Por qué la negativa de los evangélicos a vacunarse podría prolongar la pandemia

Millones de adultos en los EEUU no tienen la intención de inmunizarse. Los principios de fe y la desconfianza en la ciencia juegan un papel; la política también

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El Centro de Adoración de la Primera Iglesia Bautista de Glenarden en Upper Marlboro, Maryland, el 25 de marzo de 2021. (Erin Schaff/The New York Times).
El Centro de Adoración de la Primera Iglesia Bautista de Glenarden en Upper Marlboro, Maryland, el 25 de marzo de 2021. (Erin Schaff/The New York Times).

Stephanie Nana, una cristiana evangélica de Edmond, Oklahoma, se negó a recibir la vacuna contra la COVID-19 porque creía que contenía “tejido celular abortado”.

Nathan French, quien lidera un ministerio independiente en Tacoma, Washington, dijo que recibió un mensaje divino de que Dios era el sanador y libertador definitivo: “La vacuna no es el salvador”.

Lauri Armstrong, una nutrióloga creyente en la Biblia a las afueras de Dallas, dijo que no necesitaba la vacuna porque Dios diseñó el cuerpo para curarse a sí mismo, si se le daban los nutrientes adecuados. Más que eso, dijo, “será la voluntad de Dios que yo siga o no aquí”.

Las convicciones espirituales muy arraigadas o los argumentos contrarios a los hechos pueden variar. Sin embargo, dado que los motivos para no vacunarse se han propagado tan rápido como el virus a lo largo del Estados Unidos evangélico y blanco, los funcionarios de salud pública esperan superarlo a través de la inmunidad de rebaño.

La oposición tiene sus raíces en una mezcla de fe religiosa y una larga desconfianza en la ciencia convencional, y se ve alimentada por una desconfianza cultural más generalizada en las instituciones y la gravitación hacia las teorías conspirativas en línea. El mero tamaño de la comunidad plantea un problema importante para la capacidad del país de recuperarse de una pandemia que ha provocado la muerte de medio millón de estadounidenses. Y las ideas y los instintos evangélicos suelen diseminarse, incluso a nivel internacional.

Hay alrededor de 41 millones de blancos evangélicos adultos en Estados Unidos. A fines de febrero, cerca del 45 por ciento de ellos dijo que no se vacunaría contra la COVID-19, lo cual los convierte en el grupo demográfico menos propenso a la vacunación, según el Centro de Investigación Pew.

”Si no conseguimos que un número considerable de evangélicos blancos cambie de opinión al respecto, la pandemia va a durar mucho más de lo necesario”, afirmó Jamie Aten, fundador y director ejecutivo del Humanitarian Disaster Institute en Wheaton College, una institución evangélica de Illinois.

A medida que las vacunas están más disponibles y se desarrollan variantes preocupantes del virus, el problema adquiere una nueva urgencia. En general, un número considerable de estadounidenses se resiste a vacunarse; sin embargo, los evangélicos blancos presentan desafíos únicos debido a su compleja red de objeciones morales, médicas y políticas. El reto se complica aún más por la desconfianza arraigada que le tienen los evangélicos a la comunidad científica.”

¿Que si diría que todas las agencias de salud pública tienen la información que necesitan para responder a sus preguntas y preocupaciones? Probablemente no”, contestó Julie Morita, vicepresidenta ejecutiva de la Fundación Robert Wood Johnson y excomisionada de salud pública de Chicago.

No se dispone de datos claros sobre las dudas relativas a las vacunas que tienen los evangélicos de otros grupos raciales. Sin embargo, el razonamiento religioso suele extenderse más allá de las iglesias blancas.

Muchos pastores conservadores de alto perfil y líderes institucionales han respaldado las vacunas. Franklin Graham dijo a sus 9,6 millones de seguidores en Facebook que Jesús abogaría por la vacunación. El pastor Robert Jeffress la elogió desde una perspectiva antiabortista en Fox News (“Hablamos de que la vida dentro del útero es un regalo de Dios. Pues bien, la vida fuera del vientre materno también es un regalo de Dios”). El presidente de la Convención Bautista del Sur, J. D. Greear, tuiteó una foto suya mientras lo vacunaban.

No obstante, otras voces influyentes en el extenso movimiento transdenominacional, en particular las que se han hecho famosos gracias a los medios, han sembrado los temores. Gene Bailey, el conductor de un programa de entrevistas centrado en profecías en Victory Channel, advirtió a su audiencia en marzo que el gobierno y las “entidades globalistas” van a “recurrir a las bayonetas y las prisiones para meterles una aguja en el brazo”. Una figura influente evangélica con más de 900.000 seguidores exageró en una publicación de TikTok (que eliminó después) al decir que las autoridades podrían quitarle la vida por negarse a vacunarse.

Simone Gold, una conocida escéptica de la COVID-19 que fue acusada de atacar el Capitolio y de alterar el orden público el 6 de enero, dijo a una congregación evangélica en Florida que estaban en peligro de ser “obligados a recibir un agente biológico experimental”.

