Especial para Infobae de The New York Times.
Las posibilidades de que impacte con una zona poblada son mínimas, pero existen. Eso ha suscitado dudas sobre el diseño de las misiones espaciales chinas.
No, lo más seguro es que no te caiga encima el fragmento de un cohete, con 23 toneladas de peso y 10 pisos de altura, que viene descendiendo de regreso a la Tierra.
Dicho esto, las posibilidades no son cero. Una parte del cohete más grande de China, el Long March 5B, se está saliendo de control en órbita después de lanzar una sección de la nueva estación espacial del país la semana pasada. Se espera que el cohete caiga a la Tierra en lo que se denomina “un reingreso no controlado” en algún momento del sábado o domingo.
Ya sea que caiga sin causar daños en el océano o que impacte algún terreno habitado, no está claro por qué el programa espacial de China ha dejado que esto suceda —de nuevo—. Y, considerando el programa de lanzamientos proyectados de China, es posible que en los próximos años se presenten más de estos reingresos no controlados.
El programa espacial del país ha ejecutado una serie de logros significativos en vuelos espaciales en los últimos seis meses, entre ellos volver con rocas de la luna y poner en órbita un vehículo alrededor de Marte. Sin embargo sigue presentando un peligro, no importa cuán pequeño, para las personas en todo el planeta al no lograr controlar la trayectoria de los cohetes que lanza.
“Creo que es negligencia por parte de ellos”, dijo Jonathan McDowell, astrofísico en el Centro de Astrofísica en Cambridge, Massachusetts, que monitorea el ir y venir de los objetos en el espacio. “Creo que es irresponsable”.
La pieza que caerá del cielo forma parte de la etapa del refuerzo central de la Gran March 5B, diseñada para levantar las partes grandes y pesadas de la estación espacial. Las etapas inferiores por lo general vuelven a la Tierra inmediatamente después del lanzamiento. Las etapas superiores que alcanzan la órbita vuelven a encender el motor después de liberar sus cargas útiles, guiándolos en el reingreso hacia un área desocupada, como el medio de un océano.
En las últimas tres décadas, solo China ha puesto en órbita etapas de cohetes de este tamaño para luego dejarlas caer en algún lugar al azar, dijo McDowell.
Para el propulsor del Long March 5B, ese lugar al azar podría estar entre 41,5 grados de latitud norte y 41,5 grados de latitud sur. Eso significa que Chicago, ubicada una fracción de grado más al norte, es segura, pero ciudades como Nueva York podrían verse impactadas por los escombros.
El jueves, la Corporación Aeroespacial, una organización sin fines de lucro financiada en gran parte por el gobierno federal que realiza investigaciones y análisis, anticipaba que el reingreso ocurriría el sábado a las 11:43 p. m. hora del Este. Si eso resulta correcto, los escombros podrían caer sobre el noreste de África, en Sudán.
Hay gran incertidumbre en torno a la hora —más o menos 16 horas— y la ubicación. El miércoles, la predicción de la Corporación Aeroespacial ubicaba el reingreso más de una hora antes, sobre el oriente del océano Índico.
El momento en que se incendie el fragmento depende, por ejemplo, del sol. Un aumento en la intensidad del viento solar —cargado de partículas emitidas por el sol— inflaría la atmósfera de la Tierra, incrementando la resistencia atmosférica del cohete propulsor y acelerando su caída. La caída del fragmento del cohete también complica los cálculos.
El Comando Espacial de Estados Unidos y la agencia espacial de Rusia están monitoreando el núcleo del cohete. Un comunicado de Rusia señalaba que el reingreso no “afectaría el territorio de la Federación de Rusia”. El Comando Espacial prometió actualizaciones periódicas antes de que se efectuara el posible reingreso.
Debido a que el propulsor viaja a casi 30.000 kilómetros por hora, un cambio de minutos desplaza los escombros cientos o miles kilómetros. Solo unas pocas horas antes del reingreso, las predicciones se vuelven más precisas.
