Especial para Infobae de The New York Times.
En el Reino Unido y en Estados Unidos, la venta de semillas para comederos de aves es un gran negocio. En Delhi, la gente arroja pedacitos de carne al aire para los milanos negros. Flotas de barcos surcan los océanos para capturar peces para los gatos domésticos, descendientes de animales depredadores terrestres.
Los humanos alimentamos a los animales todo el tiempo, ya sean nuestras mascotas, los pollos que planeamos comer o los patos del estanque del parque, aunque no deberíamos hacerlo.
A lo largo de la historia, en las buenas y en las malas, a través de muchas culturas, algunas veces sin razón aparente, los humanos han alimentado a animales de todas las clases imaginables y de todas las maneras imaginables. Algunos investigadores piensan que el deseo de dar sustento a otros animales puede impulsar la domesticación tanto como el deseo humano de comerlos.
Las sobras de la caza en la Edad de Piedra pueden haber fomentado la domesticación de los perros. Algunos de nosotros les damos nuestros queridos muertos a los buitres, lo que supone un problema cuando las aves desaparecen. Hemos alimentado a gatos, tanto domesticados como ferales, tiburones, caimanes, ciervos, erizos, osos, palomas de todo tipo, patos, cisnes, animales de zoológico, de laboratorio, mascotas, animales de granja y muchos más, y seguiremos haciéndolo.
Ahora, un grupo de investigadores del Reino Unido se pregunta: ¿de dónde viene este deseo de dar comida a otros animales y qué ha supuesto para los animales, los humanos y sus entornos compartidos?
Una posible respuesta sorprendente es la extinción. La domesticación puede ser la sentencia de muerte de los progenitores salvajes. Los ancestros de los caballos y el ganado han desaparecido. Y aunque todavía hay lobos, no prosperan como los perros.
Parte de la alimentación de los animales es solo una cuestión de practicidad. Hay que alimentar a las gallinas hoy si queremos comer sus huevos, o sus alas, mañana. No se puede montar un caballo hambriento. Hay que mantener vivos a los animales que se utilizan para experimentos en los laboratorios para que puedan desarrollar cáncer.
Sin embargo, la mayoría de las veces, la alimentación no se relaciona con el beneficio que podamos obtener. Los milanos negros de Delhi alcanzan densidades de población que quizá sean las más elevadas para las aves de rapiña en cualquier lugar debido a la alimentación accidental e intencional. Dependen de la basura y de las sabrosas y nutritivas plagas que esta atrae. Y también se benefician de la caridad de los musulmanes que siguen la tradición de lanzar trozos de carne al aire para las aves.
Muchos indios alimentan a los perros de la calle como algo natural, tratándolos como vecinos animales. En una pequeña ciudad cercana a Ahmedabad, donde hice un reportaje sobre la lucha contra la rabia, los residentes me dijeron que no se puede dar a los perros solo restos de pan. Hay que ponerles un poco de mantequilla clarificada para que sean apetecibles. Los residentes eran de clase media, y tenían tanto pan como mantequilla para dar, pero también conocí a gente que vivía al borde de la carretera, con nada más que colchones y unos cuantos cacharros, que también compartían su comida con los perros.
Sabemos muy poco sobre por qué los humanos alimentamos a los animales, en gran parte porque los estudiosos no han prestado mucha atención al tema. Y, en esencia, eso es lo que los investigadores de Inglaterra y Escocia quieren cambiar. Gracias a una subvención de más de 2 millones de dólares concedida por el Wellcome Trust durante cuatro años, cinco investigadores están emprendiendo una colaboración multidisciplinaria para intentar que la alimentación de los animales reciba la atención que merece y se empiece a dar respuesta a algunas preguntas desconcertantes. Llaman a su proyecto “Del ‘alimenta a las aves’ al ‘no alimentes a los animales’”.
Naomi Sykes, arqueóloga de la Universidad de Exeter, encabeza el proyecto.
Los primeros pollos
Las gallinas fueron uno de los animales que llevaron a Sykes a este punto de vista, dijo. Estaba trabajando en algunos yacimientos antiguos del Reino Unido y le sorprendió lo que los estudios isotópicos de los huesos de pollo fosilizados sugerían sobre la dieta de las aves. Los isótopos son formas diferentes de elementos como el carbono y el nitrógeno, y los investigadores los utilizan en contraposición para determinar lo que comían los animales o los humanos. Diferentes granos o incluso granos de distintas regiones geográficas producen diferentes resultados o valores.
