaba sobre una montaña rusa de dieciocho meses de pérdida y renovación.
Todo comenzó en septiembre de 2019, cuando quien fue su marido durante 30 años, Ric Ocasek, líder de los Cars, murió inesperadamente a los 75 años. Semanas antes, la había excluido de su testamento, que incluía la propiedad intelectual de su vasto catálogo musical. Vivían juntos durante lo que ella dijo que fue un divorcio amistoso.
Desde entonces, Porizkova se ha desahogado en internet con emociones crudas, imágenes sin tapujos y largas reflexiones sobre el envejecimiento, el dolor, la ira y los antidepresivos. No había estado tan expuesta desde que era una supermodelo en las décadas de 1980 y 1990, posando en las portadas de las revistas impresas más brillantes. El mes pasado apareció en la portada de la edición checa de Vogue sin más ropa que un traje de baño transparente. La reacción de sus dos hijos, dijo, fue esta: “Ahí está mamá, desnuda otra vez”.
De hecho, “nada de esto es tan nuevo para mí y nuestra familia”, dijo el hijo menor, Oliver Otcasek, de 22 años. (Ric Ocasek eliminó la “t” de su apellido cuando era un joven cantante). “Ya sabíamos qué opinaba, y realmente está siendo ella misma, solo que está llegando a un público más amplio. Y un cuerpo humano es solo un cuerpo humano”.
Parte del atractivo de Porizkova ha sido su confrontación total con los estragos que el envejecimiento confiere a ese cuerpo. “El dolor no es un elemento de la belleza. Mis párpados están empezando a caerse”, escribió en una publicación, preocupada de que sus “partes blandas” la hicieran parecer no solo mayor, sino “de alguna manera amargada”.
No obstante, ha habido algo profundamente reconstituyente en borrar el brillo de su imagen pública. “Cualquier verdad es menos vergonzosa que el secreto”, señaló.
<u><b>’No se puede recuperar el tiempo’</b></u>
Porizkova nació en 1965 cerca de Prostejov, Checoslovaquia; es hija de Anna Porizkova y Jiri Porizka (la versión masculina de Porizkova), jóvenes disidentes antisoviéticos que huyeron del país cuando ella tenía 3 años, dejándola al cuidado de su abuela materna.
Instalados en Suecia, hicieron circular peticiones y organizaron huelgas de hambre frente a la embajada checa en Estocolmo, buscando el reencuentro con su hija en la libertad de Occidente. La prensa europea, que buscaba historias humanas sobre los estragos del comunismo durante la Guerra Fría, se interesó por esa situación. La joven Paulina no tenía idea de por qué la hacían posar en la cama como si estuviera orando frente a los fotógrafos.
”Los suecos estaban siguiendo la tragedia de esos dos jóvenes encantadores que, quién sabe cómo, habían dejado atrás a su hija y no podían recuperarla”, recuerda Porizkova.
Cuando Paulina tenía 7 años, su madre intentó secuestrarla de las garras del gobierno comunista, volando de vuelta a Checoslovaquia con la intención de colarse en un avión chárter. Embarazada y con un pasaporte falso, Anna fue finalmente puesta bajo arresto domiciliario con su madre y su hija y, finalmente, con un hijo pequeño.
En 1973, Anna, Paulina y el bebé Kym obtuvieron el permiso de Checoslovaquia. Sin embargo, Jiri se había juntado con una nueva mujer. Separada de su abuela, Paulina se plantó en un mundo desconocido en Suecia, donde no conocía a nadie, no hablaba el idioma y a veces era acosada por estudiantes hostiles con los inmigrantes. Anna trabajaba como ayudante y asistía a la escuela de enfermería por la noche. Paulina se quedaba a menudo al cuidado de su hermano.
”Cometí algunos errores cruciales de crianza, y ahora es un libertario”, dijo Porizkova con ironía.
Dijo que ha pasado años en terapia resolviendo los sentimientos de abandono y rechazo de sus padres. “Una vez que tuve hijos, siempre pensé: ‘No puedo creer que me hayan dejado’”, dijo. “Pero era una época distinta y las cosas eran diferentes”.