El presentador de radio evangélico Eric Metaxas escribió: “No se vacunen”, en un tuit del 28 de marzo que después borró. “Corran la voz”, escribió.

Algunos evangélicos creen que las medidas restrictivas por la COVID-19 —como la orden de usar cubrebocas y las restricciones para el culto presencial— constituyen una opresión.

Y algunos se han sentido animados por lo que consideran una batalla entre la fe y el miedo, y la libertad y la persecución.

”El miedo es el poder motivador detrás de todo esto y el miedo es lo contrario de Dios”, dijo Teresa Beukers, quien recorre California en una casa rodante. “Me opongo con violencia al miedo”.

Beukers prevé graves consecuencias políticas y sociales por resistirse a la vacuna, pero está decidida a hacerlo. Dejó un trabajo en Trader Joe’s cuando la empresa insistió en que usara cubrebocas para trabajar. Su hijo, dice, fue expulsado del equipo de fútbol de su colegio comunitario por negarse a los protocolos de pruebas de la COVID-19.

”Anden, arrójennos al foso de los leones; anden, quémennos en la hoguera”, dijo, al referirse a dos historias bíblicas en las que el pueblo de Dios sobrevivió de manera milagrosa a la persecución después de negarse a someterse a los poderes terrenales.

Jesús, añadió, rompió las leyes de pureza ritual al relacionarse con los leprosos. “Podemos comparar eso con las personas que no están vacunadas”, dijo. “Si se les expulsa, tendrán que vivir en sus propias colonias”.

Una preocupación muy extendida entre los evangélicos es la relación de las vacunas con el aborto. En realidad, la conexión es remota: algunas vacunas se desarrollaron y probaron con células derivadas del tejido fetal de abortos electivos que tuvieron lugar hace décadas.

Las vacunas no incluyen tejido fetal y no se requieren más abortos para fabricarlas. Sin embargo, esa mínima conexión bastó para propagarse a través de falsos rumores sobre restos humanos o ADN fetal como ingrediente de las vacunas.

Algunos evangélicos ven la vacuna como un resultado redentor para el feto original abortado.

El Vaticano ha dicho que las vacunas son "moralmente aceptables", y los católicos en Estados Unidos son mucho menos propensos que los evangélicos blancos a decir que no se vacunarán. El papa Francisco visitó un centro de vacunación en el Vaticano el viernes.
El Vaticano ha dicho que las vacunas son "moralmente aceptables", y los católicos en Estados Unidos son mucho menos propensos que los evangélicos blancos a decir que no se vacunarán. El papa Francisco visitó un centro de vacunación en el Vaticano el viernes.

Varios obispos católicos también manifestaron su preocupación por la relación con el aborto. No obstante, el Vaticano llegó a la conclusión de que las vacunas son “moralmente aceptables” y ha hecho hincapié en el peligro inmediato que supone el virus. En Estados Unidos, solo el 22 por ciento de los católicos dice que no se vacunará, menos de la mitad de la proporción de evangélicos blancos que dicen eso.

Los evangélicos blancos que no piensan vacunarse suelen decir que no ven la necesidad, porque no se sienten en riesgo. Las tasas de mortalidad por COVID-19 han sido aproximadamente el doble para los negros, hispanos y nativos estadounidenses que para los blancos.

La mayoría de los pastores blancos han permanecido en silencio. Esto se debe en parte a que el recelo entre los cristianos conservadores blancos no es solo médico, sino también político. Si los pastores blancos promueven en público la vacunación, explicó Aten: “Habrá personas en los bancos que considerarán que se está atacando a su partido político y tal vez toda su cosmovisión”.

En este momento crítico, hasta los pastores luchan por saber cómo acercarse a sus rebaños. Joel Rainey, el líder de la Iglesia Covenant en Shepherdstown, Virginia Occidental, dijo que varios colegas se vieron obligados a abandonar sus iglesias después de promover directrices de salud y vacunación.

La política ha ido moldeando cada vez más la fe entre los evangélicos blancos, y no al revés, dijo. La influencia de los pastores en sus iglesias está disminuyendo. “Logran captar la atención de su gente durante una hora y Sean Hannity los hace durante las siguientes 20”, afirmó.

Rainey ayudó a su propia congregación bautista del sur a anticiparse a la información falsa mediante entrevistas públicas con expertos médicos: un coronel retirado especializado en enfermedades infecciosas, un miembro de la iglesia que es analista de gestión logística de Walter Reed y un anciano de la iglesia que es enfermero del Departamento de Asuntos de los Veteranos.

En el escenario del culto, frente a la batería de la banda de alabanza, les hizo “todas las preguntas que un seguidor de Jesús podría tener”, dijo después.

”Es necesario que los pastores instruyan a su gente a que no siempre tenemos que ser adversarios de la cultura que nos rodea”, dijo. “Creemos que Jesús murió por esas personas, así que ¿por qué razón habríamos de verlas como adversarios?”.

(C) The New York Times.

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