“En los sitios donde hay muchos sacrificios de pollos a los dioses Mercurio y Mitra” durante la ocupación romana del Reino Unido, comentó Sykes, “algunos de los valores de esos pollos sencillamente eran muy extraños”. Parecía que los pollos seguían algún tipo de dieta especial. Habló con colegas que le dijeron que, en efecto, en ocasiones se alimentaba a los pollos de la época romana que iban a ser sacrificados con una dieta especial de mijo para preparar su ritual de sacrificio.
Con el tiempo, los pollos se convirtieron en una importante fuente de alimento. Pero son un ejemplo de un proceso de domesticación en el que alimentar a los animales era más importante al principio que comerlos, explicó la investigadora.
Además de su religión, los romanos trajeron consigo perros y gatos. Los restos de los gatos se encuentran en los asentamientos junto con restos de gatos ferales que también parecían vivir con los humanos o cerca de ellos, no como mascotas, pero tampoco del todo silvestres.
“Eso me hizo pensar en la dieta de los gatos, lo que luego me hizo pensar, un momento, ¿por qué alimentamos a los gatos domésticos con pescado?”, preguntó Sykes.
Los gatos y el cristianismo
¿Acaso estaría relacionado con el cristianismo?
“Me parece que los monjes comenzaron a tener gatos por primera vez, al menos en el Reino Unido, como mascotas domésticas”, explicó. “Y los tenían porque querían tener gatos que se comieran a los ratones que se comían los textos que estaban escribiendo. Y, por supuesto, los monjes comían pescado porque tenían que ayunar todo el tiempo”.
Tal vez los monjes alimentaban a los gatos con pescado, comentó. La práctica se extendió. Y ahora existe toda una industria pesquera que captura peces para alimentar a los gatos.
Esto preocupa a Sykes debido a su impacto medioambiental. Ella señala que los consumidores no ejercen la misma presión por la sustentabilidad sobre las flotas de alimento para gatos como lo hacen con la pesca para consumo humano.
Y empezó a preguntarse de forma más general: “¿Qué es lo que anima a la gente a alimentar a los animales en primer lugar? ¿Cuáles son los factores que impulsan esta práctica a través del tiempo y las culturas?”.
Los cuatro colegas que se unieron a Sykes en este proyecto son: Angela Cassidy, también de la Universidad de Exeter, quien investiga las políticas gubernamentales en materia de animales y ha escrito sobre las guerras internas en cuanto al sacrificio de tejones en el Reino Unido; Gary Marvin, antropólogo de la Universidad de Roehampton, que tiene una de las pocas cátedras del mundo en estudios sobre seres humanos y animales; Stuart Black, geoquímico de la Universidad de Reading; y Andrew Kitchener, curador principal de vertebrados en los Museos Nacionales de Escocia.
Por razones prácticas y logísticas, el grupo limita su investigación en términos geográficos al Reino Unido y centra su atención en la función de las aves y los gatos en la vida humana, como mascotas, plagas, animales salvajes y animales de zoológico. En cada caso, se plantean las mismas preguntas generales sobre el origen y la razón de ser de los distintos métodos de alimentación, y lo que debe cambiar, si es que debe hacerse.
Por ejemplo, Sykes estudiará los registros arqueológicos de los gatos de los asentamientos romanos. Black estudiará los isótopos de los huesos de gatos modernos y antiguos para determinar qué comían. ¿Los gatos de los monjes comían mucho pescado? Ya ha probado su técnica en gatos modernos. “Podemos distinguir un gato que come pescado de uno que come carne”, afirmó. “De hecho, podemos distinguir un gato al que alimentan con la marca Iams de uno al que le dan Whiskas”, aunque admite que ese conocimiento tal vez no sea tan útil para estudiar a los felinos de la Edad Media.
Kitchener puede analizar los esqueletos de gatos de la época romana y ver que los gatos silvestres, ahora restringidos a una pequeña población en Escocia, vivían en asentamientos humanos. Cassidy puede estudiar las políticas de alimentación de los gatos callejeros.