Anna Porizkova, una comadrona jubilada de Nueva York que ha sido voluntaria como vacunadora de COVID, dijo que ella y su hija ahora están más unidas.
”A veces haces ciertas cosas para sobrevivir y no piensas, lo haces de manera espontánea, haces lo que debes”, comentó. “Sí la hice responsable de muchas cosas porque eso es lo que la gente hacía con los niños en la antigua Checoslovaquia. No todo eran mimos y análisis psicológicos”.
”Si pudiera hacer las cosas de otra manera, lo haría”, añadió Porizkova mayor. “Pero no se puede regresar en el tiempo”.
Las industrias del glamur, por supuesto, se han construido intentando que la gente olvide eso.
A sus 15 años, Porizkova tenía una amiga interesada en el maquillaje y la fotografía que las utilizaba a ella y a otras amigas como modelos. La amiga presentó fotos de Porizkova a un agente de modelos con la esperanza de lanzar su carrera fotográfica. En lugar de ello, lanzó a Porizkova como modelo.
Pasó el verano siguiente viviendo con la familia de un agente en París, modelando para anuncios de novias y catálogos, y nunca volvió a la escuela, pues firmó un contrato con John Casablancas, propietario de Elite Model Management.
A los 18 años, en 1983, fue contratada por una revista de la que nunca había oído hablar. Posando en Jamaica, con un calzón de bikini verde y amarillo, y los brazos que cubrían cuidadosamente su pecho desnudo, debutó en el número de trajes de baño de Sports Illustrated. Cheryl Tiegs aparecía en la portada, pero fue Porizkova quien causó sensación, una belleza de Europa del Este con las mejillas altas entre las “chicas de al lado” (a menudo rubias) del Medio Oeste, entonces populares entre los agentes de cásting, como Tiegs y Christie Brinkley. (El año siguiente, Porizkova apareció en la portada).
Se trasladó a Nueva York y aprendió a hablar inglés como lo había hecho con el sueco y el francés. Apareció en las portadas de Vogue, Harper’s Bazaar, Cosmopolitan y muchas otras revistas. En 1989, era una de las modelos mejor pagadas del mundo, y tenía un contrato de 6 millones de dólares anuales con Estée Lauder.
Sin embargo, su trabajo más importante se produjo años antes. En 1984, fue contratada para aparecer en un video musical del éxito de Cars “Drive”, dirigido por Timothy Hutton. La noche anterior al rodaje, fue a cenar al Odeón de Tribeca con Hutton y la banda. Pasó la mayor parte de la noche embelesada por Ocasek. Ella tenía 19 años y un novio. Él tenía 40 años (y, sin que Porizkova lo supiera, estaba casado).”Tendría que decir que fue amor a primera vista”, relató.
En el video aparecen ella y Ocasek discutiendo y ella llorando. “Recuerdo que lo que le gritaba cuando lo grabamos era: ‘¡Me haces daño! Me haces daño’, aunque, por supuesto, nos estábamos enamorando”, dijo. “Es un poco desgarrador pensar en ello ahora”.
Se casaron en 1989 y tuvieron a Jonathan, de 27 años, y luego a Oliver. (Ocasek tenía otros dos hijos de su anterior matrimonio, y dos hijos del primero). Comenzó a actuar y apareció en dieciséis películas, incluyendo “Mi testigo preferido” de 1989, con Tom Selleck. También tuvo un papel recurrente en “As the World Turns”.
En 2003, se inscribió en la New School para tomar clases de escritura. “Me pareció muy interesante, triste y profunda, y que luchaba contra muchas cosas, pero con una buena cantidad de conciencia de sí misma que también se reflejaba en su escritura”, dijo una compañera de clase, Lorna Graham, periodista y autora de la novela “The Ghost of Greenwich Village”.
Graham describió a Porizkova, que sigue siendo su amiga íntima, como una persona introspectiva y muy expresiva.