“Es una decisión de ingeniería basada en probabilidades”, comentó McDowell. Dijo que los ingenieros chinos podrían haber diseñado la trayectoria para que permaneciera suborbital, y cayera de regreso a la Tierra justo después del lanzamiento, o podrían haber planeado un motor adicional que se encendiera para sacarlo de la órbita de una manera que no representara ningún peligro.
“No es algo trivial diseñar algo para un reingreso deliberado, sin embargo es algo a lo que el mundo ha respondido porque lo necesitábamos”, dijo Ted J. Muelhaupt, director principal del Centro Aeroespacial de Estudios de Escombro Orbital y de Reingreso.
China planea muchos más lanzamientos en los próximos meses a medida que se complete la construcción de la tercera estación espacial del país, llamada Tiangong, o “palacio celestial”. Eso requerirá vuelos adicionales del inmenso cohete y la posibilidad de más reingresos no controlados que la gente observará con nerviosismo, incluso si el riesgo de impacto es mínimo.
“Es un interés común de todas las naciones poder actuar responsablemente en el espacio para asegurar la seguridad, la estabilidad y la sostenibilidad a largo plazo de nuestras actividades en el espacio exterior”, dijo el miércoles Jen Psaki, vocera de la Casa Blanca, y añadió que Estados Unidos esperaba promover “comportamientos espaciales responsables”.
Durante mucho tiempo, la caída de escombros ha importunado los vuelos espaciales.
En marzo, una etapa de un cohete SpaceX Falcon 9 iluminó los cielos nocturnos de Seattle y luego arrojó escombros sobre una granja en el estado de Washington cuando el encendido del motor de la segunda etapa previsto para derribarlo de manera segura no ocurrió según lo planeado.
China, en cambio, tiene una larga historia de dejar que los fragmentos de su equipo espacial caigan en donde sea.
Los cohetes de uno de los principales sitios de lanzamiento de China, el Centro de Lanzamiento de Satélites de Xichang en la provincia de Sichuan, caían rutinariamente en zonas rurales y causaban daños ocasionales. Desde entonces, China ha trasladado muchos de sus lanzamientos, entre ellos el de la semana pasada, a un nuevo sitio en Wenchang, una ciudad en Hainan, una isla frente a la costa sureste. Desde allí, las etapas de los cohetes pueden caer al mar sin causar daño.
En este caso, no obstante, el núcleo del cohete que transportaba el módulo de la nueva estación espacial de China también entró en órbita y, desde entonces, ha sido arrastrado lentamente hacia la atmósfera de la Tierra.
El año pasado, el primer lanzamiento de un cohete Long March 5B elevó un prototipo de la cápsula espacial tripulada de China. El propulsor de ese cohete también hizo un reingreso no controlado, y algunos escombros cayeron sobre una aldea en Costa de Marfil.
Esto suscitó una reprimenda de Jim Bridenstine, quien era el administrador de la NASA en ese momento.
“Pudo haber sido extremadamente peligroso”, dijo. “Somos afortunados porque parece que no afectó a nadie”.
La primera estación espacial de China, llamada Tiangong-1 y lanzada en 2011, también volvió a caer a la Tierra en un descenso no controlado en 2018 antes de estrellarse sin causar daños en el Pacífico Sur. Al año siguiente, la administración espacial de China logró que la segunda estación saliera de órbita y la dirigió al Pacífico. En esta ocasión, la etapa de refuerzo es, por sí misma, más del doble de masiva que las dos primeras estaciones espaciales Tiangong.
Estados Unidos también tuvo dificultades durante el regreso a la Tierra de su primera estación espacial. Skylab, que operó en 1973 y 1974, se disolvió cuando los científicos de la NASA intentaron guiar su descenso en 1979. La estación de 77 toneladas se rompió principalmente sobre el Océano Índico, pero los escombros se esparcieron por Australia Occidental. El presidente Carter se disculpó por el incidente.En 2011, el satélite de investigación de la atmósfera superior, (UARS, por su sigla en inglés) un satélite ya extinto de la NASA del tamaño de un autobús escolar, también al reingresar a la Tierra. La NASA calculó una probabilidad de 1 en 3200 de que el UARS, un poco más pequeño que Tiangong-1 o Tiangong-2, lastimara a cualquier persona.