Marvin comentó que trabajaría con investigadores postdoctorales contratados a través de la subvención para examinar los artefactos culturales y la literatura histórica con el fin de evaluar cómo han cambiado las actitudes humanas hacia los gatos. También está trabajando con otro investigador postdoctoral en Italia que realizará estudios antropológicos entre las mujeres que alimentan a los gatos callejeros en el coliseo de Roma. Marvin afirma que este enfoque interdisciplinar es muy importante: “Me parece toda una hazaña estar en una sala en la que un genetista puede estar hablando con un antropólogo y en verdad ayudar a responder preguntas o hacer preguntas más interesantes”.
Fiestas de té con chimpancés
Además, el proyecto echa un vistazo a los habitantes del zoológico que no se reduce a una cuestión de qué deben comer los tigres o los koalas. Durante años, una marca británica de té, PG Tips, promocionó su producto con anuncios de televisión en los que aparecían chimpancés con ropa tomando el té, acompañado de pasteles y galletas, por supuesto.
Los chimpancés vivían en el zoológico de Twycross, aunque las fiestas de té con chimpancés eran habituales en los zoológicos de toda Inglaterra. El zoológico se inauguró en la década de 1960 por “dos mujeres a las que les fascinaban los primates”, explicó Lisa Gillespie, directora de investigación y conservación del zoológico. “Las damas, como se les llamaba”, dijo, habían adiestrado a los chimpancés para celebrar fiestas en el zoológico y para anuncios publicitarios, lo que hizo que la compañía de té se acercara a ellas. Los ingresos de esos anuncios ayudaron mucho al zoológico en sus inicios.
“Los animales se alimentaban de comida humana, té con leche y pasteles”, explicó Gillespie. Como los chimpancés adultos son demasiado agresivos para tenerlos como mascotas o utilizarlos en anuncios, el lugar contaba con bebés de menos de 3 años. Los primatólogos, los cuidadores y los fundadores de Twycross reconocieron después los daños derivados de utilizar a los chimpancés de esa manera, tanto debido a los alimentos con alto contenido de azúcar como por interferir en su desarrollo natural de comportamiento como chimpancés. Fueron retirados al zoológico de Twycross. Se acabaron las fiestas, el té y los disfraces. El último de los chimpancés de PG Tips en morir fue una hembra llamada Choppers en 2016.
Sin embargo, ahora los chimpancés colaboran con la ciencia sin saberlo. El Museo Nacional de Escocia, donde trabaja Kitchener, recogió los esqueletos completos de los chimpancés de PG Tips para añadirlos a su tesoro de restos de animales de otros zoológicos y de la naturaleza.
Al estudiar los esqueletos de Choppers y de los otros chimpancés presentes en las fiestas de té, Kitchener y otros investigadores identificaron signos de enfermedad, tal vez relacionados con los alimentos que les daban.
El grupo se limitará en gran medida a los últimos 2000 años; no obstante, Black comentó que resulta irresistible desviarse un poco, como en el caso de la Tumba de las Águilas, un sitio de la Edad de Piedra de hace 5000 años en las islas Orcadas, conocido en inglés como ‘Ibister Chambered Cairn’. El túmulo, o tumba, contenía unos 16.000 huesos humanos y los restos de unas 30 águilas de mar de cola blanca, explicó Black. “Se depositaron a lo largo de un periodo de tiempo bastante significativo”, dijo, “por lo que era gente que regresaba y colocaba los restos de las águilas allí”.
Y añadió: “La pregunta clave que nadie ha respondido por el momento es si la gente salía a matar a los animales y luego los depositaba como una especie de ofrenda. Hay una sugerencia de que pudieron haber sido mascotas”. Si ese fuera el caso, las águilas podrían haber tenido una dieta distinta a la de las águilas silvestres que se alimentaban del mar.
Sykes ve gran parte del hábito humano de alimentar a los animales a la luz de la domesticación, que, según ella, se produjo tanto por el proceso de alimentación de los animales por parte de los humanos como por la captura y el acorralamiento de los mismos para su consumo. Eso parece bastante claro con nuestros compañeros cercanos, los perros y los gatos.
También parece que algunos animales que ahora comemos, como las gallinas y los conejos, pueden haber llegado a nuestras vidas no como alimento, sino para alimentarse.
Y, según ella, “la domesticación no es algo que ocurrió hace mucho tiempo, en una especie de momento neolítico en el que todo el mundo se reunió y dijo: ‘Vamos a domesticar a los animales’. Sucede que no compro esa idea. Creo que es algo que no solo ha continuado a lo largo del tiempo, sino que se está acelerando”.