”Si te sientas con ella y le preguntas cómo está, te dará una respuesta real: primero las malas noticias”, comentó. “No es una Debbie Downer ni mucho menos. Además, tiene la necesidad de absorber las dificultades. De procesarlas en voz alta. No sé si en parte lo hace para acortar las brechas con la gente que no es tan famosa”.
La novela de Porizkova, “A Model Summer”, una historia de madurez ambientada en el mundo de la moda, fue publicada en 2007 por Hyperion. Más recientemente, ha colaborado con artículos de opinión en publicaciones como The New York Times y ha comenzado a escribir su libro de memorias.
En privado, había empezado a sentirse aislada en su matrimonio. “Estaba muy deprimida”, dijo. “Me sentía muy sola. Me sentía invisible. Ya no me sentía como una mujer”.
”Él quería del matrimonio algo diferente de lo que yo quería”, dijo. “Él quería compañía distante”.
<u><b>’La abuela está aquí. ¡Hablemos de sexo!’</b></u>
La pareja decidió divorciarse pero seguir viviendo juntos en su casa de la ciudad en la zona de Gramercy durante la separación y trabajar con un mediador. Porizkova dijo que pensaba comprar departamentos cerca el uno del otro, para que la situación les resultara más fácil a sus hijos. Cuando los Cars fueron incluidos en el Salón de la Fama del Rock & Roll en Cleveland en 2018, Porizkova celebró con Ocasek.
Esa primavera, Porizkova se enteró de que su marido había contratado a un abogado de divorcio con reputación de ser bueno con las tácticas agresivas. “No se contrata a un tiburón como niñera de tus hijos en la piscina, así que ¿por qué lo haces?”, le preguntó. Él le dijo que no se preocupara.
”Confié en él”, dijo ella.
En el verano de 2019, los médicos de Ocasek le detectaron un cáncer de pulmón en fase inicial y fue operado. Estaba convaleciente en su casa en septiembre cuando Porizkova le llevó una taza de café un domingo por la mañana y lo encontró muerto.
”Pensé: ‘Bien, esto es a lo que debo enfrentarme. Ahora tengo que ir a decírselo a nuestros hijos’”, dijo. “En mi mente, bajé las escaleras y dije: ‘Chicos, tengo una noticia terrible’. Estoy tranquila, actúo de una manera maternal, me aseguro de que todos estén bien. En lugar de eso, mis piernas cedieron, literalmente cedieron. Me arrastré por dos tramos de escaleras sobre mis codos. Fue horrible. Solo sollozaba. Ni siquiera dije nada. Me arrastré a cuatro patas y mi hijo me vio, gritó y corrió al piso de arriba”.
Al día siguiente, se enteró por el gerente de Ocasek de que recientemente había sido excluida del testamento, y los hijos del primer matrimonio de Ocasek tampoco fueron reconocidos. Sus hijos y otros dos hijastros eran los principales beneficiarios. Escribió que Porizkova no tenía derecho a su parte legal del patrimonio matrimonial, “porque ella me dejó”.
Para Porizkova, que se había esforzado durante las décadas de su matrimonio para mantener a todos los hijos conectados, esto fue un golpe excepcionalmente cruel. “Dejó las cosas hechas un lío con lo del testamento”, dijo, con los ojos llenos de lágrimas. “Fue algo tan mezquino para nosotros como familia porque somos una familia muy unida, y eso no es obra suya. Nadie salió contento de esto. Ni los que fueron despreciados ni los que supuestamente ganaron la lotería. Simplemente pone a todo el mundo en situaciones realmente incómodas que aún estamos tratando de resolver”.
Actualmente está en litigio con los sucesores de Ocasek, dijo Porizkova.
Oliver dijo que cree que la intención de su padre era confiar su música a los hijos que había educado en el negocio de la música, pero que desearía que su padre hubiera explicado mejor lo que pensaba. “Ahora mismo somos relativamente impotentes en el proceso, pero eso significa que no tenemos que preocuparnos por nuestro impacto de hacer inadvertidamente algo que perjudique a nuestra madre”, dijo.