McDowell dijo que pensaba que la amenaza de los escombros del propulsor Long March 5B tal vez era comparable, por lo que representa un motivo de preocupación. Como los chinos no han proporcionado detalles del diseño del cohete, es difícil predecir cuánto material caerá en la superficie.
Muelhaupt comentó que podrían ser 10 toneladas dispersas por cientos de kilómetros. “Imagina tres camionetas de escombros”.
La mayor cascada de escombros espaciales que cayeron a la superficie terrestre fue la que resultó cuando el transbordador espacial Columbia se desintegró por todo Texas al reingresar a la atmósfera camino a su aterrizaje en Florida. Los siete astronautas a bordo fallecieron pero ninguna persona en tierra resultó herida cuando 38,5 toneladas de escombros cayeron en zonas poco pobladas.
Pero si el desastre hubiera ocurrido unos minutos antes, las piezas pesadas de la nave espacial, como los motores, habrían golpeado cerca de Dallas a cientos de kilómetros por hora.
La nueva estación espacial China busca ser una alternativa a la Estación Espacial Internacional. La estación que actualmente está en órbita, construida en conjunto por la NASA, Rusia y otros socios, ha logrado albergar a los humanos en el espacio por más de dos décadas. Pero los astronautas chinos no han podido participar debido a la ley estadounidense que prohíbe la cooperación espacial con China.
Después del lanzamiento de lo que será la principal vivienda de la estación el 29 de abril, el líder de China, Xi Jinping, lo calificó como “un proyecto piloto importante para la construcción de una nación poderosa tanto en tecnología como en espacio”, informó la cadena de televisión estatal CCTV.
Desde entonces, los funcionarios espaciales chinos no han comentado en público cómo planean atender el reingreso no controlado, a pesar de la atención y preocupación mundial.
The Global Times, un diario controlado por el Partido Comunista Chino, citó el miércoles a científicos y expertos diciendo que no había mucho peligro y que la administración espacial había “considerado cuidadosamente” la posibilidad de la caída de escombros.
El diario, que a menudo refleja las opiniones de los funcionarios de línea más dura, dijo que la preocupación y la crítica reflejaban los esfuerzos occidentales por desacreditar el programa espacial chino. Se esperan más lanzamientos del Long March 5B y, a menos que haya un cambio en el modo de operación de China, aumentarán las probabilidades de que alguien salga herido por la caída de un propulsor.
“La posibilidad de que hoy te ganes la lotería es minúscula —apuesto mi sueldo a que no sucederá— pero las posibilidades de que nadie se gane la lotería son una apuesta muy distinta”, dijo Muelhaupt said. “Y esa es la cosa. El riesgo indi vidual es minúsculo, pero el riesgo para todas las personas no lo es”.
El lanzamiento de la semana pasada fue el primero de 11 que están previstos para el próximo año y medio con el fin de construir la Tiangong. En junio, tres astronautas podrían volar a la estación a bordo de una nave espacial Shenzhou, en la que sería la primera misión tripulada de China desde 2016. Si todo sale según lo planeado, la estación espacial estará completamente en funcionamiento a fines de 2022.
Qiqing Lin y Claire Fu colaboraron con la investigación.
Steven Lee Myers es el jefe de la oficina de The New York Times en Pekín. Se unió al Times en 1989 y previamente trabajó como corresponsal en Moscú, Bagdad y Washington. Es el autor de “The New Tsar: The Rise and Reign of Vladimir Putin”, publicado por Alfred A. Knopf en 2015. @stevenleemyers • Facebook
Kenneth Chang ha estado en el Times desde 2000 y ha escrito sobre física, geología, química y los planetas. Antes de escribir sobre ciencias, fue un estudiante de posgrado cuya investigación involucraba el control del caos. @kchangnyt