El otoño pasado, Porizkova vendió la casa de la ciudad por 9 millones de dólares, y recibió las ganancias después de pagar impuestos y la hipoteca.
Grabó y compartió en internet el proceso de limpieza y salida de su hogar de tres décadas, y ahora se está instalando en su nuevo espacio: un dúplex alquilado de dos habitaciones en Chelsea con un jardín y una suite principal, que incluye un piano que toca con frecuencia. La habitación tiene un estilo romántico de principios del siglo XX, que incluye un retrato pintado de Porizkova de cuerpo entero, con la cara de perfil y el cuerpo desnudo parcialmente oculto por un pañuelo.
”Mi guarida sexual”, la llamó mientras daba un recorrido a la casa.
Una vez que empezaron a aplicarse las vacunas, Porizkova empezó a pensar en salir a citas. Fue entrevistada por Ashleigh Banfield sobre su nuevo papel como portavoz de las mujeres de mediana edad que aceptan sus arrugas y su atractivo sexual. Fuera de cámara, Banfield le preguntó si quería que le presentaran a un hombre soltero. Claro, dijo Porizkova. Pero “nada de estrellas del rock”.
Banfield presentó a Porizkova y a Sorkin, de 59 años, por mensaje de texto, y comenzaron a comunicarse. Un mes después, ella voló a Los Ángeles para tener una cita. (Cuando lo contactaron por correo electrónico, Sorkin dijo que prefiere no hacer comentarios sobre las personas a menos que esté trabajando con ellas, “pero si Paulina alguna vez se convierte en directora de fotografía en algo que yo escriba te daré mil palabras”).
Durante su estancia en la Costa Oeste, Porizkova también pasó tiempo con sus familiares, entre ellos Colleen Otcasek, de 57 años, esposa del hijo mayor de Ric, Chris, y Olivia Otcasek, de 22 años, hija de Colleen y Chris.
Colleen Otcasek, modelo e hija de la leyenda de la pantalla grande de la década de 1950 Don Murray, dijo que, después de décadas de esperar ser bella y silenciosa, Porizkova desea ser reconsiderada.
”Sé que eso es algo con lo que ella luchó en las décadas de 1980 y 1990″, comentó Otcasek. “Creo que quería ser conocida como una persona muy inteligente. Era una supermodelo a los 17 años y hace todas esas entrevistas con gente que le hace grandes preguntas sobre su perspectiva de la vida. Los medios de comunicación no reconocen que están buscándole palabras sabias a una adolescente”.
Incluso para Olivia Otcasek, producto de la generación de Instagram, que todo comparte, Porizkova tiene la capacidad de superar la discreción. “Ella logra que tengamos apertura cuando estamos juntas”, comentó Otcasek. “Mi madre y yo somos muy cercanas, y creemos que hablamos de todos los temas. Pero cuando Paulina está cerca, siento: ‘¡La abuela está aquí, hablemos de sexo!’”.
De vuelta en su departamento, Porizkova estaba desempacando, ordenando el correo, y despegando y colocando muestras de papel tapiz temporal para el dormitorio de Oliver.
Como se dio cuenta el día que decidió alquilarlo, el departamento está justo al lado del primero en el que vivió en Nueva York, allá por la década de 1980. “Hablando de cerrar ciclos”, dijo, un poco triste.
”A los 17 años sientes que todo está a punto de suceder”, continuó. “Aquí estoy, 40 años después, y ya sucedió todo. Pienso: ‘¿Este es el final, o es solo el final de un ciclo y el comienzo de otro?’”.
”La esperanza del pasado se atempera con la realidad de lo que se necesita para llegar a destinos, de lo difíciles que pueden ser las cosas y de que no todo es mágico”, comentó. “Al mismo tiempo, adquieres un autoconocimiento y, quizás, una aceptación de ti misma que te hace mucho más interesante como persona. No es que ahora sea más fuerte. Es que soy consciente de mi fuerza”.
(c) The New York Times
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